24 mayo 1998

En una reñida votación se impuso la candidatura de la lideresa de Nueva Izquierda por 300 votos de los felipistas, frente a 271 en contra donde se aglutinaban 'guerristas', 'borrellistas', 'Izquierda Socialista' y la 'Plataforma del Sur'

Los ‘felipistas’ designan a Cristina Almeida Castro candidata del PSOE a la Presidencia de Madrid con la oposición de ‘guerristas’ y ‘borrellistas’

Hechos

  • El 24.05.1998 el Comité Regional de la Federación Socialista Madrileña (FSM-PSOE) eligió a Dña. Cristina Almeida (presidenta del Partido Demócrata de la Nueva Izquierda) candidata del PSOE a la Presidencia de la Comunidad de Madrid en las elecciones de 1999.

Lecturas

VOTACIÓN REÑIDA EN EL COMITÉ REGIONAL:

  • – A favor de Dña. Cristina Almeida: 300 votos
  • – En contra de Dña. Cristina Almeida: 271 votos.

ALIANZA DE GUERRISTAS, RENOVADORES DE LA BASE E IZQUIERDA SOCIALISTA CONTRA ALMEIDA

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Los sectores ‘guerrista’ (D. Alfonso Guerra y D. José Acosta), ‘Renovadores de la Base’ (D. José Luis Balbás y D. Eduardo Tamayo) e ‘Izquierda Socialista’ (D. Antonio García Santesmases), que estuvieron enfrentados en el congreso de la FSM anterior, unieron sus votos con los ‘borrellistas’, liderados por D. Pedro Sabando en su defensa del ‘NO’ a la Sra. Almeida. Aunque perdieron la votación, su alianza podría ser reveladora en caso de que se mantuviera en las primarias de la FSM.

20 Mayo 1998

Tanatos

Javier Pradera

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El acuerdo alcanzado entre las direcciones de la Federación Madrileña del PSOE (FSM) y el Partido Democrático de la Nueva Izquierda (PDNI) para presentar candidaduras conjuntas en las elecciones municipales y autonómicas de junio de 1999 ha reabierto la caja de los truenos socialistas, bastante mal cerrada en el 34º Congreso. El PSOE nunca ha tenido en Madrid una existencia pacífica. Cuatro destacados dirigentes socialistas de la transición se hallan actualmente fuera de sus filas: mientras Luis Gómez Llorente y Francisco Bustelo se han apartado de la vida política, Pablo Castellano y Alonso Puerta militan en el Partido de Acción Socialista (Pasoc), integrado subalternamente en Izquierda Unida. La división aflorada de 1990 entre los renovadores del llamado clan de Chamartín y los guerristas liderados por José Acosta ha conocido nuevos reagrupamientos, pero continúa siendo operativa, sin que ninguno de los bandos haya conseguido una clara mayoría estable; Izquierda Socialista y la plataforma municipalista del Sur de la región tienen en sus manos la capacidad para inclinar la balanza en la FSM. La victoria en las primarias de Borrell, abandonado por algunos de sus antiguos compañeros del clan de Chamartín (como Leguina y Pérez Rubalcaba), le ha convertido en el líder de un sector de la militancia madrileña pequeño pero dinámico. El acuerdo alcanzado por arriba para presentar a Cristina Almeida (presidenta y diputada del PDNI) como candidata a la presidencia de la Comunidad Autónoma y a Joaquín Leguina (diputado del PSOE y presidente autonómico entre 1983 y 1995) como candidato a la alcaldía de Madrid ha complicado todavía más la situación y encrespado los ánimos. Ese pacto, negociado en secreto por los aparatos de los dos partidos, suprime -o cuando menos condiciona- el derecho recién otorgado a los socialistas madrileños para elegir directamente a sus candidatos regionales y municipales. Es cierto que la militancia de Almeida en el PDNI le exime del requisito de ser votada por los afiliados al PSOE para convertirse en candidata; sin embargo, también es verdad que el Reglamento de Primarias aprobado el pasado 21 de marzo, «de obligado cumplimiento en todos los ámbitos orgánicos» del PSOE y amparado por el artículo 75 de sus Estatutos, no menciona ese supuesto excepcional. ¿Es razonable que Almeida no reciba el visto bueno de los militantes socialistas, muchísimo más numerosos que los afiliados al PDNI? ¿Y qué repercusiones tendría sobre el acuerdo interpartidista la eventual derrota de Leguina en las primarias municipales?

