16 octubre 1977

La visita del presidente de México López Portillo a España del Rey Juan Carlos I pone fin a 40 años de ruptura diplomática entre ambos países

Hechos

El 16.10.1978 finalizó la visita oficial del Presidente de México al Reino de España.

16 Octubre 1977

México y España: lecciones de un viaje

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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Hoy CONCLUYE el viaje del presidente de México, señor López Portillo, a España. Durante su estancia, relativa mente prolongada para una gira de ese tipo, el alto mandatario mexicano, ha encontrado la cordial acogida de nuestro pueblo. En el nivel oficial y público, las atencio nes y deferencias de don Juan Carlos, las conversaciones con el presidente del Gobierno y algunos de sus miembros, las charlas con los principales dirigentes de las fuerzas políticas extragubernamen tales. y la ovación de los parlamentarios durante su comparecencia ante Jas Cortes con las pruebas del interés con que la clase política española contempla las relaciones con el más importante de los países americanos de habla castellana.El viaje del señor López Portillo ha tenido una importante significación histórica.

El brindis de don Juan Carlos durante la cena oficial del 8 de octubre cerraba el litigio que separaba a los dos Estados -la protección dada al exilio español por el general Lázaro Cárdenas, en 1939, y mantenida por sus sucesores- de una forma tan noble como justa. Los españoles, señaló el Rey, debemos «permanente agradecimiento» a los mexicanos por la «excepcional acogida» que dispensaron a los exiliados españoles que combatieron bajo la bandera de la República. También, la visita del presidente de México ha servido de ocasión para hacer más explícitas las grandes líneas de la política de la nueva España democrática hacia Iberoamérica, expuestas en el discurso pronunciado, igualmente por el Rey, el 12 de octubre, en Canarias: la renuncia a «la fase declarativa y lírica» que se encarnaba en el deteriorado concepto de Hispanidad: la sustitución de los vínculos jerárquicos asociadoscon la idea de «Madre Patria» por la propuesta de una relación de fraternidad; el llamamiento a la defensa del idioma común frente a las agresiones de que es objeto por los medios de comunicación bajo control norteamericano; el reconocimiento de que «nadie tiene el cetro del reino» constituido por el patrimonio lingüístico y de que «Hispanoamérica está produciendo un nuevo renacimiento literario del castellano»; la convocatoria a la creación de un gran organismo colectivo dedicado con exclusividad al foniento de la educación, la cultura y la ciencia dentro de nuestra área idiomática. El Convenio de Cooperación Económica entre México y España, del pasado mes de septiembre, puede servir de marco para el incremento de los intercambios comerciales entre ambos países, la creación de empresas mixtas y la realización de proyectos de cooperación económica y tecnológica. Seguramente los logros no serán espectaculares a corto plazo, tanto debido a la crisis económica por -la que atraviesan ambos países, como a la necesidad de poner de acuerdo a los sectores susceptibles de complementarse y acoplarse. Pero, al menos, el camino está iniciado. Esa crisis común que aqueja a la economía mexicana y a la economía española ha suscitado, sin duda, el interés del presidente de México por las medidas que el Gobierno del señor Suárez trata de aplicar. El señor López Portillo, que tiene fama de ser un administrador competente, ha recibido la economía de su país casi en estado de bancarrota. Las inevitables repercusionles de la recesión mundial se vieron reforzadas por la política del ex presidente Echeverría, que irritó con su demagogia a los sectores económicos más poderosos de México (el llamado «grupo de Monterrey»), peejudicó al turismo con su condena del sionismo (las agencias de viaje norteamericanas declararon el boicot a México) y aumentó el despilfarro y la corrupción en el manejo del gasto público. Los ensueños de Echevérría de enlazar con la tradición revolucionaria cardenista y mejorar la situación del campesinado quedaron en discursos retóricos y proyectos irrealizados; y terminaron con el procesamiento y encarcelamiento por cohecho, hace pocas semanas, de su ministro de la Reforma Agraria. Ahora, el señor López Portillo tiene que enfrentarse con una huelga de inversiones, una elevada fuga de capitales, un altísimo endeudamiento exterior, un crecimiento demográfico preocupante, elevados porcentajes de paro oficial y todavía más elevados de desempleo encubierto, una considerable tasa de inflación y nuevas amenazas para el peso. La prudencia en el gasto, el acuerdo con los grandes empresarios y el reforzamiento de la dependencia hacia Estados Unidos parecen ser la única alternativa que le ha dejado su ante cesor. Y la naturaleza, unas esperanzadoras perspectivas para salir del estancamiento y el deterioro: las grandes reservas de petróleo descubiertas en los últimos años.

También la experiencia española del tránsito de la autocracia a la democracia representativa y las elecciones libres puede resultarle interesante al máximo mandatario mexicano. Su antecesor le ha dejado en lo político un legado igualmente difícil. El frenesí viajero y tercermundista,del anterior presidente, la ruptura con el Chile de Pinochet o la moción condenatoria contra el régimen de Franco en las Naciones Unidas, con ocasión de los fusilamientos de 1975, se compaginaban mal con las prácticas de gobierno del señor Echeverría dentro de sus fronteras. Tal vez sus responsabilidades como ministro de la Gobernación en la matanza de Tlatelolco, en 1968, pueden ser endosadas al entonces presidente y luego primer embajador en España, señor Díaz-Ordaz; pero la matanza del jueves de Corpus, la represión contra los disidentes, o la operación de acabar con la independencia del diario Excelsior, se apuntan directamente en su cuenta. El señor López Portillo asumió la presidencia cuando la caldera de las tensiones políticas y los conflictos sociales estaba a punto de reventar. Su oportuno y sensato proyecto de legalizar plenamente a los partidos de la izquierda mexicana en un próximo futuro constituye, en esa perspectiva, una inteligente forma de instalar una válvula de escape en ese sistema político explosivo y de permitir al PRI reanudar su papel de mediador entre las expectativas populares y las exigencias de los grandes intereses. Si sus proyectos de reforma política son llevados hasta las últimas consecuencias, la próxima visita del Rey o del presidente del Gobierno español será la ocasión para que saluden a Heberto Castillo, dirigente del Partido Mexicano de los Trabajadores, o al señor Martínez Verdugo, secretario general del Partido Comunista de México, situados hoy en esas mismas medias luces de permisividad e ilegalidad en la que estaban socialistas y comunistas durante más de un año después del fallecimiento de Franco. El beso lanzado en las Cortes a Pasionaria por el señor López Portillo debe poder ser también un gesto lícito en el México que él preside.