19 diciembre 2001

Lucha por el poder en el Banco BBVA: Francisco González asume todo el poder como presidente único frente a Emilio Ybarra

Hechos

El 19.12.2001 el Consejo de Administración del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria aprobó la marcha de D. Emilio Ybarra y D. Pedro Luis Uriarte como co –

16 Diciembre 2002

BBVA: ¿Uno mejor que dos?

Manuel Martín Ferrand

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Enseña la experiencia que dos mudanzas producen los mismos efectos destructores, cuando no más, que un incendio de considerables proporciones. Del mismo modo, una fusión empresarial, si es por las buenas, conlleva la demolición propia de un terremoto de notable intensidad. Tiene todo ello su fundamentación teórica en el principio físico según el cual dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio y en la constatación antropológica de que las costumbres tienen más fuerza, mucha más, que la ley y la razón juntas.
Todavía anda la be del Banco de Bilbao con los estremecimientos que le produjo la fusión con la uve del Vizcaya, cuando el ayuntamiento del BBV, y eso que Pedro de Toledo tuvo la cortesía de morirse para facilitar las cosas. Aquella fusión, hija del mercado, precedió a la del BBV con Argentaria, menos natural y asistida, tras la privatización del segundo, desde las cumbres gubernamentales. El resultante BBVA, en la cabeza de la banca española con el también multifusionado SCH, anda ahora ajustando su naturaleza a su propia realidad. Como consecuencia de todo ello se anuncia el abandono de la co-presidencia, con tres meses de antelación sobre el plan previsto, de Emilio Ybarra, un hombre que empezó de bancario y ha sido el gran banquero de las dos últimas décadas. En la más pura tradición de los administradores vascos -los que cimentaron el Imperio español- ha sido artífice de la grandeza de su Casa y, de paso, un gran y sosegado motor en el desarrollo democrático, imposible sin el económico. ¿Está ya cansado de todo ello?
Cuando una persona seria se toma las uvas de la Noche Vieja, digamos, el día de Santa Teresa, en octubre, no suele producirnos ninguna emoción. Aquí estamos hechos a lo insólito y lo extemporáneo. Si alguien dice que José María Aznar tomará la alternativa en la próxima Feria de San Isidro, lo único que le cabe preguntar a un buen español, conocedor del intríngulis de su patria, es qué toreros le acompañarán en el cartel y de qué ganadería serán los toros. Emilio Ybarra, seguramente con su vicepresidente y consejero delegado, Pedro Luis Uriarte, adelanta su marcha de la Casa a la que ha entregado, con éxito, su vida profesional. Él sabrá por qué y nosotros podemos intuirlo. Mas aún si, como parece, forman parte del lote saliente el jurista Mario Fernández y el comunicólogo Antonio López, una de las cabezas más lúcidas del país en el difícil asunto de la comunicación empresarial.
Francisco González, que perderá el co para quedar presidente, y su previsible número dos, José Ignacio Goirigolzarri, son personas de probada eficacia y la sigla BBVA no tiene por que resentirse; pero, este síndrome -¿rejuvenecedor?- que experimentan en singular epidemia todas las instituciones, privadas y públicas, de la Nación, ¿conduce a alguna parte? Significa, de hecho, una descapitalización humana, el despilfarro de un tesoro de experiencias que nos han llevado a donde estamos. Quizás no sea una cima muy alta, pero lo es mucho más de lo que resultaba imaginable cuando, hace poco más de un cuarto de siglo, comenzó un proceso de transformaciones, no sólo políticas, que han hecho buena, felizmente, la predicción de Alfonso Guerra: a España no la reconoce ya ni la madre que la parió.

