6 julio 1992

La Audiencia absuelve a Pilar Miró pero dice que sus gastos no tuvieron «mesura ni ponderación»

Juicio a la ex Directora General de RTVE, Pilar Miró Romero (PSOE), por malversación de caudales públicos: la cineasta es absuelta de todos los cargos

Hechos

El 6 de julio de 1992 Dña. Pilar Miró Romero fue absuelta de malversación de caudales públicos en el juicio por el caso.

04 Agosto 1990

Delitos y faldas

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

Leer

LA EX directora general de RTVE Pilar Miró arriesga de 12 a 20 años de prisión por un presunto delito de malversación de fondos públicos. Determinadas circunstancias, algunas de ellas ajenas a los hechos mismos, contribuyeron en su día a otorgar una excepcional notoriedad al escándalo y provocaron una generalizada repulsa social no exenta, en ocasiones, de ensañamiento. Es altamente discutible, sin embargo, que la expresión jurídica de -esa reprobación social deba pasar por una pena tan rigurosa como la que se le solicita.Sencillamente, pugna contra el sentido común que Pilar Miró, probablemente la directora general más solvente que ha pasado por RTVE, pueda ir a la cárcel, y por un periodo tan dilatado, a causa del error cometido, por grave que éste fuera. El principio de proporcionalidad entre delito y sanción que debe inspirar el derecho penal se ve aquí seriamente vulnerado. Los jueces se encuentran, sin embargo, ante el dilema de tener que aplicar una ley que no establece otra gradación que la determinada por la cuantía monetaria de la presunta malversación. A partir de 2,5 millones de pesetas, la pena mínima es de 12 años. Sin embargo, no es lo mismo meterse en el bolsillo el dinero de la caja que darle un uso indebido, aunque sea mediante una utilización claramente abusiva del mismo.

Y en ese sentido sí que cabe hablar de agravio comparativo, especialmente a la vista de ciertos usos consagrados en determinadas esferas de la Administración pública, como la utilización para fines privados de los coches oficiales, las facturas por comidas oficiales -a veces cobradas por partida doble, según se ha denunciado recientemente-, el uso personal de toda clase de servicios y ventajas inicialmente destinados a otros fines. Por ello, tiene fundamento la sospecha de que Pilar Miró se haya convertido en el chivo expiatorio de pecados muy arraigados en la sociedad española que, sin embargo, gozan de una generalizada permisividad, al menos en determinados y muy influyentes ambientes. El hecho de que Miró ingresara a posteriori el importe de los gastos indebidamente cargados a los presupuestos de la empresa que dirigía no es suficiente para borrar lo sucedido, pero sí debería bastar para aplicar al caso una consideración diferente a la de malversación pura y dura. Una vez producida la devolución y la dimisión voluntaria de su cargo, la repulsa social de que fue objeto, próxima en ocasiones al linchamiento moral, es la principal condena aplicada a Pilar Miró, y ésa ya está cumplida.

17 Junio 1992

Pilar Miró

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

Leer

PILAR MIRó cometió un grave error, pero no fue el error mismo, sino su empecinamiento en no reconocerlo, lo que provocó la justificada irritación de mucha gente. Pero lo cierto es que acabó dimitiendo de su cargo y devolviendo el importe de los gastos de dudosa justificación por los que ha sido procesada. El contraste entre dicha actitud y la impasibilidad de los protagonistas de otros escándalos recientes es demasiado llamativo como para no otorgar el beneficio de la duda a sus alegaciones: que fue mal informada por el personal administrativo de RTVE sobre la forma de dar cobertura presupuestaria a sus gastos de vestuario y que, en todo caso, pudo haber enmascarado esos gastos a posterior¡ y se negó a hacerlo.De otro lado, la existencia de gastos destinados a regalos calificados de institucionales, y cuyo destino concreto se ha negado a desvelar, es más, un síntoma de la pervivencia de atávicas prácticas sociales que de un comportamiento específicamente culpable de la exdirectora general de RTVE, y resulta inverosímil la hipótesis de que eran regalos para ella misma. Por eso mismo, parece fuera de toda lógica la petición de 14 años de prisión por parte de la acusación particular, que considera a Pilar Miró responsable de una mal versación de fondos por importe de más de 11 millones de pesetas (el fiscal, por su parte, solicita tres meses de suspensión de cargo público). Las circunstancias no bastan, tal vez, para borrar el error cometido, pero sí para aplicarle una consideración diferente a la de la malversación en sentido estricto. No tenerlo en cuenta sería confundir la justicia con el ensañamiento.

07 Julio 1992

La absolución

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

Leer

LA SENTENCIA absolutoria de la ex directora general de RTVE Pilar Miró de los delitos de malversación de fondos por un total de 8,5 millones de pesetas da la razón a la inculpada, quien explicó que las irregularidades se debieron más a una mala información que a un deseo de malversar los fondos públicos.El que el fiscal del caso retirara la acusación en el transcurso de la vista fue ya un dato relevante. Todo indica que en la investigación sobre la inculpada, como señaló ayer el ponente de la sentencia, Carlos Ollero, «no se ha acreditado que ninguna de las facturas y desembolsos tuvieran como motivo la disposición de un gasto de naturaleza particular y privada».

