30 diciembre 1976

Torcuato Luca de Tena y Brunet (ABC) se declara dispuesto a pagar su regreso a la Unión Soviética, mientras que Alfonso Paso (EL ALCÁZAR) le acusa del asesinato de Muñoz Seca

El Gobierno Suárez pone en libertad al Secretario General del PCE, Santiago Carrillo, tras una ola de protestas por su detención

Hechos

El 30 de diciembre de 1976 la policía puso en libertad al político D. Santiago Carrillo, Secretario General del ilegal PCE.

31 Diciembre 1976

UN REGALO PARA CARRILLO

Torcuato Luca de Tena y Brunet

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Un procesado por la Justicia ha sido puesto hoy en libertad provisional.

Este beneficio, según nuestras Leyes, puede ser concedido ‘cuando el procesado tenga buenos antecedentes o se pueda creer fundadamente que no tratará de sustraerse a la acción de la Justicia, y cuando, además, el delito no haya producido alarma’.

El hombre para el que se acaba de decretar la libertad provisional, circunstancia que exige ‘tener buenos antecedentes’ y cuyo delito ‘no haya producido alarma’, es el autor de la siguiente estremecedora, declaración:

‘Yo NO condeno la violencia. NO estoy contra la violencia. LA ACEPTO cuando es necesaria. Y si la revolución va a tener necesidad en España de la violencia, como ha tenido necesidad en otros países. ESTARÉ PRONTO para ejercitarla’.

Estas tremendas palabras no fueron pronunciadas por Santiago Carrillo durante la etapa del Frente Popular español. No fueron pronunciadas por Santiago Carrillo en agosto de 1936 cuando fue designado miembro de aquel ‘Comité de Investigación’ que era el encargado de seleccionar los presos que habrían de trocar la celda de la cárcel por el paredón. No fueron pronunciadas por Santiago Carrillo en noviembre de 1936, cuando fue designado en el Madrid del terror consejero de Gobernación con facultades equivalentes a las de un ministro de Policía y Seguridad. No fueron pronunciadas por Santiago Carrillo, insisto, en la época enfebrecida y enloquecida del asalto a las cárceles, de los asesinatos en masa de los presos de la Cárcel Modelo, ametrallado en los patidos (cuando Indalecio Prieto exclamó horrorizado su famosa profecía: ‘¡Hoy hemos perdido la guerra!’), cuando las Brigadas del Amanecer, cuando las checas que él presidió, cuando los Tribunales populares, cuando la gran matanza de Paracuellos, pueblo convertido, según clarividente declaración de Joaquín Calvo Sotelo, en una siniestra y anticipada fosa de Katyn.

Las palabras citadas fueron dichas por Santiago Carrillo el 10 de octubre de 1975. Hace poco más de un año y dos meses. Cuando a Franco le quedaban unas semanas de vida. De modo que esa revolución a la uqe se refiere en la que estaría pronto a ejercitar la violencia, no es la de 1936, sino la que sueña para nuestros días. No es la del antiguo Paracuellos del Jarama, sino la de los Paracuellos futuros.

Fueron palabras expresadas ante la famosa periodista italiana Oriana Fallaci, publicadas en el semanario L´Europeo en la fecha antedicha y nunca fueron desmentidas.

Otras frases de estas declaraciones son las que siguen: ‘La condena a muerte de Franco, la firmaría, sí’. ‘Estoy entre los españoles que piensan que ver morir a Franco en su cama es una injusticia histórica’. ‘Yo nunca he esperado que Franco muriese y he hecho lo posible para cazarle antes de que se muera’. ‘¡Pienso todavía cogerle antes de que muera!’.

El párrafo que cito a continuación del hombre al que se le ha reconocido ‘falto de peligrosidad’ publicado en el mismo documento hace catorce meses merece analizarse despacio: ‘Yo he hecho la guerra civil de verdad. DISPARANDO, MATANDO. He hecho también la guerrilla cuando creía en ella. Durante nuevo años. No sé si soy un buen tirador, pero sé que apuntaba con cuidado: para matar. ¡Y he matado!’ ‘No me arrepiento de haberlo hecho’.

