15 enero 1979

Nueva fórmula electoral de la derecha para presentarse a las elecciones 1979

Nace Coalición Democrática (CD): Alianza Popular de Fraga se alía con los grupos de Areilza (Acción Ciudadana Liberal) y Osorio (PDP)

Hechos

  • El 15 de enero de 1979 se constituyó la Coalición Democrática – anunciada en noviembre de 1978 – como coalición para las elecciones generales de marzo de 1979 formada por la Federación de Alianza Popular (liderada por el Sr. Fraga), Acción Ciudadana Liberal (del Sr. Areilza, Conde de Motrico), Partido Demócrata Progresista (Sr. Osorio), Renovación Española y Partido Popular de Cataluña.

Lecturas

El 15 de enero de 1979 se constituyó oficialmente ante notario la Coalición Democrática (CD), la marca que utilizará Alianza Popular de D. Manuel Fraga Iribarne para concurrir a las elecciones generales del 1 de marzo de 1979 tras sus nuevas alianzas.

La Coalición Democrática es, oficialmente, una coalición formada por Alianza Popular (D. Manuel Fraga Iribarne), Acción Ciudadana Liberal (D. José María de Areilza Martínez de Rodas) y el Partido Demócrata Progresista (D. Alfonso Osorio García). También formarán parte de Coalición Democrática los grupos Reforma Social Española de D. Manuel Cantarero del Castillo, Demócratas Independientes Vascos (D. Manuel Escudero Rueda), Renovación Española (D. José Antonio Trillo), Partido Popular de Cataluña (D. Luis Montal) y D. Eurico de la Peña.

18 Enero 1979

La división de la derecha

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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EL CARACTER pacífico y gradual del tránsito hacia el régimen democrático, y el decisivo protagonismo desempeñado en esa evolución por quienes lo encauzaron y acompasaron desde el poder, explican sobradamente que hayan sido Suárez, sus hombres de confianza y los dirigentes de los grupos que se prestaron a aceptar -hace ya casi dos años- su liderazgo los beneficiarios de las rentas de imagen y de popularidad producidas por el cambio.Es evidente que el actual presidente del Gobierno, que ganó la partida para él y para UCD, en las elecciones de junio de 1977, se ha convertido, hoy por hoy, en el líder principal de la derecha española.

Es lógico que esta valoración, realizada desde fuera y con criterios realistas, no, sea compartida por quienes, en un momento dado, pudieron desempeñar el codiciado papel histórico interpretado por el actual presidente, pero no lo consiguieron. Esa distinta apreciación de la situación explica el surgimiento, dentro del campo de la derecha, de líderes que, utilizando sobre todo la imagen personal que les proporcionó su anterior actividad pública, tratan de recuperar la primogenitura perdida. Para ello cuentan, además, con el evidente desgaste de Suárez durante los últimos meses, producto a la vez de sus propios errores y de la brutal ofensiva terrorista.

Areilza y Fraga pudieron, sin duda, haber realizado lo que Suárez, en definitiva, llevó a cabo, pero lo cierto es que no lo hicieron, por razones que no son del caso analizar. Osorio fue, durante varios meses, el Pólux de Suárez como vicepresidente de su Gobierno, mientras que Lasuén le sirvió como consejero áulico en temas económicos. Ambos fueron, sin embargo, relegados finalmente del poder. Los cuatro, ahora, se han aliado para tratar de ganarse los votos de la derecha, decepcionada por las reformas económicas y fiscales y aterrorizada por la creciente ola de terrorismo.

