22 febrero 2022

Todos los barones encabezados por Alberto Núñez Feijoo le pidieron que se retirara

Destrucción de Pablo Casado: Teodoro García Egea dimite como secretario general y su comité directivo se pone en su contra forzándole a anunciar su retirada

Hechos

  • El 22.02.2022 D. Teodoro García Egea dimite como secretario general del Partido Popular. El día 23.02.2022 D. Pablo Casado se despide en el Congreso de su cargo de Jefe de la Oposición. D. Ángel Carromero anuncia su baja del PP.

Lecturas

LA ENTREVISTA QUE HUNDIÓ A PABLO CASADO

La mañana del 18.02.2022 el presidente del Partido Popular, D. Pablo Casado Blanco, acude al programa ‘La Mañana’ de COPE de D. Carlos Herrera y en él cuestiona la honorabilidad de Dña. Isabel Díaz Ayuso, expresa su sospecha de que ha podido cometer un tráfico de influencias y que su hermano pudo hacer negocio «mientras morían miles de españoles» y asegura que cuando él sea presidente del Gobierno nunca permitirá algo así. Una entrevista que enfurece a gran parte de la militancia y el electorado del Partido Popular de Madrid. Además la entrevista incomoda a los dirigentes territoriales del Partido Popular, un partido poco dado a ver a un presidente lanzando acusaciones a un presidente autonómico sin que parezca claro que disponga de material suficiente para lograr un procesamiento judicial.

LA DESBANDADA:

El mismo día 18, tras su entrevista en COPE el presidente del PP de Galicia y de la Xunta D. Alberto Núñez Feijoo mostró su distanciamiento de la estrategia llevada por D. Pablo Casado. La noche del 21 el diputado del PP gallego D. Adrián Pardo publicó un manifiesto pidiendo la retirada de D. Pablo Casado y la convocatoria de un congreso. Varios diputados gallegos como Dña. Marta González.

A primera hora de la mañana del 22.02.2022 se conocía la dimisión de Dña. Belén Hoyo de la dirección nacional del Partido Popular después de que esta el día anterior hubiera solicitado la destitución de D. Teodoro García Egea y el presidente D. Pablo Casado se hubiera negado.

«GARCÍA EGEA HA FRACTURADO EL PARTIDO HACIENDO POLÍTICA DE MANERA PUERIL E INFANTILOIDE»

A las 11.00 de la mañana del 22.02.2022 se hacía público un manifiesto de un grupo de diputados encabezados por D. Mario Garcés en el que se pedía la destitución de D. Teodoro García Egea como secretario general del Partido Popular y se solicitaba un congreso extraordinario para reemplazar a D. Pablo Casado. El propio Sr. Garcés comparece en los medios para acusar al Sr. García Egea de haber fracturado al partido y haber hecho política de manera pueril e infantiloide. Firman el manifiesto D. Guillermo Mariscal, D. José Ignacio Echaniz, D.  Pablo Hispán, Dña. Sandra Moneo, D. Carlos Rojas, D. Adolfo Suárez Illana y el propio D. Mario Garcés. El manifiesto también será respaldado por la portavoz del Grupo Popular, Dña. Cuca Gamarra y la ex ministra y diputada Dña. Ana Pastor Julián.

A las 12.00 el alcalde de Madrid D. José Luis Martínez-Almeida anuncia su dimisión como portavoz nacional del Partido Popular. A pesar de ser preguntado por ello, rechaza apoyar públicamente a D. Pablo Casado.

Casi a la vez el Partido Popular de Andalucía emite un comunicado pidiendo la retirada de D. Pablo Casado y la convocatoria de un congreso extraordinario.

EL COMITÉ DE DIRECCIÓN ABANDONA A CASADO:

Dña. Ana Vázquez presenta su dimisión como miembro del comité de dirección de D. Pablo Casado, pidiendo la retirada tanto de este como la del secretario general y la convocatoria de un congreso.

Los mismos miembros del comité de dirección que el 17 de febrero publicaban tuits apoyando a D. Pablo Casado. El día 22 publicaron tuits pidiendo su retirada al solicitar un congreso extraordinario.