19 Diciembre 2001

El inesperado éxito de Emilio Ybarra y Churruca

José María García-Hoz

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Marzo de 1998. En el auditorio del rascacielos del BBV en el Paseo de la Castellana de Madrid, unos centenares de personas asisten a la presentación de «El valor de los valores», de la periodista bilbaína Covadonga O´Shea. Además de anfitrión, Emilio de Ybarra, presidente del BBV, ejerce como presentador. Amigo de antiguo de la autora, Ybarra evoca los buenos viejos tiempos en que coincidían «en pandillas, en guateques, en divertidísimas reuniones (…) en los viajes al Pirineo en época de esquí y en tantos ratos alegres y divertidos en nuestro pueblo de Las Arenas». Durante la copa que sigue a la presentación formal, Emilio de Ybarra se hace una foto con muchas de las amigas de aquellas pandillas de Las Arenas. En medio de las risas, y mientras esperan que el fotógrafo dispare su cámara, una de ellas dice en voz alta «¡Qué tontas fuimos al no casarnos contigo, Rubio! ¡Nunca imaginamos que llegarías tan arriba!».
Enero de 1990. El Banco de España acaba de dictar el laudo que pone fin al conflicto interno del BBV; Emilio de Ybarra es el nuevo presidente y vuelve a Las Arenas para descansar junto a su familia y a sus amigos de la extenuante batalla que se desató el 12 de diciembre de 1989, tras la repentina muerte de Pedro Toledo, y enfrentó irreconciliablemente a los consejeros procedentes del Banco de Bilbao con los del Banco de Vizcaya. La decisión del Banco de España es inapelable, pero la opinión de todo el mundo financiero, empezando por el relacionado con Las Arenas, es unánime: profesionalmente, Emilio de Ybarra es un hombre limitado, además padece diabetes, será un presidente interino, sin alcanzar siquiera el nivel de presidente de transición.
Mayo 1976. José Angel Sánchez Asiaín, presidente del Banco de Bilbao, le ofrece a Emilio de Ybarra ser consejero delegado. La banca vive tiempos de una transformación profunda y Sánchez Asiaín, debido a la enfermedad de Rafael Acosta España, busca una mano derecha que se ocupe del día a día.
Emilio de Ybarra le parece el hombre adecuado: se incorporó al banco como subdirector de la oficina principal de Bilbao en 1964, luego pasó a servicios centrales y llegó a jefe de personal. En 1971 sucedió a su abuelo Alfonso Churruca en el consejo de administración del BB y desde allí dirigió la Corporación Industrial. Pero Ybarra rechaza el ofrecimiento de Sánchez Asiaín. Argumenta que no vale para el puesto «porque no tengo imaginación». Después de seis meses de forcejeo, Emilio de Ybarra acepta un cargo y una responsabilidad para la que, en el fondo, no se siente preparado.
Tres momentos aislados, separados en el tiempo, pero que resumen gráficamente el hecho de que nunca nadie creyó en la capacidad profesional de Emilio de Ybarra y Churruca: ni él mismo, ni sus mejores amigos de la juventud, ni sus colegas del mundo financiero. Pues bien, aquel hombre que nunca destacó en la pandilla de Las Arenas, el mismo que no se sentía capacitado para ser consejero delegado del BB, el mismo por el que nadie daba un duro como presidente del BBV, se convirtió durante la década de los 90 en uno de los protagonistas indiscutibles del sistema bancario español y de Iberoamérica.
Durante los once ejercicios (1990-2001) de presidencia de Emilio de Ybarra, el BBV experimentó una formidable metamorfosis y aquel banco que en enero de 1990 se encontraba profundamente dividido, tanto en el consejo de administración como en la organización profesional, se convirtió a la vuelta de cuatro años en un grupo financiero ganador. Y todo ello en un contexto económico general, y bancario en particular, de máxima dificultad.
Durante ese periodo, en la constelación financiera nacional dejaron de emitir luz y energía bancos que al cierre del ejercicio 1989 parecían más sólidos que las Pirámides de Egipto: Central, Hispano Americano, Banesto.Se puede decir, con razón, que en conjunto, aquellos bancos resultaban excesivamente grandes para un mercado tan reducido como el español pero, por separado, no alcanzaban tamaño suficiente para competir en el mercado global.
