9 octubre 2002

El líder del PP mantiene el compromiso de no estar más de ocho años en el poder

Javier Pradera se burla de los periodistas Jaime Campmany y Pedro J. Ramírez por pedir al presidente José María Aznar que no se retire

Hechos

El 9.10.2002 el diario EL PAÍS publicó el artículo ‘El Largo adiós’ de D. Javier Pradera, en el que eran citados D. Pedro J. Ramírez y D. Jaime Campmany.

Lecturas

Con motivo de una polémica por la retirada política de D. José María Aznar López, Javier Pradera Gortázar publica el 9 de octubre de 2002 un artículo en El País contra Jaime Campmany Díez de Revenga por su pasado franquista, a lo que este responde recordando el pasado franquista de Pradera Gortázar y de su consejero delegado D. Juan Luis Cebrián Echarri.

29 Septiembre 2002

La viuda hindú

Pedro J. Ramírez

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Si hace un par de meses la opinión civilizada conoció con gran conmoción el sacrificio ritual de una viuda en la pira funeraria de su marido en el remoto estado hindú de Madhya Pradesh, ahora la política vasca nos brinda un episodio equivalente, con agravantes que acrecientan, si cabe, su dramatismo.

En primer lugar no queda la menor sombra de duda de que el camino hacia el suicidio iniciado el viernes por Ibarretxe es una senda libremente asumida -fruto todo lo más de la discreta coacción de Joseba Egibar, Josu Elorrieta y otros familiares- y no como en aquel caso un destino fatídico impuesto por la fuerza. El lehendakari tenía otras opciones, pero ha elegido voluntariamente subir la escalerilla hacia la hoguera donde, suspendida de actividad y en vías de ser ilegalizada, se consume a fuego lento Batasuna.

Por otra parte, y a pesar de ello, el gesto de Ibarretxe no ha sido acogido con cánticos de solidaridad ni aurresku de honor alguno por aquellos cuyo final se dirige a compartir, sino por una lluvia de pedradas e invectivas, tildándole de farsante.La buena cara con la que él recibe todos esos improperios, poniendo la otra mejilla para que no yerre el siguiente proyectil, resume en realidad la historia del breve pero turbulento matrimonio que se ofició en el Pacto de Estella.

Como víctima de malos tratos este lehendakari no tendría precio…para los maltratadores. Cuanto más le pegan, más entregado vuelve al redil, desdeñando las normas de alejamiento impuestas al agresor en su provecho. Toda su agresividad va contra quien intenta protegerle, toda su mansedumbre y docilidad se dirige hacia quien le suministra paliza tras paliza. Y cuando, al cumplir las órdenes judiciales de clausura de las sedes o de prohibición de manifestaciones, no ha tenido más remedio que plantarle cara breve y tibiamente a su bárbaro cónyuge, los remordimientos le corroen hasta terminar pidiéndole perdón y ponerse de nuevo en sus manos, más sumisamente que nunca. «Es que le gusta», dirían entre risotadas machistas los amigotes del más bestia del grupo, al ver pasar por la calle a su mujer con el ojo amoratado.

Como si la mala conciencia ante las medidas adoptadas por las demás fuerzas democráticas contra la ETA sin capucha le arrojaran irremisiblemente en brazos de la ETA encapuchada, este PNV de Arzalluz e Ibarretxe ha dado anteayer un paso cualitativo hacia el desastre de enorme magnitud. Ya no sólo comparte con los terroristas el fin último de conseguir la independencia, discrepando en el recurso a los asesinatos como medio para obtenerla, sino que coincide también en el método rupturista consistente en coger por las bravas lo que ni el derecho ni los jueces van a concederle nunca. Además ha movido abruptamente su calendario hacia adelante, hasta el extremo de anunciar que dentro de un año pondrá en marcha la bomba de relojería de la secesión. Sólo le falta ya romper el último tabú y admitir, que a la vista de la cerrazón del Estado opresor, unos cuantos tiros bien pegados pueden ser una inevitable expresión de autodefensa del pueblo vasco.

Más allá de la eutrapelia caribeña del Estado Libre Asociado, lo que Ibarretxe ha anunciado el viernes es que tiene el firme propósito de separar, lisa y llanamente, el País Vasco de la España de la que indisociablemente forma parte. Eso se llama secesión y tiene su implacable y adecuado tratamiento en el Código Penal de todas las democracias. Es pertinente advertirlo desde ahora, toda vez que Ibarretxe -y esto fue lo más grave de todo- anunció también que, a modo de aperitivo o botón de muestra de su nuevo talante, empezará por asumir unilateralmente las competencias que el Estado rehusa transferirle.

El campo de juego por él trazado convierte de esa manera en trascendental el primer pulso planteado en torno a la creación de 200 nuevas plazas de ertzainas bajo el patronazgo de San Queremos. El fuero y el huevo se unen en este apartado de forma explícita, pues no es cuestión de permitir que acumule mayor fuerza armada quien pregona sus intenciones de vulnerar la legalidad y, caso de llevar su desafío hasta sus últimas consecuencias, puede tener que ser reprimido mediante el legítimo ejercicio de las facultades excepcionales que todas las constituciones democráticas conceden al Estado ante una situación límite.

