14 julio 1982

Guerra total en el Consejo Político: Martín Villa (azul) pidió la desautorización a Suárez y Viana (suarista) desautorizó a Calvo-Sotelo y Lavilla

Calvo Sotelo cede la Presidencia de UCD a Landelino Lavilla en lo que supone una importante derrota para el sector ‘suarista’

Hechos

El 13.07.1982 el Consejo Político de UCD nombró a D. Landelino Lavilla nuevo presidente de la Unión de Centro Demócratico (UCD) reemplazando a D. Leopoldo Calvo Sotelo.

Lecturas

En el Consejo Político de la Unión de Centro Democrático (UCD) del 13 de julio de 1982 el presidente del Gobierno D. Leopoldo Calvo-Sotelo Bustelo renuncio a la presidencia del partido. En su lugar la UCD propuso a D. Landelino Lavilla Alsina con el objetivo de revitalizar al partido. El resultado de la votación es el siguiente.

  • A favor – 144 votos.
  • En contra – 0 votos.
  • Abstenciones – 65 votos.

Con este resultado D. Landelino Lavilla Alsina es el nuevo presidente de UCD y será el candidato de UCD a la presidencia del Gobierno previstas para el 28 de octubre de 1982. De momento D. Íñigo Cavero Lataillade seguirá siendo el secretario general de la UCD.

El momento más tenso de la sesión fue cuando el líder del ‘sector azul’ D. Rodolfo Martín Villa (vicepresidente del Gobierno), retó a Duque de Suárez (que no asistió al consejo político) a que definiera su posición y aclarara si el ‘sector suarista’ sigue o no leal al partido. Esto ocasionó un enfrentamiento entre el Sr. Martín Villa y el portavoz del sector suarista D. Jesús María Viana.

EL COMITÉ POLÍTICO MÁS TENSO DE LA HISTORIA DE UCD

El equilibrio en el Comité Político de UCD era tenso si se tenía en cuenta que el sector suarista (en más distante al Gobierno Calvo-Sotelo) era el mayoritario. El sector socialdemócrata mantiene aún a miembros a pesar de la marcha del Sr. Fernández Ordoñez. El reparto es el siguiente:

  • -Sector ‘oficialista’: Leopoldo Calvo Sotelo, Pío Cabanillas y José Pedro Pérez Llorca.
  • -Sector ‘suarista’: Adolfo Suárez, Fernando Abril, Jerónimo Albertí, Rafael Arias Salgado, Antón Canellas, Rafael Calvo Ortega, Blas Camacho, Justo de las Cuevas, Juan Manuel Reol Tejada, Luis Miguel Ramos, Lorenzo Olarte, Agustín Rodríguez Sahagún, Manuel de Sárraga y Jesús María Viana.
  • -Sector ‘democristiano’: Iñigo Cavero, Landelino Lavilla, Jaime Mayor Oreja y Javier Rupérez
  • -Sector ‘azul’:  Gabriel Cisneros, Rodolfo Martín Villa, Juan Martínez Meseguer, Manuel Nuñez, Felix Manuel Pérez Millares, Juan José Rosón y Jesús Sancho Rof.
  • -Sector ‘liberal’: Vicente Alvárez, Soledad Becerril, Luis Miguel Enciso, Antonio Jiménez Blanco y Joaquín Satrústegui
  • -Sector ‘socialdemócrata’:  Juan Antonio García Diez y Luis Gamir
  • -No adscritos: D. Jaime Lamo de Espinosa (próximo a Suárez), D. Emilio Attard, D. Jaime García Añoveros y D. Cecilio Valverde.

  • LOS LÍDERES DEL SECTOR SUARISTAS NO ACUDIERON AL COMITÉ

suaristas Ninguna de las cabezas visibles del ‘sector suarista’ de la UCD (el Duque de Suárez y D. Agustín Rodríguez Sahagún,  a pesar de que eran los dos ex presidentes del partido) asistieron al Comité Político de UCD que designó al Sr. Lavilla nuevo presidente del partido. Especialmente sangrante la ausencia del Duque de Suárez si se entiende que el propio presidente del Gobierno le pidió expresamente que asistiera. Si su distanciamiento con el presidente del Gobierno Sr. Calvo Sotelo era cada vez más claro, su enemistad con el Sr. Lavilla, uno de los líderes en su día del sector crítico hacia Suárez como presidente de UCD es indiscutible.

