1 julio 1979
Los partidos Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) y Partido del Trabajo (PTE) se fusionan creando el nuevo ‘Partido de los Trabajadores de España’
Hechos
El 1 de julio de 1979 finalizó el congreso de constitución del Partido de los Trabajadores de España, resultado de la fusión de la ORT y el Partido del Trabajo de España.
Lecturas
El 12 de marzo de 1979 los secretarios generales de la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) y del Partido del Trabajo de España (PTE), D. José Sanroma Aldea y D. Eladio García Castro, respectivamente, suscribieron un documento para iniciar un proceso de fusión entre ambas formaciones. El acuerdo se anuncia un día después de que el PTE aceptara retirar su candidatura a la alcaldía de Madrid encabezada por D. Joaquín Aramburu, para no quitar votos a la candidata de la ORT a la alcaldía de Madrid, Dña. Francisca Sauquillo Pérez del Arco.
El 1 de julio de 1979 se celebrará el congreso conjunto en el que ambas formaciones se fusionan en el nuevo Partido de los Trabajadores de España (PTE) cuya dirección ejercerá un secretariado formado por los principales líderes de los dos partidos: D. José Sanroma Aldea y D. Amancio Cabrero (provenientes de la ORT) y D. Eladio García Castro y D. Nazario Aguado Aguilera (provenientes del Partido del Trabajo de España), el partido mantiene un ideario crítico hacia los EEUU y la URSS y favorable a las tesis de Mao Zedong.
La fusión en el nuevo PTE no generará la ilusión deseada y la nueva plataforma pasará desapercibida para la mayoría de posibles electores. El principal cargo público del partido es el alcalde de Aranjuez, D. Eduardo García Fernández (elegido alcalde en la candidatura de la ORT en las elecciones de abril de 1979).
27 Marzo 1979
PTE-ORT: sobre la orientación estratégica del nuevo partido
La unificación PTE-ORT en marcha ha causado un apreciable impacto en la opinión pública y ha suscitado comentarios de los más diversos (aprobación, ataques, interrogantes). Parece obvio que esta unificación, en la medida que crea una fuerza más potente que pueda ser un polo de atracción política, preocupa -en positivo o negativo- a todas las grandes estrategias que pugnan en nuestro país, incluidas las internacionales. ¿A qué lado se inclinará el nuevo partido? ¿A qué y a quién beneficiará o perjudicará en su actividad inmediata y a largo plazo?
Hay dos estrategias importantes y claras de la izquierda representada en el Parlamento: el PSOE, como alternativa de poder que entraña la defensa del bipartidismo, y la política de concentramos «política a la italiana» (PCE). Y una estrategia netamente predominante en la derecha (UCD): utilizar las contradicciones entre las dos anteriores para asegurar el hegemonismo de la derecha, con lo que ello implica de soluciones económicas, concreción de los derechos democráticos y nacionales y decisiones en política exterior. Las dos primeras tienen diversas características esenciales comunes.
El contenido: Ambas plantean simples matizaciones de contenido respecto al programa económico-social que puede aplicar UCD. Respetan los límites estrictos del modelo que se ha venido configurando en Europa durante los últimos treinta años. Un modelo que objetivamente ya no puede ni solucionar el paro, ni mantener -y mucho menos mejorar- la capacidad adquisitiva de los salarios, ni conceder los bienes sociales que fueron posibles en la época de crecimiento del capitalismo europeo. A este respecto puede comprobarse declaraciones de dirigentes socialistas antes de las elecciones, pues lo afirmaban textualmente. En cuanto a la política de concentración, hoy, o es una utopía pretender que UCD acepte un programa económico progresista que modifique ese modelo… -dañando al capital financiero-, o es una repetición de los pactos de la Moncloa, que mostraron, descaradamente y en la práctica, lo que afirmamos.