Dña. Andrea Levy, considerada amiga personal de D. Pablo Casado, el día 22 de febrero de 2022 también anuncia su dimisión como presidenta del Comité de Conflictos la tarde del día 22. La Sra. Levy y la Sra. Vázquez, fueron los únicos ‘disidentes’ del Sr. Casado que dieron la cara ante los medios de comunicación aquel día.

El presidente de Murcia, Sr. López Miras, el único presidente autonómico que había respaldado públicamente a D. Pablo Casado los días 17 y 18, anuncia el día 22 que retira su apoyo y que, tras consultar a la militancia el también aboga por un congreso extraordinario que designe a un nuevo líder.

La noche del 22.02.2022 D. Teodoro García Egea concede una entrevista a ‘El Objetivo’ de La Sexta donde anuncia su dimisión como secretario general del Partido Popular. Asegura que le han convencido las explicaciones de Dña. Isabel Díaz Ayuso.

D. Pablo Casado comparece en la sesión de control del 23.02.2022 para despedirse como líder de la oposición. Tras terminar su intervención abandona el hemiciclo. Los diputados D. Pablo Montesinos y Dña. Ana Beltrán se van con él, el resto permanece en la cámara.

LA DERROTA DE LOS TERTULIANOS ‘CASADISTAS’. 

Entre los días 17 y 22 destacaron por su defensa de D. Pablo Casado en las tertulias en su guerra contra Dña. Isabel Díaz Ayuso las figuras públicas Dña. María Claver (Subdirectora de OkDiario que defendió ferozmente al Sr. Casado tanto en Atresmedia como en Mediaset), D. Pedro J. Ramírez (El Español), D. Santiago Martínez-Vares y Dña. Ketty Garat (The Objetive), pero no lograron poner a la opinión pública de derechas del lado del Sr. Casado.

22 Febrero 2022

El egoísmo de Casado agrava la sangría del PP: siete días es demasiado

OKDIARIO (Director: Eduardo Inda)

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El presidente del PP, Pablo Casado, no dimite y reunirá la próxima semana a la Junta Directiva Nacional, máximo órgano entre congresos del partido, para medir fuerzas con sus críticos. Es una decisión inútil e egoísta -tomada después de una maratoniana reunión del Comité de Dirección en la que surgieron un ramillete de voces críticas- que lo que busca es ganar tiempo y apoyos para hacer frente a la mayoría de barones que piden que el todavía líder del partido se eche a un lado.

Casado vuelve a equivocarse: lo que menos necesita el PP en estos momentos es que su presidente se enroque. Por responsabilidad, debería admitir que su tiempo se ha acabado. Porque por mucho que lograra en la próxima Junta Directiva Nacional frenar a los barones, el presidente seguiría en el cargo enfrentado no sólo a a la inmensa mayoría de los jefes territoriales de su partido, sino -y es lo más importante- a los votantes. Las encuestas revelan que, en apenas cuatro días, el principal partido de la oposición se ha desangrado. Tratar de ganar tiempo en estas circunstancias demuestra que Casado no ha entendido el mensaje. Prolongar la agonía del PP una semana más es una irresponsabilidad histórica. De Casado cabía esperar más altura de miras y no parapetarse en el cargo.

La situación es límite y el enroque de Casado sólo contribuye a agravar los daños. Volar el partido para mantenerse en la presidencia con el apoyo forzoso de aquellos que le deben el cargo es propio de políticos menores sin sentido de la responsabilidad. Casado ha elegido el peor camino: el de utilizar el poder para aferrarse al poder. Cabe esperar que, en un rapto de cordura, recapacite y entienda que quien es parte fundamental del problema no puede ser la solución.

El egoísmo de Casado agrava la sangría del PP: siete días es demasiado
El egoísmo de Casado agrava la sangría del PP: siete días es demasiado

El presidente del PP, Pablo Casado, no dimite y reunirá la próxima semana a la Junta Directiva Nacional, máximo órgano entre congresos del partido, para medir fuerzas con sus críticos. Es una decisión inútil e egoísta -tomada después de una maratoniana reunión del Comité de Dirección en la que surgieron un ramillete de voces críticas- que lo que busca es ganar tiempo y apoyos para hacer frente a la mayoría de barones que piden que el todavía líder del partido se eche a un lado.

