8 junio 1982

Israel invade El Libano para poner fin a los campamentos de la OLP

Hechos

En junio de 1982 se produjo la invasión de zonas de El Libano por el ejército de Israel.

08 Junio 1982

La tercera guerra

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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LA INVASION de Líbano por el Ejército de Israel, después de una larga y dura preparación de bombardeos aéreos, puede convertirse en la tercera guerra de estos momentos. Es, por sí misma, enormemente inquietante: unida a la de Irak e Irán y a la de las Malvinas, multiplica todas las sensaciones de inseguridad y de riesgo. Todas ellas forman parte -cada una con su anecdotario, su historia, su lógica y, cómo no, su ilógica- de una cuestión general entre los países pobres y los países ricos -por emplear una terminología simplista- y en ella están envueltas las grandes potencias. El apoyo de la Unión Soviética a Irán, a Líbano y a Argentina -en medidas distintas- discierne los campos, aunque en el occidental la complejidad sea mayor -Estados Unidos y Occidente condenan a Israel, pero le sostienen, en general, a pesar de algunas reticencias europeas; Israel se enfrenta con Irak, aunque Irán sea fundamentalmente antisemita-.Sería demasiado primario atribuir la entrada de Israel en Líbano a un simple aprovechamiento de la confusión internacional: el acto tiene demasiada envergadura como para que pase solamente porque las atenciones mundiales sean otras. Tampoco puede limitarse a una mera acción de Beguin para frenar a su oposición y restablecer su mayoría en el Parlamento.

La invasión puede provocar una situación gravísima; mucho más allá que una guerra con Siria. Los países llamados moderados -porque colaboran con Estados Unidos en la busca de una solución aceptable para el problema palestino y porque temen sus revoluciones internas- no van a poder seguir conteniendo a sus poblaciones mucho tiempo. En Egipto, Mubarak ha sido sorprendido: viene, desde que tomó el poder, haciendo esfuerzos para que Israel no cometa el acto que acaba de cometer. Lo condena ahora abiertamente, pero no va a bastar con palabras para contener una oposición que fue ya capaz de asesinar a su predecesor, Sadat. Arabia Saudí, Jordania, los Emiratos Unidos del golfo Pérsico, están enormemente preocupados con el avance de Irán y, más que el de sus tropas y milicias, del progreso del revolucionarismo religioso, del mesianismo islámico.

El destrozo ocasionado por esta nueva situación puede reducir a la nada no sólo los acuerdos de Camp David, sino todas las laboriosas mediaciones que se vienen haciendo. Puede que sea uno de los objetivos de Beguin: anular cualquier posibilidad de establecimiento de una nación palestina que amenace sus fronteras. La idea inicial da la sensación de medida: ocupar una ancha franja del territorio libanés, quizá un fondo de cuarenta o cincuenta kilómetros, y detenerse ahí, con objeto de que las avanzadas palestinas queden más allá del alcance posible del territorio de Israel; es decir, una vez más la justificación de la necesidad del Estado de Israel de defender su supervivencia.

Aunque cabe preguntarse si precisamente este tipo de acciones no la pone en mayor peligro. ¿Cuál es el tipo de garantía o de seguridad que tiene, Beguin para lanzarse a esta acción? Según la URSS -por la agencia Tass, que sirve tantas veces de por tavoz de Moscú-, forma parte de un acuerdo secreto con Es tados Unidos, que habria facilitado a Israel las arínas necesa rias para esta operación. Es ir demasiado lejos. Pero tampoco puede aceptarse como enteramente real la sorpresa de Reagan, seguida del espectáculo de salir precipitadamente de la Conferencia de Versalles para tratar de atajar la situación. No es fácil de creer que nada de lo que produzca Israel, y sobre todo una acción de este tipo, pueda ser ignorado por la Casa Blanca, aunque le desplazca en principio. Estados Unidos no va a sus pender sus envíos de armas a Israel ni le va a abandonar en el Consejo de Seguridad. Hay, sin embargo, muchas posibilidades de que la iniciativa de Israel esté hecha par forzar a Estados Unidos a mantener su solidaridad y para que Egipto, Arabia Saudí y Jordania se pongan a prueba. Pero una guerra se puede empezar en cualquier momento; pararla, fijarle unos límites, prever las consecuencias, va mucho más allá de las previsiones humanas. Acaba de verse en el resultado de la acción argentina sobre las islas Malvinas.

Tres guerras abiertas, las tres en el ámbito del Tercer Mundo, son demasiadas para que sean manipuladas y controladas fácilmente: por Estados Unidos y el desunido mundo occidental. Las tres están favoreciendo, de momento, la posición soviética. Si Europa y Estados Unidos no encuentran la forma de que sus relaciones con el Tercer Mundo vayan por otra vía que no sea la de la hostilidad, la URS S puede ganar más de lo previsto.