Con independdencia de que sus nueve años de guerrilla son lo que en términos vulgares se denomina un farol, un modo como otro cualquiera de presumir respecto a las matanzas de la guerra cabe considerar que Carrillo no fue al frente, no luchó en las trincheras, no participó en ninguna acción conocida. Y como la misión política que le confió era en la retaguardia, parece deducirse que los disparos de que habla no fueron efectuados precisamente en lo que se llama ‘el campo del honor’, sino en las cunetas o frente a los fosos y paredones de los cementerios.

Sus delitos de entonces están prescritos. Pero no olvidamos. Frente a los de ahora (salvo que esta pequeña antología reciente no se considere delictiva) cabría preguntarse si no serían canjeables sus penas por un regalo singular: un billete de ida y sin regreso para Moscú. Serían muchos los que contribuirían gustosos a sufragarle unas largas vacaciones.

Santiago Carrillo

08 Enero 1977

¿QUIÉN MATÓ A MUÑOZ SECA?

Alfonso Paso

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Hay un recuerdo imborrable que me viene ahora al corazón porque de la mente no se ha separado jamás. Mi padre intentó por todos los medios salvar a Pedro Muñoz Seca, que estaba internado en la cárcel de San Antón, de Madrid. Mi padre publicó un artículo en el recién aparecido Diario por entonces, al término de la guerra MADRID. El artículo se titula ‘Con Muñoz Seca en la cárcel de San Antón’ y mi padre relata el dramático encuentro que tuvo allí con nuestro gran autor cómico. Venía de intentar una entrevista con Marcelino Domingo y con el propio Martínez Barrios, pero las cosas estaban graves para la República. Al fin, un poeta comunista llamado Pedro Luis de Gálvez consiguió un permiso para que mi padre visitar a a Muñoz Seca en la cárcel de San Antón. Ya he contado como acompañé a mi padre y como salí conturbado y lleno de miedo de pensar que algo así pudiera sucederle al autor de mis días; Pedro Luis de Gálvez, a quien mi padre apodaba ‘el Capitán Saltatumbas’ iba con un pistolón pegado a la cintura y se había dado un par de visitas con un pistolón pegado a la cintura y se había dado un par de visitas por mi casa al tanto de una obra dramática que quería estrena y que pretendía que mi padre le arreglase.

Estábamos en la cocina de Apodaca mi madre, mi hermana Juana y yo, comienzo puré de lentejas con pan frito. Entró el Capitán Saltatumba preguntando por mi padre y como quiera que don Antonio no estaba se sentó a hacer tertulia y al mirar tan menguado alimento. Mi hermana masticaba ruidosamente el pan frito y de pronto, Pedro Luis de Gálvez sacó el pistolón, apuntó a mi hermana y dijo:

– Como sigas haciendo ese ruido, te mato.

Juana se quedó helada y yo me llevé a Pedro Luis Gálvez al despacho de mi padre para evitar mayores males.

Enterado mi padre de lo ocurrado cuando vino, y habiendo abandonado la casa el Saltatumbas, tuvo una violenta escena con él a la que puso fin, meloso y bajuno, el tal Pedro Luis de Gálvez, diciendo:

– No te pongas así, Antonio, que te voy a dejar ver a Pedro

Aprovechó mi padre la ocasión  y con este antecedentes llegamos a la cárcel de San Antón en octubre de 1936, sin que pueda precisar la fecha exacta. Yo ví a don Pedro tranquilo, irónico, mientras que el otro Pedro, Luis de Gálvez, ordenaba a los milicianos:

– A este que no me lo toque nadie. A Muñoz Seca no lo mata nadie más que yo.

Muñoz Seca protestaba:

– Es un honor, Pedrito, es un honor:

Mi padre habló largamente con don Pedro. Se quejaba el autor cómico de su úlcero de estómago y suplicó a mi padre que no le abandonasen nunca en la cuestión de las medicinas. Como el frío se echaba encima le pidió también unos calcetines de lana caso que por otra parte había pedido ya a su familia. Mi padre le mostró los que lleaba puestos y le dijo:

– ¿Te abrigan estos?

– Un poco más.

Mi padre se quitó los calcetines y se los entregó allí mismo bajo la supervisión del Saltatumbas con el que se encaró diciendo:

– Si algo le pasa a Muñoz Seca tu tendrás la culpa y lo pagarás muy caro. La República no puede permitirse estas cosas.

Pedro Luis de Gálvez fantocheó delante de los dos autores. No sé cuantas cosas dijo. Lo que sí es bien cierto y esto lo tengo grabado en la mente es que dijo que la República contaba bien poco y que eran los comunistas los encargados de sentar la justicia a partir de aquel momento.