El consenso entre analistas y expertos era unánime: en el medio plazo, solo sobrevivirían tres o cuatro de los siete grandes banco españoles. En ese escenario ferozmente darwiniano, la supervivencia del BBV pasaba por minimizar la debilidad de contar con una organización política, humana y técnicamente divida, y maximizar la fortaleza de ser el banco español más grande.
En ese tiempo de incertidumbre, cuando parecía más necesario que nunca un liderazgo fuerte, que se hiciera notar hacia dentro y hacia fuera de la organización, transmitiendo seguridad y determinación estratégica, el presidente del BBV, Emilio de Ybarra, parecía caminar sobre la sutil línea que separa al líder tranquilo y prudente del directivo mediocre y anodino. Internamente nunca dio un puñetazo en la mesa, ni pegó un grito a nadie, y en las raras ocasiones en que lo hizo no dudó en pedir perdón al gritado. Externamente tampoco sorprendió con presentaciones brillantes o ideas innovadoras, más bien al contrario: la sucesiva pérdida de las subastas de Banesto y primera licencia de telefonía móvil (1994), el retraso en lanzar las supercuentas estuvieron a punto de convertirle, para la consideración del equipo humano del BBV y de los mercados, en un perdedor recalcitrante.
Con el paso de los años, cuando en diciembre de 2001 Emilio de Ybarra decide abandonar la copresidencia y el consejo de administración del BBVA, solo un insensato le atribuiría la condición de perdedor. Como suele decirse, números cantan y los del BBVA son brillantes por cualquier lado que se les mire. Y, por tanto, la pregunta es inmediata ¿Cómo es posible que un hombre tan anodino, por lo menos en apariencia, cumpliera con tanta brillantez la difícil misión que le cayó encima en enero de 1990? ¿Qué fórmulas aplicó para sortear, uno tras otro, los escollos de la complicada travesía hacia el éxito? En definitiva ¿Cuál ha sido el secreto de Emilio de Ybarra y Churruca?.
La respuesta resulta necesariamente poliédrica y sólo puede ser formulada a título de hipótesis. El éxito profesional de Emilio de Ybarra y Churruca se condimenta en una receta con tres ingredientes principales: suerte, sentido común y sentido del deber. La suerte hizo que por sendas casualidades fuera nombrado consejero delegado del Banco de Bilbao (1976) y presidente del BBV (1990); el sentido común, que suele ser el menos común de los sentidos, incluso en la gestión empresarial, le ha llevado siempre a pensar dos veces las decisiones y al convencimiento de que la banca es un negocio de personas; el genérico sentido del deber, en el caso de Emilio Ybarra ha tenido dos aplicaciones concretas: trabajar sin descanso y anteponer siempre los intereses del BBV, luego del BBVA, a cualquier otro, por legítimo que fuera.
Estas tres características, habilidades o, si se prefiere, virtudes aplicadas simultánea o separadamente, explican las grandes decisiones de Emilio Ybarra. En cuanto pudo -es decir, cuando el Banco de España le comunicó que ya no estaba obligado por el laudo de 1990- nombró en 1994 a Pedro Luis Uriarte, un especialista en personas, consejero delegado del BBV. Ybarra y Uriarte superaron cualquier diferencia de sensibilidad personal o sentimiento político. Emilio aguas arriba -el consejo- Pedro Luis aguas abajo -la dirección- consiguieron transmitir que al BBV le iría bien si a los empleados -Ybarra todavía utiliza el arcaísmo funcionario- les iba bien. En estos días se ha publicado que el tándem mágico y sus 140.000 funcionarios consiguieron el impresionante récord de mejorar los beneficios un 24 por ciento anual. Menos conocido es el dato complementario: al día de la fecha, el 85-90 por ciento de la plantilla del BBV es propietaria del 7,5 por ciento del capital del banco.
La expansión en Iberoamérica, singularmente México, se encuentra claramente en la línea de pensar y repensar las decisiones. Nacida de una ruinosa inversión inicial en la casa de bolsa Probursa, es posible que a Emilio de Ybarra -que no se siente capaz, ni interesado, en inventar una estrategia diferente cada día- le doliera perder el dinero invertido y  desaprovechar el conocimiento adquirido. Sucesivas decisiones y un sprint final en el que Emilio de Ybarra dio lo mejor de sí mismo para defender de coimas, amagüestos y corruptelas, la OPA del BBVA sobre Bancomer, dieron como resultado que hoy son más numerosos los empleados del BBVA en México que en España.

