17 julio 1985

El debate del negacionismo en España

La aparición del veterano nazi belga León Degrelle en TVE y la revista TIEMPO ocasiona una polémica de este con la judía Violeta Friedman

Hechos

El 17.07.1985 se publicó la primer carta de Dña. Violeta Friedman con el título ‘La vergüenza de Degrelle’.

Lecturas

EL DEBATE DEL NEGACIONISMO EN ESPAÑA.

El 29.07.1985 la revista TIEMPO (propiedad del Grupo Zeta de D. Antonio Asensio) dirigida por D. Julián Lago, publicó un reportaje sobre el Sr. León Degrelle, en el que se incluían declaraciones suyas que motivaron una demanda por parte de la Sra. Dña. Violeta Friedman. El Sr. Degrelle también fue entrevistado en esas fechas por TVE.

LOS DEMANDANTES

Friedman_Trias La judía Dña. Violeta Friedman y su abogado D. Jorge Trías Sagnier. Aunque la Sra. Friedman no era citada personalmente en el artículo, esta se dio por aludida por considerar que las palabras de Degrelle eran despectivas para todos los judíos.

EL DEMANDADO

julian_lago D. Julián Lago, director de la revista TIEMPO, propiedad del Grupo Zeta, autorizó el reportaje sobre el nazi belga León Degrelle, que incluía unas declaraciones en las que negaba el Holocausto a los judíos.

 

17 Julio 1985

La vergüenza de Degrelle

Violeta Friedman

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Encuentro indignante que la televisión española haya concedido tiempo y protagonismo a Leon Degrelle, exgeneral de las SS, y la oportunidad de que declare su total lealtad a Hitler hasta la muerte, su orgullo por su participación en las actividades del nazismo y su pena por la derrota hitleriana.Conociéndose como se conocen hoy en día los crímenes del nazismo, me parece increíble que un ferviente admirador de estas ideologías satánicas y de los crímenes contra la humanidad pueda tener acceso a un espacio televisivo. Ignoro las acusaciones específicas que pesan sobre Leon Degrelle, pero sí sé cuáles eran las funciones de los Waffen SS en el frente del Este, donde Degrelle dijo «con gran orgullo» que había combatido. En la retaguardia los Waffen SS hicieron matanzas gigantescas, y supongo que él, en su condición de general, debió de dar órdenes sin cesar. Degrelle no mintió cuando dijo que él no había matado a nadie; sólo dio las órdenes.

A pesar de todo, ha conseguido vivir tranquilamente en España, con protección oficial y amigos influyentes. Todavía recuerdo su participación en un coloquio en televisión y sus declaraciones a un periódico madrileño, donde dijo que el holocausto judío y los campos de concentración y exterminio eran mentiras. Hay que preguntar a las víctimas y no a los verdugos.

23 Julio 1985

Degrelle se defiende

Leon Degrelle

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Soy Leon Degrelle. Me da pena contradecir a una mujer, sea o no judía. La señora Violeta Friedman (¡Violeta!, ¡qué nombre tan bonito) me ha descrito en su carta a EL PAIS (17-VII-85), como un verdugo, ordenando «Matanzas gigantescas»: «En la retaguardia los Waffen SS hicieron matanzas gigantescas y supongo que él, en su condición de general, debió de dar órdenes sin cesar. Degrelle no mintió cuando dijo que él no había matado a nadie; sólo dio las órdenes». Lamento contestar que nunca di órdenes como las que imagina el entusiasmo de dicha señora. No las di, ni tampoco tuve nunca ocasión de darlas. Primero: no luché nunca en la retaguardia; no falté a ninguno de los combates de mis soldados en la línea de fuego. Segundo: dudo mucho que alguna unidad de Waffen SS se haya dedicado nuna a tales «matanzas». Nosotros, es decir, un infflón de voluntarios de las Waffen SS, de los que 600.000 eran no-alemanes, teníamos que asumir el único y peligrosísimo papel de tropas de choque, siempre los primeros para abrir la brecha en las ofensivas, o bien contener las rupturas de los soviéticos. Así murieron 402.000 muchachos de las Waffen SS, belgas, franceses, holandeses, noruegos, daneses, húngaros, croatas, rumanos etcétera. ¡E incluso españoles!No tenían las mismas convicciones que la señora Friedman, pero ofrecieron con fe y con valor su vida por su ideal. Me parece poco elegante tratarlos a ellos y a sus jefes de «criminales», cuando su única actuación consistió no en matar a nadie en la retaguardia, sino en morir, equivocados o no, para salvar del comunismo a sus respectivas patrias y a Europa.

