20 diciembre 2003

El candidato perdedor, Egibar, protestó por la filtración por parte del equipo de Imaz de que había mantenido pactos con el grupo parlamentario de Sozialista Abertzaleak (Batasuna) para perjudicar a su candidatura

Relevo en la Dirección del PNV: Josu Jon Imaz es elegido nuevo presidente del partido tras derrotar a Joseba Egibar

Hechos

La Asamblea del PNV celebrada en diciembre de 2003 eligió nuevo presidente del EBB a D. Josu Jon Imaz, frente a la candidatura de D. Joseba Egibar.

Lecturas

U

20 Diciembre 2003

El sucesor de Arzalluz

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Lo más concluyente de la elección de Josu Jon Imaz, portavoz del Gobierno de Ibarretxe, como nuevo presidente del Consejo Nacional del PNV es que ya no estará al frente de ese partido Xabier Arzalluz, su líder indiscutible durante más de 20 años. No podría decirse lo mismo si hubiera ganado el otro candidato, Joseba Egibar, expresamente apoyado por Arzalluz, quien comparte por ello la derrota. La victoria de Imaz no tendrá de momento efectos visibles, pero puede tenerlos si embarranca el plan Ibarretxe.

La dura pugna interna -que deja heridas abiertas- evidencia que no había tongo en el enrevesado sistema electoral interno que culminará en la asamblea de enero. No sólo no ha habido designación digital, sino que los afiliados han tenido oportunidad de elegir directamente entre los dos candidatos y de hacerlo sin atender las indicaciones del líder saliente. Sin embargo, para sostener que se trata de un partido más democrático que los demás habría que olvidar que es también el que dispone de mayores facilidades para cortocircuitar desde el primer nivel de la pirámide asamblearia cualquier intento de debate político. Como el que quiso suscitar Emilio Guevara, en defensa del Estatuto de Gernika, antes de que lo echaran.

Ahora hay un cambio de liderazgo, pero la ponencia que se discutirá en la asamblea de enero lleva la huella de Arzalluz (del último Arzalluz) y viene a ser un intento de garantizar la continuidad del giro antiautonomista producido, sin debate previo, a partir de Lizarra. Es posible que el talante de Imaz, mucho más abierto en todos los sentidos, acabe generando una política diferente, pero a corto plazo es improbable que pueda hacer algo más que intentar cerrar las heridas y esperar. Ayer habló de la necesidad de participación de «nacionalistas y no nacionalistas» en un proyecto «de convivencia», pero al mismo tiempo reafirmó su fe en el plan Ibarretxe.

Son dos ideas difícilmente conciliables. La posibilidad de que Imaz pueda impulsar una política de alianzas diferente (como la de Ardanza, por ejemplo) pasaría por la retirada del plan Ibarretxe. Pero ese plan es ahora el horizonte que mantiene unido al PNV, por lo que es improbable que haya cambios inmediatos. Lo único que puede adelantarse es que no es lo mismo que el previsible fracaso del plan Ibarretxe, cuando ocurra, se produzca en un PNV dirigido por Imaz, lo que facilitaría una rectificación, que si el vencedor hubiera sido Egibar. Aunque no sea para mañana, es una razón suficiente para que el conjunto de los vascos -que, según un sondeo publicado ayer, preferían a Imaz- contemplen el resultado con alguna esperanza.

20 Diciembre 2003

Imaz, sucesor

EL CORREO vasco (Director: Ángel Arnedo)

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La apurada victoria alcanzada por Josu Jon Imaz para presidir el EBB atestigua que el PNV, que Arzalluz deja tras una etapa marcada por su indiscutido liderazgo, es un paritd en el que conviven sensibilidades y talantes distintos cuyo desigual arraigo territorial augura una complicada tarea para su nueva dirección. El alambicado proceso electoral culminará en la Asamblea que definitivamente elija a una parte del EBB y a su presidente los próximos 17 y 18 de enero. El resultado de las votaciones del jueves acabó siendo tan reñido que es lógico pensar en que se produzcan intentos de integración y unidad de cara a la mencionada asamblea. En el caso de que estos no se den o no fructifiquen, cabría pronosticar la reapertura de hostilidades en la posterior elección de las direcciones provinciales del PNV.

Todo proceso electoral intento suscita en un partido un clima de endogamia y ensimismamiento que acaba generando la sensación de que no existe nada en su exterior. En el caso del PNV, que se encuentra comprometido en una estrategia unilateral contestada abierta y radicalmente por el no nacionalismo, dicha tendencia se convierte en un peligro para el futuro de la propia sociedad vasca. Es cierto que el sistema democrático requiere de la existencia de partidos a la vez cohesionados y transparentes. Por eso mismo, resultaría preocupante que los afiliados del PNV acabarán viviendo sus tensiones domésticas o sus esfuerzos para buscar un nuevo equilibrio interior de tal forma que la distancia respecto al no nacionalismo se viera aumentada.