Casado vuelve a equivocarse: lo que menos necesita el PP en estos momentos es que su presidente se enroque. Por responsabilidad, debería admitir que su tiempo se ha acabado. Porque por mucho que lograra en la próxima Junta Directiva Nacional frenar a los barones, el presidente seguiría en el cargo enfrentado no sólo a a la inmensa mayoría de los jefes territoriales de su partido, sino -y es lo más importante- a los votantes. Las encuestas revelan que, en apenas cuatro días, el principal partido de la oposición se ha desangrado. Tratar de ganar tiempo en estas circunstancias demuestra que Casado no ha entendido el mensaje. Prolongar la agonía del PP una semana más es una irresponsabilidad histórica. De Casado cabía esperar más altura de miras y no parapetarse en el cargo.

La situación es límite y el enroque de Casado sólo contribuye a agravar los daños. Volar el partido para mantenerse en la presidencia con el apoyo forzoso de aquellos que le deben el cargo es propio de políticos menores sin sentido de la responsabilidad. Casado ha elegido el peor camino: el de utilizar el poder para aferrarse al poder. Cabe esperar que, en un rapto de cordura, recapacite y entienda que quien es parte fundamental del problema no puede ser la solución.

Porque más allá del apoyo interesado del nutrido grupo de peones que le deben el cargo, lo cierto es que los votantes ya han dictado sentencia. Y no entenderlo es condenar al PP a la ruina política.

22 Febrero 2022

El PP humilla a Casado por romper la omertá

Ignacio Escolar

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Casado no cae por incumplir la Constitución, con su bloqueo a la renovación del Poder Judicial. Ni por sabotear la llegada de los fondos europeos a España, ni por su máster regalado. Al presidente del PP le echan por romper la omertá

Dice la Constitución española que la estructura interna y el funcionamiento de los partidos políticos deberán ser democráticos. Muy rara vez ocurre así. Y la última prueba está en el colapso interno que hoy vive la dirección del PP, en cómo están siendo los últimos días de Pablo Casado al frente de esta formación, en los detalles de una operación política puesta en marcha para sacar de Génova, lanzándolo por la ventana, al primer presidente elegido por primarias en el PP.

Todos los anteriores líderes de la derecha, desde que los siete magníficos de la dictadura fundaron Alianza Popular, habían llegado a la presidencia del partido por un mismo método: el digital. El dedo de Fraga eligió a Aznar. El de Aznar, más tarde, a Rajoy. Y con Casado por primera vez se probó a dar voz a los militantes. Un experimento democrático que ha durado muy poquito en el PP.

Es cierto que aquellas no fueron las primarias más perfectas que se recuerdan en la historia de la política mundial. Pablo Casado no fue el más votado, y logró su victoria frente a Soraya Sáenz de Santamaría tras un pacto de perdedores con los delegados de María Dolores de Cospedal. Pero Casado llegó a esa presidencia por un método bastante más democrático que el que ahora están utilizando quienes han decidido que ya no podía seguir al frente del partido ni un día más.

Había una vía estatutaria en el PP para tumbar a su líder: una Junta Directiva Nacional donde los rebeldes sumaran al menos dos tercios de los votos. Había un segundo camino: ganarle en el siguiente congreso ordinario, que, en unos meses, Casado estaba obligado a convocar. Esperar a que los militantes hablaran, y decidieran en libertad.

Pero los conjurados contra Casado han preferido apostar por otro método: un golpe palaciego, con algarada en frente de la sede del PP incluida, fuego graneado desde los medios de comunicación y una cascada de dimisiones en cadena para forzar su retirada inmediata y absoluta. Su máxima humillación.

A los conjurados tampoco les valía con el camino recto: cumplir con sus estatutos. Porque el objetivo de esta operación no es que hablen los militantes; es bastante dudoso que lleguen a opinar.

Quien hoy lidera esta operación, Alberto Núñez Feijóo, no quiere otras primarias: busca una coronación. Sin rivales. Y para ello era imprescindible generar este colapso, este hundimiento y esta humillación, que desembocará de manera natural en la elección de un nuevo líder por aclamación.

