12 octubre 2001

La boda nunca llegará a celebrarse, la ruptura oficial de la pareja se producirá en dos meses

Pifia: la revista LECTURAS anuncia el compromiso matrimonial entre el Príncipe Felipe y la modelo noruega Eva Sannum

Hechos

El 12.10.2001 la revista LECTURAS tituló en portada ‘El Triunfo del Amor. Felipe Se casa con Eva. Este mes, anuncio oficial del compromiso. La boda entre el Príncipe (33 años) y la joven noruega (26) se celebrará en la primavera de 2002.

Lecturas

Portada Lecturas 2 La periodista Sra. Chelo García Cortés fue la que firmaba la ‘exclusiva’ en LECTURAS de una boda que nunca se produciría.

12 Octubre 2001

El Triunfo del Amor

Chelo García-Cortés

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La periodista Sra. García Cortés fue la que firmaba la 'exclusiva' en LECTURAS.

Don Felipe de Borbón se casa. Y lo hace por amor. Eva Sannum, noruega, de 26 años, ex modelo y estudiante de Publicidad, va a convertirse en la esposa del Príncipe de Asturias.

LECTURAS ha podido saber que el enlace más esperado del siglo se celebrará en la primavera de 2002 y que, tras la entrega de los Premios Príncipe de Asturias (que tendrá lugar el 26 de octubre), si no antes, la Casa Real anunciará oficialmente el compromiso entre don Felipe de Borbón y Eva Sannum.

Una decisión muy meditada

A los 33 años y siendo un hombre enamorado y tenaz, pero también consciente de la importante labor que el futuro le depara, el heredero de la Corona ha meditado mucho esta decisión. Don Felipe nunca ha sido una persona irreflexiva. Al contrario, es perfectamente consciente de que todas las miradas están puestas en él y ha valorado en profundidad las consecuencias que pudiera tener su boda con la joven noruega.

También los Reyes han tenido que reflexionar acerca del a decisión de su hijo, pues tratándose del heredero y de la elección de la futura Reina, don Juan Carlos quería que su hijo estuviese absolutamente seguro y convencido del paso que iba a dar

La Boda del Siglo se Celebrará en Madrid.

Finalmente, don Felipe, tras conseguir con mucho esfuerzo el permiso de sus padres, ha logrado que sus sentimientos prevalezcan. Sin duda, está convencido de que Eva es la compañera ideal para recorrer el camino que tiene marcado.

Convertirla en su esposa demuestra que su amor ha triunfado después de cuatro años en los que – incluso ante voces que no veían con buenos ojos esta unión- su relación se ha ido consolidando con fuerza.

Desde que empezaron a circular los rumores de una posible boda se han barajado varios posibilidades respecto al lugar en el que se celebrará el enlace. Será en Madrid, seguro; lo que aún queda por determinar es la iglesia en la que la pareja sellará su amor. Se ha hablado de la catedral de La Almudena, aunque también se han mencionado otros templos como Los Jerónimos, la Iglesia de San Francisco el Grande, muy cerca del Palacio Real de Maddid, y el monasterio de El Escorial, que según parece es el favorito de la reina Sofía. (…)

Chelo García-Cortés

11 Septiembre 2001

Real plató

Fernando G. Delgado

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Aún no se sabe si Felipe de Borbón ha decidido casarse, tampoco si tiene novia. En las casas reales, los indicios o las evidencias no tienen que ver con la realidad hasta que los reyes no la asumen en un comunicado: existe lo que ellos nombran, al menos en sus asuntos. Y además, los expertos en sangre azul, los monárquicos eruditos, los especialistas en enaguas de princesa, los autores de manuales de cómo se hace una futura reina y qué primores deben adornarla, no han refrendado todavía la elección del príncipe de Asturias en el caso de que el vástago del Rey se haya decidido por una señorita noruega llamada Eva Sannum. Pero este estado de provisionalidad que tanto parece inquietar a muchos, incluso a algunos republicanos exigentes con que la monarquía no corra riesgo de republicanismo, no empece para que sean los mismos que no quieren esta boda por nada del mundo los que, al menos de boquilla, la estén preparando ya. Y todos ellos dan por supuesto que Madrid es el escenario elegido.

La verdad es que sin una exposición universal que nos deje en herencia un parque de atracciones, ni unas olimpiadas que nos transformen el Manzanares -excepcionales ocasiones para que Álvarez del Manzano aumente el número de obstáculos del peor gusto en la nueva iconografía hortera de la ciudad-, y con una capitalidad cultural de la que no hay memoria porque apenas fue, a Madrid le está haciendo falta ya una boda real, con lo que aumenta la responsabilidad del Príncipe no sólo con su institución, sino con la ciudad en la que está empadronado. Pero nadie descartaría que un príncipe moderno optara por contraer matrimonio en su propia casa, que en Madrid está, y más en el caso de este nuestro Príncipe, que muy pronto la tendrá nueva, reluciente y espaciosa, si no fuera que tal inclinación a lo privado no complacería, a buen seguro, a los que razonablemente no perdonan a la Monarquía que renuncie al boato espectacular de su propia liturgia.

Una boda real es, sobre todo, un programa de televisión. Y en lo que más coincide una monarquía con la sociedad moderna es en su sentido del espectáculo, en su puesta en escena. Es casi en lo único en lo que en lugar de tener que adaptarse a los tiempos han podido ver los reyes cómo son los tiempos los que los obligan a volver al pasado. Y la ventaja para Madrid ante esta ocasión de hacerse ver en el mundo de la globalizada sociedad del corazón es que su alcalde no tendrá que presentar candidatura para que se la rechacen como en el caso de los eventos deportivos que ambiciona acoger en Madrid. Una de las mejores promociones de la capital fue la Conferencia de Paz celebrada en el Palacio Real. Aquel Madrid de la fachada palaciega y los jardines de Sabatini, adonde Manzano no había llegado con su dudoso gusto, proyectó una imagen de Madrid por todo el mundo tan señorial y atractiva como incompleta.

Ahora bien: si el plató de la boda es el pastiche de la catedral de la Almudena, donde el mal gusto del arzobispo se enmarida con el del alcalde, no es seguro que Madrid corra la misma suerte. Y si es verdad, como dicen, que al Rey no le gusta este escenario, gana el Monarca con ello un prestigio de buen gusto que no le viene mal a una casa donde es la Reina la que lo tiene acreditado. Pero si optan por los Jerónimos, tan pequeña, mucho me temo que tengan que elegir entre los invitados y las cámaras de televisión. No así en San Francisco el Grande, de donde tendrían que sacar los andamios para meter la boda. Hacerla en el Retiro, con buen tiempo, y bajo reales carpas en cuyo diseño intervinieran Moneo, Calatrava o Mariscal, sin consejo alguno del alcalde, no sería una mala idea, pero tampoco lo es una boda real en el Pozo del Tío Raimundo, a menos que sus habitantes se ofendan razonablemente con la frivolidad y corran a los novios, a los invitados y a los cronistas a gorrazos.

Así que lo mismo decide el Príncipe casarse en Covadonga, que para eso está en su Principado de Asturias, ya que sigue recibiendo orientaciones de todo bicho viviente, obispos incluidos, sobre si casarse o no, con quién casarse, dónde, cómo y cuándo.