DEMOLEDOR ATAQUE DE MARTÍN VILLA CONTRA SUÁREZ

MartinVilla_2Suarez_UCD2 El momento más tenso del Comité Político lo provocó el líder del sector ‘azul’, el Vicepresidente del Gobierno D. Rodolfo Martín Villa, que realizó un alegato contra el Duque de Suárez por criticar al partido pero no presentarse al Comité Político al que, aún, pertenece oficialmente: «que el Sr. Suárez venga cuanto antes y nos explique cuál es su postura, lo debemos saber aquí y no por los periódicos» para el Sr. Martín Villa no se podía conceder más crédito a un político que se esconde y que desprecia al partido del que es fundador. El Sr. Martín Villa intentó forzar una votación que desautorizara al Sr. Suárez y que fue vetada por el Secretario General del Sr. Cavero que pretendía evitar en vano la, al parecer, inevitable deserción de los suaristas.

RÉPLICA DE VIANA EN NOMBRE DE LOS SUARISTAS

viana En ausencia del Duque de Suárez y el Sr. Sahagún, fue D. Jesús María Viana quien habló en nombre de los ‘suaristas’ para arremeter contra todos. Acusó a D. Landelino Lavilla de no estar legitimado para ocupar la presidencia por ser ‘el perdedor del 2º Congreso de UCD de Palma de Mallorca’ y de D. Leopoldo Calvo-Sotelo dijo que había llegado a la presidencia de UCD de una manera legal ‘pero no legítima’.

LA PREGUNTA DE PEDRO RODRÍGUEZ A LAVILLA EN TVE

zap_8LavillaRodriguez Un mes antes de su designación D. Landelino Lavilla fue entrevistado en TVE en el programa ‘Cuatro a Uno’ en el que el periodista del Grupo Zeta, D. Pedro Rodríguez (que evolucionó del franquismo al centrismo), le preguntó si pretendía sustituir a D. Leopoldo Calvo Sotelo como presidente del Gobierno y de la UCD, el Sr. Lavilla respondió entonces que un nuevo cambio en la presidencia del Gobierno sólo debía producirse después de unas nuevas elecciones generales.

LA UCD SEGÚN MINGOTE

mingote_familiasUCD Una viñeta del Sr. Mingote en el diario ABC fue considerada quien mejor resumía la situación de la Unión de Centro Democrático.

CONCLUSIONES DEL CONSEJO POLÍTICO:

D. Landelino Lavilla fue elegido nuevo Presidente de la UCD con con 144 votos a favor y 75 abstenciones. Las abstenciones correspondían principalmente al ‘sector suarista’, partidario de que la UCD se ‘izquierdice’ y llegue a pactos con el PSOE, que no consideraba el perfil ‘demócratacristiano’ del Sr. Lavilla el más indicado para la presidencia. El Sr. Lavilla exigió al Consejo ‘plenos poderes’ para aceptar la presidencia de la formación centrista y ser su candidato a la presidencia en las próximas elecciones generales.

– Abandono definitivo de los ‘Suaristas’ del partido

La derrota de los ‘Suaristas’ según todos los analistas, supondrá la salida de esta corriente de la UCD, incluida la de su propio líder, D. Adolfo Suárez, y con él sus principales colaboradores, D. Agustín Rodríguez Sahagún, D. Rafael Calvo Ortega y D. Jesús Viana.

– El Vicepresidente D. Juan Antonio García Díez también se marcha

Otro que también ha anunciado su inminente marcha de la UCD tras la elección de D. Landelino Lavilla como Presidente de la formación es el Vicepresidente del Gobierno, Sr. García Díez, alineado con el sector socialdemócrata.