Tampoco puedo dejar a la señora Friedinan pretender que yo dije que «los campos de concentración eran mentiras». Es falso. La desafío a reproducir un texto mío con tal afirmación. Existieron campos de concentración en Alemania, es evidente, como, antes, bajo dominio inglés, y entre 1939 y 1945, en Francia. En estos últimos murieron 15.000 «rojos» españoles, como lo reveló EL PAÍS. !Dos veces más que en los campos alemanes! De todas maneras, ni yo ni uno solo de mis soldados belgas de las Waffen SS supimos nunca nada de tales campos. Nuestro único campo fue el campo de batalla, donde los judíos no proliferaron. He visto uno, uno sólo, en cuatro años, en un valle del Caúcaso, y no le toqué ni un pelo.

No comprendo bien por qué hay .que alimentar los odios sin fin con divagaciones. ¿Vamos a envenenar el mundo durante siglos? Los españoles han conocido los horrores de las tropas de Napoleón, ¿los echaran sin fin a la cara de los franceses? ¿Entre los españoles mismos, van a tacharse ustedes eternamente de «criminales», de izquierda o de derecha, según su ubicación en las trincheras entre 1936 y 1939? Peor, cuando los «crímenes», como los que me imputa esta tan amable señora Friedman, son totalmente falsos.

No dudo de su sinceridad. Cuarenta años de polémica ciega han hecho sus estragos. Cuando quiera, venga a verme, la recibiré con gusto y la convenceré.

26 Julio 1985

Sobre Degrelle, otra vez

Violeta Friedman

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El espacio limitado de la Prensa no me permite la contestación detallada como quisiera. No obstante, es inevitable resaltar algunas afirmaciones del señor Degrelle. «Las Waffes SS ofrecieron con fe y con valor su vida por su ideal… para salvar del comunismo a sus respectivas patrias y a Europa». Nada podría estar más lejos de la ideología nazi. Extracto de Mein Kempf (Adolfo Hitler): «Toda la cultura está detentada por la raza aria nórdica, que es la verdadera representante de toda la humanidad; por esto, el pueblo alemán debe mantener su pureza racial. La raza germánica es superior a todas las demás, y la lucha contra el judío y el esclavo, contra las razas inferiores, es sagrada».La megalomanía de Hitler y sus camaradas tenía fines muy diferentes, un hecho que yo enumeré en mi carta original y que debido al problema de espacio tenía que ser omitido. Nadie echa eternamente a la cara los horrores de las guerras, sino a una mentalidad que ha sido capaz de inventar fábricas de exterminio a gran escala, eliminar razas enteras, oposiciones políticas, minusválidos, ancianos y deficientes mentales.

Dice el señor Degrelle: «No comprendo bien por qué hay que alimentar los odios sin fin con divagaciones». Es evidente que no comprende o que no quiere comprender. La intención de mi lucha va dirigida precisamente contra una ideología que bajo el pretexto del racismo incitó a un pueblo entero al odio y a cometer los crímenes más atroces imaginables. Consecuentemente, al llamar a las Waffen SS criminales puede que le parezca poco elegante, pero no por ello deja de ser la pura verdad. Menos delicado me parece a mí que declare en la televisión: «Me sentiré unido a Hitler hasta mi muerte».

También mantengo que las unidades de las Waffen SS, denominadas Einsatzgruppe en retaguardia de la Wehrmacht, han sido encargadas de masacres gigantescas.

