5 julio 1985

La separación se produce en medio de los rumores que vinculan a la filipina con el ministro socialista Miguel Boyer

Isabel Preysler y el marqués de Griñón anuncian su divorcio mediante un comunicado a la revista ¡HOLA!

Hechos

En julio de 1985 la revista ¡HOLA! anunció la separación entre Dña. Isabel Preysler y D. Carlos Falcó marqués de Griñón 

Lecturas

HECHOS QUE DESMIENTEN UN DESMENTIDO.

La portada de la revista ¡HOLA! del 19 de febrero de 1983 es una entrevista de su redactor jefe D. Jaime Peñafiel al matrimonio formado por Dña. Isabel Preysler y el marqués de Griñón ante los rumores de una separación. El titular de la revista era claro: «Todo es una falsedad y, por tanto, una calumnia».

La misma revista será la que anuncia en primicia su separación en julio de 1985. D. Jaime Peñafiel Núñez será, a partir de ese momento, un detractor de la Sra. Preysler por considerar que le había mentido.

BOYER Y PREYSLER, LIMÓN Y NARANJA

Boyer_Preysler

La marquesa infiel.

Jaime Peñafiel

Pag 171-174 (HOLA y el hijo de Sánchez, 1994)

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Desde el preciso momento en el que Isabel se divorcia de Julio, el hasta ese momento rey de las portadas de ¡HOLA! da el relevo a su ex mujer, quien le sustituye, convertida ya en ‘la preysler’, como estrella rutilante y exclusiva en la cubierta de la prestigiosa publicación.
No dará un paso sin que quede reflejado con todos los honores de la cuatricromía en portada. Y lo más chocante es que, siendo como es la revista de Antonio Sánchez Gómez, tan familiar, la poco edificante vida de la Preysler entra todas las semanas en los hogares españoles, que comienzan a seguir apasionadamente las aventuras y desventuras de la cortesana mayor de la corte del rey Juan Carlos. Cierto es que, como ha quedado ya reflejado en otro capítulo del libro, el matrimonio Sánchez siempre fue muy respetuoso con la vida privada de los famosos que se limita a seguir, aunque sin comentarios críticos, de una forma muy aséptica.

Como a doña Isabel no le han gustado mis crónicas, porque desde el primer momento tomé partido por su ex marido, para el seguimiento de las actividades de ‘la china’, toma el relevo Santi Arriazu, un excelente reportero que formaba, con el fotógrafo Juan Chaves, la madrileña redacción de ¡HOLA!

Raro era el día que ‘La Preysler’ no mantenía con Arriazu largas conversaciones telefónicas, por lo que es el primero en conocer que Isabel ha decidido anular su matrimonio con Julio. Desea casarse por la Iglesia católica, apostólica y romana. Posiblemente porque el marqués de Griñón, que ya ha hecho lo mismo con su anterior matrimonio con Jeannine Girod, así lo desea. En aquella época que un grande de España se casara tan sólo por lo civil era un escándalo.

En la diócesis de Brooklyn, en Nueva York, los tribunales eclesiásticos debían tener la manga tan ancha, que bastaban un puñado de dólares y todo el cinismo a la hora de declarar para encontrarse de nuevo, si no virgen, sí libre y en condiciones de pasar de nuevo por la vicaría.
Las portadas de ¡HOLA! se sucedían en cascada. «Que todavía no son solteros». «Así fue el juicio de anulación», «Julio Iglesias e Isabel Preysler ya son solteros legalmente»… «El marqués de Griñón e Isabel Preysler contrajeron matrimonio canónico…», con entrevista exclusiva de Santi Arriazu; «Isabel Preysler, marquesa de Griñón, ha dado a luz una preciosa niña…»; «Los nuevos marqueses de Griñón fotografiados en su nuevo hogar madrileño», con reportaje exclusivo de Arriazu.

Hasta que estalla la bomba informativa. La nueva bomba: «Los marqueses de Griñón salen al paso del rumor que ponía en tela de juicio su unidad y fidelidad conyugales», «Todo es una falsedad y por tanto una calumnia».