Está bien que el Gobierno anuncie los preceptivos recursos ante los altos tribunales, pero convendría que todos fuéramos teniendo claro cuál sería la siguiente respuesta a una hipotética desobediencia a sus resoluciones. Desde luego, no el silencio administrativo.Como en otros escenarios de gran actualidad, hay quienes acarician ya con ansiedad el ataque preventivo mediante el que resucitar sus sueños imperiales, pero yo sigo creyendo que no hay nada como unos mecanismos verosímiles de disuasión, contundentemente expresados, para mantener a raya o meter en vereda a quien, además de la libertad y la vida, tiene una base territorial y un poder material que perder.

Aznar debería reunirse cuanto antes con el jefe de la oposición y, contando con el consenso más amplio posible de las demás fuerzas políticas y sociales, enviar sus heraldos a Ibarretxe con las mismas tres palabras de respuesta que Dante vio grabadas a las puertas del infierno: «Lasziate ogni speranza». Abandonad toda esperanza, porque no va a ser ésta la generación que permita ni la destrucción de España, ni la vulneración colectiva de los derechos de los españoles del País Vasco. Abandonad toda esperanza, porque la Unión Europea no va a consentir que un nacionalismo virulento, fruto de los delirios étnicos, desencadene el efecto dominó de la revisión de las fronteras de los Estados miembros.Abandonad toda esperanza, porque la comunidad internacional no va a tolerar, y menos en el contexto de lo ocurrido tras el 11-S, que la acumulación de los más repugnantes actos criminales proporcione recompensa alguna ni a sus autores, ni a sus instigadores, ni a quienes traten de asociarse a ellos.

No creo que a Aznar le resulte nada difícil meterse en la piel de Lincoln para velar por la «sagrada unión» que el mandato de los españoles le ha encomendado preservar. Podríamos incluso estar acercándonos a una de esas situaciones extremas en la que los acontecimientos le impidieran cumplir su promesa de retirada sin el baldón que acompaña al desertor. Sería muy malo para él y también para el país, pero no tanto como fingir normalidad democrática ante una emergencia nacional -hasta un gobierno de gran coalición con el PSOE habría que poner sobre la mesa en ese supuesto-, fruto de la consumada rebeldía de esos españoles que, según Madariaga, «se creen no serlo».

Es tanto lo que está en juego y tan desigual la correlación de fuerzas que, tal y como hacía nuestro editorial de ayer, es inevitable preguntarse si Ibarretxe y su gente conservan aún su sano juicio o actúan bajo los efectos de algún bebedizo alucinógeno como el que empujaba a los aztecas a dirigirse jubilosos al altar de las víctimas propiciatorias. Sólo cabe la explicación alternativa de que, efectivamente, estamos ante un farsante de extraordinaria habilidad y sangre fría que lo único que pretende es tensar la cuerda al máximo sin llegar tampoco esta vez a romperla y que, por lo tanto, se detendrá ante el último peldaño del cadalso, hará una nueva proclama retórica y ceremoniosamente se dará la vuelta con alguna que otra transferencia más en el bolsillo.

Pero tal y como están los ánimos de los deudos del agonizante esposo, no es difícil imaginar cuál sería su reacción ante esa traición final al abrazo del martirio. La lluvia de piedras arreciaría hasta el extremo de que la lapidación ahorraría el trabajo de la hoguera. Bonito dilema, ya, el de la viuda hindú. Y no parecía tonto, este Ibarretxe…

09 Octubre 2002

El largo adiós

Javier Pradera

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La sugerencia de un periodista de cámara de Aznar para que el presidente del Gobierno se retracte de su reiterado compromiso -voluntariamente asumido- de no ocupar el poder mas allá de dos mandatos consecutivos y se presente a las proximas elecciones como candidato del PP podría obedecer a distintas motivaciones: desde el gesto zalamero del cortesano dispuesto a regalar los oídos del príncipe hastael lanzamiento por encargo de un globo-sonda exploratorio, pasando por el propósito de ayudar a pretendientes descartados de la carrera sucesoria que prefieren la continuidad previsible del actual jefe del Ejecutivo a las sorpresas de su heredero. Por lo demás, esa invitación periodística, a que Aznar incumpla su palabra tiene una clave electoral evidente: el temor de Ramírez a que las pifias cometidas por el Gobierno en los últimos meses y el previsible deterioro de la economía deparen a Zapatero la oportunidad de ganar los comicios frente a cualquier otro candidato popular. También cuenta, por supuesto, la variable que Graham Greene denominaba el factor humano: mientras los toreros se despiden de su oficio – como hizo el inolvidable Curro Vázquez la semana pasada – con grandeza, los políticos suelen resistirse al abandono del poder como gasto panza arriba.