Por último, gracias por su invitación. Aceptaré encantada, con una condición: que las cámaras de televisión estén presentes, con igual tiempo concedido, para que usted me pueda convencer, como parece estar seguro de ello, y yo, en cambio, expondré mis argumentos para que sea el pueblo el juez de la razón más convincente.

31 Julio 1985

Degrelle y los crímenes de guerra

Gonzalo Valdés Ayesta

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He leído con estupor la carta que publica su periódico con fecha 23 de los corrientes firmada por don León Degrelle. Pues bien, sin entrar a juzgar las responsabilidades «penales» del citado señor, de las que sólo responde ante la justicia humana, la divina y su conciencia, quisiera aportar un modesto granito de arena para aclarar algunas afirmaciones del señor Degrelle expresadas por él con evidente afán «desinformador».En primer lugar, es falso que las Waffen SS (no confundir con otras ramas de las SS) fueran nunca un millón de hombres; sus fuerzas totales no excedieron nunca de 38 divisiones, de las cuales 21 tenían unos efectivos aproximados de división, y las restantes, o bien efectivos de regimiento, de batallón o efectivos fantasmas. Basta echar cuentas para comprobar dónde queda el famoso millón.

En segundo lugar, induce a confusión y error el presentar a 600.000 no alemanes como principales luchadores de las Waffen SS contra las tropas aliadas (principalmente las rusas). Es falso: las divisiones que con mayor éxito y pericia (aunque también con mayor falta de piedad) lucharon fueron las «famosas» de elite, Leibstandarte, Das Reich, Hitler Jugend, Hohenstauffen, Frunsdberg y Totenkopf, formadas por soldados alemanes (o por lo menos ciudadanos del Reich), mucho me temo que pese a su buena voluntad, Degrelle (belga) y su división Wallonien (que curiosamente no era mayor que un regimiento) no tuvieron un papel destacado para la historia.

En tercer lugar es falso que no se cometieran «matanzas» (lo de «enormes» queda a juicio de cada cual; hay que acordarse de Hiroshima) por parte de estas tropas. El asesinato de civiles en Oradour por un batallón de la división Das Reich, los fusilamientos de prisioneros en Le Paradis, Normandía y Malmedy, por efectivos de las Totenkopf, Hitler Tugent y Leibstandarte, sí pueden ser calificados de matanzas.

Si no, ¿qué son matanzas?

Por último, tiene razón la señora Friedman al calificar de «criminales» a las SS y a sus miembros (de todas las ramas), puesto que ése fue el calificativo que mereció el veredicto judicial de Nuremberg.-

16 Septiembre 1985

Léon Degrelle responde

Leon Degrelle

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La polémica abierta en EL PAÍS sobre mi caso ha ofrecido algún resultado positivo.

1. Ya ningún impostor se atreve a repetir esa calumnia de «Degrelle, criminal de guerra». La lectora señora Friedman (carta del 17 de julio de 1985) se atrincheró en su periódico en una clara posición de repliegue. Reconoce no saber nada de crímenes míos, pero afirma por las buenas, sin tener el más pequeño motivo de sospecha, que, «como jefe de una división de las Waffen SS», yo he tenido que «dar órdenes sin cesar» de «matanzas gigantescas». ¿Cuáles? ¿Dónde? En la Luna, seguramente.

Su segundo colaborador espontáneo (carta del 31 de julio de 1985), más prudente, no se arriesga a reincidir en tales fantasías. Este señor «no quiere entrar a juzgar responsabildiades». Hace muy bien, entiendo que no existe la menor traza de responsabilidades mías de este tipo. Como no puede esgrimir nada en contra mía, ha preferido entretenerse con unas digresiones sobre las mismas Waffen SS.