14 Julio 1982

La paloma y el halcón

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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El Consejo Político de UCD terminó a trancas y barrancas su sesión de terapia de grupo, que ni siquiera ha ofrecido la novedad de aflorar conflictos políticos o enfrentamientos ideológicos originales. La freudiana sensación del dejà vu prestó aspectos tan irreales como aburridos a ese ritual en el que las tendencias, corrientes, fracciones o corrillos se atacaban entre sí con el propósito básico de mejorar sus posiciones relativas respecto al centro del poder.No es frecuente: que un partido en el Gobierno practique la autofagia hasta destruirse ni tampoco resulta habitual que el líder que lo condujo por dos veces a la victoria ante las urnas, derrotó una moción de censura parlamentaria de la oposición y ganó una moción de confianza en el Congreso sea defenestrado por sus seguidores, incapaces luego, de añadidura, de ponerse de acuerdo sobre la persona de su sucesor. En este registro de sucesos insólitos también tiene cabida que los derrotados en el congreso de Palma inviertan los resultados de sus votaciones utilizando como punto de apoyo para ese apalancamiento la Presidencia del Gobierno, sustituyan en noviembre de 1981 al presidente y al secretario general democráticamente electos diez meses antes y ni siquiera se planteen la posibilidad de convocar un congreso extraordinario al que se le asigne la tarea de normalizar formalmente los cambios. Pero esta lista de curiosidades queda ahora enriquecida por la petición de poderes extraordinarios, que suponen la declaración del estado de excepción en UCD, exigidos por el nuevo presidente del partido, portavoz, hace menos de año y medio, de la corriente entonces minoritaria que pedía democracia interna, dirección colegiada, elaboración colectiva de las decisiones, estatuto de tolerancia para las tendencias, protección de las minorías y participación de las bases en la discusión de líneas y programas.

Landelino Lavilla ha desempeñado con buen criterio y neutralidad sus funciones como presidente del Congreso. Las razones de la mutación de una paloma de la democracia interna en un halcón de los poderes extraordinarios no son fáciles de adivinar, sobre todo cuando se recuerda que el propio Lavilla secundó a Leopoldo Calvo Sotelo para negarle a Adolfo Suárez el regreso a la presidencia de UCD con atribuciones sin duda grandes, pero no parece que tanto como él mismo solicita. El presidente tendrá el derecho a nombrar personalmente, y sin consulta a ningún órgano colegiado, al secretario general, a los miembros del secretariado y a nuevos componentes del Ejecutivo. También quiere reservarse la potestad de presentar a los miembros del comité electoral, del que depende la formalización de las listas de candidatos al Congreso y al Senado. Posee plenas facultades para dirimir los conflictos internos provinciales, que incluyen la posibilidad de disolver comités y de nombrar gestoras. Estos poderes extraordinarios durarán dos meses. Nada se dice acerca de la forma en que este estado de sitio desembocará en una etapa de normalidad, pero queda en claro que Leopoldo Calvo Sotelo sería automáticamente el sucesor de su sucesor si a éste le fallara el pulso o le flaqueara la moral.

Landelino Lavilla se declara a favor del pluralismo interno, pero contrario a las tendencias organizadas, al reparto de cotas de poder y a los pactos internos. Sobre la doble militancia, la postura del presidente es también doble: se puede aceptar conceptualmente, pero tal vez haya que rechazarla prácticamente. Desea una clarificación programática, pero por ahora la oscuridad se cierne sobre el programa de UCD. El misterio también rodea a los vehículos de comunicación entre el presidente de UCD y el presidente del Gobierno, sin que pueda adivinarse a quién corresponde la última palabra en cuestiones tan decisivas como la renovación ministerial. Las coaliciones electorales no quedan excluidas ni tampoco los acuerdos poselectorales, pero el conocimiento de las siglas eventualmente merecedoras de esas alianzas pertenece al secreto del sumario.

Hay demasiada ambigüedad, imprecisión y vaguedad en la presentación de todo esto para ser optimistas sobre el futuro del partido del Gobierno. Hay dudas también sobre la propia personalidad de su nuevo presidente. Lavilla, dicho sea en su honor, es la cosa menos parecida a un líder carismático que imaginar quepa. La reciente y estrepitosa derrota de UCD en Jaén dejó en claro que su especialidad no son las campañas electorales ni los mítines populares. Es un hombre de leyes, un magnífico orador parlamentario, un escrupuloso administrador de reglamentos y un hombre de bien, pero sus connotaciones personales añaden rasgos inequívocos de confesionalismo religioso y una relación nada despreciable con los centros de poder de la gran Banca.