Tras su victoria de 1987 en las elecciones municipales y autonómicas, los socialistas madrileños no han hecho más que retroceder en las urnas: sólo una oferta de caras nuevas y programas movilizadores les permitiría volver a ganar los comicios locales y regionales en 1999. Como candidato para alcalde, Barranco quedó en 1991 a 13 puntos porcentuales y 191.000 votos del PP; y a 25 puntos y 449.000 votos en 1995. Como candidato para presidente autonómico, Joaquín Leguina quedó en 1991 a 6 puntos porcentuales y 136.000 votos; y a 21 puntos y 626.000 votos en 1995. Pero la profesionalización de la política produce a veces el aberrante fenómeno de que el candidato no pretenda tanto ganar las elecciones como obtener simplemente los votos suficientes para ser un resignado jefe de la oposición. Tras la inquietante experiencia de las primarias a escala nacional, algunos dirigentes del PSOE podrían sentir la tentación de confiar las candidaturas para alcaldes y presidentes regionales a militantes disciplinados que les garantizasen sobre todo el control interno de la organización: aunque tuvieran menos posibilidades de ganar en las urnas que otros aspirantes con mayor personalidad pero más independientes e imprevisibles.

Ante la espiral de decisiones precipitadas, reacciones oportunistas, ambiciones personales, respuestas rígidas y luchas intestinas desatada en la FSM cuando todavía queda un año largo para las elecciones municipales y autonómicas, cabría aventurar que la pulsión de muerte, residenciada en el ámbito biológico por el entristecido Sigmund Freud de Más allá del principio del placer, opera también dentro de los partidos. Pero si Tanatos -hijo de la noche y hermano gemelo del sueño en la mitología griega- tuviese realmente carta de ciudadanía en las formaciones políticas, las tendencias autodestructivas en el PSOE terminarían por imponerse a los instintos de conservación y depararían al PP la soñada oportunidad de ocupar tranquilamente el poder durante largos años con una desahogada mayoría absoluta.

21 Mayo 1999

Puntualizaciones

Juan Barranco

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Como asiduo lector de su periódico, he observado, primero en un reciente editorial aparecido en su diario el sábado 16 de mayo y después en un artículo de opinión firmado por don Javier Pradera el 20 de mayo, que se utilizan datos de pasadas elecciones municipales y autonómicas para terciar en el conflicto de las primarias y de los candidatos del PSOE a la Comunidad y al Ayuntamiento de Madrid en l999.Acostumbrado como estoy a la objetividad y el rigor que mantiene habitualmente su periódico, me ha causado profunda extrañeza algo que quiero interpretar como un simple error y no como una tergiversación interesada de la realidad.

Respeto, cómo no, la libertad de expresión y el derecho a que cada cual formule su opinión en los términos que considere oportunos. Pero en ningún caso se deben utilizar unos datos, oficiales y publicados en su mismo medio con anterioridad, para apoyar o rebatir unas u otras tesis, ya que, si se manejaran con imparcialidad, se vería que no se sostienen en pie.

El artículo de Javier Pradera compara resultados electorales del término municipal de Madrid con los de toda la Comunidad. La conclusión, carente de rigurosidad, no puede ser más estrambótica. Independientemente de que esté o no de acuerdo, en esta ocasión, con el señor Pradera, creo que me asiste el derecho a dirigirme a usted para que se informe correctamemte a sus lectores de los resultados de los últimos comicios en esta ciudad y en la región.

Los datos oficiales, en magnitudes comparables, son los siguientes: Joaquín Leguina obtuvo 932.878 votos en la Comunidad en las elecciones de l987; 820.510 en las de l991 y 856.213 en las últimas de l995.

En el mismo ámbito de la Comunidad de Madrid, cuando mi partido me ha presentado para senador, obtuve los siguientes votos: en las legislativas al Senado de 1989, 949.110; en las de 1993, 1.110.366, y en la últimas de l996, 1.048.392.

Es decir, independientemente de las encuestas publicadas por su propio periódico, la última, elaborada por Demoscopia, aparecía en sus páginas el 19 de mayo; la verdad es que, si se tienen en cuenta los datos electorales más recientes, en las dos últimas elecciones comparables, en la circunscripción de la CAM obtuve 192.179 votos más que mi compañero Leguina. Interprétese como se quiera, viértanse las opiniones que se deseen, pero los datos resultan más tozudos que las cavilaciones.

Si la comparación se limita a la ciudad de Madrid, véanse los resultados obtenidos por Joaquín Leguina en este ámbito, cuando se presenta a presidente de la CAM, y los que obtengo yo cuando me presento a la alcaldía o al Senado. Las conclusiones son las mismas. Como no quiero cansarle con más datos, le adjunto un detalle de los resultados de todos los comicios celebrados desde l987, para que pueda comprobar cuanto afirmo.

