10 noviembre 2000

El juez Garzón encarcelará al periodista pro-etarra acusándole de colaborar con banda armada

Los terroristas de ETA intentan asesinar a la periodista de EL PAÍS, Aurora Intxausti, una periodista ‘señalada’ por Pepe Rei

Hechos

El 10.11.2000 la banda terrorista ETA colocó una bomba de dos kilos de titadine ante la vivienda de la periodista Dña. Aurora Intxausti, para que estallara en cuanto esta abriera la puerta

Lecturas

INTXAUSTI ERA CITADA EN EL DOCUMENTAL CONTRA LA PRENSA DE PEPE REI

11 Noviembre 2000

PEPE REI VUELVE A APUNTAR Y ETA VUELVE A DISPARAR

Editorial (Director: Pedro J. Ramírez)

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Mayor Oreja no olvidará fácilmente el pasado jueves 9 de noviembre. Ese día Interior se apuntó espectaculares éxitos: el desmantelamiento de la cúpula de los GRAPO, la detención de los autores de los envíos de paquetes bomba a periodistas y la captura de los cinco integrantes del comando Vizcaya. De estas tres acciones, la más importante es, sin duda, la que afecta a ETA por una razón: que salva vidas humanas concretas y de inmediato, entre ellas, la del diputado general de Alava, contra el que la banda se disponía a atentar.

Pero la satisfacción por este duro revés se trocó horas después en susto. Ayer, la organización terrorista intentó en San Sebastián quitar la vida a Aurora Intxausti, periodista de EL PAÍS, y a su marido, Juan Francisco Palomo, de ANTENA 3 TV. Pero falló el detonador que debía provocar la explosión de la potente bomba colocada en el rellano de su puerta y la pareja, con un hijo de un año, salió milagrosamente ilesa.

Aurora Intxausti era una de las periodistas que aparecía en el vídeo difundido recientemente por la revista ARDI BELTZA que edita y dirige Pepe Rei. El atentado de ayer no es una casualidad: la publicación había puesto en la diana de ETA, a esta periodista, igual que a otros profesionales.

Pepe Rei no apunta en balde. Tanto los miembros del comando Vizcaya como los del comando Madrid, detenidos el pasado lunes, tenían ejemplares de esta revista y no era precisamente para pasar el tiempo. ARDI BELTZA es la publicación que había señalado antes del verano a Antonio Burgos como blanco de ETA, que insulta la memoria de López de Lacalle con inverosímiles fabulaciones y en la que colabora Claudio Lavazza, el asesino que manejaba a los anarquistas que enviaban paquetes bomba a periodistas señalados por Rei.

Es importante subrayar que este personaje no se limita a formular opiniones políticas en las páginas de ARDI BELTZA. Difama y marca con una cruz para que ETA no se equivoque al disparar. Peor todavía: publica detalles de dónde y cómo viven los periodistas para facilitar el trabajo a los asesinos.

Pepe Rei, que fue absuelto de colaboración con banda armada pese a incautarse la Policía de un manuscrito suyo en poder de ETA, tiene ahora la desfachatez de presentarse como víctima de una persecución política cuando dice que va a ser detenido. Lo increíble es que la Fiscalía no haya actuado ya. Resulta inconcebible que, en un Estado de Derecho, se permita impunemente utilizar un medio de comunicación para fines criminales. La reiteración con que los profesionales señalados en su revista son víctimas de ataques terroristas resulta un indicio más que suficiente para que intervenga la Justicia. El reparto de papeles no puede estar más claro. Rei hace el papel más despreciable: el de chivato que induce al asesinato de quienes practican noblemente la profesión bajo la que él se camufla.

13 Diciembre 2000

PEPE REI Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Luis María Anson

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O se está con la libertad de expresión o se está contra la libertad de expresión. Pero si se está con la libertad de expresión. Pero si se está con la libertad de de expresión hay que hacerlo con todas sus consecuencias. No se puede volar el diario MADRID como hizo la dictadura, pero tampoco se puede cerrar EGIN como ha hecho la democracia. Si desde ese periódico algunos periodistas cometían delitos hay detener, juzgar y condenar a los delincuentes, pero un medio de comunicación es sólo una plataforma para satisfacer el derecho a la información de los ciudadanos. Yo, naturalmente, soy del Athletic de Bilbao, porque es el equipo de la furia española, el de Zarra y Gaínza de mis años adolescentes, el único club de relieve donde juegan ahora once españoles. A mí me gustaba leer la información, excelente por cierto, de EGIN sobre el Athletic. Se me escapa el delito que podían cometer los redactores deportivos de aquel periódico.