Pero la justificación regalada por el director de EL MUNDO al presidente del Gobierno para que intente conseguir su tercer mandato no contiene sólo ridículas adulaciones al obsequiado (‘no creo que a Aznar le resulte nada difícil meterse en la piel de Lincoln’) sino también preocupantes implicaciones perjudicales para la unidad democrática frente a la complicada situación del País Vasco. Según Ramírez (EL MUNDO, 29-9-2002), ‘podríamos incluso estar acercándonos’ a una ‘situación extrema’ que le impidiera a Aznar ‘cumplir su promesa de retirada sin el baldón que acompaña al desertor’. Con mayor tremendismo otro periodista – en su día director del diario ARRIBA – une a la súplica – ‘Quédese, señor Aznar’ – el tono conminatorio; Campmany advierte al presidente: «No está el horno para bollos ni está la dama para tafetanes ni las circunstancias permiten irse de rositas con el ‘ahí te quedas, mundo amarg’. Pare usted la jaca, amigo». (ABC, 5-10-2002).

La aduladora presentación de Aznar como el nuevo Lincoln (para Ramírez) o el resucitado Caudillo (para Campmany) del que dependerá exclusivamente la erradicación del terrorismo, por un lado, y la contención de la deriva soberanista del PNV, por el otro, no es el único indicio de que los dirigentes y publicistas del PP pretenden extraer un abusivo beneficio partidista de la política de Estado para el ámbito vasco pactada con el PSOE.

La defensa de la Constitución y del Estato de Gernika es tarea de todos: Aznar, Arenas y demás dirigentes del PP deberían saber que amenazan esa labor cuando tratan de apropiársela.

11 Octubre 2002

El Huerfanito

Jaime Campmany

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Ya echaba yo de menos alguna caricia del Huerfanito, o sea, Javier Pradera, y conste que el apodo no es mío, él bien lo sabe. Ahora me ha dedicado esa caricia que me faltaba. Menos mal, porque ya creía yo que me había echado en el olvido.
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El motivo del recuerdo que me dedica El Huerfanito es que a mí no me parece bien que José María Aznar dé media vuelta, se vaya de ahí y deje el patio en la situación en que se encuentra con lo que llueve por el norte de los vascos y los batasunos, por el sur del moro y de las pateras, por el levante de los sindicatos y el decretazo y por el poniente de la economía en cuarto menguante. A él, por el contrario, le parece que el adiós de Aznar es demasiado largo. Y como es incapaz de discutir civilizadamente y con argumentos, me dedica dos descalificaciones.
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Veamos. Afirma este rodrigón de Polanco que yo presento a Aznar como un Caudillo resucitado. ¡Anda!, pero si los que querían un Caudillo eran los Pradera! Y muy bien que hicieron, porque los de enfrente del Caudillo mataron a algunos de esa familia, entre ellos, que yo sepa, al abuelo y al padre de Javier Pradera, que se pasó toda la posguerra exhibiendo esa desgracia, y de ahí lo de Huerfanito. A un Pradera de los que quedaron, llamado Juan José, el Caudillo le confió la Delegación Nacional de la Prensa del Movimiento.
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No sólo la familia carnal del Huerfanito hizo lo posible para traer al Caudillo, sino también la política. Su suegro, Rafael Sánchez Mazas, fue ministro de Franco, aunque por poco tiempo, porque llegaba tarde a los consejos y un día el Caudillo dijo que se llevaran su silla y se quedó de ministro de a pie. Ya no volvió, claro. A ése también lo fusilaron los de enfrente del Caudillo, pero con menos acierto. Se arrojó al suelo antes de los disparos, tuvo la fortuna de que no le dieran el tiro de gracia y cuando se fueron los milicianos salió corriendo como una liebre. Menos mal porque, de matarlo, nos habríamos perdido unas cuantas páginas de las más bellas que se escribieron en el siglo XX.
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Por otra parte, recuerda el Huerfanito, tal vez creyendo que eso sea una descalificación, que fui director de ARRIBA. Pues, sí, señor, dirigí durante un año (1970-71) aquel periódico, y de su dirección me echaron y de la Prensa del Movimiento porque dijeron que hacía un periódico «demasiado aperturista y liberal», y tampoco entonces, por lo visto, estaba la dama para tafetanes. En las hemerotecas está. Pero si quiere saber algo acerca de directores de ARRIBA, hable El Huerfanito con Juan Luis Cebrián Echarri, consejero-delegado de la empresa donde él está empleado, que es, por Cebrián, hijo de un director de ARRIBA, y por Echarri, sobrino de otro. Juan Luis Cebrián no pasó por el ARRIBA, pero fue a los veinte años Redactor-jefe de PUEBLO, el periódico del Sindicato Vertical del Caudillo. Así podrá comprobar el rodrigón polanquista que en todos sitios cuecen habas, y en su casa a calderadas. Y cuando él quiera, que vuelva por otra.