El método ha sido poco democrático. Los motivos lo son menos aún. Porque este 23 de febrero en el Partido Popular, ese golpe palaciego contra Casado, no llega porque el líder del partido esté incumpliendo desde hace tres años la Constitución, con su bloqueo a la renovación del Poder Judicial. Tampoco por ese comportamiento antipatriótico con el que Casado ha intentado boicotear la llegada a España de los fondos europeos. Ni por su máster regalado. Ni por las enormes dudas sobre sus títulos académicos. Ni por sus permanentes mentiras, empezando por ese “postgrado en Harvard” que acabó siendo un cursillo de cuatro días en Aravaca.

Todo eso el PP se lo perdonó.

Este golpe palaciego tiene otro fondo y otra última causa que ha desencadenado este final. Es la respuesta casi unánime de los principales referentes del partido a la ruptura de la omertá.

El gran pecado de Pablo Casado, la causa última de su destitución, es que se atreviera a denunciar abiertamente un presunto caso de corrupción. A señalar a Isabel Díaz Ayuso por la comisión que ella misma reconoce que su hermano cobró. Y también a su torpeza: cerrar el expediente 24 horas más tarde de acusar a la presidenta de Madrid.

La valentía de Pablo Casado en liza contra la corrupción, su compromiso con la limpieza, solo duró un día. Y después se acobardó.

Es obvio que esa denuncia de Casado contra Ayuso no llegó por un ánimo de regeneración. ¿Habría hecho lo mismo el presidente del PP si el anónimo que recibió Génova hubiera señalado a un dirigente de su cuerda?

Y también hay más motivos para su caída, por supuesto. No es solo la pelea frontal con ese PP de Madrid, podrido desde el tamayazo, donde el propio Casado se crio.

A pesar de la propaganda de esas encuestas que situaban al partido en primera posición –y que difundían los mismos medios que hoy parece que no se las creían tanto–, la realidad es que el PP no iba bien. Que el liderazgo de Casado no cuajaba. Que Vox estaba muy cerca del sorpaso. Y que esa pírrica victoria en las elecciones de Castilla y León no había salido según el plan.

Pablo Casado y su secretario general, Teodoro García Egea, han cometido en estos años multitud de errores y atropellos internos. Han generado un buen montón de incendios en los territorios, y numerosos descontentos. Se han ganado una gran cantidad de enemigos, que hoy les pasan las facturas pendientes.

También hay ratas, que abandonan el barco cuando se hunde. Que hoy reniegan de su líder solo porque saben que está muerto ya.

Algunas de las jugarretas políticas de esta dirección del PP han sido auténticos éxitos –para sus intereses, quiero decir–. Como la operación de los tránsfugas de Murcia o la voladura completa de Ciudadanos –con la ayuda de un Fran Hervías que, fiel a su ausencia de principios, también se ha apuntado ahora al nuevo bando ganador en el PP–. Otras han salido fatal, como el histórico fiasco del diputado Alberto Casero y su error al votar, que frustró la operación diseñada por Egea con los dos diputados traidores de UPN.

Hay un universo paralelo donde Alberto Casero no se equivoca con el botón, el PP parte en dos al Gobierno y Casado seguiría fuerte hoy. Ya saben, el efecto mariposa. Pero no es eso lo que ocurrió.

Los detalles que hoy desvela Gonzalo Cortizo de cómo fue la última reunión de su comité de dirección son los de una tragicomedia. Casado y sus apóstoles –trece en total– tomando sándwiches de Rodilla, con más judas que leales a un presidente que solo sabía repetir: “No me lo merezco», «¡qué es lo que he hecho mal!”.

La rapidez del colapso en apenas unos días demuestra que el desenlace estaba cantado ya. En ausencia de reglas democráticas, se impone la ley de la selva, y nadie aguanta en el poder más de un minuto cuando todos los que le rodean saben que morirá. El miedo de muchos de los suyos a quedarse en el bando perdedor ha acelerado el desenlace. Algunos de los que hoy dimitían a Casado son los mismos que hace menos de una semana –cuando todo empezó– le elogiaban por su valentía frente Ayuso. Otros de los que hoy elogian a Feijóo son los mismos que antes le insultaban. Es la miseria de la política, en su máximo esplendor.

Su despedida en el Congreso –este miércoles, en la sesión de control, con todo su grupo aplaudiéndole después de su traición– muestran un cinismo difícil de superar. Como resume Iñigo Sáenz de Ugarte en esta crónica: El PP esconde los puñales para ovacionar al cadáver de Pablo Casado.