2. Este señor niega que las Waffen SS hayan reunido un millón de hombres, salvo 38 divisiones, lo que ya estaría mal. Nunca en la historia militar del mundo se ha conocido un ejército de 38 divisiones de voluntarios, que suponen el doble de la Grande Armée de Napoleón. Treinta y ocho divisiones (se preparaban hasta 50) corresponden más o menos a 700.000 hombres. Pero lo que su colaborador elimina cuidadosamente en sus cálculos son los 402.000 muertos en combate, reemplazados sin tardar por otros voluntarios. La famosa división Wiking, diezmada en el transcurso de la batalla de Tcherkassy, tuvo que ser renovada casi totalmente en la primavera de 1944. Lo mismo sucedió con la división Hitlerjugend, casi aniquilada durante la batalla de Normandía (verano de 1944), lo que no impidió que cuatro meses después, en diciembre de 1944, reapareciera en la ofensiva de las Ardenas, con casi otros 20.000 voluntarios, efectivos totalmente nuevos.

También nosotros, los valones, hemos perdido, entre muertos y heridos, las tres cuartas partes de nuestros efectivos durante los meses de tremendas batallas en las montañas del Cáucaso, en 1942. En 1944, las dos terceras partes de nuestras tropas fueron eliminadas cuando tuvimos que romper, con la Wiking, el cerco soviético de Tcherkassy. A pesar de todo, no sólo fuimos renovando cada vez total e inmediatamente nuestras unidades, sino que pasamos de batallón (1941) a regimiento (1942) a brigada (1943) y a división (1944). ¡Ello corresponde, curiosamente, en la carta de su estimado lector, a un regimiento! Francamente, si yo tuve a mis órdenes en el frente ruso unas tropas insignificantes, no se comprende por qué, a los 40 años, se monta mundialmente contra mí tal alboroto, repetido con tanta constancia y tanta rabia.

3. Para quitar importancia al hecho -históricamente importantísimo- de la presencia de cientos de miles de voluntarios antisoviéticos y no alemanes en las filas de las Waffen SS, el señor Valdés afirma que «Ias divisiones que con mayor éxito y pericia lucharon en las Waffen SS era alemanas». Estas divisiones, en verdad, dieron cien veces prueba de una eficacia y de un heroísmo extraordinarios. Pero muchas de ellas tampoco eran íntegramente alemanas. La Wiking, por ejemplo, contaba con miles de voluntarios de países distintos del Reich, y especialmente con un regimiento, el NordIand, enteramente formado por holandeses, noruegos, etcétera. Al fin y al cabo, establecer esos distingos no tiene pies ni cabeza. En el frente del Este no había 600.000 no alemanes y 400.000 alemanes, sino un millón de europeos.

4. Las matanzas gigantescas de las que hablaba épicamente la señora Friedman se ven reducidas en la carta del señor Valdés a unas persecuciones locales en Normandía (esa misma Normandía en la que, el 21 de mayo de 1940, las tropas francesas mataron a 21 de mis camaradas políticos belgas civiles todos ellos, e incluidas algunas mujeres) en Oradour (Francia) y en Malmedy (Bélgica).

El caso del pequeño pueblo de Oradour, destruido en sus bienes y habitantes en el verano de 1944 sigue siendo muy discutido. Lo provocó el asesinato en esta aldea de un oficial de estado mayor de la división Das Reich de las Waffen SS. Lo más asombroso es que durante la sesión del consejo de guerra francés se descubrió que muchos de los acusados eran voluntarios alsacianos, es decir, franceses. A la Cámara de Diputados gala no le quedó otro remedio que amnistiarles en el curso de la noche siguiente.

El caso de unos soldados norteamericanos fusilados en Malmedy (Navidad de 1944) no es menos confuso. Ahora se considera como casi seguro que murieron en combate. A petición de un escandalizado coronel norteamericano, una comisión del Senado fue de Washington a Alemania y estableció oficialmente que las confesiones de los jóvenes Waffen SS inculpados sólo fueron arrancadas recurriendo a torturas atroces. Pero hay algo más. En las cartas a su mujer, publicadas hace dos años, el general Patton, el famoso jefe del Tercer Ejército norteamericano, explica que sus tropas asesinaron a grupos de prisioneros alemanes en esta misma región y en las mismas fechas. ¡Quién sabe si las tumbas de los Waffen SS que el presidente Reagan honró en Bitburg en la primavera de 1985 no cubrirán los restos de alguna de esas víctimas!