¡Había que ser cínica para engañar de esa manera, primero a su amigo Santi Arriazu, en particular y a los lectores de ¡HOLA!, en general, atreviéndose salir del paso… Y sobre todo, implicando al buenazo de su marido.

La entrevista no tenía desperdicio. Sobre todo, leída a posteriori con todo lo que ha pasado por la vida de ‘La Preysler’.

«Casi siempre ocurre lo mismo, que los interesados son los últimos en enterarse…». El último en enterarse sería su marido, el marqués, haciendo honores al dicho popular… Ella sí debía saber lo que se decía y por qué… Y se mostraba muy egoísta y poco generosa cuando se lamentaba: «Seguramente yo eh sido la más insultada y a la que más le han ofendido…»
La guinda de aquella entrevista eran estas palabras con las que finalizaba: «Confiemos en que la verdad resplandezca. Un bulo de este calibre puede que tarde en morir días, semanas o meses. Pero morirá» (¡HOLA!, num 2.008 del 19 de febrero de 1983).

¿Se encontraba la Preysler ante el umbral de su tercera boda? se preguntarán los lectores de ¡HOLA! Y no solamente éstos. También Tico Medina, en aquella época colaborador habitual en las páginas de la revista. Porque el rumor que había estallado en febrero de 1983 parece ser que seguía siendo en diciembre, en contra de los deseos de la marquesa infiel, que esperaba se olvidara en días semanas o meses, aún mucho más insistente. Y tantos como diez habían transcurrido ya cuando Tico, en una gran y completísima entrevista de ocho páginas en ¡HOLA! se atrevió a preguntarle:

– Isabel, ¿Te volverías a casar otra vez? ¿Te casarías tres veces?
– Creo que la tercera ya es un poquito demasiado. Pero también digo que nunca puedes decir que sí o que no.
– Pienso, Isabel, que sería bueno conocer de una vez por todas esa verdad que tú escondes…
– La verdad es que hay cosas que no quiero que se sepan.
– ¿Te gustan los políticos? [Boyer era entonces ministro de Economía y Hacienda del Gobierno socialista de Felipe González.]
– A mí lo que me encanta es la gente trabajadora, honesta, verdadera, aquella que te enseña algo… Si la hay en la política, que la hay, claro que me interesa. (¡HOLA!, num 2050 de 10 de diciembre de 1983).

Un sabio dejó escrito ‘Si me engañas una vez, tuya es la culpa. Si me engañas dos, la culpa es mí. Pero ¿y si me engañas tres?

Si estamos de acuerdo con La Fontaine con aquello de que es un doble pacer engañar al engañoso, tenemos que darle la razón a Isabel en que cuando que si engañó a Julio él la había engañado no una, sino mil veces. Pero engañar a Carlos Falcó fue una cobarde villanía, porque el marqués de Griñón es uno de los nobles de Baltasar Gracián que nunca mienten porque creen mucho, y confían mucho, porque nunca engañan. Como corresponde a un noble español que es además grande de España.