Las relaciones dentro de la izquierda: Es evidente que considerar al PSOE como alternativa o estrategia del bipartidismo entraña objetivamente la reducción de las otras fuerzas de la izquierda a la más mínima expresión, a su anulación práctica como factor político.
La política de concentración necesita objetivamente del desplazamiento del PSOE como partido hegemónico de la izquierda y de evitar el surgimiento y desarrollo de una opción como la que nosotros representamos, para poder forzar acuerdos tripartitos de gobierno al estilo de los citados pactos de la Moncloa. De ahí que durante el último año y medio hayan privado a menudo los acuerdos UCD-PCE frente al PSOE y las otras opciones; la especial agresividad del PCE al PSOE durante las elecciones, mientras ignoraba a UCD, etcétera.
En resumen, ambas estrategias entrañan el choque continuo y prioritario dentro de la izquierda, el desgaste mutuo aprovechado y estimulado desde el Gobierno, entendiéndose con uno o con otro, según las circunstancias y el asunto que esté sobre el tapete.
La primera diferencia esencial de la alternativa que representamos es de contenido. Nos oponemos al pragmatismo conservador y entreguista. Consideramos la defensa de los intereses políticos, económicos y sociales de los trabajadores como la razón de existencia del partido, y el modelo caduco existente como algo a cambiar; el choque con los intereses minoritarios del capital financiero como inevitable, sin dañar los cuales no pueden conseguirse avances acordes con los intereses de los pueblos de España.
Esta estrategia se caracteriza y caracterizará también por defender continua y prioritariamente la colaboración de la izquierda, planteando cotas cada vez mayores de esa colaboración. Basaremos el avance y la penetración de nuestras ideas en el cuerpo social, no en el ataque destructivo a nuestros «competidores» de la izquierda, sino en nuestra consecuencia, decisión e inteligencia en la defensa de los intereses obreros y populares, en nuestra sistemática propuesta y búsqueda real de esa colaboración deseada por tanta gente, y, cuestión básica para cortar el paso a la derecha, conseguir la salida democrática a la crisis y satisfacer las demandas y aspiraciones de los trabajadores y los pueblos de España.
Sólo como método de exposición, pero no como reflejo de los fenómenos reales, pueden separarse los problemas de política internacional de los problemas internos de cualquier sociedad en nuestros días. Principalmente las dos superpotencias (EEUU y URSS) que se disputan la hegemonía mundial intervienen directa o indirectamente (a través de partidos nacionales) en todos los países para mantener su zona de influencia y tomar posiciones en la del adversario. Hasta ahora, en la naciente democracia, esa pugna en España no se proyecta principalmente sobre cuestiones específicarnente de política exterior, sino en el apoyo que cada superpotencia le está dando al (o a los) partido (s) más o menos proclives a ellos, para que conquiste.n posiciones de fuerza en base a los problemas internos de nuestro país…. por el momento.
La orientación básica, a este respecto, del nuevo partido unificado está recogida claramente en la declaración conjunta que hemos hecho pública y en base a la cual se produce la unificación: negativa a la integración en la OTAN, integración en las Comunidades Europeas, teniendo en cuenta los intereses populares; conquistar la plena independencia política, económica y militar respecto a EEUU (que es quien hoy la socava) y en ese proceso evitar que la dependencia del imperialismo de EEUU sea sustituida por el hegemonismo de la URSS.
Para que la alternativa o estrategia general que caracteriza al partido, fruto de la unificación PTE-ORT, tanto en política interior como exterior, se abra paso, consideramos la iniciativa y actividad obrera y popular como claves. Dicho con la terminología tradicional de la izquierda: consideramos la actividad de masas, en base a los derechos que garantiza la Constitución, como motor y factor determinante de toda posibilidad de cambio.
