17 enero 2016

El partido ha perdido toda su representación en el Parlamento Catalán

Josep Antoni Durán Lleida dimite como líder de Unió Democrática de Catalunya después de que su partido sea barrido electoralmente

Hechos

El 17.01.2016 D. Josep Antoni Durán Lleida dimitió como presidente del Comité de Gobierno de Unió Democrática de Catalunya.

Lecturas

El 16 de enero de 2016 D. Josep Antoni Duran Lleida anuncia su dimisión como presidente del comité de gobierno de Unió Democràtica de Catalunya (UDC), el máximo órgano ejecutivo del partido que ocupaba el Sr. Duran Lleida desde 1987.

Unió fue durante años el socio de Convergencia en la coalición Convergencia i Unió (CiU) que gobernó Catalunya primero con D. Jordi Pujol Soley (1980-2003) y luego con D. Artur Mas Gavarro (desde 2010). Pese a apoyar la primera parte del procés y el 9-N, la decisión del Sr. Mas Gavarro de hacer coalición con ERC (“Junts”) y abrir el camino a una independencia unilateral de Catalunya supuso la ruptura de la coalición CiU y la decisión de Unió de presentarse por separado tratando de defender un nacionalismo catalán que no fuera independentista.
Unió no logró ningún escaño en las elecciones autonómicas de septiembre de 2015 en las que su candidato fue D. Ramón Espadaler Parcerisas, ni tampoco logró ningún escaño en las generales de diciembre de 2015 en las que su cabeza de lista fue el propio D. Josep Antoni Duran Lleida, lo que suponía la muerte del partido.

El heredero de UDC será el nuevo partido Units per Avançar, fundado el 19 de junio de 2017 con D. Ramón Espadaler Parcerisas como secretario general y que se presentará a las elecciones aliado al PSC.


D. Ramón Espadaler asumirá el liderazgo de Unió, un partido que se encuentra políticamente reducido al residuo y al que sólo le queda integrarse en el PSC como ‘socio centrista’ aun sabiendo que los votos que aportará serán mínimos.

17 Enero 2016

Hacer la maleta

Marius Carol

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O uno deja la política o la política le deja a uno. Todo tiene su tiempo. Lo inteligente es hacer la maleta cuando todavía queda viaje. Josep Antoni Duran Lleida ha estado casi treinta años en polí­tica y ayer anunció al consejo nacional de su partido que dimitía de su cargo de presidente y que no volvería a ser can­didato. Ante su militancia declaró que se presentó a las elecciones del 20-D por obligación y por deber. En realidad, ganas tenía pocas. Han sido tres décadas de satisfacciones, pero también de sinsabores. Cuando la centralidad del país saltó por los aires, las cosas se hicieron más difíciles. Estar en medio a veces sirve para hacer de puente, otras para descubrir antes que el agua te arrastrará. En ocasiones se ha sentido como un casco azul en tiempos en que la política se ha hecho en las trincheras. Mas y Rajoy prácticamente no se han hablado durante los últimos dos años y Duran ha mantenido cierta interlocución, hasta que ni uno ni otro tuvieron más ganas de buscar complicidades.

Duran Lleida es una de las cabezas mejor amuebladas del Estado. UDC ha sido clave durante años en buscar consensos, limar aristas y transaccionar acuerdos. Él, con Josep Sánchez Llibre, ha formado un dúo que no desafinaba y que valoraba tanto el Ibex como la pequeña y mediana empresa catalana, por su capacidad de maniobra en el Congreso. Pero un día la distancia entre Madrid y Barcelona dejó de ser de 650 kilómetros y se alargó. Y este hombre descubrió la incomprensión en cada lado del puente aéreo. Dejó de gustar su estilo pactista, su discurso afinado e incluso su suite del Palace. Todavía ayer le dispararon a los pies tuits cargados de resentimiento. Pero sería injusto no reconocerle el papel relevante desempeñado en la política de este país. Aunque estamos en un momento de la historia en que es más válida que nunca la frase de Frank Underwood ( House of cards): “No existe la justicia, sólo partes satisfechas”.

18 Enero 2016

Gracias, Duran Lleida

EL PAÍS (Director: Antonio Caño)

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La salida de Duran supone una pérdida importante de capital político basado en la moderación y el diálogo

Después de tres décadas en primera línea de la política y 29 como líder de Unió Democràtica, la decisión de Duran Lleida de apearse de la presidencia del partido podría ser vista como un acto lógico de renovación del espacio democristiano en Cataluña. Pero no es así. Su retirada no se debe tanto a la necesidad de revitalizar y rejuvenecer el partido como al fracaso electoral de la opción moderada que ha querido representar en el llamado conflicto catalán. Desde esta perspectiva es desde la que hay que lamentar la salida de uno de los políticos que, con sus aciertos y errores, ha sido uno de los protagonistas de la vida política española de los últimos treinta años.

Emparedado entre el inmovilismo de Rajoy y la aventura independentista de Mas, Duran es la nueva víctima de la polarización causada por el proceso soberanista. Tras perder la batalla por la sucesión de Jordi Pujol frente a un resolutivo Artur Mas, Duran trató de actuar como un freno interno en el proceso de escoramiento de Convergència hacia el independentismo. Pero fracasó. El resultado fue la ruptura interna de Unió en junio pasado y la disolución de la coalición CiU tras 37 años de andadura.

Duran intentó entonces situar a Unió como la fuerza heredera del catalanismo moderado y trató de capitalizar el voto de los partidarios de una tercera vía que alumbre una solución al conflicto por la vía de la concertación y del diálogo. Pero la dinámica polarizadora y la rémora de representar unas siglas salpicadas por la corrupción sepultaron sus expectativas. Con poco más de 100.000 votos, Unió quedó fuera del Parlamento catalán y en las legislativas de diciembre (64.000 votos) fuera del Congreso. Aunque siempre es saludable la renovación, la salida de Duran supone una pérdida importante de capital político y de una actitud —basada en la moderación y el diálogo— muy necesaria en estos tiempos.

El Análisis

LA RADICALIDAD LE HIZO SANDWICH

JF Lamata

Las elecciones autonómicas de 2015 y las generales de ese mismo año confirmaron que Unió Democrática de Catalunya se iba a tomar viento fresco y con ella su histórico líder D. Josep Antoni Durán Lleida. Una nueva víctima del proceso de radicalización del soberanismo que ya se había resquebrajado al PSC o a ICV.

Unió había intentando seguir la estrategia del nacionalismo catalán de ‘la puta y la ramoneta’, es decir, ni unionista, ni separatista, pero un poco de cada para ejercer de puente. Aparentemente una forma moderadora así era lo ideal para gestionar la situación (esa ambigüedad fue la mayor fuerza del pujolismo en Catalunya o el PNV en Euskadi) pero D. Artur Mas había roto ese esquema. Los votantes querían claridad o se era independentista con ERC o se era unionista como Ciudadanos.

Unió, que no estaba dispuesto a ‘casarse’ con ERC había roto con Convergencia confiando que el discurso ambiguo aún tuviera nicho. Pero se equivocó. Los votantes unionistas no le perdonarían sus apoyos iniciales al soberanismo, y para los independentistas el Sr. Durán Lleida era un traidor por quedarse a medio camino. Así acababa la vida de una UDC en tierra de nadie.

J. F. Lamata