2 abril 1903

Disolución de las Cortes y convocatoria de elecciones legislativas obliga a Francisco Silvela a ceder el puesto a Antonio Maura

La dimisión del ministro Raimundo Fernández Villaverde causa una nueva crisis de Gobierno en España

Hechos

El 2.04.1903 la prensa dio cuenta de la dimisión de D. Raimundo Fernández Villaverde como ministro de Hacienda.

Lecturas

El 2 de abril de 1903 la prensa se hace eco de la dimisión de D. Raimundo Fernández Villaverde como ministro de Hacienda por discrepancias con el Gobierno D. Francisco Silvela de Le Vielleuze. Le reemplaza D. Faustino Rodríguez San Pedro.

LA CRISIS POLÍTICA EVIDENCIA LA DIVISIÓN EN EL PARTIDO CONSERVADOR

Francisco_silvelaAntonioMaura001 La crisis política ha tenido consecuencias en el liderazgo del Partido Conservador y, por ende, en el Gobierno: el hasta ahora Presidente del Consejo de ministros, D. Francisco Silvela, acusado de debilidad, se verá obligado a ceder el control a D. Antonio Maura, con fama de más ‘firme’ y ‘duro’.

Crónica Política

Torcuato Luca de Tena Álvarez Osorio

2-04-1903

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La semana ha sido fecunda en acontecimientos políticos; que de tales pueden calificarse la dimisión del Sr. Villaverde como ministro de Hacienda y la disolución de las Cortes.

El primero de estos hechos, sobre todo, ha sido el más importante, no sólo por las consecuencias que ha tenido en el mundo de los negocios y para el crédito nacional, sino porque a puesto al descubierto la honda perturbación que mina la existencia del partido gobernante.

El Sr. Villaverde, de quien si la Historia podrá decir que fue un gran hacendista tendrá que reconocer que fue un gran administrador, era una garantía para nuestro crédito en el Extranjero (la prueba está en la baja de cuatro enteros que iro nuestro Exterior; la misma que cuando falleció D. Alfonso, con la diferencia de que entonces recuperó dos unidades siguiente día y ahora no) y constituía una esperanza del país contra el desorden y el despilfarro, que viene siendo la nor económica de nuestros Gobiernos.

Cierto que para una nación que necesita organizarse y resurgir a la vida, es hacer poco el limitarse a recaudar y a no estar más de lo que se recauda; pero ese poco es mucho cuando se trata de pueblos a los que ni los mayores desastres de su estado de postración sirve de escarmiento. El Sr. Villaverde, con su política de recaudar y nivelar, realizaba hoy por hoy la aspiración de un país que quiere reconstituirse, el cal de una casa, de una familia que, dolorida de su pasado, aspira por el arrepentimiento y por la enmienda a componer su ruina y emprender un nuevo camino de método y de orden.

Gallarda ha sido la caída del Sr. Villaverde, porque además de lo popular y simpático de su causa, ha tenido el acierto de refutar con una sola frase el cargo más tremendo que se le dirigía. A sus afanes de nivelador se oponía como argumento con la necesidad de dar a España lo que requiere con urgencia: instrucción y obras que la transformen. Y a tan fundando cargo y respondido que a tal necesidad hay que subvenir con dinero, la verdad, pero también con estudios y proyectos previos mente hechos para garantir el buen empleo, y no el derrotado de aquel dinero; estudios y proyectos que todavía no existen. Lo cual es rigurosamente exacto, y es, además un altísimo cargo para este Gobierno, que vino con el compromiso de hacer la revolución desde arriba.

Ningún ministro cayó jamás con tanta gloria. La opinión ha lamentado su retirada, y este sentimiento es la mayor recompensa a que puede aspirar un gobernante. Se ha manifestado bien claramente en la Bolsa, en la Prensa, en las manifestaciones de simpatía de que ha sido objeto el dimisionario y, en fin, en el plebiscito abierto por ABC, cuyo escrutinio se hizo por bien rara coincidencia el día de la crisis resultado del recuento el mayor número de votos emitidos (76.339) a favor del Sr. Villaverde

La histórica frase de que no todos los caídos son vencidos pueden tener aplicación en este caso. El ilustre Villaverde no sólo se lleva a casa su prestigio, que es en la vida humana la esencia de esta vida misma, se irá el partido por instinto de conservación y de horror a la muerte-

Porque para nadie es ya un misterio: Villaverde no huye tan sólo de las exigencias de algunos ministros en sus presupuestos: huye en son de protesta contra la política suicida de un Gobierno absorbido por la caprichosa voluntad de un hombre que, defraudando las esperanzas que con hermosas palabras despertara en el país, sólo aspira a hacerse con un partido propio a costa del conservador.