Pero sobre esta base, toda fuerza que no se limite a pregonar su objetivo futuro, sino que quiera ir cambiando la sociedad, para hacer avanzar esa causa necesita establecer compromisos, aunque a veces éstos no puedan ser sino de corta duración y alcance, a la hora de librar cada batalla parcial para unir en cada caso y momento al mayor número de fuerzas susceptibles de ser unidas. Los compromisos son acuerdos entre dos o más; por tanto, no dependen sólo de nuestra elección a priori, sino también, de la actitud que adopten los demás.
Por ejemplo, ante la unificación, mientras el PSOE ha hecho comentarios favorables, dirigentes del PCE se han expresado con la mayor agresividad, llegando a ataques calumniosos. Tomando esto en consideración, aparece como más factible el llegar a compromisos con los socialistas, pues la estrechez de miras y el chovinismo de esos dirigentes del PCE determinan que esas sean las únicas posibilidades inmediatas de alianzas. De ello se desprende que si, actuando de esta forma, de nuevo desde la dirección del PCE se nos atacara acusándonos de favorecer el bipartidismo, estarían cometiendo un grave fraude ante la opinión pública, pues si, en lugar de arremeter contra la izquierda, antepusiera los intereses obreros y populares al partidismo estrecho y mezquino, se abriría la vía de la más amplia colaboración en defensa de esos intereses.
Por ejemplo, cuando se trate de oponemos al ingreso en la OTAN o cualquier otra medida que nos suelte lastre respecto del imperialismo de EEUU, coincidiremos objetivamente con los partidos de influencia soviética (entre los que incluyo, y destacadamente, al PCE).
En resumen, la justeza de los compromisos sólo podrá ratificarse si a través de todos ellos, de los zig-zags de la política práctica, se avanza hacia los objetivos interiores y exteriores planteados. La posibilidad práctica de hacerlos y con quién, repito, depende también de la actitud de los demás ante cada asunto. Condenamos tanto el bipartidismo como la claudicación. Aspiramos a que con nuestra labor los trabajadores reclamen y exijan de las direcciones de los partidos de izquierda una política de colaboración entre ellos, pero no en torno a un programa como el de los pactos de la Moncloa, sino en torno a una salida progresista a la crisis, al desarrollo real de la democracia, a la defensa de los derechos de las nacionalidades y regiones y de la plena soberanía e independencia de la patria. Se trata de una estrategia independiente, no subsidiaria, una alternativa distinta.
Este es mi punto de vista personal sobre algunas orientaciones básicas del nuevo partido, que, por otra parte, se desprenden de la lectura de la declaración conjunta.
30 Junio 1979
Ante un desafío histórico
En estos días se celebra el Congreso Federal Extraordinario del Partido del Trabajo de España. Obviamente, este Congreso se convoca para aprobar la unificación con la ORT, las bases ideológicas, políticas y organizativas de dicha unificación y para elegir democráticamente a los que han de formar parte de la dirección del nuevo partido. Este Congreso va a ser también un ejercicio de reflexión política colectiva: un balance crítico de nuestra actividad desde el último congreso, que nos permita extraer algunas enseñanzas. Pero un partido joven y naciente, con voluntad de cambio y renovación, no puede centrarse en mirar hacia el pasado. Por eso estoy convencido de que la reflexión girará principalmente en torno al desafío histórico que tendrá ante sí el nuevo partido unificado, desafío que se proyecta en diversos planos:
1. Afrontar la transformación socialista de la sociedad en un país cuyo panorama es bien distinto del de la URSS de 1917 o del de China de 1940, donde el 95% de la población eran obreros con una vida pésima y campesinos que no tenían para comer en su mayor parte, masas desamparadas en suma, y no una sociedad donde el televisor y el electrodoméstico son de uso común. En un país de capitalismo desarrollado, donde la clase obrera tiene sectores sometidos a diferentes condiciones materiales y de vida. Desde unos con rentas suficientes para mantener un alto consumo de bienes duraderos, hasta otros con salarios muy bajos y una masa creciente de trabajadores en paro. Desde los mineros y jornaleros agrícolas (con muy duras condiciones de trabajo), obreros industriales, hasta la gran masa de empleados, funcionarios, técnicos y profesionales.