Pepe Rei me ha distinguido con sus citas, sus alusiones malintencionadas, sus sarcasmos. Ha atacado, además, de forma muy intensa a algunos de mis colaboradores. Pero me preocupa que pueda erosionarse la libertad de expresión por parte de los políticos que le han puesto en la picota. Si Pepe Rei ha cometido algún delito tendrá que pagar por él porque el periodista no es un ciudadano impune. Pero los jueces deberán desembarazarse del ambiente que se ha creado y juzgar sin coacciones porque la libertad de expresión es el arco sobre el que descansa el entero edificio democrático. Pepe Rei, en tanto no cometa delitos previstos en las leyes democráticas, tiene derecho a defender lo que le plazca: la independencia del País VVasco; la de San Sebastián frente a Euskal Herria, la de Rentería frente a GUipuzcoa, las ecelencias del nudismo, el resplandor de los budistas o de los testigos de Jehová e, incluso, el delicado culto a los derechos humanos que ejerce Fidel Castro. Lo que más me irrita de ETA, aparte de la sangre derramada, es, precisamente, la  fractura de la libertad de expresión en el País Vasco. No sólo los periodistas, el ciudadano medio tiene miedo allí a decir lo que piensa.

Me eduqué periodísticamente defendiendo la libertad de expresión contra la censura previa de Franco. Las nuevas generaciones no se pueden imaginar lo que padecimos soportando la opresión y las arbitrariedades de Cerro Corrochano, Juan Aparicio, Muñoz Alonso, Gutiérrez Durán… Era una situación insoportable. Y no voy a cambiar ahora. Pienso lo contrario de lo que dice Pepe Rei. Pero la libertad de expresión le ampara a él como a mí. Si ha cometido algún delito que sienta el peso de la ley. Pero eso deben decidirlo los jueces, sólo los jueces. A algunos le sorprenderá que el periodista denunciado esté ya ante los Tribunales mientras el político Arzallus, desenmascrado en el libro de Isabel San Sebastián y Carmen Gurruchaga, siga ahí tan campante y tan impune.

Luis María Anson

11 Noviembre 2000

LA LIBERTAD DE TODOS

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Los terroristas que ayer colocaron una bomba a la puerta de un piso de San Sebastián tenían que saber que todos los días, poco después de las nueve de la mañana, Aurora Intxausti, redactora de EL PAÍS, y Juan Francisco Palomo, de ANTENA 3 TV, salían de su domicilio con su niño de año y medio para llevarlo a la guardería. El artefacto, con dos kilos de dinamita y kilo y medio de metralla, llevaba un dispositivo para hacerlo estallar al abrir la puerta del piso. Sólo el azar jugó por esta vez a favor de las víctimas elegidas. Porque no se trataba de una amenaza, sino de un intento alevoso de matar a los tres. La amenaza era anterior: formaba parte del mensaje de un vídeo difundido por un sujeto llamado Pepe Rei, director de la revista ARDI BELTZA, especializada en poner en la picota a periodistas, empresarios, jueces, etcétera. De él dijo hace años el entonces consejero de Interior, Juan María Atutxa, que había «apuntado directamente a quien hoy ha asesinado ETA». Lo dijo horas después de que los terroristas acabasen con la vida del ertzaina Ramón Doral, objeto de las insidias de Rei en una publicación aparecida tiempo atrás.

Para el portavoz de HB, Arnaldo Otegi, el intento de asesinato de ayer «demuestra que existen expresiones de violencia en todas las direcciones». Hace falta que a la indiferencia moral se una la simple estupidez para considerar equiparable el intento de asesinato de una familia y las críticas periodísticas a los asesinos y sus cómplices. Para precisar su pensamiento, Otegi añadió que «mientras haya gente [a la] que le guste la literatura, habrá expresiones de violencia en un sentido o en otro». En los registros policiales de los pisos de los activistas del comando Vizcaya detenidos ayer fueron encontrados doce ejemplares de ARDI BELTZA, que se suman a los dos hallados en poder de los activistas detenidos el martes en Madrid. Ya sabe Otegi qué literatura frecuentan los pistoleros.

Es insólito que esa literatura macabra circule como si tal cosa. El efecto de intimidación buscado por los terroristas requiere que cada asesinato sea precedido de amenazas individualizadas, pero arbitrarias y generalizadas, como las que dispara Rei; en uno de sus panfletos sedenunciaba que se hubiera ocultado a la opinión pública que José Luis López de Lacalle había estado unos días antes de su asesinato con el ministro Mayor Oreja, lo que se presentaba como suficiente justificación del crimen.

Otegi ya había dicho en mayo que al asesinar a López de Lacalle ETA había «puesto sobre la mesa el papel de los medios y de algunos profesionales, que no es neutral». Como respondieron los periodistas en el manifiesto que hicieron público días después, reivindicamos expresamente nuestra falta de neutralidad entre los asesinos y sus víctimas. En Euskadi, sólo los defensores de ETA o los virtuosos de la equidistancia pueden informar y opinar sin que ello suponga un riesgo para sus vidas. La situación es así de dramática. Los periodistas que se resisten a someterse al chantaje de ETA están defendiendo la libertad de todos y merecen el reconocimiento de toda persona decente.