Tercera y última gran decisión de Ybarra: fusión con Argentaria. Desde el punto de vista económico la justificación es débil: es verdad que falló la fusión europea con Unicredito. Quizás el error fue intentar la operación, pues nunca nadie ajeno a la república transalpina había conseguido una operación significativa con una gran empresa italiana: ni los americanos de Ford, ni los alemanes de Deutsche Telekom. En todo caso, Argentaria, el banco público recién privatizado, no aportaba balance suficiente para cubrir el riesgo iberoamericano.

Seguramente cuando decidió de fusionarse con Argentaria, en Emilio de Ybarra pesó más el sentido del deber que cualquier otra consideración. Dejar la presidencia del BBVA a Francisco González (FG) -un gallego que junto con Gervasio Collar y Luis será el único presidente del BB, del BV o del BBV no natural del País Vasco- suponía evidentemente decepcionar a todos aquellos que, desde las familias del consejo de administración o desde los profesionales de la dirección, aspiraban a sucederle a la cabeza de esa organización vasca, nacional e internacional.
Pero también suponía que el presidente del BBVA -y primer accionista particular, con el 0,1 por ciento del capital- alejaba a la institución de los demonios familiares que, desde hace siglo y medio atormentan a la Ría del Nervión. En sentido social, González no representa a la margen derecha -como Ybarra o el vicepresidente José Domingo «Pepé» Ampuero- ni a la margen izquierda como Sánchez Asiaín, Toledo o el propio Uriarte. En sentido político, FG es un «broker» de Bolsa que vendió su empresa a los norteamericanos de Merrill Lynch, que carece de experiencia en la dirección de banca comercial, pero tampoco se siente condicionado por las querencias y desavenencias de la saga Ybarra que, iniciada en 1801 por José Antonio Ybarra de los Santo, fue protagonista principal del esplendor y la caída económico-financiera del Señorío de Vizcaya.

17 Diciembre 2001

Renovación en el BBVA

LA RAZÓN (Director: José Antonio Vera)

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Los consejeros del BBVA verán hoy confirmada la marcha anticipada del hasta ahora presidente de la entidad, Emilio Ybarra, y del vicepresidente Pedro Luis Uriarte, lo que deja al frente del navío bancairo como presidente a Francisco González, el hombre fuerte de Argentaria, que no ha querido cubrir la vacante de vicepresidente. No es un secreto que la marcha dos de las primeras espadas del Banco se produce tras registrarse desavenencias a lo largo de los últimos meses y que el ambiente entre los consejeros no era ya el más adecuado para hacer frente a las vacas flacas de la crisis económica internacional que se esperan en los primeros meses del nuevo año.

La salida de Ybarra supone también la del último representante del NEguri en un Banco en el que siempre tuvo a sus representantes situados en la cima. Pero, al contrario de lo que pudiera pensarse, no se ha creado un gran seguimiento de malestar, pues prima abte todo la realidad de las cuentas del BBVA, que ha realizado un excelente ejercicio en 2001, y se valora igualmente la mayor estabilidad que aportará a la entidad la existencia de una sola línea en la dirección.

Todos sabían, además, que resultaba inevitable en un proceso de unificación como ocurre en toda fusión de dos grandes entidades, que terminaría necesariamente en la salida de uno de los dos presidentes. Lo que ya no ha gustado tanto es que los plazos previstos se adelantes y por sorpresa.

18 Diciembre 2001

Emilio Ybarra

Luis María Anson

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No se puede hacer mejor las cosas. Emilio Ybarra es un hombre sosegado y prudente, firme y flexible, con los pies siempre sobre la realidad. Ha sido un formidable gestor del Banco Bilbao Vizcaya y ha conducido con buenas maneras la fusión con Argentaria. Los números encienden su éxito, a pesar de su aspiración indeclinable a la penumbra. En su despacho de trabajo supo resistir siempre el asedio de los vertederos y el elogio un poco baboso de los interesados. Llevaba el balance de las empresas en la mano, como Gary Cooper su revólver. Pero no disparó nunca. Ha sido un banquero mitrado. Es un vasco telúrico ajeno a la política mazorral y a la economía de garrapata.

Pero, sobre todo, ha sabido irse sin una estridencia, sin un mal gesto, como un gran señor. Sabe que le sucede un experto hombre de Banca y que los accionistas del BBVA pueden dormir a pierna suelta. Emilio Ybarra deja atrás por añadidura una colosal obra cultural en España y en Iberoamérica. Puso en marcha un número tan ingente de exposiciones y de actividades en el mundo de la inteligencia que España ha contraído con él una deuda permanente.

Se enreda hoy en los puntos de mi pluma la admiración por este hombre que se va en plena forma, con el viento de Neguri entre los dedos, el pelo encanecido y la piel curtida en la zozobra de los trabajos y los días. De él hay que esperar acciones muy fecundas en el futuro. El mundo de la Banca, en todo caso, se quita hoy el sombrero ante un banquero que ha sabido lidiar dos fusiones sin dejar jirones en las alambradas de la vanidad. Cedió ayer su puesto, en fin, con una elegancia que ha suscitado el reconocimiento de propios y de extraños.

