29 noviembre 1999

Los asesinos aseguran que el PNV y EA no habían cumplido con el acuerdo que adquirieron con ellos en septiembre de 1998

Los terroristas de ETA rompen su ‘tregua’ con el Gobierno Aznar y anuncian que vuelven a los asesinatos tras no conseguir sus objetivos

Hechos

El 28.11.1999 ETA hizo público en un comunicado al diario GARA que daban por finalizada su ‘tregua’ declarada en 1998.

Lecturas

¿TREGUA TRAMPA?

rupturatregu98 El fin de la ‘tregua’ de ETA daba alas a los sectores que consisderaban que toda aquella tregua era una estrategia de ETA para rearmarse y mientras duraba ese periodo sacar tajadas políticas (especialmente para su partido EH) en lo que se denominó una ‘tregua trampa’.

AZNAR: «ETA UNA VEZ MÁS SE EQUIVOCA»

ETA_rompe_tregua1999_Aznar_Ruptura_tregua se equivoca El presidente del Gobierno D. José María Aznar compareció tras conocerse la ruptura de la tregua para considerar que ETA ‘una vez más’ se equivoca.

XABIER ARZALLUS (PNV) NIEGA EL ACUERDO: «ETA MIENTE»

1999_ArzallusMiente En su comunicado de ruptura de tregua, la organización ETA no sólo culpa al Gobierno Aznar, sino también a las formaciones políticas PNV y EA, que según los asesinos de ETA ‘no cumplieron’ su parte del acuerdo. Con ello la banda venía a confirmar que ETA, PNV y EA firmaron un acuerdo en septiembre de 1998 como difundió la prensa diseñando la hoja de ruta del ‘Foro de Lizarra’ o ‘Pacto de Estella’ de cara a las elecciones autonómicas del 98. El presidente del PNV, D. Xabier Arzalluz Antia dio una rueda de prensa en la que afirmó un contundente «ETA miente» asegurando que aunque el PNV y EA se reunieron con ETA no firmaron ningún acuerdo.

negociadoresArriolaFluxa El asesor D. Pedro Arriola, el Secretario de Estado Sr. Martín Fluxa y el secretario de Presidencia D. Javier Zarzalejos, fueron los tres representantes del Gobierno Aznar en las conversaciones con ETA en Argelia, en las que no se llegó a ningún acuerdo para lograr la rendición de ETA.

29 Noviembre 1999

Sólo hay un culpable

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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La organización terrorista ETA ha hecho suyo el peor de los pronósticos: la tregua no era una oferta de paz. Su propio comunicado desmiente que hubiera aceptado entrar en un proceso de pacificación; era sólo otra forma de imponer su programa de «construcción nacional» vasca. Y visto que no lo conseguía ni en las urnas ni en las instituciones, ha vuelto al único territorio que conoce: al terrorismo. Menos mal que, ante este lamentable anuncio, todas las fuerzas democráticas, nacionalistas o no, han coincidido al menos en señalar a la propia ETA como la única responsable de la vuelta a la violencia. En contra de la voluntad casi unánime de los ciudadanos, especialmente de los vascos, que han podido al fin vivir año y medio sin atentados.

Al error de volver donde solía ETA añade el de pensar que las cosas pueden ser como antes. Año y medio sin atentados ha roto la inercia social que consideraba inevitable la presencia de los terroristas. Si se consideraba improbable su vuelta era precisamente por la imposibilidad de imaginar un pretexto que la justificara. Ante la población en general, pero sobre todo ante sus aliados nacionalistas. Ayer, tanto el PNV como EA dejaron claro que las divergencias sobre el proceso de paz no justifican el asesinato.

En el fondo, las razones esgrimidas por ETA podrían reducirse a una: la gente se estaba acostumbrando a vivir sin violencia, pero también sin concesiones a ETA. Se trata, pues, del reconocimiento de una impotencia. Sin la coacción de los atentados, los ciudadanos se resisten a obedecer: no votan como ETA esperaba e incluso cuestionan la necesidad de esa organización. Y aunque el PNV y EA han hecho grandes concesiones, justificándolas en nombre del proceso de paz, ya no pueden ir mucho más allá sin renunciar a su condición de partidos democráticos. ETA lo sabe y por eso ha dado por cancelado este periodo.

Otras veces, el comunicado ha llegado por carta bomba. En esta ocasión ha elegido una forma más alambicada, tal vez para dejar a sus aliados nacionalistas alguna duda acerca de si deben romper ya toda relación, como se comprometieron si volvía la violencia, o pueden seguir confraternizando a la espera de que ocurra algo. Pero ya se ha visto que la llamada apuesta inequívoca por las vías políticas tenía límites: ETA aceptaba circular por ellas siempre que se le garantizase que lo que perseguía a tiros podría alcanzarlo ahora sólo con la amenaza de volver a disparar.