Un vistazo del panorama lleva de modo continuo, y desde hace días, a la misma conclusión. Las soluciones que se ofrecen a UCD no acaban de convencer a un electorado cansado de tanta conspiración de pasillos, tanto caciquismo y tanto pequeño y egoísta interés puesto en juego a la hora de recomponer el partido. Los análisis que en él se hacen son realizados frecuentemente desde la necesidad del mantenimiento en el poder de determinadas personas, no desde una oferta racional y política de una derecha democrática. La sola suposición de que se pretende realizar un recambio ministerial a pocos meses hasta de las elecciones es abochornante. Pues resulta evidente que de lo que se trata no es tanto de gobernar mejor -¿que puede hacer un ministro nuevo en unas pocas semanas?-, sino de utilizar los cargos públicos como sistema momentáneo de apaciguamiento interno en el partido y como eficaz palanca de poder en la campaña electoral. Por esa razón, y aun rechazando las concepciones conspirativas de la historia, resulta dificil no contemplar la hipótesis de que la extraña designación de Landelino Lavilla como administrador del estado de sitio dentro de UCD no se proponga, en última instancia, más que proseguir la voladura controlada del centrismo. A fin de que los escombros de su edificio sean obligados por la fuerza de los hechos a integrarse en esa alianza de la gran derecha que Calvo Sotelo, a sabiendas o involuntariamente, ha estado favoreciendo desde que bajo la tutela de Suárez, y con la oposición de Lavilla, accedió a la presidencia el Gobierno.

25 Octubre 1982

El centro, la realidad necesaria

Landelino Lavilla

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Aprovechar el desgaste político de los cinco años de gobierno de Unión de Centro Democrático es un recurso legítimo en la vida parlamentaria para intentar la alternativa, dice en este artículo el presidente de dicho partido y actual candidato al Congreso por Madrid. Pero «acosar implacablemente a un partido al que se ha contribuido a dividir, no siempre limpiamente, es menos legítirno». Para Landelino Lavilla, la presente realidad ha evolucionado bastante más en dirección hacia el centro que hacia los viejos dilemas de enfrentamientos violentos entre la izquierda y la derecha.

El equilibrio, toda posición equilibrada, es siempre difícil de definir y más aún de mantener. Porque equilibrio implica la existencia de otras fuerzas que se oponen a él, y su propia esencia consiste en mantener una eficaz equidistancia o un punto de neutralización que las compensa.En las ciencias físicas o en los estudios de dinámica resultaría sencillo encontrar una expresión matemática que definiera un determinado equilibrio a partir de unas magnitudes opuestas y numéricamente conocidas. El equilibrio, o el centro, aceptando una metáfora, tendría así una concreta y bien precisa definición.

Pero en la vida de las sociedades, en la relación política entre los hombres, los fenómenos no se producen con esa precisión y las definiciones no pueden tener una expresión matemática cuantificada y rigurosa. La vida misma es difícil aprisionarla en una cuadrícula geométrica.

Y, sin embargo, los símiles son válidos o, al menos, ayudan a corporeizar situaciones, ambientes y decantaciones sociales que de otro modo podrían resultar excesivamente abstractos. Todos sabemos, evidentemente, que hablar de derechas o izquierdas, en términos políticos, es un modo figurativo de expresión de origen casual e histórico que pretende representar plásticamente unas ideas y tendencias que de otro modo deberían explicarse con mucha mayor precisión y rigor.

El centro no es por ello más que otra expresión convencional que intenta plasmar visualmente la existencia de un modo de ser y estar distinto y diferente de los otros dos polos de atracción.

Lo curioso y peculiar de nuestro caso es que la realidad social encasillada histórica y convencionalmente en derecha e izquierda ha evolucionado más rápidamente que los conceptos, y en el momento actual coincide mayoritariamente más con una temática centrista que con los viejos dilemas de una oposición violenta derecha-izquierda.

Campaña ambigua

De ahí se deriva toda la ambigüedad de la campaña electoral de 1982. La izquierda y la derecha, cada una a su modo, intentan aparecer como centro, peinan sus posiciones doctrinales de origen y ofrecen opciones que en su formulación pueden conducir a confusión o pueden capitalizar votos que en la realidad les son ajenos.

Digamos con toda honestidad, pero con veracidad, que ese mismo resultado es ya un gran triunfo y servicio del centro, porque sin su existencia y sin el éxito que significa haber transformado un sistema político autoritario en otro democrático y haber mantenido el país en paz social y civil durante los años más diriciles de su historia reciente, aquí, posiblemente hoy no estaríamos en las vísperas de unas elecciones generales democráticas.

Ahora bien, la aproximación al centro y la mimetización de sus postulados y modos no significan ni la asunción de sus presupuestos ni la aceptación de sus criterios ni, mucho menos, un cambio de convicción profundo que autorice a pensar o creer que como todo es ya centro, lo único que no es preciso es el centro mismo.