La segunda formación que compite con UCD en la derecha -la tercera, por tanto, en este campo- es una curiosa mezcla de profesionalidad política, que le emparenta con Coalición Democrática, y de gusto por los principios antidemocráticos, que le acerca, en ocasiones peligrosamente, a la última formación política de la derecha española, esto es, las llamadas Fuerzas Nacionales. Los señores Silva Muñoz y Fernández de la Mora, ex ministros de Obras Públicas con el franquismo, diputados al Congreso en las listas de Alianza Popular, son los más destacados dirigentes de esa Derecha Democrática Española, que parece oscilar, sin terminar de encontrar su paradero, entre el rechazo del pragmatismo, que les impide integrarse en Coalición Democrática, y el rechazo del extremismo doctrinario, que les ha llevado a no firmar el pacto electoral con los semiuniformados dirigentes de la llamada Unión Nacional.

De esta última alianza, en cuyo vivac acampan juntos Piñar, Fernández- Cuesta y Girón de Velasco, poco se puede decir que resulte nuevo. Sus camisas, sus consignas y su retórica tienen el color desteñido y el sabor a viejo de la nostalgia franquista, pero también el tono guerrero y el acento crispado de los voluntarios del golpismo. Hacen política en un marco democrático, pero desean destruirlo para recuperar los cómodos privilegios, las sabrosas canonjías y la segura impunidad que concede el monopolio del Gobierno.

Hasta que la campaña no se inicie, es dificil predecir cuáles van a ser las tácticas electorales y la dirección de la propaganda de las tres coaliciones que van a disputar a UCD el predominio de la derecha. Blas Piñar, en su discurso en el cine Europa el pasado domingo, convirtió a Fraga y a Coalición Democrática, en uno de sus blancos preferidos. Los comportamientos de la Coalición Democrática y de Derecha Democrática Española en su trato recíproco aún están inéditos. Nadie sabe todavía si competirán seriamente entre sí o llegarán a formas de entendimiento que les permita reservar su artillería pesada para UCD. Pero, en cualquier caso, no parece que la causa de la derecha española salga favorecida por esa división, comprensible si se atiende a los usos y costumbres de los profesionales de la política, pero desconcertante para miradas más ingenuas.

17 Noviembre 1978

El nuevo triunvirato

Javier Pradera

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El acuerdo de principio al que han llegado los señores Fraga, Areilza y Osorio para presentarse ante la opinión pública como una nueva opción en el panorama político español puede ser analizado desde diferentes enfoques, no necesariamente contrapuestos entre sí. Cabe señalar, por ejemplo, en un nivel que correspondería a la psicología política, esa obstinada pasión que lleva a los hombres públicos, una y otra vez, a probar fortuna en otras empresas después de haber sufrido reiterados reveses. El carácter complejo y múltiple de la motivación humana impide cualquier explicación reduccionista; la libido dominandi, el gusto por la fama y la compulsión a moverse en escenarios iluminados pueden coexistir con el sentido del deber, la confianza en la propia valía, la ambición legítima y la sensación de irremplazabilidad en las tareas de gobierno. Los profesionales de la política forman una tribu que puede resultar extraña, en sus costumbres y en su lenguaje, a los simples ciudadanos. Sin embargo, con sus virtudes y sus defectos, constituyen, dentro de la división social del trabajo, un gremio necesario al que se debe juzgar también por la especificidad de sus normas de comportamiento y de sus objetivos.Los tres protagonistas de la recién inaugurada coalición, procedentes del franquismo cercano o tardío, tienen, al menos, un elemento en común: aspiraron, en su día, a ser los principales actores de la liquidación pacífica del franquismo y de la construcción de la Monarquía constitucional, pero fueron desplazados del elenco de la compañía por un modesto telonero que supo realizar con eficacia y maestría esa labor y, con ello, ingresar por la puerta grande en los jardines de la fama y el Poder. Los señores Fraga y Areilza desaprovecharon, por sus compromisos de lealtad con el señor Arias, la oportunidad que se les abrió después del fallecimíento de Franco y quedaron, luego, fuera del juego del Poder, tras el cese del que fuera su presidente de Gobierno y la inesperada designación del señor Suárez para sustituirle. El señor Osorio acudió en apoyo del nuevo presidente cuando éste quedó desamparado por los señores Fraga y Areilza, y por una opinión pública desconcertada por el sorprendente nombramiento, y arrastró con él a un selecto grupo de democristianos que se habían movido en las aguas más templadas de la oposíción al anterior régímen. Sin embargo, tras las elecciones de junio de 1977, los valiosos servicios prestados al señor Suárez por el señor Osorio fueron relegados al olvido y el antiguo y poderoso ministro de la Presidencia entró en el ostracismo.