Pero la forma tan humillante en la que el PP ha tirado a la basura a quien fuera su presidente durante tres años y medio tendrá consecuencias. Como las tuvo otro golpe palaciego; el comité federal que mató a Pedro Sánchez el 1 de octubre de 2016.

A diferencia de Sánchez, Casado no cuenta con grandes apoyos entre la militancia o los votantes. No podrá resucitar tras esta aniquilación. Pero eso no significa que lo ocurrido esta semana vaya a salirle del todo gratis al PP.

Este miércoles, Anticorrupción ha abierto una investigación por el contrato de las mascarillas del que cobró el hermano de Ayuso. Si la Justicia, más adelante, le da la razón a Casado, ¿qué dirán quienes hoy le han matado por denunciar esa presunta corrupción?

En las próximas horas, Feijóo dará públicamente el paso que, en privado, ha dado ya. Vendrá a Madrid. Con la intención de quedarse, presidir el partido y presentarse a las elecciones. No quiere ser un líder temporal.

El gallego no es un rival a despreciar. Tiene más tablas que Casado. Más experiencia que Casado. Más credibilidad que Casado. Su advenimiento no es una buena noticia para Pedro Sánchez y el Gobierno de coalición.

A corto plazo, Feijóo seguro jugará otra carta distinta a la de Casado, la del estadista por encima de la polarización, la del hombre moderado y centrado, la del líder calmado que necesita España frente a la crispación. Por ejemplo: dudo que vaya a mantener el bloqueo del Poder Judicial.

A diferencia de Ayuso, o de Casado, él sí puede robar votos al PSOE. Y su suma con Vox cubre un espectro más amplio que el que, hasta ahora, abarcaba la derecha. Pero, a diferencia de lo que ocurriría con Ayuso, Vox con Feijóo sí crecerá.

Feijóo tendrá que pisar barro, algo que no le gusta. A la Moncloa no va a llegar por el camino elegido para liderar el PP: con otra coronación. Tendrá que pelear, y no está acostumbrado al nivel de navajazos de Madrid. Hoy tiene un pacto de no agresión con Isabel Díaz Ayuso. Pero no está tan claro como parece si ella lo respetará.

Con esta crisis, el PP de Madrid ha demostrado hasta dónde está dispuesto a llegar. Ayuso tiene 43 años y menos de tres en primera división. En este tiempo ha demostrado contar con el suficiente instinto asesino como para traicionar al líder y amigo personal que le dio su gran oportunidad.

Si le hizo esto a Casado, al que le debía todo, ¿qué no estará dispuesta a hacer frente a Núñez Feijóo?

23 Febrero 2022

Quién engañó a Pablo Casado

Joaquín Mansó

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«Ahora va a salir toda la mierda y si tiene que estallar todo, que estalle». Ésta fue la reacción del secretario general del PP, Teodoro García Egea, a las 21.30 del miércoles 16 en la planta séptima de la sede de Génova, cuando EL MUNDO y El Confidencial publicaron que una camarilla organizada por él había dejado rastro de una investigación por métodos innobles prolongada durante meses contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Lo escuchaba uno de sus colaboradores más cercanos y, abochornado, el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, que en ese momento tomó la decisión de desmarcarse de una forma de actuar de la que se siente completamente ajeno, pero que ha estado cerca de llevarse por delante su carrera.

La frase se tradujo, efectivamente, en un estallido inmediato de acusaciones apócrifas, documentadas sólo parcialmente después por la presidenta. Pero sobre todo es expresiva de la ausencia de autocontrol emocional de la persona en cuyas manos ha abandonado la gestión de la organización Pablo Casado. Esa tendencia a la obcecación, ese orgullo personal permanentemente excitado, es la clave para entender cómo ha afrontado la dirección nacional del PP la osadía de Díaz Ayuso de reclamar para sí la Presidencia del PP de Madrid, personalizando el enfrentamiento en su jefe de Gabinete, Miguel Ángel Rodríguez. Durante estos años, a falta de un equipo con autoridad, peso político y solvencia intelectual sobre el que construir un proyecto -el presidente del PP ha tenido cuatro jefes de Gabinete-, la energía arriscada e intempestiva de García Egea monopolizó toda la acción política y la orientó hacia donde mejor se desenvuelve: el PP ha sido un partido consumido en escaramuzas internas, sin agenda propia ni liderazgo. La degradación a la que se está conduciendo Casado, dispuesto a batirse con los barones, es elocuente de hasta qué punto se ha contagiado de la idea de la política de su secretario general, que sin haber peleado un voto entiende que la legitimidad orgánica puede imponerse con puño de hierro a los dirigentes que obtienen la fuente del poder en el respaldo ciudadano en las urnas.