Porque lo que no es posible, ni correcto, ni ético, es pretender ser moderado y centrista, cuando uno se define como partido obrero y clasista. Y no porque un obrero no pueda ser centrista, sino porque la propia definición de pertenencia a una sola clase conlleva al enfrentamiento con las otras, a las que se define en la literatura marxista como explotadoras, y, en la terminología azucarada de la campaña electoral, como insolidarias y perseguibles por la vía fiscal. Un partido con historia, y el PSOE la tiene, cuenta con la ventaja de su implantación antigua yde su imagen luchadora, pero debe asumir, si no quiere traicionar a sus bases, esa misma historia, el contenido doctrinal de sus congresos, los supuestos filosóficos materialistas en los que descansa. Decir que en España existen injusticias, desigualdades o determinados grados de corrupción, lo decimos todos, y todos, sincera y honestamente, queremos corregirlo. El problema es cómo y a qué precio social o de libertad, y de ahí las diferencias posiblemente son profundas. Lo que ocurre es que UCD, el centro, las precisa, mientras que el PSOE se queda en la visión idílica de unas ventanas por las que el viento se puede llevar las promesas.

Soluciones dogmáticas y primitivas en la dierecha

Igual ocurre con la derecha. Sus formulaciones pueden en ocasiones ser similares a las nuestras, no siempre ni generalmente, pero su espíritu, la esencia de su modo de ser, de sus soluciones, son inevitablemente anticuadas, primitivas en cierto modo; prefiguran una dureza de actuación, un dogmatismo carismático que no dejan una esperanza a la evolución inteligente y a la necesaria modernización. Por poner un ejemplo, la idea de restaurar la pena de muerte, aunque sólo fuere contra un delito muy grave, repugna a la sensibilidad cuando no a la razón de un auténtico centrista.

Yo no puedo saber a estas horas cuál será el resultado electoral del día 28; las encuestas sólo son índices interesados muchas veces. Lo que sí creo con profunda convicción es que la izquierda comete un error histórico si presume la desaparición política del centro, como creo también que es un mal servicio al futuro de la convivencia pacífica que la derecha quiera obtener la victoria pirrica de un triunfo proporcional que no la conducirá al Gobierno y que propiciará un inútil enfrentamiento directo con la izquierda.

Aprovechar el desgaste político de cinco difíciles años de Gobierno es un recurso legítimo en la vida parlamentaria para intentar la alternativa. Acosar implacablemente a un partido al que se ha contribuido a dividir no siempre limpiamente es menos legítimo. Enmascarar las propias posiciones o proyectos es un ejercicio que puede resultar peligroso cuando las propias bases exijan la realidad de sus convicciones o el resto del país despierte del hábil sueño provocado.

UCD seguirá estando en el centro, porque tiene la segura conviccíón de que la mayoría de españoles que la creó sigue creyendo en la necesidad de la existencia de un centro de equilibrio equidistante.

Landelino Lavilla es presidente de UCD.

14 Julio 1982

Llamada de alerta

ABC (Director: Guillermo Luca de Tena)

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A la hora de redactar esta llamada de alerta empieza a vislumbrarse el desenlace de la crisis de UCD, tras la elección de Landelino Lavilla como presidente. Las discusiones se prolongaron durante todo el día de ayer mientras el señor Lavilla ponía condiciones máximas para aceptar la presidencia del partido. La crisis interna de UCD es de tal entidad que no es posible cerrarla sin medidas extraordinarias. Tenía por ello el señor Lavilla razón plena en este punto: si se le confiaba la responsabilidad de presidir UCD, había que darle los medios para poner orden en la confusión que es el partido. Y son tales las maniobras, los enfrentamientos y las divisiones que se han producido que sólo con una cirugía de hierro se podría salvar lo que hoy queda del centrismo.

Hay que cerrar la crisis por lo tanto y hay que cerrarla como sea. Si no se puede cerrar bien, habrá que cerrarla mal. Pero un partido que gobierna, en un país europeo, no puede ofrecer el espectáculo subreal que se ha estado produciendo.