Durante el período en que los señores Suárez y Osorio llevaban el timón del segundo Gobierno de la Monarquía -desde julio de 1976 a julio de 1977- el señor Fraga se lanzó a la mal calculada y abominable aventura de resucitar el franquismo sociológico del país, uniéndose para ese fin con personalidades y sectores más cercanos a la tradición cavernícola y autoritaria del pasado que a los sentimientos y necesidades de una sociedad moderna. Su voto afirmativo a la Constitución no sólo ha rehabilitado parcialmente su imagen, a punto de ser tragada por las arenas movedizas del golpismo, sino que le ha brindado, como regalo marginal, la oportunidad de desembarazarse de tan molestos compañeros como el señor Silva Muñoz o el señor Fernández de la Mora, última reserva civil del involucionismo. Su personalidad parecería condenada a la esquizofrenia política. Su dotación biológica, o las contradicciones entre sus ideas y sus pasiones, tal vez puedan explicar sus violentos virajes desde la razonabilidad y el conservadurismo hasta el desenfreno colérico y la demagogia ultramontana. Alguien ha utilizado como metáfora explicativa la leyenda del hombre-lobo, con la diferencia de que en este caso sería el ejercicio o la proximidad del Poder, y no la luna llena, la causa de la asombrosa metamorfosis.

Tras el cese del señor Arias, la ruta del señor Areilza fue bien distinta de la emprendida por su antiguo colega en el Gobierno. Su activa contribución al nacimiento del Partido Popular y del Centro Democrático le permitió, durante algunos meses, concebir fundadas esperanzas acerca de sus posibilidades políticas inmediatas. Pero el señor Suárez, que ya le había desplazado como sustituto del señor Arias, frustró esas razonables perspectivas al condicionar su aceptación para encabezar las listas electorales del Centro Democrático a la marginación del señor Areilza. Desde la primavera de 1977, el ex ministro de Asuntos Exteriores ha seguido un curso más bien impreciso. Su corta luna de miel con los dirigentes del PSOE y su apoyo a la candidatura unitaria de Senadores para la Democracia dejaron, pronto, paso al proyecto borrosamente diseñado y mal instrumentado de Acción Ciudadana Liberal y de la Nueva Mayoría. Su fama de perdedor se halla contrarrestada por su imagen de hombre capaz de realizar con mejores modales y más brillante estilo, propios de un autodidacta del buen gusto, las tareas, sustancialmente predeterminadas, del Poder.

Porque, en última instancia, el problema de la nueva coalición es descubrir y ocupar un espacio político real entre la clientela electoral de UCD y los arriscados seguidores del franquismo nostálgico. Los triunviros confían, tal vez excesivamente, en cuestiones secundarias para diferenciarse del partido del Gobierno. Son las ideas, no la forma de expresarlas, y los intereses, no la manera de disfrazarlos, lo que delimita los grandes territorios electorales de una sociedad moderna. Por esa razón, no resulta fácil predecir el éxito para la nueva coalición, que va a encontrar ya ocupado por el partido del Gobierno su zona natural de influencia. La desesperada intentona de la Nueva Mayoría de forzar al Rey para la designación de un Gobierno neutral, después del referéndum constitucional, es la mejor prueba de que políticos tan avezados como los señores Fraga, Areilza y Osorio son bien conscientes de las enormes dificultades de desalojar del Poder a quienes controlan las condiciones para su reproducción como gobernantes.