– Si quieres que Muñoz Seca siga vivo habla con Orden Público y con Carrillo que es quien lleva todo esto.

Mi padre, viejo, republicano, a la salida de aquel emocionante encuentro llamó desde mi casa a Diego Martínez Barrios. Me parece que le estoy oyendo hablar.

– Si eres inteligente, Diego, si lo somos, no podemos permitir que un escritor esté en la cárcel. Eso mancha a la República.

Cuando colgó el teléfono aseguró a mi madre, conmigo delante, que Martínez Barrios iba a hablar con Carrillo. La cosa no se me ha olvidado y nunca porque yo asociaba eln ombre de Carrillo a un vecino de la casa y mi padre me tuvo que sacar del error. Repito textualmente sus frases:

– Ese es capaz de todo con tal de hundir a la República, pero si Diego quiere…

Días después de lo que estoy narrando comunicaron a mi padre la muerte de Muñoz Seca. Santiago Carrillo Solares se acordará, seguramente, de un viejo republicano que quiso romper su carnet, de número muy bajo, en la calle Mayor, delante de Unión Republicana, por la muerte de Muñoz Seca, de la cual es responsable, mientras no se demuestre lo contrario, el Carrillo Solares a quien hay que aplicar la acusación por delito tipificado de genocidio y atentados contra la Humanidad.

Alfonso Paso

03 Enero 1977

El maquis en España En nueve años de bandolerismo (1944-1952) cometió 953 asesinatos y 845 secuestros

EL ALCÁZAR (Director: Antonio Gibello)

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Con la autorización de Editorial San Martín y de su autor Francisco Aguado Sáncez, ilustre militar e historiador, vamos a reproducir unos capítulos de la obra ‘El Maquís en España’, uno de los más valiosos libros publicados en España sobre el bandolerismo que con el nombre de ‘maquis’, copiado de Francia, de donde partió la acción, ayuda y protección de forajidos armados, sembró el terror y la muerte en los años de la posguerra, especialmente desde 1944 a 1952. Destaca en ese formidable testimonio de nuestra Historia, la heroica acción de la Guardia Civil, principal cuerpo encarado de reprimir el bandilaje de no menos de 5.000 hombres perfectamente pertrechados, que quisieron subvertir la paz de España; la Benemérita contó también en ocasiones con la colaboración de la Policía Armada y del Ejército.

En éste un capítulo poco conocido por muchos españoles e incluso ignorado por la mayoría de las nuevas generaciones y a la vista de la presencia de Madrid del principal instigaor y dirigente de esos bandoleros que asesinaron a 953 españoles (guardias civiles y paisanos) y cometieron 845 secuestros, sabotajes y toda suerte de violencias (casi seis mil atracos) en los más difíciles años de la Patria, cobra enorme actualidad y es una terrible acta de acusación la sangre de las víctimas inocentes caída en la tierra de España desde Gerona a Huelva, y desde Asturias a Granada, en varios años de lucha, en la que la Guardia Civil demostró un heroismo pocas veces superado. Porque no fue sólo una lucha abierta frontal, sino que el Benémerito Cuerpo tuvo que sufrir el asesinato de muchos de sus hombres, de sus mujeres e incluso de sus hijos, niños de corta edad. Una de las más feroces peleas de la Historia de España, cuya responsabilidad alcanza al comunismo internacional y en particular a su jefe español Santiago Carrillo.

Vayan, pues, como terrible testimonio de los hechos, las páginas escritas por el historiador Francisco Aguado Sánchez. En el prólogo, Ricardo de la Cierva escribe: «No sé si el teniente coronel Aguado se ha dado cuenta el insigne servicio que, con este libro, acaba de prestar al conocimiento histórico de esta España real. Resulta realmente impresionante la conclusión digamos bélica de este libro: La Guardia Civil salvó a la España de Franco de un derrumbamiento interno frente a la ofensiva exterior. Y ha mantenido oculto este hecho, realmente decisivo, durante caso treinta años. En esa línea habría que destilar las posibles consecuencias históricas que se deducen de este libro, no solamente para la explicación del pasado, sino quizá también para la prospección del futuro».

