20 febrero 1981

La oposición de la izquierda y la abstención de Alianza Popular clave en la derrota parlamentaria del candidato de UCD

Calvo Sotelo fracasa en su primer intento de investidura con lo que deberá esperar a una segunda votación el día 23 de febrero

Hechos

  • El 20.02.1981 la candidatura de D. Leopoldo Calvo Sotelo a la presidencia del Gobierno no logró mayoría suficiente en el Congreso para ser Presidente del Gobierno, por lo que la votación se repetiría el 23 de febrero.

Lecturas

El reglamento de la cámara indica que para ser elegido presidente del Gobierno en primera votación debe lograr un mínimo de 175 diputados que voten afirmativamente (la mayoría absoluta) y, de no contar con esta, deberá esperar a una segunda votación donde sólo se precisa mayoría simple (que haya más votos afirmativos que negativos).

VOTACIÓN EN PRIMERA VOTACIÓN:

  • Votos a favor – 169 diputados (UCD + UPN + 3 de CD)
  • Votos en contra –  158 diputados (PSOE + PCE + PSA + EE + ERC + UPC + Fueza Nueva)
  • Abstenciones – 17 abstenciones (CiU + 6 de CD + Tránstugas)
  • Ausencias – 6.

FELIPE GONZÁLEZ EXPLICA SU NO: «LA POLÍTICA DE CLAVO SOTELO SERÁ CONSERVADORA»

felipe_gonzalez_opositor_congreso D. Felipe González negó el apoyo de los diputados del PSOE a D. Leopoldo Calvo Sotelo y lo justificó en su convencimiento de que su política, en lo económico y lo exterior, fuera derechista. En especial por los planes del Sr. Calvo Sotelo de agilizar el ingreso de España en la OTAN.

SANTIAGO CARRILLO EXPLICA SU NO: «TEMO QUE CALVO SOTELO HAGA BUENO A SUÁREZ»

CongresoCarrillo D. Santiago Carrillo explicó que los diputados comunistas negaran su apoyo a D. Leopoldo Calvo Sotelo en el hecho que eran escépticos hacia que el Sr. Calvo Sotelo no fuera a caer en los errores del Duque de Suárez e incluso a empeorarlos.

DIVISIÓN EN COALICIÓN DEMOCRÁTICA: TRES A FAVOR Y SEIS EN CONTRA

Fraga_congreso El grupo de Coalición Democrática mostró una profunda división entre los tres partidos que la forman. De los nueve diputados de CD, seis pertenecen a Alianza Popular, la formación liderada por el Sr. Fraga, dos pertenecen a Acción Ciudadana Liberal, los Sres. José María de Areilza y Antonio de Senillosa, y el último restante es el líder del Partido Demócrata Progresista, D. Alfonso Osorio. Mientras que los Sres. Areilza, Senillosa y Osorio votaron a favor del Sr. Calvo Sotelo para garantizar la formación de un gobierno, los seis ‘fraguistas’ se negaron y se abstuvieron, una abstención que fue clave, para impedir la investidura del candidato de UCD.

 

22 Febrero 1981

La oposición tiene miedo a Calvo Sotelo

María Consuelo Reyna

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Existe la posibilidad de que, de aquí al 83, que es cuando está previsto que las elecciones se celebren, Calvo Sotelo haga que España levante cabeza y salga del desencanto en que está sumido. Los beneficios, lógicamente, los recogería la UCD y eso no le interesa a la oposición,

No deja de ser curioso que hace apenas unos días, muy pocos, la oposición considerara poco menos que catastróficas unas elecciones anticipadas y que ahora, de pronto, como quien no quiere la cosa, empiecen a hablar de que ‘el fin, al fin y al cabo, no es tan malo’, ‘tal vez sea conveniente anticipar las elecciones’ y cosas por el estilo.

Es decir, antes de la votación de investidura, la oposición pensaba que, cuanto más se deteriorara la imagen de UCD y de Suárez, más posibilidades tendría la izquierda de ganar las elecciones.

Había que conseguir como fuera – y UCD, todo hay que decirlo, contribuía a ello – que la Unión de Centro Democrático quedara hecha unos zorros y cuanto más se prolongara su mandato, mejor. Peor llegaría a las elecciones.