Tal vez la escasa resistencia con que los nacionalistas se adaptaron al lenguaje y los tópicos del mundo radical -sobre el nuevo marco que supere el estatuto, el ámbito vasco de decisión, la construcción nacional, la territorialidad- convencieron a Mikel Antza de que en dos años el lehendakari sería él. Pero los ciudadanos, en tanto que electores, desmintieron esa fantasía. No hay motivos para no creer a Arzalluz cuando desmiente que su partido firmara un compromiso con ETA. Pero, una vez más, el problema es que los nacionalistas no violentos actuaron de manera que ETA pudiera interpretarlo así. Como ocurrió en su día con los polimilis, que interpretaron que les animaban a seguir, o como en la famosa parábola de los que mueven el árbol y los que recogen las nueces.

En su última propuesta, desvelada ahora, ETA proponía a los demás nacionalistas la convocatoria unilateral de unas elecciones constituyentes a celebrar simultáneamente en las actuales comunidades vasca y navarra y en los territorios vascos del sur de Francia, que conformarían una circunscripción única. Así de fácil; pasando por encima de siglos de historia y por la evidencia de que la mayoría de los habitantes de esos territorios no tiene una identificación única con ese marco. De hecho, no hace mucho, en las europeas de junio, hubo elecciones simultáneas en ellos: las fuerzas nacionalistas fueron ligeramente mayoritarias en Euskadi, pero no superaron el 20% en Navarra ni alcanzaron el 10% en el País Vasco francés.

Por ello hay cierta confusión en la argumentación que ayer expuso Arzalluz citando a Ibarretxe: no es que los resultados electorales alarmasen a Madrid sobre la existencia de una mayoría abertzale. Lo que demostraron es que no resulta posible un consenso sobre bases diferentes a las de la autonomía. La idea de una paz sobre premisas soberanistas fue desautorizada por los electores. Y eso explica seguramente la decisión de boicotear las elecciones legislativas. El brazo político de ETA consiguió, tras la tregua, los mejores resultados de su historia, pero no sólo no pudo imponer un nuevo marco político creíble, sino que se vio obligado a dar su apoyo a la investidura de Ibarretxe. Tuvo que hacerlo porque su abstención hubiera abierto paso a la elección de un lehendakari no nacionalista. Ahora evita someterse a escrutinio electoral tras la ruptura de la tregua.

ETA ha mantenido el alto el fuego más tiempo de los cuatro meses previstos. Lo que ha conseguido en este plazo es que su agenda -presos, soberanismo, territorialidad- sea asumida como normal por todo el nacionalismo: como si fuera su propio programa. Pero le han fallado los electores. La idea de que el pluralismo reflejado una y otra vez en las elecciones es una anormalidad a superar evidencia una visión no democrática e ilusoria: la cosa no cambiará en un horizonte previsible. ETA intenta de nuevo cambiarla a tiros.

29 Noviembre 1999

… Y las elecciones, al fondo

Luis María Anson

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Pretextos, pretextos, pretextos. El comunicado de ETA es una ingenua explicación no pedida, y además minuciosa; es una careta de cartón que trata de ocultar lo que resulta evidente. La banda mafiosa ha decidido quebrar el alto el fuego no sólo por desavenencias con el PNV y EA, que sin duda las hay, sino porque, de acuerdo con algunos sectores de ambos partidos nacionalistas, prefiere en el futuro tratar con el PSOE y no con el PP. Demasiada casualidad que se anuncie la reanudación de los crímenes tres meses antes de las elecciones de marzo.

La tregua prolongada hasta los comicios constituiría una baza de relieve en la política de Aznar. Había que restar ese factor positivo al balance general de la gestión popular y así se ha hecho. Máscaras fuera. Se van a utilizar todos los sistemas para que Aznar no gane las próximas elecciones. El PP debe poner los pies en la realidad y enfrentarse al huracán que desencadenará ETA. Y, por supuesto, en otro sentido, el antiguo felipismo, el poderoso grupo mediático que lo respalda [Grupo PRISA] y, además, una izquierda piafante ante el olor del poder.

El Gobierno ha adoptado, con relación a la tregua, la política precisa: negociar la paz hasta la extenuación, flexibilizar la situación penitenciaria y mantenerse firme en la defensa de la Constitución para no fracturar el Estado de Derecho. Así debe seguir, porque ciertas maniobras con el PNV pueden poner la política de Estado a los cascos de los caballos. EL problema vasco solo se puede abordar seriamente con un pacto profundo entre el PP y el PSOE, para, desde la fortaleza, negociar luego con ETA y sus marionetas nacionalistas.

Aznar estuvo ayer en su sitio. Imperturbable como cuando salió del amasijo de hierros de su coche tras el atentado de ETA, habló en la televisión con su habitual palabra ignífuga. Fue un mensaje nítido a la opinión pública: el único responsable de quebrar la tregua es ETA y no hay razones para el desánimo, porque la batalla contra el terrorismo la va a ganar el Estado de derecho.

Luis María Anson