La confianza de Casado en Egea empezó a romperse el domingo, cuando EL MUNDO publicó detalles de la «sala de guerra» en la que el secretario general organizaba su camarilla: «¿Quién me está engañando a mí…?», se preguntó el presidente del PP. Anteayer, pidió un rato a solas con sus vicesecretarios. «Piensa en ti, Pablo», le dijeron, «Teo es lo peor que te ha pasado». Ayer, ofreció su cabeza para seguir el consejo de colaboradores cercanos de que se desligase para procurarse una «salida digna». El secretario general se resistió tras un fuerte enfrentamiento.

El Comité de Dirección también reprochó a Casado que siguiera los consejos de su secretario general en la entrevista que dio el viernes en la Cope, en la que a partir de conjeturas atribuyó «tráfico de influencias» a Díaz Ayuso. En ese momento terminó su carrera política. Alberto Núñez Feijóo la escuchó en el club náutico Juan Carlos I de Sangenjo, mientras esperaba para entrar en directo con Federico Jiménez Losantos. Le pareció «una bomba atómica», según dijo a su entorno. Fue entonces cuando se decidió a reclamar por primera vez un congreso extraordinario. Ya no había marcha atrás.

24 Febrero 2022

La soledad de Casado

EL PAÍS (Directora: Pepa Bueno)

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La suma de errores propios, el ataque de Ayuso y el abandono de los suyos prefiguran el fin del líder popular

La imagen de la salida del hemiciclo de Pablo Casado en el Congreso concentra en una sola secuencia la soledad del líder de un partido y la señal icónica de una claudicación. Apenas unas horas antes había confesado a su entorno más íntimo que no había razón alguna para abandonar –”no he hecho nada”— mientras a la vez el goteo de deserciones lo resumía otra colaboradora: “Lo han ido abandonando uno a uno”. Eran los mismos que lo aplaudían en una escena que refleja como pocas la crueldad endémica de la política. Esta madrugada, sin embargo, Casado ha conseguido resistir la última embestida de los barones que pretendían su dimisión ayer mismo, con nocturnidad y fuera de los órganos del partido, y finalmente estará en la presidencia hasta que un Congreso extraordinario del PP el 2 y 3 de abril le dé el relevo a su sucesor. A cambio se compromete a no presentarse. Los barones, a la entrada de la reunión anoche, daban la impresión de acudir a Génova más para rendir pleitesía a Nuñez Feijóo que para hablar con un Casado al que dan por liquidado. La solución de que el líder actual continúe simbólicamente hasta que el órgano pertinente consuma el cambio devuelve cierta institucionalidad a un partido desarbolado, que sigue siendo el principal de la oposición en España.

En apenas unas pocas horas a Casado le ha caído encima el efecto concentrado de la cadena de errores de un liderazgo errático y los fallos de cálculo en su batalla con Isabel Díaz Ayuso. El mejor momento de su carrera política —la ruptura razonada con Vox en la moción de censura— perdió credibilidad en muy poco tiempo al no resistir la tentación de querer parecerse a quien le arrebataba votantes por su derecha y al negar al PP su condición de partido capaz de llegar a acuerdos con el Gobierno. Su oposición amartillada en la negación sistemática ha sido impropia de un partido de Estado, como ha sucedido en el bloqueo de instituciones tan centrales como el Consejo General del Poder Judicial, con una estrategia que solo alimentó la rebeldía primaria y antipolítica de Vox. Ha tenido que llegar el drama en directo vivido por el PP durante estos días para que el respeto institucional regresara al Congreso. Pablo Casado tuvo la valentía de acudir a la sesión de control del miércoles y tanto su intervención como la respuesta de Pedro Sánchez rehuyeron la munición de trinchera que demasiadas veces ha inutilizado la función misma de la sesión.

