22 febrero 1978

El diario EL PAÍS prohibirá los anuncios de boxeo en sus páginas

La muerte del joven boxeador Rubio Melero reabre el debate sobre si debe prohibirse este deporte

Hechos

El 21 de febrero de 1978 falleció Rubio Merelo, practicante de boxeo profesional.

22 Febrero 1978

Contra el boxeo "profesional"

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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ESTA MADRUGADA se ha extinguido la vida del púgil Rubio Melero, tras varios días de coma profundo, y su nombre ha pasado a engrosar la larga lista de muertos, vegetales humanos o simplemente sonados que indefectiblemente depara el boxeo profesional.Aun sin excesivo énfasis ya se ha pedido en numerosas ocasiones la desaparición de este deporte en su faceta profesional. Todos los argumentos del debate, a favor o en contra, se han expuesto suficientemente sin que ningún Gobierno occidental haya entrado en el fondo del asunto: la degeneración del submundo del boxeo como espectáculo comercial.

Es trivial aducir que otros deportes implican tantos riesgos como la práctica del boxeo e incluso que comparativamente ocasionan más desenlaces fatales. No es esa la cuestión. Acaso, excepción hecha del ajedrez, todos los deportes entrañan riesgos físicos; pero la competición limpia, la emulación olímpica, el espíritu que informa el lema de más alto, más rápido, más lejos, asume esos peligros y los compensa crecidamente con lo que la práctica del deporte tiene de superación fisica y moral para el ser humano.

Claro que la idealización deportiva del barón de Coubertin quedó en eso, en utopía incapaz de imponer definitivamente o mayoritariamente la desvinculación de las prácticas deportivas de los intereses económicos. Hasta en las olimpiadas por él rescatadas ha terminado penetrando el factor corrosivo del dinero.

Pero todavía quedan fronteras identificables entre una mayoría de deportes que, bien con mal, con sus miserias y sus intereses extra-atléticos, aún se alimentan de lo mejor del espíritu deportivo, y unos pocos espectáculos -entre los que descuella el boxeo profesional- que no en balde han servido de inspiración a los guionistas del mejor cine negro y que extienden en muchos casos sus actividades en un confuso terreno de nadie, entre la legalidad y la delincuencia.

Enlo que respecta al boxeo es dudoso que su práctica profesional se reconozca en el pugilato de la antigua Grecia, o en aquel deporte de caballeros reinventado por los ingleses en el XVIII. Los reglamentos del marqués de Queensberry no han civilizado esta lucha entre hombres que a la postre sólo tiene por mejor y más celebrado objetivo la pérdida del conocimiento del contrincante. Por esta característica este debería ser el deporte más protegido de injerencias comerciales y crematísticas. Sin embargo, el boxeo profesional ha sido prácticamente absorbido por intereses ajenos al deporte. en medida inigualable.

Así las cosas, la petición de que el boxeo se circunscriba exclusivamente a un protegido ámbito amateur no es tan sólo la expresión de un deseo altruista, de un sentimiento humanitario que evite desgracias como la última del español Rubio Melero; el país que dé el primer paso en la prohibición del boxeo profesional no habrá hecho otra cosa que un primer avance en el rescate de los más preciados valores del deporte.

Por otra parte, el boxeo profesional está en decadencia en toda Europa occidental, y solamente conoce cierto auge popular en el sur de Estados Unidos y en Centroamérica. En el resto del mundo este mal llamado deporte se sostiene casi exclusivamente gracias a la televisión. Prohibir que el boxeo de este tipo se asome a la pequeña pantalla sería un golpe mortal que terminarla con esta lastimosa y a veces trágica especulación sobre el destrozo humano llevado al limite insoportable a merced de equívocos intereses monetarios artificialmente creados, mantenidos y atirantados.

Un colofón: en este comercio disfrazado de deporte, en esta trata del cuerpo humano, apenas hay quien mantenga una auténtica profesión. Son muy pocos los púgiles que llegan a vivir exclusivamente del boxeo: sólo los que consiguen algún campeonato europeo. El resto, la pequeña multitud de quienes ostentan campeonatos nacionales, en sus prolijas categorías, trabajan para vivir en otros oficios y menesteres. El boxeo les da una ayuda para vivir, como la que el padre de Rubio Melero espera de sus hijos. La supresión definitiva del boxeo mal llamado, pues, profesional no supondría el más mínimo perjuicio económico a la colectividad, y desde luego, ningún problema social verdaderamente auténtico.