Pero apareció el imperturbable Calvo Sotelo, quien con una corrección exquisita, una ironía que el Parlamento español desconocía, sin demagogia de ninguna especia y exponiendo los problemas con firmeza y claridad, consiguió que la gente comenzara a pensar que este de la triste figura podía ser un buen presidente de Gobierno. Calvo Sotelo da seguridad y confianza a quien lo escucha y ésta es una cualidad temible en un político. Temible para sus adversarios políticos, claro.

Total, que la oposición ha decidido pensar lo mismo que el ciudadano de a pie: si este señor gobierna, igual que habla, los problemas del país puede arreglarse. No va a ser fácil tomarle el pelo, ni enredado con pactos extraños.

Es decir, existe la posibilidad de que, de aquí al 83, que es cuando está previsto que las elecciones se celebren, Calvo Sotelo (¡si gobierna como habla!, hay que insistir en ello) haga que este país nuestro, que llamamos España, levante cabeza, recupere la confianza en sus gobernantes y salga del desencanto en que está sumido. Los beneficios, lógicamente, los recogería la UCD y eso no le interesa a la oposición, que vería muy, muy disminuidas sus probabilidades de ganar las elecciones.

En definitiva, prefieren unas elecciones anticipadas, esas mismas elecciones que hace unos días consideraban catastróficas para España.

¿Es que ahora ya no les importa España y prefieren unas elecciones catastróficas para España a una catástrofe en las elecciones para ellos? Curiosa postura.

María Consuelo Reyna

22 Febrero 1981

Un seguro perdedor

Antonio Izquierdo

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Difícil jornada la del próximo lunes en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo: en el mejor de los casos la situación será mala, porque la anunciada victoria por mayoría simple de Calvo Sotelo será una victoria pírrica cercada de hipótesis y cesiones

Con todo lo que se ha dicho en torno a la primera fase de la investidura presidencial, no se ha dicho algo importante: las 17 abstenciones (seis de Coalición democrática, nueve de Minoría Catalana y dos de votos particulares) puede decidir la suerte del candidato a la presidencia. Pero también y sustancialmente pueden decidir la suerte del PSOE y de todo el ala izquierda del Congreso de los Diputados. Las seis ausencias (dos del PSOE, una del grupo andalucista y tres de Herri Batasuna) podrían, a su vez, inclinar la balanza a favor de esa misma izquierda. La penosa relidad de UCD es que su candidato depende de que se mantengan las diecisiete abstenciones y las seis ausencias. Las abstenciones son negociables, claro está. Y no resulta ocioso suponer que a estas alturas – antes de que suenen las 18:30 del próximo lunes – los muñidores centristas habrán entrado en funcionamiento para sacar a esos grupos de su pasividad decisoria y para que emitan sus sufragios en favor de D. Leopoldo Calvo Sotelo.

Pero ¿a cambio de qué? Si Coalición Democrática, tras su clara escisión (tres vocos afirmativos, seis abstenciones) se mantiene en su posición, el señor Calvo Sotelo no tiene otro camino que negociar, a tumba abierta, con la Minoría Catalana. ¿Qué puede negociar el candidato centrista con la Minoría Catalana? Sólo cuestiones que se escapan, política y moralmente hablando, a la capacidad de maniobra de todo Gobierno: cuestiones de Estado, de soberanía, de integridad… ¡Cara puede resultar la mínima victoria del centrismo! Cara e intolerable. Se dirá que de alguna forma hay que resolver la sesión del lunes, pero lo importante no es que se resuelva o no se resuelva la sesión del lunes. Es más importante que se prevea, a tiempo – lo que puede suceder tras esa sesión.