El 29 de mayo de 1955, en su discurso de despedida como director general de la Guaria Civil, por pase al grupo de Destinos de Arma o Cuerpo, el general Camilo Alonso Vega, al hacer el balance de su largo mandato de once años y diez meses definió el bandolerismo comunista como un problema nacional de gran trascendencia que «perturbaba las comunicaciones, desmoralizaba a las gentes, destrozab nuestra economía, quebrantaba nuestra autoridad y nos desacredita en el exterior.

Nada más cierto. Por otra parte, la ayuda económica y moral de países a cuyos gobiernos de turno no les fuimos gratos – en particular el de Francia – contribuyó en gran medida a su existencia. El bandolerismo – en sentido lato – lacra social que surge paralela con la historia de los pueblos, ofreció en las tierras y ciudades de nuestra patria, de 1939 a 1952, características muy distintas a las de otros tiempos. Los últimos bandoleros, producto subversivo del estalinismo, carecieron por entero de los actos de gallardía que mostraron algunos personajes de antaño. Las hazañas realizadas por estos forajidos están muy lejos de las atribuidas por la historia, la literatura y el romance de mal gusto, a las de aquellos otros tan conocidos como populares. Sus crímenes estuieron, las más de las veces, impulsados por un odio contumaz en sus mandos, como derivación de sus actuaciones vituperables durante la guerra civil.

El temor a rendir cuentas de su conciencia, sobre la que pesaban en ocasiones vandalismos y delitos de sangre realiados en la que fue zona gubernamental, les impulsó a estar en constante huida. Poco más tarde el comunismo, con el marchamo externo de su lucha para que ‘derroquemos a Franco y Falange’ según Vicente Uribe nos explica en ‘Toos unidos por la reconquista de la República’, supo darse – dirigido siempre desde el exterior – buena maña y mucha prisa, para sacar partido de la situación histórico-política y encuadrar con mandos ejercitados e instruidos a los elementos huidos y descontrolados, cuya única meta era la de subsistir lejos de la civilización, en lo más agreste de determinadas regiones. Intentaron así dar un giro y colorido distinto a la lucha represiva.

Para que el lector no nos conceptúe equivocadamente, recordemos una de aquellas hazañas, con las que decían luchar por la liberación del oprimido pueblo español y sus más nobles derechos. En definitiva, tal vez pudiera ser ésta una de las formas que «el camarada Vicente Uribe, fija con absoluta claridad en cuanto a la posición política del PCE, y señala el camino a seguir para acabar con el franquismo’. A pesar de tratarse de un crimen vulgar y repulsivo, ellos lo titularon eufemísticamente con el apelativo de ‘eliminación física’.

Veamos: A las diez y media de la noche del 29 de septiembre de 1944, mientras la fuerza del destacamento de la Guardia Civil, se hallaba preparando la cena en la aldea de Gúdar (Teruel) pequeña localidad de menos de mil habitantes, una fuerte explosión derribo parte del edificio donde los guardias se albergaban. Una partida de bandoleros, armados con fusil, metralleta y granadas de mano, había atacado por sorpresa a la fuerza pública. Repelida la agresión la partida, compuesta por quince forajidos, antes de abandonar la aldea, hizo entre la población unos prisioneros. Estos fueron dos matrimonios y tres hijos de ambos, de siete, nueve y doce años de edad, más de una anciana de sesenta y cuatro. A todos los condujeron a las eras, los asesinaron y luego, con piedras, patadas y pisotones, les machacaron los cráneos, derrochando más ensañamiento precisamente con las mujeres y los niños. Casos como el reseñado, de tan execrable intencionalidad, podríamos recordar muchos más, aunque cierto libelo titulado pomposamente ‘Búsqueda, reconstrucción e historia de la guerrilla española del siglo XX, a gravés de sus documentos, relatos y protagonistas’, destaque su autor un ‘conmovedor testimonio’ acaso de alguno de esos personajes a deducir por los nombres alusivos que da a su relato.