Y con ello no es que quiera atribuirme ningún mérito, de los que me consta se deben fundamentalmente al prestigio de las siglas de mi partido y al esfuerzo colectivo de mis compañeras y compañeros de la FSM. Sólo quiero contribuir a que siga primando la profesionalidad y objetividad que caracterizan a EL PAÍS y, por tanto, a hacer posible que sus lectores sean correctamente informados.

Con este deseo, y en la confianza de que se van a seguir compatibilizando el rigor y la libertad de expresión en este periódico, aprovecho para saludarle muy atentamente.

Portavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid y senador por Madrid.

25 Mayo 1998

Almeida, por los pelos

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Las votaciones sirven para zanjar desacuerdos, pero las que ayer cerraron el pleito que ha dividido estos días a los socialistas madrileños deja un paisaje algo confuso. La candidatura de Cristina Almeida ha sido ratificada por un estrecho margen (52% a favor, 47% en contra) y la iniciativa, planteada por la dirección de la Federación Socialista Madrileña (FSM) como germen de un movimiento unitario de la izquierda, nace con el evidente lastre de una votación negativa muy considerable. Pero la propuesta ha salido adelante con el sí de la mayoría y es obligación de quienes han perdido reconocer su derrota y poner todas sus fuerzas a disposición de la ganadora. Es la única manera de acabar con esos efectos negativos que han sido, no hay que olvidarlo, producto de errores evitables.Sobre todo, faltó previsión. ¿Cómo es posible que el muy detallado reglamento de elecciones primarias olvide la hipótesis, nada excepcional, de una candidatura encabezada por un miembro de otro partido coaligado para la ocasión? Y una vez iniciadas las negociaciones, ¿cómo se explica que nadie previera algún mecanismo para solventar la evidente contradicción entre la fórmula Almeida y el principio de elecciones primarias? ¿Cómo quieren que no surjan interpretaciones maliciosas, como esa de que la dirección de la FSM recurrió a una candidata de fuera del partido precisamente para evitarse una probable derrota en las primarias?

La discusión ha resultado bastante penosa. La victoria de Borrell abrió la perspectiva de un congreso extraordinario, y Guerra vio ahí una segunda oportunidad: poniendo al servicio del nuevo líder, aislado dentro del partido, ese 30%-35% de fieles que el ex vicesecretario asegura conservar. Un congreso ahora perjudicaría seguramente las expectativas abiertas por el efecto Borrell; pero para evitar ese congreso, que Rodríguez Ibarra, por ejemplo, sigue reclamando, sería necesario fijar claramente los papeles de cada cual.

No es imprescindible que Almunia y Borrell congenien personalmente siempre que existan unas reglas del juego claras (y voluntad de aplicarlas). De momento es un pésimo indicio que el nuevo líder público del partido se enterase de lo de Almeida cuando el acuerdo ya estaba cerrado. Pero tampoco parece muy acertada la última posición pública de Borrell, abogando por una surrealista equidistancia primarias sí, primarias no, que no hacía sino reforzar la posición de los críticos.

Está bien que todos los participantes en la discusión reafirmaran su acatamiento de la votación, y tiene razón Borrell al considerar que en política las votaciones están para superar las divergencias. Sería bueno que las felicitaciones tuvieran traducción práctica y se convirtieran en apoyo leal de todos los sectores a la candidata Almeida. Si, pese a lo bien que va la economía, las encuestas indican que el PP podría perder las próximas elecciones es sobre todo por la irritación que suscita su estilo sectario. Pero si la gente comprueba que el mismo sectarismo impide a los dirigentes del PSOE ponerse de acuerdo entre ellos, Aznar podrá cumplir su promesa de no gobernar más de ocho años. Pero ni uno menos.

11 Noviembre 1998

¿Es posible la convergencia de la izquierda?

Cristina Almeida

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Quizás algunos o algunas de las personas que leáis este artículo os extrañéis de que me haga esta pregunta cuando, hoy por hoy, he sido propuesta como candidata unitaria de dos partidos políticos diferentes, el PSOE y el PDNI, que han acordado la formación de una coalición electoral en Madrid para acudir juntos a las elecciones municipales y autonómicas del próximo año, y en la que encabezaría la lista a la Comunidad de Madrid, en la idea de recuperar un proyecto progresista tanto en el Ayuntamiento, cuya lista encabezaría Fernando Morán, como en la Comunidad, con mi candidatura.Ya cuando se anunció este acuerdo fueron muchas las voces que se alzaron en uno u otro sentido, manifestando en algunos casos su alegría y en otros resistiéndose por distintas razones a que dicho acuerdo se formalizara. He de reconocer que en esas resistencias hubo mucho de crítica interna de los partidos sobre la forma de realizarlo, quizás no entendida por razones varias, pero que en todo caso merecieron el respeto por mi parte, porque a veces de la incomprensión nace una sana crítica que ayuda a ver las cosas de distinta manera. Y en todo caso delataba que la izquierda no habíamos tenido una cultura de entendimiento en los últimos años, sino más bien de enfrentamiento, sin entrar ahora en responsabilidades sobre ese enfrentamiento, ya que creo que estamos en una etapa de reconsideración de ese actuar más importante y quizás por eso más discutida por ambas organizaciones.