¿Disolución de las Cámaras y convocatoria de elecciones generales…? ¿Por qué? Existen otros indicios que pudieran presagiar el resultado positivo de otras operaciones, llevadas hasta ahora con la máxima cautela: formación de un Gobierno de ‘ancha base’ como solicitaban anoche las movilizaciones de esas bases – en automóvil, porque los tiempos siguen cambiando que es una barbaridad – para anunciar una concentración prevista para hoy y posteriormente desautorizada. Es notorio que para la Corona existe una prueba hasta cierto punto atractiva por lo que pudiera tener de riesgo: un Gobierno socialista que estabilizara o desestabilizara con carácter irreversible, la permannecia de la propia Institución. Eso dicen, al menos, los mejor informados. ¿No constituiría un primer paso ese Gobierno de ‘ancha base’? ¿Le pondrán reparos los socialdemócratas de Fernández Ordóñez, la figura más mimada por la oposición marxista? ¿Le haría reparos Manuel Fraga Iribarne, tras su demoledora actitud ante Calvo Sotelo y sus oportunas y recientes declaraciones dando por hecho que admitiría la colaboración del PSOE en un posible gabinete? ¿Le harían ascos los liberales asidos al centrismo como fórmula de supervivencia? ¿Se negarían a ello los grupos separatistas, formen o no en el ala izquierda de su ‘ente’ (¡hay que ver qué lenguaje se gastan!) si mantienen la certeza de que ese Gobierno facilitaría aún más sus pretensiones autonomistas?

Difícil jornada la del próximo lunes en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo: en el mejor de los casos la situación será mala, porque la anunciada victoria por mayoría simple de Calvo Sotelo será una victoria pírrica cercada de hipótesis y cesiones; y su derrota posible, conformaría el paso inmediato a un Gabinete de concentración, con discreta mayoría socialista – a nivel gubernamental – y un independiente frío, al estilo de López de Letona, de Cabeza de Ejecutivo… o un general con pedigree liberal o democrática de toda la vida o de parte de ella. En pocas palabras: el lunes habrá un perdedor inequívoco: el Estado Español; o si queréis, España. Pero el Estado vive presto al federalismo y de España casi nadie se acuerda ya, salvo Juan Pablo II, que tuvo la inoportuna humorada – ¡Dios se lo pague! – de evocar la epopeya civilizadora de nuestro pueblo en Asia: en Filipinas, donde no se rindieron los últimos solsados que defendían los flecos del Imperio: en Baler. ¡Quén recuerda ya aquellas fantásticas historias!

Antonio Izquierdo

21 Febrero 1981

Hasta el lunes

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera Cortázar)

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EL FRACASO de Leopoldo Calvo Sotelo para conseguir su investidura como presidente del Gobierno por mayoría absoluta en la primera vuelta no es una manifestación de incapacidad personal del candidato, sino un indicio del cambio de rumbo emprendido por Unión de Centro Democrático, a partir de la dimisión, todavía políticamente inexplicada, de Adolfo Suárez. Digamos a este respecto que la embarullada y encrespada tentativa de Agustín Rodríguez Sahagún de presentar como la quintaesencia de la vida democrática la renuncia del presidente en funciones confundió los aspectos formales del trámite de dimisión, apenas regulados, por la Constitución, con su significado político.Unión de Centro Democrático logró para su candidato la mayoría absoluta (183 votos) en la sesión de investidura de marzo de 1979 y esbozó, en el Pleno de la confianza de septiembre, un pacto implícito de legislatura con la Minoría Catalana, a fin de permitir que Adolfo Suárez alcanzara por segunda vez la mayoría absoluta, esta vez con 180 votos. No cabe olvidar que el Grupo Parlamentario Centrista no tiene por si mismo tal mayoría absoluta (actualmente sus 165 diputados ocupan el 47,14% de la Cámara baja), y que sus sufragios populares en marzo de 1979, potenciados parlamentariamente por una ley electoral que te resulta favorable, representaron el 34,33 % de los votos emitidos y el 23,35% del censo. Y tampoco parece ocioso recordar que, a lo largo de 1980, el espectacular revés de UCD en el referéndum andaluz, los resultados de las elecciones a los parlamentos vasco y catalán y el patético naufragio centrista en los comicios parciales para el Senado en Sevilla y Almería han mostrado una firme tendencia a la baja del respaldo popular al partido gubernamental.