Añadiré que en dichos casos (Normandía, Oradour, Ardenas) el total de vidas humanas perdidas, felizmente, no sobrepasó unos centenares. Mientras que en Dresde, ciudad alemana, los aviones británicos y norteamericanos exterminaron por lo menos a 130.000 civiles, viejos, mujeres y niños, totalmente indefensos, en una sola noche de febrero de 1945.

Los otros aliados, los soviéticos, fueron aún mas bárbaros. Como lo ha probado el gran historiador Jacques de Launay en La grande débâcle (Albin Michel, París, 1985), los sicarios de Stalin, al entrar en Alemania, mataron durante los primeros meses de 1945 la friolera de 2.280.000 civiles. Y eso sin hablar de los 800.000 desaparecidos, incluidos entre ellos los prisioneros franceses y belgas asesinados también como vulgares nazis. Pues 5.000 belgas del Ejército de 1940, internados en el este de Alemania, apenas liberados por las tropas soviéticas desaparecieron para siempre. En la misma época, una bomba terrorista norteamericana aplastaba también en Hiroshima a más de 100.000 civiles de Japón. Estas matanzas gigantescas de los anglo-norteamericano-soviéticos no parecen haber conmovido exageradamente a su delicado lector.

5. Lo único que el justiciero Valdes puede echar finalmente en cara a las Waffen SS es el juicio de Nuremberg. ¡Referencia bastante torpe! Ese veredicto contra las Waffen SS resulta hoy tan extravagante e injusto que no hace mucho pudo verse cómo el anterior jefe del Gobierno de Austria, el socialista Kreisky -¡que además es judío!-, defendía al jefe de la fracción liberal Friedrich Peter, oficial, precisamente, de la división Das Reich de Oradour, y atacaba durísimamente a Simón Wiesenthal. En la Alemania democrática de Bonn, los oficiales de las Waffen SS, hasta el grado de coronel, han podido servir en un plano de igualdad absoluta en el Ejército de la Bundeswehr. Es decir, que mañana, alguno de estos «criminales», según la expresión del señor Valdés, podría participar en las maniobras de la OTAN al lado, y como camarada, de los militares de la España democrática. Sólo un fanático, cargado por un odio irreprimible, podría rumiar aún, 40 años después, esas historias de matanzas alemanas de guerra, locamente exageradas y ampliamente superadas, de todos modos, por los crímenes de guerra y los genocidios de los aliados. Hay maniáticos impenitentes que aman las leyendas negras. No insisto más

24 Septiembre 1985

Réplica a León Degrelle

Gonzalo Valdés Ayesta

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Renuevo mi estupor al leer, en su edición del 16 de los corrientes, las opiniones que sobre mi carta, publicada en su diario el 31 de julio del presente, vierte Léon Degrelle. Oculta la verdad el citado señor al intentar rebatir algunas cifras expresadas en mi carta, demostrando con ello o bien una gran ignorancia o bien algo peor. Debería saber Degrelle que de las 38 divisiones Waffen SS muchas no existieron más que sobre el papel, y que, por regla general, todas aquellas cuyo número de división superaba el 20 (entre otras, las números 25 y 26 Ungarische número 1 y Ungarische número 2, la 33ª Charlemagne, la 34ª Landstorm Nederland y la 28ª Wallonien) rara vez, tuvieron efectivos superiores al regimiento. Concretamente, los historiadores asignan a la 28ª SS Freiwillingen Grenadier Division Wallonien unos efectivos de entre 3.000 y 5.000 hombres, como puede verse notoriamente inferiores a los de una división de verdad. Otro caso es el de la 21ª Waffen Gebirgsdivision der SS Skanderberg, con reclutas de origen albanés, contabilizada por Degrelle y que jamás llegó a formarse. En fin, según la peculiar manera de contar del antiguo jefe de la Wallonien, habría que contabilizar los efectivos de la Legión India, auténtica legión de guardarropía, formada por no más de 500 hindúes prisioneros de los alemanes que, encuadrados en las SS, no sirvieron con otro fin que el de la propaganda. Asimismo ha de tenerse en cuenta que las divisiones se formaron paulatinamente (la Wallonien se convirtió en división en 1945), otro dato a añadir al hacer cuentas, puesto que para cuando algunas de éstas se formaban otras estaban ya disueltas. Es decir, de un millón de hombres nada, y aquello de «todos voluntarios» habría que discutirlo.