Es verdad que algunas de esas incomprensiones se refirieron a mi propia persona, y en algún caso me dolieron profundamente, sobre todo cuando venían de personas a las que siempre he tenido un afecto personal. Y quiero dejar constancia de ese dolor, porque no me gusta, para nada, tener que disimular los sentimientos, porque una política de ajenidad con los sentimientos no es la política que a mí me gusta realizar. Pero superamos esa etapa y hemos venido trabajando para que lo que en principio fue un pacto político entre dos partidos se convirtiera en un encuentro de cultura de pluralidad en la izquierda, y que de esa pluralidad naciera un compromiso transformador para la sociedad y un encuentro de las gentes de la izquierda en lo social, en lo personal, en lo cultural y en lo solidario, que es lo que identifica un proyecto de izquierdas de futuro.

Las cosas caminan hacia adelante, y a veces haciendo costoso y lento el proceso de entendimiento, lo que creo que merece una reflexión. Una reflexión que hago ante la sociedad, pero también para los/las militantes de la izquierda y de todas las fuerzas progresistas que forman el ecologismo, el pacifismo, el feminismo, la solidaridad, la participación vecinal y democrática, la defensa sindical de los derechos de los trabajadores y trabajadoras, las formas solidarias del voluntariado y de las ONG, las asociaciones de jóvenes comprometidos y de mayores luchadores sin descanso y de todos los/las que desean un futuro de progreso vinculado al bienestar colectivo y a las libertades individuales y a la solidaridad con los demás.

Por eso, de este proyecto de mirar al futuro, en el que queremos comprometernos todos y todas, no se ven bien las dudas, las sospechas, los recelos, los deseos de imponer, más que el deber de convencer, y sobre todo se ve con ilusión la necesidad de compartir proyectos colectivos, y no protagonismos personales o partidistas.

Sé que desde un partido como el PSOE, con más de nueve millones de votos y a sólo 300.000 del partido en el poder, el apostar por una coalición con un partido como el PDNI, de recientes siglas, pero de mucho compromiso político con la transformación de la sociedad de sus militantes, se pueda hablar en condiciones numéricas de igualdad. Pero yo quiero insistir en que ambos partidos somos iguales en nuestra apuesta por la izquierda. Y que ambos somos proyectos políticos, con otros muchos más que aún no están en el acuerdo, y que juntos multiplicamos ilusiones y proyectos.

Y si en su día acepté encabezar unas listas en absoluto lo hice a título personal, por mucho que algunos se quieran engañar o nos quieran dividir diciendo esas cosas. Lo hice como coherencia política con un actuar de mucho tiempo y de muchas gentes, en búsqueda de ese entendimiento de la izquierda, y que ya nos ha costado a mí misma y a muchos la incomprensión de una parte de la «izquierda». Y no lo podía hacer a título personal, porque soy presidenta de un partido que llamamos de la Nueva Izquierda y que de verdad quiere tener comportamientos de novedad y de cambio en la izquierda. Y ese compromiso nos tiene que hacer ver las posibilidades de convergencia de una forma leal, sin tener rencores de pasado, sino apuesta conjunta para el futuro. Y eso requiere mucha generosidad y una visión de respeto de ambas fuerzas y del resto de las personas progresistas y de izquierda que quieran participar en esta convergencia.

El respeto a la diversa identidad de ambos partidos supone reconocernos como fuerzas diferentes, pero convergentes. No se trata de perder ninguno nuestra identidad, sino de saber sumar ambas identidades. No se trata de ir en las listas de nadie, sino de ir en las listas juntos, formando esa apuesta unitaria. Quien no lo entienda así estará desvirtuando el acuerdo realizado, y si, en vez de sumar esfuerzos y compromisos políticos plurales y diferentes, nos limitamos a ofertar en otros sitios sólo nombres estaremos mermando la ilusión y la eficacia de nuestro acuerdo.