Ante ese panorama, la voluntad de Leopoldo Calvo Sotelo de recibir un suspenso en la prueba de investidura por mayoría absoluta (169 votos a favor, 158 en contra y 17 abstenciones) y de resignarse a conseguir el nombramiento de presidente del Gobierno en segunda vuelta y por mayoría simple, aunque impecable desde un punto de vista jurídico -constitucional, ya que el artículo 99 así lo permite, podría parecer, en una perspectiva propiamente política, una decisión bastante arriesgada y algo arrogante. Si Adolfo Suárez buscó con denuedo la mayoría absoluta para su investidura cuando todavía estaban calientes los resultados de las urnas de marzo de 1979 y si en septiembre de 1980 el entonces presidente del Gobierno trató de ampliar sus apoyos parlamentarios, cabría considerar casi como un despropósito que tras los movimientos sísmicos que hicieron temblar a UCD desde el pasado verano, y que culminaron en la enigmática crisis del 29 de enero, el candidato centrista no tenga reparos en aceptar como normal su investidura minoritaria. Actitud esta tanto más sorprendente cuanto que Leopoldo Calvo Sotelo se ha jactado de su firme propósito de llegar incólume, aunque, sea a trancas y barrancas, a las elecciones previstas para marzo de 1983.

No se trata, empero, de una decisión personal del candidato, sino de una opción estratégica adoptada por su partido, que se ha inclinado por la fórmula del Gobierno monocolor con respaldo minoritario en el Congreso, todavía más minoritario si se traducen los escaños en sufragios populares, como consecuencia de un análisis de la situación política general. De un lado, la moción de censura presentada por el PSOE en mayo de 1980 puso de relieve las casi invencibles dificultades que la actual relación de fuerzas parlamentarias crea para que Felipe González llegue a formar Gobierno sin nuevas elecciones. Las esperanzas puestas por los socialistas en una eventual ruptura de UCD, única posibilidad de que se abriera paso una fórmula alternativa, se han mostrado hasta ahora vanas, y no parece probable que lleguen nunca a pasar del estadio de las ilusiones infundadas. Los críticos se consideran moralmente triunfadores del congreso de Palma, los suaristay martinvillistas se han enmadrado en el aparato del partido y los socialdemócratas no terminan de romper el cordón umbilical con el poder les trate éste bien, regular o mal. De otro lado, el generalizado temor de todos los partidos a unas elecciones anticipadas, al menos antes del próximo otoño, concede un considerable espacio de maniobra a UCD y se convierte en la clave de arco o del semirruinoso edificio del Gobierno monocolor y minoritario.

Por lo demás, también resulta posible aventurar otras hipótesis, más problemáticas pero plausibles, acerca de la estrategia centrista. Por ejemplo, la deriva hacia la derecha de UCD podría permitir a Leopoldo Calvo Sotelo contar con una mayoría de hecho en el Congreso, qué no sería otra que la forma incoada de esa gran derecha que propugnan destacados líderes, tanto de Alianza Popular, como del partido gubernamental. A este respecto, el silencio de Leopoldo Calvo Sotelo ante la intervención de Manuel Fraga puede tener una interpretación que no sea la de su condenatorio disgusto por el tono mitinero, demagógico y ligeramente energuménico del discurso del líder aliancista. Es lógico que a Manuel Fraga le moleste, e incluso le encolerice, la falta de formalización pública en pactos de legislatura y en acuerdos futuros de carácter electoral o gubernamental, del rumoreado tacto de codos entre UCD y Coalición Democrática, ya que quien aspira a una boda solemne y con invitados difícilmente puede conformarse con un noviazgo vergonzante y clandestino. Pero también se comprende que Leopoldo Calvo Sotelo prefiera a las marchas nupciales con Fraga, que le pueden crear serios problemas dentro de UCD, los acuerdos de hecho con Coalición Democrática, que le permitan aprobar su programa legislativo con sus votos, pero sin pactos de legislatura. Tras los sufragios favorables al candidato de Areilza, Osorio y Senillosa, el berrinche de Fraga parece más bien una explosión de su irascible carácter que una decisión con futuro, ya que, quiéralo o no, se verá obligado, por la lógica de los hechos, a sumarse, en un plano subordinado, a esa deriva hacia la derecha del grupo centrista, al que no le faltarán tampoco los votos de la Minoría Catalana y del PNV en el desarrollo de su política económica y exterior.