Situada en la estrecha franja que delimitan el franquismo silvestre y UCD, la nueva coalición parece irrevocablemente condenada, después de la ruptura de Alianza Popular, a no cruzar la frontera, caso de fracasar en su tentativa de conquistar un espacio propio, hacia los territorios donde acampan los nostálgicos del fascismo y los promotores del golpismo. Esta es una buena noticia para la democracia española y para quienes pensaban que el señor Fraga merecía mejores compañeros que sus colegas de Alianza Popular y más sensatos objetivos que la restauración del autoritarismo. Si su proyecto de consolidar una opción política propia con serio respaldo electoral fracasara, los triunviros tendrían siempre la posibilidad de emigrar hacia las tierras más protegidas y prósperas del partido del Gobierno. Nadie puede decir que esa perspectiva sea impensable después de las inversiones de alianzas y cambios de actitudes que los españoles hemos presenciado a lo largo de los tres últimos años.

15 Noviembre 1978

La Derecha incompleta

DIARIO REGIONAL DE VALLADOLID (Editor: Julio Merino)

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Ha nacido la Derecha progresista. Agazapados Areilza y Osorio han esperado, no como dijeron lo que pasase en el Congreso de la UCD, sino lo que pasase en Alianza Popular. Y ha nacido la nueva -vamos a llamarle ‘coalición’ – como todas, con aires de apertura para poder englobar en sus filas ‘a todos’. Bien está. No hay que cerrar filas ni dejar en la estacada, por principio, a aquellas personas de buena voluntad que tienen aspiración de encontrar un hueco en el abanico político español, tan pródigo en siglas y en el registro y tan ayunos de representatividad. Sería curioso recordar las más de doscientas siglas que aparecieron en el firmamento político español y ver cuántas de ellas han resistido los embates de la democracia y a cuántos representan cada una de ellas.

No puede haber democracia sin una derecha bien organizada. La derecha tiene que ser también una alternativa de poder. El sistema bipartidista – al menos en la cantidad e importancia de los partidos – es elemental en todas esas democracias a la que España quiere imitar. Suárez y la Unión del Centro no eran la Derecha. Una cosa es que agruparan los votos de la Derecha tradicional española y otra muy distinta que, en los diecisiete meses de Gobierno, se haya escorado peligrosamente hacia la Izquierda con el único propósito de evitar a toda costa que nadie se colocase a su derecha. Como el Centro no existía Suárez se lo inventó, pero capitalizó todos los votos de la Derecha Una Derecha organizada hubiera barrido, a pesar de contar con el Poder y con la confianza de la Corona, a un Adolfo Suárez hasta entonces solamente ministro secretario del Movimiento, precisamente una de las primeras cosas que el propio Suárez quería desmontar.

El abanico político español, pese a Alianza Popular, se había roto, había nada más que centro izquierda, con una derecha fragmentada como siempre, pero sin fuerza en el Parlamento. Y Suárez disponía, hacía y deshacía con la complicidad de los otros partidos mayoritarios que nunca desarrollaron una labor seria de Oposición.

Se nos dirá que a la izquierda de Suárez, en teoría al menos, existen dos partidos, el socialista y el comunista. Pero es mucho más lo que une a la derecha que lo que une al PSOE y al PCE. Y, sin embargo, y pese a sus diferencias exteriores, están mucha más unidas en cuestiones fundamentales las agrupaciones de izquierdas que las de la derecha.

Se ha abierto el banderín de enganche. La postura ‘afirmativa’ de Fraga a la Constitución puede ser decisiva a la ahora de ‘apuntarse’. Alguien tendrá  que capitalizar los ‘NO’ y la abstención, posturas tan democráticas como el SÍ. Por lo visto, Fraga, Areilza y Osorio aspiran sólo a agrupar en torno suyo al SÍ, pero… «Volvemos, pues, a decir que la Derecha Progresista no ha cubierto, ni mucho menos, el enorme vacío que hay a la derecha del señor Suárez. La UCD, sin embargo, no puede sentirse tranquila. El objetivo de Suárez desde siempre, fue eliminar a Fraga. Está demostrado que aunque le quiten el centro, aunque se aleje o le alejen de Alianza Popular, con Fraga hay que contar. Y eso es lo que le quita el sueño al presidente del Gobierno.