Queremos que los progresistas vean este acuerdo como un comportamiento diferente y una apuesta de futuro que estamos intentando hacer. Que son necesarios muchos cambios de comportamiento en la izquierda para avanzar. Que se han empezado con acciones democráticas, como ha sido el proceso de las primarias en el partido socialista, que significan claramente una nueva actitud de los partidos de la izquierda. El acuerdo político entre fuerzas diferentes también es un avance en ese comportamiento y quedaría desfigurado si se limitase a una mera presentación en listas de un partido, de personas de otro partido, sin que existiera ese previo acuerdo político que preserve la identidad de ambos, y que no tendría virtualidad si no alcanza un acuerdo federal, pues sería ilógico ir juntos en unos lugares y separados en otros, pues nadie entendería que si se trata de un acuerdo político entre fuerzas, no compensadas en número, sino en significado social, se haga en unos sitios y en otros no.

Ésta es la llamada a la reflexión que quiero hacer en público. Somos fuerzas diferentes, pero que debemos converger en forma colectiva y en todos los lugares. Que la apreciación que electoralmente se haga sea entendida como en realidad es: un acuerdo político entre el PSOE y Nueva Izquierda que resume bastante la historia de lucha por la democracia de la izquierda, y en la que Nueva Izquierda es también una identidad colectiva que aporta, más allá de los dos partidos, el conjunto de nuevas sensibilidades de la izquierda.

Porque creo que hay mucha desinformación, y a veces informaciones malintencionadas que no responden a los verdaderos sentimientos que estamos encontrando a partir de nuestra convergencia en Madrid, y que analizamos positivamente; pero que si no seguimos profundizando en esta convergencia de una forma leal y sin deseos de entreguismo o no reconocimiento de la identidad diferente, no estaremos en el buen camino emprendido, sino cerrando puertas de nuevo que a nada diferente van a conducir.

Es un desafío que mucha de la gente progresista de nuestro país nos agradecerá y que, sin embargo, no entenderían que no fuera así. Por ello, y desde el convencimiento de que estamos en una apuesta conjunta desde la diferencia para trabajar juntos y sobre todo para intentar recuperar un Gobierno progresista y solidario en nuestras ciudades, en nuestras comunidades, en España y en Europa, que avance por el camino de otros países de nuestro entorno, que con acuerdos entre partidos grandes y pequeños han logrado elaborar ese proyecto en común. Nuestras gentes se lo merecen y nosotros debemos posibilitarlo. Ésa es la apuesta de Nueva Izquierda y es la que hemos ofrecido al partido socialista y la que queremos ofertar al conjunto de las gentes de la izquierda.

Cristina Almeida

25 Mayo 1998

Victoria pírrica del aparato del PSOE frente a Borrell

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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No hubo pacto posible y los sectores enfrentados de la FSM tuvieron que dirimir sus diferencias en las urnas. El Comité Regional respaldó el acuerdo entre la Ejecutiva del PSOE y Nueva Izquierda por una exigua -más bien pírrica- mayoría: 300 votos frente a 271. De no haber sido por los 44 miembros de la dirección, que tienen derecho nato de voto, el resultado habría sido inverso. Habrían ganado los partidarios de Borrell, los guerristas, los militantes de Izquierda Socialista y los sectores que se han opuesto a que Cristina Almeida encabece las listas del PSOE como candidata a la Comunidad de Madrid, sin la celebración de primarias. Y habrían ganado también si la votación hubiera sido entre todos los militantes madrileños y no sólo entre los cuadros. El resultado demuestra a las claras que hay una fractura entre la dirección y las bases. Cristina Almeida declaró ayer que la discrepancia es «positiva» si luego «se apuesta por la ilusión». Pero los militantes del PSOE no están nada ilusionados con su candidatura. Ni siquiera parte de los que votaron a su favor, que abuchearon a Lissavetzky cuando éste dijo que disponía de una encuesta que demostraba que Almeida tenía más tirón electoral que González. ¿Por qué no la presentan, entonces, para competir contra Aznar? Si Cristina Almeida fuera consecuente con lo que dice, debería renunciar a su candidatura. Pero no lo va a hacer. Como tampoco Leguina, que tendrá que enfrentarse en primarias con Mendiluce, el probable candidato del sector derrotado de la FSM y un político mucho más honrado y atrayente que el desprestigiado ex presidente de la Comunidad. Lo sucedido con este episodio demuestra los obstáculos que el aparato del PSOE está dispuesto a poner a un Borrell, del que no se fía y al que no perdona su victoria. El político catalán se equivocó probablemente al no forzar un congreso extraordinario. Ahora le espera un calvario.