Se cierra, pues, un asunto nada ejemplar por varios motivos: porque la inculpada cometió -sin pretenderlo- un error al utilizar un dinero público para fines no previstos o aceptados, enmendado posteriormente con su dimisión y la devolución del importe ‘de los gastos de discutible justificación. Porque el linchamiento moral y público al que fue sometida en los mes es previos a su juicio era, evidentemente, injusto y desmedido, por más que su obcecación inicial en no reconocer el error estimulara la irritación de la mayoría. Y, por último, porque la petición de la acusación particular ejercida por la Unión de Técnicos y Cuadros de RTVE -14 años de prisión basándose en un delito continuado de malversación- remite más a un deseo de revancha que a una lógica de los hechos. Un asunto lamentable resuelto con sentido común.

17 Junio 1992

La Miró

Francisco Umbral

Leer

Felices, dorados e ingenuos tiempos aquéllos en que el mayor pecado, el único pecado de la democracia eran las bragas de la Miró, de Pilar Miró, compradas con cargo al Presupuesto. Hoy, la picardía de la Miró, a quien se vuelve a juzgar, es como la de una párvula que pispa una goma de borrar. Hoy, las picardías de las nuevas pícaras (Posadas/Preysler) son picardías de muchos miles de millones, y sin la coartada siempre sentimental de las braguitas. Dinero en crudo, sólo el color y el olor del dinero, o sea Filesa, Naseiro, Ibercorp, Juan Guerra y por ahí. Resultaba anacrónica, conmovedora, frágil, injusta, la imagen de Pilar Miró, ayer, viñeta de mujer fea y fuerte, ante los fiscales, los jueces, los abogados y el pelotón de fusilamiento de los fotógrafos, sentada sola en un banquillo que debiera estar populoso de agentes de Bolsa, gobernadores de Banco, ex superministros, la tribu urbana de los Guerra y garcíavalverdes, a más de algún que otro Naseiro. Ella, Pilar, dice que hay una venganza personal funcionando contra ella. Uno piensa que el ser mujer y sola, niña y libre, es lo que la ha perdido, porque la Ley es macho. Machista. Aquí escandalizan más unas bahamas con cargo al Presupuesto que un Banco fantasma cuyo cliente más significado es don Mariano Rubio, que se cobraba y pagaba a sí mismo, por lo que se va sabiendo. El trapicheo de miles de millones es cosa de hombres. Ya ven que Isabel Preysler se ha enterado de lo millonaria que era por los periódicos, como si jugase a la primitiva. La perfecta casada, la pierna quebrada y en casa. Esto es así desde fray Luis de León. Pero la Miró anda por libre, hoy aquí, mañana allí, y eso en España no se perdona. Las mujeres de nuestra política, como las de la Mafia, deben quedarse siempre en casa, andar por casa de mantilla y rezando, sin enterarse de nada. Pilar Miró no ha tenido la protección de centuriones y policías que los señores Rubio y Boyer cuando fueron a declarar. Pilar Miró, todavía con su aire del bachillerato, con algo de chico malo de las canteas, ha entrado y salido sola, indefensa, pueril, lapidada de flashes y preguntas como la mujer adúltera del Evangelio. Felices tiempos aquéllos, dorada época, ingenuos días en que el mayor escándalo nacional eran las bragas Loewe de la Miró. Hoy el incidente es puro minimalismo, minimal/art, en desproporción grandiosa con las estafas nacionales en que aparecen como suspectos los grandes políticos y banqueros. Aquello era la picaresca y esto es la corrupción, aquello era el pispe de una niña mala y esto es la deflagración organizada de las instituciones y el dinero, aquello sólo era un armario lleno de vestiditos para ese patito feo que es la Miró, y esto es toda una teoría de armarios, cada uno con su cadáver dentro. Fuimos los primeros en denunciar las vanidades vanilocas de la chica de la tele, pero entonces España era virgen, ya que no ella, la chica, y hoy España está emputecida por el complot, la conjura, la especulación, la corrupción y el escándalo de los teléfonos, las televisiones, las agresiones personales y el bingo bursátil de la china. La vuelta a los pecados veniales y colegiales de la Miró es la vuelta a la inocencia, a la infancia colectiva de un país que se creía nuevo, a una España ética y simple que se escandalizaba de todo y de nada. Hoy, cuando las mafias bancarias y las cintas ominosas andan por la calle como una invasión turística de serpientes pitón, mejor sería no volver a aquello de las bragas, que nos da por contraste la desmesura de nuestro empecatamiento, la dimensión de nuestra vergüenza. Pilar, amor, violaste nuestra virginidad democrática, pero éstos nos traen como puta por rastrojo.