Esta primera razón, elemental y previa a todo debate teórico parece resbalar a todo un sector de dirigentes de UCD. Su actitud es irresponsable y no parece tener en cuenta la demanda nacional – imperiosísima – de unos mínimos de estabilidad política, ni la necesidad, también visible, de defender el sistema democrático, que todavía hoy no ha arraigado en España. La actitud de todo un sector de UCD constituye hoy, con el dólar a 114 pesetas y 5.000 expedientes de crisis, un desafío al sistema de equilibrios que es toda democracia.

En la noche de hoy la única posibilidad cierta de que UCD tenga una cabeza y un programa es el señor Lavilla. Desde la distancia sideral que separa a un periódico como ABC de las interioridades de los partidos, decimos que ésta no es una crisis partidaria, sino grave componente de la crisis nacional.

Crisis que hay que atajar, no ya con unas elecciones precipitadas, sino con unas verdaderas elecciones capaces de reordenar en su raíz los cinco asuntos cruciales que determinan precisamente la salida de esta crisis: relanzamiento de la productividad, claridad ante las posibles nacionalizaciones, claridad ante las ambíguas autonomías, garantía de las libertades y política de defensa. Sobre estas cuestiones decisivas hay en UCD corrientes diversas, lo cual está bien; pero hay, además, criterios públicos contrapuestos, momento en el que urge decir que eso no es un partido. Por eso pone el señor Lavilla el dedo en la llaga cuando se pregunta: “Ante todo hay que ver si todos estamos dispuestos a participar en un proyecto común”. Esta es la cuestión, la única verdadera cuestión de fondo. En todo partido que gobierne en Europa hay corrientes, tendencias y sectores. Pero de cara al exterior y en momentos preelectorales hay un frente monolítico y hay disciplina. Lo demás no es un partido capacitado para gobernar.

Queda el otro frente. Además de los propósitos, el señor Lavilla propone unas medidas concretas para salvar el Centro. Pide sobre todo libertad de acción en el frente electoral;  ideología y programas claros, y aquí estuvo la insalvable carencia del señor Suárez; y pide, en fin, que no se descarten las alianzas postelectorales. Son tres peticiones inequívocas, propias de un hombre con ideas claras.

Es preciso, repetimos, que ahora, bien o mal, firme o provisionalmente se cierre esta crisis insostenible. En España existe hoy una izquierda poderosa que ha cerrado filas, unitariamente en torno al Partido Socialista. Si obtiene libremente su victoria, su triunfo debe ser respetado. En España hay también una derecha en expansión: una derecha democrática, europea, constitucional y liberal. Pero en España, por la peculiaridad única del proceso abierto en 1975, existe un partido de centro, hoy sometido al gravísimo contraste. Si el centro como tal desaparece, crece el riesgo de aumentar la abstención. Sí el centro es la vía hacia el PSOE, será difícil que el sistema pueda digerir tan gigantesco equívoco. Si el centro define su posición ideológica, formará como una opción distinta, pero no opuesta, en el amplio torso electoral, que dispute la victoria al socialismo.

"Solicité que Adolfo Suárez compareciera al Consejo Político"

Rodolfo Martín Villa

1984

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Suárez, en unas declaraciones a INTERVIÚ, se quejaba no sólo del tinte exageradamente conservador que, según él, tenía la política de Calvo Sotelo, sino que advertía esos mismos síntomas en UCD.

En julio de 1982 se reunió el consejo político que eligió a Landelino Lavilla y no quise cometer el mismo pecado que en el congreso de Palma. Solicité, con la desconfianza de algunos y con la oposición de los más próximos que compareciera Adolfo Suárez al consejo político, del que era miembro, y explicara sus ideas sobre el partido. Esa ideas que le llevarían a fundar, pasados unos días, el Centro Democrático y Social. Esas ideas de las que el consejo político no tenía clara información, acaso porque no estaban competentemente formuladas o no se nos trasladaban con precisión por Calvo Sotelo y Landelino Lavilla.

Días antes había propuesto en el comité ejecutivo la reunión de la junta de fundadores, con el fundador Adolfo Suárez. La junta estaba ya desunida. Joaquín Garrigues muerto y Fernández Ordóñez en el PAD, camino del PSOE. El fundador no quería saber nada de sus fundaciones, cosa que no le pasaba por primera vez.

El treinta y uno de julio de 1982 cesábamos como miembro del GObierno Rafael Arias-Salgado, Jaime Lamo y yo, que nos incorporamos al secretariado de UCD que formó Landelino Lavilla.