‘En las apresuradas cuartillas – se lee en el libelo – escritas por ‘el abuelo’ – un hombre de más de setenta años, que hoy vive sus recuerdos en Praga, había nas palabras que no puedo por menos de transcribir en esos momentos:

«Quiero ofrecerles a los que ayer eran niños un saludo, un fraternal saludo de los camaradas caídos. Porque el que suscribe estas líneas ha pasao cerca de nueve años uera de la ley. Y que tantos padres y abuelos se han excusado con los niños, de no tener coniana en vosoros, que por la presencia de los del monte en vuestras casas podrían ser descubiertos y caerá la mano represiva de los verdugos en España. Ni un sólo caso, ni un solo padre puede decir que sus hijos an hablado, nada se descubrió por los niños… Así pues, hombres de hoy, niños…. Así pues, hombres de hoy, niños de ayer, que vuestros padres y familiares se portaron como buenos antifascistas en la ayuda hacia aquellos hombres que uvieron el valor de hacer frente a los enemigos de España  y que en no pocas ocasiones tuvieron que luchar uno contra cien o más, no nos olvidamos, seguid los ejemplos que os daban, luchad para que la tierra sea de quien la trabaja. Recordar niños que erais teniendo que guardar ganado de amos mientras no podíais ir a la escuela. Cuántos niños y jóvenes se encontraron los hombres del monte y disteis una buena información. Que recuerde aquel niño de seis años, hoy hombre, cuando un día lloviendo nos encontramos: él guardaba su ganado. No tuvo miedo en decir: Mi madre no puede mantenerse, tan apenas le den un jornal. Está enferma. A lo mejor morirá. Venía este niño a la familia de Vicente Mosqueruela, en término de ortanete. ¡Y cuántos como éste Niños de tan tierna edad, hasta mozos hechos y derechos, podríamos escribir páginas enteras de su abnegación y cautela. Gracias os dan los hombres de aquella epoca que estuvieron luchando…».

Tal vez el autor ignore que entre Fortanete y Mosqueruela y Gúdar no hay grandes distancias. Son localidades de la misma provincia, junto al Maestrazgo, en la Sierra del Royo, por más señas. El masivo asesinato del que hemos dado referencia, fue un ejemplo de ‘justicia guerrillera’, a causa de una represalia por haber sido delatados, aunque ‘el abuelo’ nos dé un testimonio tan enternecedor. SIn duda alguna los niños de Güdar hubiesen preferido hacer novillos y guardar ganado antes de acabar su corta vida de aquella forma.

Aunque desde el comienzo del problema la gran mayoría estaba persuadida de su triste final, de que habían sido engañados por la encendida propaganda elaborada por el Partido, o de que luchaban por una causa perdida, los portavoces de las organizaciones comunistas, bien desde Francia, obedeciendo a Moscú, bien desde el interior del país, amparados en la clandestinidad, son exhortaciones una y otra vez a la lucha. Es entonces, cuando el que ha huido aunque sabe o presiente desde lo hondo de su pensamiento que más pronto o más tarde acabará a las soflamas subversivas como única tabla de salvación.

El bandolerismo de posguerra tuvo, pues, en su evolución una embrionaria fase, donde sus fechorías se limitaron a proporcionasen en caserios, masías, torres, cortijos, dehesas y casas aisladas, con violencia o sin ella, los medios imprescindibles para subsistir. Pero después, surgió una segunda fase, más consolidadas, iniciada en 1945, hacia el verano y meses después de la mal llamada ‘gran invasión del maquis’, y aquellos elementos, dispersos y desorganizados, fueron presa fácil para el proselitismo comunista. En definitiva empleando una expresión muy de moda actualmente, hicieron de tontos útiles y fueron la masa humana predestinada para la explotación de las consignas del estalinismo.

El resultado de este esfuerzo, casi ignorado, y que no dudamos en llamar, aunque sea prematuro ante un comceptuación histórica del problema, como la época gloriosa de la GUardia Civil, fue la supresión de más de cinco mil bandoleros, tras unas dos mil refriegas, muchas de ellas, verdaderos combates encarnizados, que durante una docena de años, tuvieron a los pueblos y paisajes de España bajo la solapada amenaza del inesperado y súbito ‘acto de presencia’.

Con tan dilatada experiencia, la Guardia Civil, con sus seiscientos veintisiete bajas, no sólo corroboró y aumentó su antiguo prestigio de otros tiempos románticos, evocados una y mil veces, sino que vigorizó su existencia, aumentó la magnitud de su buen nombre, tan arraigado en la conciencia de los buenos españoles y consolidó y robusteció el reconocimiento que las gentes honradas ven plasmado en la silueta inconfundible de cualquier pareja de servicio, recortada allá en la lejanía imprecisa del horioznte.

EL ALCÁZAR