23 Febrero 1979

Una opción de claridad y coherencia

Manuel Fraga / José María de Areilza / Alfonso Osorio

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Ni UCD ni el PSOE van a obtener mayoría absoluta. Por tanto, para lograr esa mayoría necesaria para gobernar tendrán que llegar a acuerdos con otros partidos, y está muy claro que cuantos más escaños obtenga Coalición Democrática -es decir, el centroderecha- más garantías tienen los electores de que el Gobierno de los próximos cuatro años será un Gobierno que no mirará únicamente a la izquierda.

No puede definirse a Coalición Democrática como una suma de personalidades. Ideológicamente es una síntesis de propósitos. Humanamente es un equipo unido y eficaz,que tiene que dar el gran paso al frente en una circunstancia electoral. A semejanza de otros partidos de las democracias occidentales, Coalición Democrática se refundirá, después de los comicios del primero de marzo, en una estructura homogénea donde se concierten los postulados converientes del centroderecha progresista,que asumen plenamente la tarea de consolidar la democracia española en todos sus términos: comenzando con las libertades individuales y prosiguiendo con un desarrollo social avanzado, que nos lleve, con seguridad, al objetivo que todos deseamos: una España regida por un orden constitucíonal justo, equilibrado y respetado por todos.

Coalición Democrática va a ocupar en el espectro político español el mismo espacio que en las democracias libres de Occidente corresponde a los partidos conservadores de distinto nombre, en cuanto representan una opción moderada y moderadora representativa del conjunto de valores morales, sociales y culturales que constituyen la tradición nacional. Representa también la defensa de un modelo de sociedad articulada sobre los principios del respeto a la libertad individual, a su capacidad de creación, a sus iniciativas.

Y, lógicamente, de acuerdo con estos principios, Coalición Democrática se define en oposición clara a toda teoría o práctica de gobierno que consagre, que niegue esos valores capitales, y que quiera, por tanto, cercenar nuestras libertades básicas: la libertad individual para la cultura, para la enseñanza o para la economía. Los desplazamientos en un sentido o en otro, hacia la derecha o la izquierda, de la sociedad o de la economía, hacia el norte de la libertad o en dirección al colectivismo, deben resultar de la dinámica alternante de los partidos en el poder, y no por virtud de la suma antinatural de lo heterogéneo y de lo contradictorio, sea por la vía del «consenso» o de los llamados «compromisos históricos».

Coalición Democrática respeta el derecho fundamental de los electores a conocer antes de unas elecciones qué política se va a seguir después de esas elecciones.

Por eso, Coalición Democrática quiere la transparencia política, el contraste y el disenso como reglas del juego de la democracia parlamentaria. Es decir, la coherencia. Que cada uno mantenga claramente su opción y que la exponga a los votantes antes de la elección, para que éstos puedan elegir inteligentemente, conociendo de antemano su programa y el compromiso de los candidatos.

Y por ello Coalición Democrática ofrece a sus electores no un programa de partido, sino un programa de gobierno, un programa viable, con soluciones concretas, que se puede aplicar inmediatamente después de las elecciones legislativas de marzo, porque hay que gobernar desde el primer día y todos los días.

Hemos visto estos días cómo el enfrentamiento entre dos partidos que no son mayoritarios puede lle var a situaciones agrias y difíciles. Nuestra democracia, nuestras libertades, necesitan la fuerza moderadora de un gran partido conservador que dé al sistema la necesaria estabilidad, que evite el choque frontal de los demás. Coalición Democrática es ese gran partido moderador. Es la solución razonable de centroderecha.