21 Julio 1985

Quién está con quién, por qué y hasta cuándo

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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EL RABOTAZO de la crisis ministerial ha inclinado a muchas personas a la emisión, y a otras muchas a la recepción, del chisme: cherchez la femme! El asunto tenía un cierto relieve sociológico por lo que suponía de entrada grande de la nueva clase en la café-society y en el mundo de la gran fotonovela real. Aún se le puede sacar más interés si se le sitúa en el contexto mismo de esa nueva clase y del sistema. Cuando se hablaba del alba de unos nuevos tiempos se pensaba, entre otras cosas, que esa luz iba a esclarecer las relaciones de pareja, fuesen cuales fuesen las afinidades o los contrastes entre sus miembros, y que se iba a dejar vivir una nueva franqueza. Hubo un chispazo, y luego brotó un nuevo puritanismo. Las gentes de la izquierda parlamentaria tienen un interés casi obsesivo en que no se les confunda con rojos, ateniéndose a la versión peyorativa de ese término emitida por sus perseguidores, en cuyo cuadro figuraba una imaginaria promiscuidad sexual; aunque la realidad dice que la vieja afición al sexo y sus múltiples peculiaridades no tiene, en realidad, fronteras de clase, color o incluso religión. Este respeto a la imagen de la nueva clase ha incluido el otro vición, el que se imaginaba abolido: el del disimulo, la hipocresía, el remilgo. Los que iban a pasar el rubicón se quedaron en su orilla como pescadores de caña.Con lo cual se ha producido el morbo, y la entrada en el mundillo. Un caso lamentable. El tema, hipertrofiado, ha producido el efecto de fichas de dominó, se han mezclado con él nombres de la más rigurosa derecha, y la coincidencia con otros casos espectaculares de personas de apellidos antiguos han vuelto a lanzar la decadente pero todavía muy viva información sobre quién está con quién, por qué y hasta cuándo. Hay muchos matices, desde la impudicia de la frase tenida por ingeniosa hasta la forma de tartufear los asuntos, pero todos conducen a la misma fotonovela y la rriísina malignidad. Hay grandes probabilidades de que el clímax de la crisis haya tenido otros fondos; no se podría decir si más serios o no (la vida particular es, para cada uno, irremediablemente seria e incluso dramática-, pero, al menos, de otra índole. La forma de encubrirla, o de no explicarla, que también pertenece a un secretismo que se imaginó que naufragaba con el pasado, es la que permite estas especulaciones: aunque no se pueda excluir que sea una forma deliberada de castigo.

Habría que distinguir en estos hombres y mujeres convertidos en personajillos de papel algunas categorías, que sería también interesante que percibieran los jueces a la hora de hablar de lo privado, de la imagen y de la intimidad; hay una amplia categoría de personas que no tienen más realidad que la ficción, que forman una simbiosis con las revistas especializadas y que se esfuerzan por seguir en la cresta de la ola; otras que utilizan la difusión de la imagen, e incluso la que se obtiene con la protesta, como apoyo publicitario para sus profesiones públicas; y, en fin, aquellos que caen sin quererlo dentro del círculo que sería arriesgado llamar vicioso. Van huyendo del escándalo, obligados por una moral social, política o gobernante, y repentinamente caen dentro de él. La parte de culpa que tienen de su propia desgracia es la de no haber contribuido a despejarla cuando han podido.

Y volvemos a la disfunción que hay entre lo que se esperaba y lo que se ha producido. Se esperaba que la forma de considerar las relaciones de pareja perdiese su dramatismo, su morbosidad y su hipocresía, y que precisamente por la no ocultación dejara de ser noticia más que en su justo término; esto es en lo que atañe a los otros miembros de la sociedad. Se esperaba que el pudor consistiera precisamente en el conocimiento, y en la aceptación que las personalidades de la política no se creyeran más obligadas a la castidad que el resto de los ciudadanos que disponen libremente de sus vidas y que pueden aparecer ofendidos por esta nueva figura del pudor imaginario. Se esperaba que con ello cayera el morbo de saber quién está con quién y desde cuándo, excepto para aquellos que cultivan las zonas fronterizas como un aliciente. Todo esto está sucediendo ál revés, y la nueva clase, que ha caído en tantas trampas, va cayendo también en esta otra de aparecer mezclada con los tortuosos sexuales o enamoradizos. La claridad hubiera evitado que la vida pública se viera afectada por la vida privada, que se pudieran establecer nexos, la mayor parte de ellos irracionales, entre las conductas particulares y las gobemantes. Y que los adversarios pudieran hacer una utilización política de los rumores, de la naturaleza inflacionista del chisme, de la creación imaginativa en tomo a algo que se imagina últimamente simple, y cuya simpleza hay que defender: las relaciones entre un hombre y una mujer. Que merecen todo el respeto del mundo, a partir del momento en que ellos mismos y sus definidores políticos las consideren tan respetables como para no tener que ocultarlas.