La cuestión fundamental de este desafío consiste en que hasta ahora las fuerzas obreras que han teorizado sobre el tema lo han hecho como coartada para abandonar sus convicciones revolucionarias, para renunciar a la revolución socialista. Hay, por tanto, que resolver un problema sobre el que existen pocos antecedentes, ya que no se trata, como algunos lo ven, de llegar al Gobierno sin cambiar la sociedad, es decir, a gobernar en nombre del gran capital con palabrería socializante, sino exactamente lo contrario: acceder al Gobierno a consecuencia de haber introducido cambios profundos en la sociedad y gobernar en favor de los trabajadores y de los pueblos.
2. Desafío histórico por cuanto esa sociedad desarrollada se encuentra sumida en una profunda crisis, que no sólo es económica, sino también política e incluso moral, ya que la mayoría de los valores sobre los que se asentaba el capitalismo de la última época (educación, familia, principio de autoridad, sentido religioso tradicional… ) están hoy en bancarrota. Una sociedad donde el paro en grandes magnitudes se está incorporando como un factor permanente de la misma, en crecimiento continuo y que reclama soluciones de urgencia y a la vez transformaciones profundas. Un poder que, so pretexto de erradicar el terrorismo, está incorporando en todo Occidente claros elementos autoritarios (Estado policiaco … ) que reclama una actitud resuelta en defensa de la democracia.
Un momento histórico en que se manifiestan fenómenos relativamente nuevos, como la eclosión del nacionalismo, que, desde mi punto de vista, es una respuesta progresista de autodefensa de los pueblos frente a la centralización y concentración del capital, que aleja los centros de decisión de las comunidades naturales e impone modelos de consumo y de vida extraños a las mismas. Una época, asimismo, en que se desarrollan los movimientos ecologistas, cada vez más amplios, como respuesta necesaria a las exigencias de revalorización del capita , que ponen en cuestión la propia sobrevivencia, al atentar contra los límites físicos del planeta en que vivimos y convierten a los individuos en máquinas, en ruptura con su propio entorno y la naturaleza.
3. Desafío histórico por cuanto -constatando que una parte sensible de los países que hicieron la revolución socialista han ido degenerando hasta convertirse, de hecho, en un capitalismo bajo nuevas formas- nos movemos en unas condiciones donde en sectores del pensamiento tradicionalmente progresistas reina una apatía, desilusión y apartidismo que raya en el apoliticismo. Recuperar ese deterioro no puede hacerse limitándose a achacar dichos fenómenos a la propaganda reaccionaria de la burguesía y teniendo miedo de ser acusado de coludirse con ella. Una situación tal reclama una investigación seria y descarnadamente crítica de cómo se ha enfocado el período de transición en numerosos países y de las teorías que lo han sustentado, En definitiva, entender el marxismo-leninismo no como una religión, sino corno una teoría científica que como tal exige un desarrollo continuo en base al estudio crítico y autocrítico de todas las experiencias prácticas, y como arma para dar solución a los problemas que se plantean en cada tiempo histórico.
Este es, en esencia, desde mi punto de vista, el desafío histórico que se presenta ante el partido unificado. Estoy convencido de que el Congreso Federal Extraordinario del Partido del Trabajo servirá también para ampliar la toma de conciencia en torno a este reto. Pienso que el nuevo partido tiene que plantearse con mucha seriedad un profundo debate, no en torno a las posiciones mantenidas por uno y otro en el pasado, sino para dar respuesta a todos esos interrogantes que nos plantea nuestro tiempo. Con toda seguridad, el partido unificado afrontará con rigor y decisión esa responsabilidad, desempeñando un importante papel en la conquista de una sociedad más solidaria, democrática y justa: la sociedad socialista.