Todas las encuestas que se han realizado a lo largo de esta campaña han mostrado que ni UCD ni el PSOE van a obtener mayoría absoluta. Por tanto, para lograr esa mayoría necesaria para gobernar tendrán que llegar a acuerdos con otros partidos, y está muy claro que cuantos más escaños obtenga Coalición Democrática -es decir, el centroderecha- más garantías tienen los electores de que el Gobierno de los próximos cuatro años será un Gobierno que no mirará únicamente a la izquierda. Tendrá que contar con el peso de los votos de Coalición. Por eso, la gran garantía de que las cosas se centren bien es votar a Coalición Democrática. Porque el voto debe ser útil a quien lo da, no a quien lo recibe.

  • D. Manuel Fraga Iribarne, Secretario General de AP y accionista de EL PAÍS
  • D. José María de Areilza, conde de Motrico, presidente de ACL y accionista de EL PAÍS
  • D. Alfonso Osorio, presidente del Partido Demócrata Progresista.

Memorias de un Maldito

Jorge Verstrynge

1999

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A Fraga se le ocurrió, de la mano de Félix Pastor, la idea de otra coalición electoral, esta vez más claramente centrista. Así nació Coalición Democrática: sumando a José María de Areilza – retirado bajo su tienda desde que el Rey prefirió a otro presidente del Gobierno sucesor de Arias Navarro – con pedigrí democrático, liberal políticamente y de exquisitas maneras, todo un caballero, la verdad – y a Alfonso Osorio, ex vicepresidente del gobierno de Suárez pero en ruptura pública con él.

Las dos nuevas incorporaciones importantes me parecieron bien, aunque Fraga cometió el error de dar otra vez al nuevo ente el carácter confederativo y paritario que tuvo la Federación de Alianza Popular cediendo sobre todo a las presiones de Areilza, aunque se llegase a unos estatutos únicos. Quien no se repuso del pacto fue Carlos Argos, que no aceptaba el equiparar las estructuras. Areilza aportó a dos personas que adquirieron relevancia: Antonio de Senillosa y Juan Ramón Calero, hombre relativamente bien afincado en Murcia. La troika Fraga, Areilza y Osorio (FélixPastor, aterrado ante la enormidad del daño que la paridad famosa podía causarle a AP se hizo muy pronto solidario de Carlos Argos, aún cuando aceptó ir a la matanza encabezando la lista por Soria, de donde era oriundo, cometió otro error más: el dinero, de pronto, comenzó a aparecer a chorros.

El Análisis

MALA COPIA

JF Lamata

Oficialmente ‘Coalición Demócrata’ era una coalición entre AP, Acción Ciudadana Liberal y Partido Demócrata Progresista. Realmente era una búsqueda por parte del grupo franquista del Sr. Fraga por buscarse nuevos aliados una vez había roto con los grupo de los Sres. Silva y Fernández de la Mora, también franquistas, pero con menos capacidad de adaptación que la del Sr. Fraga.

Los aliados que encontró el Secretario General de AP fueron D. José María de Areilza y D. Alfonso Osorio. Areilza, conde de Motrico, un franquista que había evolucionado de posiciones filonazis en los años cuarenta (‘¡Viva la Alemania de Hitler!’) a ser, probablemente el franquista que mejor relaciones mantenía con la izquierda a finales de los sesenta y principios de los setenta y era el padre del germen del que salió la UCD, hasta que fue apartado por el Sr. Suárez. En lo que se refiere al Sr. Osorio, franquista democristiano, había sido Vicepresidente del Gobierno con el Sr. Suárez, con el que había roto por su oposición a la Constitución.

En resumen, el Sr. Fraga había cambiado a franquistas orgullosos de su pasado franquista, por franquistas que seguían el discurso ‘suarista’ de hacer llamamientos a la reconciliación borrando su pasado. ‘Coalición Demócrata’ no dejaba de ser un intento del Sr. Fraga por crear su propia UCD. Olvidando una vieja lección de márquetin: que los electores nunca votan por la copia, votan por el original.

J. F. Lamata