11 Noviembre 2000

Una campaña de señalamiento desde medios 'abertzales' precede al ataque a periodistas

Genoveva Gastaminza

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Una campaña de citas reiteradas y alusiones descalificadoras contra Aurora Intxausti, redactora de EL PAÍS en San Sebastián, desde medios afines a la izquierda abertzale como el diario Gara y la revista Ardi Beltza (Oveja Negra), que dirige Pepe Rei, antiguo redactor jefe de Egin, ha precedido al atentado de ETA contra ella y su marido, Juan Francisco Palomo, redactor de informativos de Antena 3. El intento de asesinato de la pareja y de su hijo, de 18 meses, se produjo tras el reciente señalamiento de Intxausti en un vídeo contra periodistas que han distribuido los dos medios citados.

Una sistemática descalificación de los periodistas y los medios informativos en general, y particularmente de los radicados en Madrid, a los que desde el mundo de la izquierda abertzale se menciona y considera como enemigos de los intereses del pueblo vasco, ha precedido al atentado de ETA, ayer, contra el matrimonio de periodistas compuesto por Aurora Intxausti y Juan Francisco Palomo, que trabajan en San Sebastián.En concreto, la redactora de EL PAÍS ha venido siendo objeto de un reiterado señalamiento y una mención despectiva durante los dos últimos meses, en plena ofensiva terrorista de ETA, en los dos medios de expresión de mayor difusión entre la izquierda radical: el diario Gara y la revista mensual Ardi Beltza (Oveja Negra), que dirige Pepe Rei y cuya venta está restringida a los suscriptores. Precisamente, ejemplares de los últimos números de esta revista mensual fueron encontrados en poder del nuevo grupo de ETA instalado en Madrid y desarticulado por la Policía esta misma semana, así como en el de los detenidos ayer mismo en Vizcaya.

La primera alusión a Intxausti en esta última etapa -las menciones con inquina a la periodista de EL PAÍS han sido continuas ya desde las páginas del diario Egin, ahora cerrado por orden judicial- se produjo en el periódico Gara el pasado 17 de septiembre. Maite Soroa, un pseudónimo tras el que se oculta un delator, por ahora anónimo, que opina diariamente de las informaciones de los periódicos, mencionó la crónica de esta redactora sobre el choque de manifestaciones que se produjo en San Sebastián tras el atentado contra José Ramón Recalde, profesor de la Universidad de Deusto, y echaba mano de viejas anécdotas.

Esta misma alusión a Intxausti es la que se menciona en el polémico vídeo, elaborado como complemento audiovisual del último número de la revista de Rei y que se dispone a distribuir Gara a sus lectores, de acuerdo al anuncio publicitario del mismo que realiza estos días en sus páginas. Este anuncio reproduce su carátula y en ella se menciona a Intxausti, así como a otros periodistas.

La cinta, titulada Periodistas, el negocio de mentir, y destinada al consumo doctrinario de la izquierda radical, abunda en la idea de que el ministro del Interior, Jaime Mayor, reparte consignas y dirige, especialmente a través de determinados periodistas, a los que cita profusamente, todas las campañas destinadas a la criminalización y encarcelamiento de los radicales. En ella se incluyen entrevistas con cuatro periodistas, que han sido realizadas con engaño por un reportero alemán utilizado por Rei para mostrar sus opiniones. Y al final se hace una nueva alusión a la redactora de EL PAÍS, de la que se recuerda de forma sistemática y con saña una simple anécdota que se remonta a 1992.

Esa anécdota de Intxausti fue también relatada por Rei en su libro Colegas, publicado en 1998 y en el que arremetía sin piedad contra multitud de periodistas del País Vasco, de los que mencionaba infinidad de datos tendentes a desacreditar la valía profesional de los mismos.

Parecida actitud es la que, día a día, mantiene Maite Soroa en su sección de hemeroteca en Gara, una labor que ya realizaba en Egin otro periodista tras el pseudónimo de Mikel Oiz. Esta política de señalamiento, que, según las épocas, ha adquirido el carácter de persecución, ha sido practicada siempre en el diario radical.

Sin embargo, la reiteración sistemática de un mensaje desautorizador de la labor de los periodistas se ha intensificado desde que ETA declaró la tregua y la izquierda radical consideró que los medios de comunicación son enemigos e instrumentos contra la construcción nacional.

Estos mensajes, reiterados por los políticos y los medios abertzales y nacionalistas, han construido el caldo de cultivo para que ETA asesinara a José Luis López de Lacalle, miembro del Foro Ermua y columnista de El Mundo, el pasado 7 de mayo. Un crimen que fue el primer aviso de la presión que la organización terrorista se disponía a ejercer sobre los medios de comunicación, a los que responsabilizan de su fracaso político.