En todo caso, la discusión sobre el punto anterior es meramente académica, visto el hecho de que Degrelle despacha como «persecuciones locales», «destrucción de bienes y habitantes» y «muerte en combate» lo que en realidad son viles asesinatos perpetrados por miembros de las Waffen SS; estos hechos criminales tan alegremente despachados fueron suficientemente probados en juicio después de la guerra, y sobre sus responsables supervivientes a ésta cayó la pena de muerte.

Poco más se puede decir, como no sea que Degrelle se erige en defensor de un ala marginal de las tesis sobre la gran mentira: a saber, Auschwitz, Treblinka, Dachau, etcétera, son un montaje propagandístico, las SS no cometieron genocidio y, colateralmente, las Waffen SS no cometieron ni un solo crimen de guerra; los perfectos caballeros, vamos.

La sola constatación de los horrores que algunos miembros de las Waffen SS cometieron debería sonrojar a cualquier hombre de bien; sin embargo, en lugar de escuchar a su conciencia hay quien busca consuelo en la barbarie del prójimo. Triste consuelo.

Nada que añadir por mi parte. Albert Speer, arquitecto en la Alemania nazi, nos habla en sus memorias de los deseos del artífice del III Reich, Adolfo Hitler, de que los grandiosos monumentos que se construyeran lo fueran utilizando unos materiales y formas de construcción que, al momento de su destrucción por el paso del tiempo, reflejaran la grandeza del régimen que los mandó construir, era la estética de las ruinas. Nada queda de aquello, ninguna ruina que nos hable de un pasado de grandeza, sólo miserias que algunos se empeñan en enaltecer.

24 Octubre 1985

El resurgir del nazismo

Violeta Friedman

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Televisión Española concedió hace un tiempo un desusado protagonismo al ex general de las S. S. Leon Degrelle, dándole la oportunidad de declarar su total lealtad a Hitler hasta su muerte, su gran orgullo por aquella época cuando él combatía en el frente del Este y su gran dolor porque Hitler perdiese la guerra. Quizá Televisión Española hubiera debido divulgar al mismo tiempo la ideología nazi a la cual este criminal de guerra, condenado en su país, Bélgica, se siente tan unido; una ideología basada en el racismo y que bajo el pretexto de crear una raza germánica pura se cometieron los mayores crímenes que el mundo haya podido imaginar.

El nazismo propagó un feroz antisemitismo que culminó en la famosa ‘noche de cristal’. A continuación, en octubre de 1939, se promulgó el decreto de vaciar todos los asilos y liberar todas las camas de ‘las bocas inútiles’, el exterminio de todos los deficientes mentales, de los inválidos, de los enfermos y de los ancianos. Sólo el 29 de junio de 1942, a raíz de las muchas protestas eclesiásticas, y las cartas pastorales, argumentando que ‘con qué moral podrán luchar los soldados en el frente si saben que volver herido significa la muerte’, Hitler decidió, para no desmoralizar a los soldados combatientes, la suspensión del exterminio de los adultos mientras durase la guerra. No obstante, el exterminio de los niños prosiguió hasta el final, pero en adelante con mayor secreto y camuflaje, bajo la hábil dirección de Himmler.