21 Agosto 1982

Nadie ha ganado la guerra de Líbano

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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Los PALESTINOS encerrados en Beírut oeste podían elegir entre una suerte numantina o la salida más o menos paccionada de la ratonera en la que les había atrapado el Ejército israelí, tratando de salvar la cara ante la opinión mundial. Las tropas de Menájem Beguin y el general Sharon aspiraban a la erradicación total de la OLP en su refugio llibanés, como objetivo máximo, y a la obtención deunazon a de seguridad al norte de su frontera con este país árabe, en el peor de los casos.El resultado de la guerra en el territorio de Líbano, con el comienzo de la salida de los guerrilleros con destino a un nuevo exilio este fin de semana, parece quedar a medio camina de todas estas expectativas, tanto para los pnmeros como para tos scjmdos.

La Organización para la Iiberación de Palestina podía haber elegido el holocausto enterrándose entre las ruinas de sus bunkers de Beirut, en una resistencia hasta el último hombre, confiando primero en que la atroz carnicería -mayor aún que la perpetrada hasta ahora por los israelíes- hubiera hecho vacilar al Ejército de Israel antes de lanzarse al asalto final, y en último término, que su autodestrucción fuera políticamente rentable, de forma que la OLP, la idea de la OLP, y el resurgimiento de combatientes y líderes en el resto del mundo árabe no significara sino una. prolongación recrudecida de la lucha.

La otra alternativa era la de obtener una caución política de los israelíes o, lo que es lo mismo, de Estados Unidos, que, en su supuesto más optimista, podría haber sido el reconocimiento de la fuerza guerrillera como interlocutor futuro, a cambio de su evacuación de la capital libanesa a zonas alejadas de la línea del frente. En la práctica, los palestinos han preferido una tercera posición: la de entender que por su tenaz resistencia ante el invasor y el buen papel desempeñado en los combates, la resistencia palestina se había ganado el derecho a retirarse con honor para proseguir la lucha, sin haber perdido la cara. Por añadidura, el espectáculo de los feroces bombardeos israelíes sobre Beirut, cebándose en la destrucción de vidas y haciendas civiles con escasa relación con la lucha, se entiende que ha constituido un nuevo spot publicitano para la causa de la guerrilla, que, en definitiva, no ha salido totalmente derrotada de la batalla.

Los israelíes, por su parte, aspiraban a una operación relativamente rápida, poco costosa en vidas humanas -las propias-, con la destrucción, si no de la infraestructura política del enemigo, sí con suexpulsión de territono libanés. En realidad, si han conseguido este último objetivo sin tener que pagar el precio de un reconocimiento siquiera simbólico de sus contrincantes, la lucha ha sido mucho más ardua de lo previsto, sus partes de bajas, que al comienzo de. los combates se emitían con profusión, empezaron a hacerse escasos y a desaparecer completamente pasadas unas semanas de conflicto, y la intervención del presidente norteamericano, Reagan, ha impedido la ocupación final de Beirut y la liquidación física de los que se hubieran quedado en sus bunkers a esperar el ataque. Al mismo tiempo, la crueldad inaudita del general Sharon, aparentemente actuando más allá de las órdenes recibidas, hasta el extremo de dar hnagen de moderado a su jefe, el, primer ministro Beguin, le ha hecho un flaco servicio al Estado israelí con la propagación por los televisores de todo el mundo del espectáculo del cielo de fuego y plomo abatiéndose sobre la ciudad libanesa.

Israel, acostumbrado, por libre elección y destemplanza histórica, al barrage de la crítica internacional por su obstinación en dar una solución sólo militar al problema palestino, dreía poder pagar una vez más el precio de su arrogancia, pero a condición de obtener el triunfo completo, la eliminación del enemigo, lo que no se ha producido. En este sentido, sí es verdad que la guerrilla palestina ha conseguido una cierta victoria.

La moral de esta historia parece ser la de que el resultado relativamente inconcluso de la guerra devuelve la situación a como se hallaba antes del inicio de las hostilidades. Si la derrota-de la guefflua hubiera sido completa, hay quien argumenta que a Estados Unidos le habría sido más fácil forzar una vía de diálogo entre los israelíes y un pueblo úalestino descabezado de sus actuales líderes. Quizá eso sea tan- sólo tomar los deseos por realidades, pero únicamente la guerra de 1973 abrió el camino para la paz entre Egipto e Israel.

Si los palestinos hubieran obtenido una contrapartida política de peso a cambio de la retirada, las negociaciones entre Israel y la OLP, única fórmula para que un día se dé solución al problema del Próximo Oriente, estarían más cerca.. Lo que ha ocurrido, sin embargo, es un ni si ni no, sino todo lo contrario. Beguin ha herido al enemigo, pero no lo ha rematado. La guerrilla palestina sobrevive, pero tiene que replegarse a unos cuarteles de invierno en los que.presumibiemelíte va a hacer muchofrío.

Todo hace prever un recrudecimiento de los atentados, de la guerra de exportación en los aeropuertos y las .Embajadas del mundo entero, que los palestinos, alejados de las fronteras de Israel, librarán con tanta mayor ferocidad cuanto recuerden la insultante audacia del general Sharon en el campo de batalla y la despiadada negativa de Menájem Beguin a hablar un día de paz. La sexta y próxima guerra árabe-israelí está cada día más cerca.