Se dejó aconsejar mal para provocar el adelanto electoral en Castilla y León. Los resultados reales estuvieron muy alejados de las encuestas que solo una semana antes de las elecciones lo acercaban a la mayoría absoluta. Esa decepción hizo saltar las bridas de un partido amenazado por Vox y obligado a decidir el papel que habrá de jugar la ultraderecha en el Gobierno autonómico. El debate de fondo lo abrió el propio Casado con el enfriamiento de las expectativas de una coalición con Vox y un día después le llegó un órdago desde la Puerta del Sol en forma de acusación pública de espionaje. El contraataque de Casado revelando de forma explícita pero sin pruebas la sospecha de corrupción sobre Ayuso desencadenó la guerra en la que no midió sus fuerzas. Porque, inquietantemente, el resto de los dirigentes del PP no siguió al presidente en su intento (fugaz) de pedir explicaciones sobre los indicios de tráfico de influencias o nepotismo. A partir de ese momento se convirtió en rehén de la Puerta del Sol y de los damnificados por la gestión de su secretario general ya dimitido, Teodoro García Egea, que se había granjeado enemigos por todo el territorio imponiendo a sus afines.

Desde entonces, solo Casado ha mantenido la fe en su propio liderazgo cuando nada insuflaba el menor optimismo sobre su futuro viendo como todos lo iban abandonando. Ha exhibido una debilidad que culminó con la dimisión el miércoles de García Egea y la asunción de un congreso extraordinario. La grandeza de una dimisión es casi siempre fugaz pero la ferocidad de un acoso a múltiples bandas —desde todos los rincones del partido y sus medios afines— es un castigo que excede incluso los numerosos errores que Casado ha podido cometer, incluidas las últimas cesiones de estos días sin recompensa alguna. A la crueldad política de la traición le ha seguido la claudicación de un hombre solo.

 

24 Febrero 2022

La entrega de los compañeros

Arcadi Espada

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PABLO Casado puso fin ayer a su vida política de la misma mediocre e inane manera con que la había vivido. La pregunta parlamentaria de los miércoles la convirtió en unas palabras descentradas sobre el aniversario del golpe del 23 de febrero y en una despedida tácita en la que no hubo ni verdad ni emoción. Y fue capaz de añadir y la única disculpa que se me ocurre es que no supiera en realidad lo que estaba diciendo que entendía la política «desde la entrega a los compañeros». El mismo hombre que hace una semana acusó sin pruebas a su compañera Isabel Díaz Ayuso de un grave delito de tráfico de influencias y que remachó la acusación subrayando que tendría que dar cuenta de su desvarío moral a los 700 muertos diarios que entonces causaba la pandemia enfatizaba ayer su entrega a los compañeros.

Pero los compañeros lo merecen. Entre los que se levantaron a aplaudirle estaban muchos que el día anterior se apartaron de él públicamente como de un apestado. No tuvieron ese gesto cuando su líder exigió a Ayuso que probara su inocencia ni cuando quiso ahogarla en el fango sentimental de los muertos. La razón del retraso es que aguardaban a ver si su líder ganaba o perdía la batalla. De modo que Casado, sí, les dio el discurso trapacero que merecían y ellos le aplaudieron de acuerdo con su propia trapacería coral. La tentación de decir que esto es hoy el Partido Popular y que por ello merece la ruina en que está colocado es difícil de resistir. Pero hay que resistirla, porque no hay indicios de que ningún otro partido escapase a procedimientos similares.

Cada vez que se analiza la reacción de un líder político cuando se ve amenazado debe ponerse en primer plano la cuestión más prosaica: trata de mantener su trabajo. Y en el ejemplo de Casado, un gran trabajo, uno de los buenos y excitantes trabajos que hay en este mundo. Es fama el momento de fatal descompresión que atraviesa aquel al que de pronto cesan en su cargo por una razón cualquiera. Así no es difícil imaginar qué estará pasando ahora en la cabeza de Casado, abrasado con poco más de 40 años. Pero su semicorchea de ayer ayuda a explicar el porqué. Y explica aún algo peor. Que semejante discurso permitiera erguirse a sanchez, sobrio, duro y sereno, acompañándole en el sentimiento y recordándole que todo lo hizo mal; apenas disimulado su feliz asombro de que la pandemia que afuera se lleva gobiernos haya liquidado aquí de cuajo a la oposición.

ARCADI ESPADA