Luis María Anson

19 Diciembre 2001

Un relevo anticipado

EL CORREO vasco (Director: Ángel Arnedo)

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La anticipada dimisión de Emilio Ybarra y Pedro Luis Uriarte cierra un brillante ciclo en la vida del BBVA. Tomaron un banco importante en España y lo dejan situado en los primeros puestos del ranking europeo que mide la capitalización bursátil, con los mejores ratios de eficacia y con una impresionante presencia en el exterior, principalmente en Latinoamérica. Han liderado con pericia las sucesivas fusiones que, partiendo de los antiguos bancos de Bilbao y Vizcaya y de la banca pública, han dado como resultado el actual BBVA.

Los cambios estaban previstos en el protocolo de la fusión con Argentaria, pero han sorprendido por su apresuramiento – apenas tres meses antes de la celebración de la junta general de accionistas – y por su profundidad. Dejan no sólo su cargo, sino también sus puestos en el Consejo, con lo que se pierde su probada experiencia, y renuncian al merecido reconocimiento a su trayectoria que deberían haber recibido en la junta de marzo. No cabe duda de que los periodos de copresidencia han sido siempre males menores que hay que aceptar para hacer viables determinadas operaciones corporativa, pero no son nunca un modelo deseable de gestión empresarial. Cerrado este capítulo, el banco inicia una nueva etapa en un entorno muy diferente al disfrutado en los últimos años. La falta de crecimiento de la economía mundial y la tremenda rebaja operada en los tipos de interés frman un escenario poco amable para la banca en general, que, en el caso de la española, tiene la dificultad añadida de los problemas que aquejan a varios de los países latinoamericanos en los que está presente. No obstante, la enorme solidez del balance que presenta el BBVA y su probada capacidad para gestionar riesgos y generar beneficios le permiten encarar el futuro con serenidad y esperanza, desde un presente ciertamente confortable. La nueva cúpula directiva llegará con el euro, que abre una fase que puede transformar la faz financiera de Europa.

Visto desde el País Vasco, el recambio presenta algunas dudas y desata ciertas alarmas. Hay que evitar que se agrave el progresivo proceso de pérdida de peso específico y de capacidad de poder que padece Euskadi. La mayor parte de los bancos que hoy forman el BBVA tuvieron su origen en Bilbao y han sido parte fundamental de la vida económica, pero también de la social y cultural del País Vasco. A su alrededor se han constituido innumerables empresas, creando riqueza y empleo, han fomentado las artes con una inestimable labor de mecenazgo y han sido un irremplazable vivero de directivos que han irradiado su influencia por toda la economía española. En los actuales tiempo de crisis y turbulencia, es preciso que esto diga siendo así, por lo que los nuevos rectores están obligado a hacer un esfuerzo para que no se olviden los orígenes y la tradición de la institución que representan, continúen con esta labor y eviten la siempre presente influencia de los poderes políticos.

17 Diciembre 2001

¿Por qué se va Pedro Luis Uriarte del BBVA?

Casimiro García Abadillo

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En sólo diez años, el BBV ha pasado de ser un banco lastrado y dividido por la guerra fratricida que se originó tras la muerte de Pedro Toledo a ocupar junto con el Deutsche Bank y el SCH la primacía en la zona por su valor de capitalización.

Ese sorprendente salto hacia adelante ha tenido dos indudables protagonistas: Emilio Ybarra y Pedro Luis Uriarte. El primero se ocupó de pacificar el consejo y de dar a la entidad una paz necesaria que concluyó con la salida del banco en etapas sucesivas de los primeros espadas de la llamada cultura Vizcaya: Francisco Luzón (Argentaria), Alfredo Sáenz (Banesto) y Angel Corcóstegui (BCH).

Por su parte, Uriarte ha sido el responsable de la gestión, el artífice de una trayectoria impecable desde que en 1994 se hizo con todo el poder en la organización. El número dos del BBV no sólo ha orientado la estrategia, sino que ha moldeado los equipos y ha ejercido un indudable liderazgo en la entidad hasta enterrar el mito de las dos culturas. De alguna forma, el BBV de hoy es el BBV de Pedro Luis Uriarte.

La vocación de liderazgo, elemento esencial en la forma de hacer banca que ha guiado al BBV en esta última década, fue lo que llevó al duo Ybarra/Uriarte a proyectar la fusión con Argentaria como respuesta a la fusión del Santander con el BCH.

Curiosamente, dos años después de llevarse a cabo esa fusión, el banco más pequeño parece que va a comerse al más grande. Sea en el consejo del próximo martes o sea en el primer consejo de enero, parece inevitable el abandono antes de tiempo de Ybarra y Uriarte de sus puestos como presidente y vicepresidente/consejero delegado, respectivamente, del BBVA.