Mientras tanto, los campos de concentración estaban repletos con asociales, homosexuales, prostitutas, comunistas, prisioneros de guerra, gitanos, testigos de Jehová, judíos. Condenados todos sin excepción, a morir de hambre, a trabajos forzados y, a partir de febrero de 1942, a las cámaras de gas con Cyclon B. La maquinaria perfecta inventada para la masacre a gran escala fue la consecuencia de la decisión tomada en el verano de 1941 para ‘la solución final’ de la cuestión judía.

Durante todos aquellos largos años, los médicos nazis dirigieron experimentos atroces, utilizando a los seres humanos como conejos de Indias con métodos inimaginables; infectándoles malaria, tifus, fiebre amarilla; les infligieron heridas de guerra, amputaciones y a muchos sacerdotes polacos se les sometió bajo grandes presiones a alturas artificiales para encontrar los remedios para los pilotos alemanes que caían en los mares.

De lo que más hemos leído ha sido sobre las horribles esterilizaciones (y castraciones) del doctor Horst Shuman y de los igualmente terribles experimentos con los gemelos del doctor Josef Mengele. Pero en ningún sitio se ha aclarado bien el verdadero propósito de estos experimentos, las intenciones de Hitler y sus camaradas. En vista de los enormes territorios rusos (Polonia incluida) se pretendía esterilizar a la población superviviente y permitir con ella que está generación, mientras durase, reconstruyera las ruinas de la guerra y mantuviese viva la agricultura. Para cuando se extinguiera, con los secretos descubiertos de los gemelos y la reproducción ‘la raza pura germánica’ repoblase todo aquel inmenso territorio. Y los ciudadanos de los otros países europeos ocupados servirían perfectamente como esclavos para la raza superior. Esta fue la ideología nazi, los crímenes cometidos por ellos y sus intenciones en el hipotético caso que hubiesen ganado la guerra. Por lo tanto, me parece increíble que se proporcionen espacios televisivos para declararse públicamente un ferviente admirador (Y ex participante) de tales ideologías y de tales crímenes contra la Humanidad. A mi juicio, la expansión actual del nazismo constituye un grave peligro, debido precisamente a la falta de información correcta referente a sus fines, que son los mismos de entonces. Ahora que sabemos más, que la ciencia está mucho más avanzada, es nuestra obligación luchar contra algo tan vil, tan diabólico, con todos los medios a nuestra disposición.

Ignoro las acusaciones específicas contra León Degrelle, pero lo que sí sé es cuáles eran las funciones de las Waffen SS en el frente del Este, donde él decía que combatía.

En retaguardia del Wehrmacht, las Waffen SS – denominadas Einsatrgruppe – cometían masacres gigantescas, y supongo que en su condición de general dio las órdenes sin cesar. No mintió cuando dijo en la televisión que él no ha matado a nadie. El tan sólo se limitaba a dar las órdenes.

A pesar de todo esto, ha logrado vivir en España en paz, con lujo, protegido oficialmente y con amigos influyentes entre la sociedad que le visitan con frecuencia. Ha podido disfrutar durante 40 años los placeres de sus recuerdos y disfrutar en todo momento con alegría y orgullo de sus creencias, burlándose de sus víctimas, de la Justicia belga y del juicio de Nuremberg. Todavía me acuerdo de él, como invitado a ‘La Clave’ de Balbín, y también sus declaraciones a un diario madrileño diciendo que todo eran mentiras de los judíos, que no era verdad la existencia de los campos de concentración o el exterminio. Creo que tenía que haber preguntado a las víctimas y no a sus verdugos. A personas que, como yo, padecemos todavía las consecuencias de nuestra estancia en Auschwitz y que he visto al doctor Mengele enviar a toda mi familia a la cámara de gas.

Mientras los Degrelles y sus semejantes encuentran protectores y seguidos, existe la posibilidad de que tal vez la próxima generación consiga su meta, y que nuestros hijos sean los exterminados o sus esclavos. De las actitudes que tomemos ahora depende el futuro. ¿Pasividad? ¿silencio? ¿o gritos en la noche de los horribles recuerdos?