Especialmente en los últimos años el nacionalismo ha tratado de explicar su política imputado la responsabilidad sobre sus actos a los ‘incumplimiento de Madrid’ primero, a su inmovilismo después, para más tarde denunciar lo que a su modo de ver representa un involución en el terreno de las libertades operada desde La Moncloa. De esa forma, ni la dirección jeltzale ni el lehendakari Ibarretxe se hacen responsables de sus decisiones, sino que éstas obedecen a reacciones ineludibles frente a la ‘bota de Madrid’. Es esta lógica autoexculpatoria la que ha propiciado la paulatina radicalización de las bases nacionalistas. Hasta el punto de que nadie en el seno del PNV osa cuestionar, siquiera parcialmente, ni la idoneidad ni la oportunidad del plan Ibarretxe. La existencia de ése lubrifica la fricción interna, hasta el punto de unanimidad. Es este el hecho que reduce a su mínima expresión las esperanzas respecto a una eventual rectificación del rumbo nacionalista por parte de la nueva dirección jeltzale.

19 Enero 2004

Guiños de Imaz

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Con la proclamación ayer de Josu Jon Imaz como nuevo presidente de su Ejecutiva Nacional, el PNV entra en una etapa inédita en su historia centenaria. No sólo porque Imaz va a relevar a un líder, Xabier Arzalluz, que ha marcado el nacionalismo vasco durante un cuarto de siglo, sino porque le toca hacerlo en unas circunstancias singulares. La apuesta de Lizarra, redoblada en la ponencia política que aprobó la Asamblea General, ha resquebrajado el principio de la bicefalia que regía en el PNV. El partido ha depositado su liderazgo en el lehendakari Ibarretxe con el beneplácito de Arzalluz. Ahora, el nuevo presidente del PNV debe compartir el timón con el jefe del Gobierno vasco, del que ha sido consejero y portavoz. Y, por el momento, no podrá establecer su propio rumbo, ya que éste le viene marcado por el plan soberanista de Ibarretxe y la ponencia política elaborada a modo de testamento por Arzalluz y su frustrado delfín, Joseba Egibar.

El que Imaz vea definida su hoja de ruta por el sector derrotado en la contienda electoral interna es ilustrativo de las peculiaridades del PNV. Del mismo modo que no se entiende el encarnizamiento que se ha registrado en el proceso de sustitución de Arzalluz -y el que se anuncia para la renovación de las ejecutivas regionales-, cuando los dos sectores enfrentados dicen abrazar como único credo el plan de Ibarretxe. Quizás haya que esperar al momento en que encalle la propuesta de nuevo Estatuto del lehendakari para comprobar cómo funciona la experiencia iniciada ayer.

De momento, se apunta un cambio de discurso, a tono con el talante más conciliador de Imaz. Las palabras que éste pronunció ante la Asamblea, apostando por una «nación cívica» vasca en la que quepan desde el independentista al centralista y sus llamamientos a la negociación y el diálogo, no las habría expresado Egibar de haber ganado, ni tampoco el Arzalluz de los últimos años. También resulta significativo que Imaz aclarara que el proyecto de ETA no es el del PNV y que subrayara la herencia de dos de los dirigentes históricos menos sectarios del partido, José Antonio Agirre y Manuel de Irujo, y el espíritu abierto e integrador de un intelectual como Koldo Mitxelena.

Sin embargo, las palabras no son lo esencial en política. El nuevo presidente peneuvista va a tener que demostrar con hechos cómo se concilia la construcción de esa nación abierta y plural, hecha por y para los ciudadanos, con los enunciados de la ponencia política de su partido y del propio plan Ibarretxe. Porque en ambos textos lo que se propugna es una nación concebida por y para los abertzales, que orilla a la mitad de la población vasca que no comulga con el nacionalismo. Tampoco lo va a tener fácil Imaz para restaurar los puentes rotos con las fuerzas no nacionalistas. Tender la mano en esa dirección resulta incompatible con la estrategia de unidad nacionalista que más entiende el PNV como medio para perpetuarse en el poder. Aunque es sabido que en la historia del PNV han resultado más decisivas las personas, y su talante, que los documentos programáticos.

La deriva de los seis últimos años ha impregnado profundamente todas las estructuras del PNV, arrinconando su alma más liberal y humanista, la que precisamente representaron Agirre, Irujo y Mitxelena. El nuevo presidente ha hecho un guiño en esa dirección, pero los pies y el programa los tiene todavía en Lizarra. El tiempo, y sus actos, evidenciarán si Imaz es capaz de abordar la renovación ideológica del nacionalismo.