Violeta Friedman

23 Junio 1986

León Degrelle

Balaguer Parreño

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Desearía puntualizar algunos extremos contenidos en la información aparecida en ABC sobre la sentencia absolutoria de León Degrelle, del que soy abogado.

La demanda se formuló en base a la ley orgánica 1/82 de 5 de mayo, sobre Protección del Honor y el procedimiento tramitado es de carácter civil y no penal, como parecía deducirse de las noticias que divulgaron los medios de comunicación al señalar, por ejemplo, que León Degrelle no compareció al acto de la vista o que León Degrelle fue juzgado. En dicha vista sólo tenían que intervenir los letrados y asistir los procuradores.

En la sentencia se acoge íntegramente la tesis que mantuve de falta de legitimación activa de doña Violeta Friedman, por cuanto las declaraciones de Degrelle a la revista TIEMPO no atentaban en absoluto a su honor, pues se trataban de opiniones sobre personajes y hechos históricos que la Constitución española autoriza libremente a emitir y que no afectaban a la persona, en concreto de la demandante.

Por último, es importante aclarar que León Degrelle no manifestó que ‘negaba el holocausto judío’, sino que dudaba de la existencia de las cámaras de gas como lo hicieron muchos historiadores de reconocido prestigio. Sin duda al respecto se basa en que nunca las vio, al haber estado durante toda la guerra luchando en el frente del Este, en primera línea, en las Waffen SS, que no hay que confundir con las simples S. S. Por tanto, nunca cometió crimen de guerra alguno ni jamás fue condenado por ese delito, por lo que resulta injuriosa la acusación de doña Violeta Friedman de que ‘como general de las Waffen S. S. debió cometer en la retaguardia matanzas gigantescas’ como afirmó en un artículo publicado en ABC el pasado año.

Balaguer Parreño

03 Julio 1986

Friedman-Degrelle

Violeta Friedman

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Quisiera contestar la carta desinformadora del señor Balaguer, publicada el 23-06-86. Entre otras cosas dice: “León Degrelle no manifestó que negaba el holocausto judío, sino que dudaba de la existencia de las cámaras de gas como lo hicieron muchos historiadores de reconocido prestigio”.

A mi juicio es una grave ofensa para los auténticos historiadores ser identificados con los revisionistas nazis y neonazis, quienes desde hace muchos años se esfuerzan en cambiar la Historia. Los señores Degrelle y Balaguer cuentan con la ignorancia de la gente, y yo en cmabio cuento con la democracia española, que al igual que Francia, Suecia, Inglaterra, Canadá, EEUU y RFA (en esta última la mera negación de las cámaras de gas es punible con seis meses de cárcel) comprendieron que no sólo es dañino e hiriente, sino también un claro intento de falsear la Historia.

El recuerdo de las humillaciones de nuestras familias asesinadas es difícilmente soportable; consiguientemente escuchar o leer propaganda nazi revisionista es intolerable. Los museos todavía contienen innumerables lámparas, velas y jabones hechos de sus pieles, bolsas de tabaco de sus testículos, y cabezas menguadas convertidas en pisapapeles. El famoso chiste favorito del ‘normal’ doctor Mengele aún suena en los oídos; cuando los grupos entraban en las cámaras, él solía decir: “Aquí la gente entra por la puerta y sale por la chimenea”.

Expresar dudas sobre hechos que están verificados con toneladas de documentos, atestiguados tanto por los verdugos como por las víctimas, es fráncamente increíble. Es tan ridícula como si yo dijera que dudaba de la bomba de Hiroshima ‘porque no la vi’.

Para terminar, rechazó que mi acusación que las Waffen S. S. (o cualquier rama de las S. S.) cometieron atrocidades sea injuriosa. Desgraciadamente es la triste verdad. Es más, todas las S. S. fueron cualificadas criminales de guerra, y el propósito principal del juicio de Nuremberg era exactamente que éste quede bien claro para la Historia y que a la vez sirva de advertencia para la Humanidad.

Violeta Friedman