La salida de Ybarra estaba pactada en los acuerdos de fusión para la próxima junta, a celebrar en marzo de 2002. Lo realmente sorprendente e importante del movimiento que se produce ahora es la marcha antes de tiempo de Uriarte, que a sus 57 años aún tenía otros cinco por delante hasta alcanzar la jubilación (fijada en los estatutos a los 62 años para los consejeros ejecutivos).

¿Por qué se va Uriarte? Fundamentalmente porque la sintonía que hizo complementarias sus cualidades con las de Ybarra no se ha producido con Francisco González. Cuestión de incompatibilidad: González quiere asumir con todas sus consecuencias la presidencia ejecutiva, lo que implicaría recortar el poder de Uriarte. Y también cuestión de estilos: el vasco es hombre que enardece a sus tropas, que elige a sus capitanes y baja con ellos a la arena del día a día, mientras que el de Galicia prefiere dirigir la nave desde su puesto de mando y junto a un grupo reducido de fieles.

Uriarte es, hoy por hoy, el mejor ejecutivo bancario del país.¿Puede el BBVA prescindir de un hombre tan valioso? Seguramente su pérdida no será obstáculo para que el banco siga siendo una de las empresas más rentables del mundo. No hay nadie insustituible y menos en una entidad que ha dado una cantera tan sobresaliente.Sin embargo, el BBVA ya no será el mismo.

Con Ybarra y Uriarte abandonarán también el banco Alfonso Basagoiti (adjunto al presidente y responsable de relaciones institucionales); Mario Fernández (jefe de la asesoría legal y uno de los mejores abogados del país), y Antonio López (adjunto al presidente y responsable de la relación con los medios de comunicación).

Lo que está a punto de suceder también tiene su interpretación política. Es indudable que el BBVA ha perdido en gran medida su carácter vasco. Lo que ya era evidente desde el punto de vista empresarial (el BBVA es una gran multinacional con sucursales en casi todo el mundo), ahora también lo es desde el punto de vista personal. Ybarra es miembro de una de las familias clásicas de Neguri. Uriarte, Basagoiti y Fernández son tres profesionales ligados al nacionalismo vasco y han ocupado cargos en gobiernos del PNV. La desvasquización del BBVA, que se venía produciendo de forma natural desde hace años, ahora se completa con la salida de personajes tan significados.

El reto para González (que va a contar con José Ignacio Goirigolzarri, un hombre de Uriarte, como segundo) va a ser doble. Por una parte, tendrá que mantener el magnífico rendimiento de la entidad en los últimos años. Por otra, tendrá que hacer frente a la ofensiva de sectores nacionalistas que van a interpretar sus decisiones en clave exclusivamente política, no sólo por su procedencia (los medios ligados al PNV lo califican como hombre de Madrid, a pesar de su origen gallego), sino por su relación con el vicepresidente segundo y ministro de Economía, Rodrigo Rato.

22 Diciembre 2001

BBVA: nueva etapa

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Esta semana se ha iniciado una nueva etapa en uno de los grandes bancos españoles: el BBVA dispone a partir de ahora de un único presidente y de un nuevo consejero delegado. Con esta operación finaliza la larga marcha de fusiones que ha tenido como protagonistas a los antiguos bancos Bilbao y Vizcaya, ambos privados, y a la antigua Argentaria, un banco público privatizado por el PP.

A la hora de la marcha de Emilio Ybarra, copresidente hasta ahora del BBVA, es justo hacer el reconocimiento de sus méritos. Ascendido al primer escalafón del BBV tras la traumática fusión del Bilbao y Vizcaya, Ybarra se remangó y convirtió aquella suma de entidades heterogéneas en un gran banco. Y lo hizo rompiendo con el tópico de los señoritos de Neguri que siempre acompañó a las entidades vascas. Ybarra ha sido el ejemplo de bancario trabajador, independiente, al que han acompañado los resultados.

Cuando en 1999 se fusionan el BBV y Argentaria, se instala una copresidencia en el nuevo banco y se acuerda una fecha de salida para Ybarra. Éste la ha adelantado presuntamente para acabar con las tensiones que acompañan a la unión de culturas distintas, que caracterizan a todo tipo de fusiones. La experiencia bancaria indica que las copresidencias no funcionan sino como una fórmula provisional. Por ello, el sacrificio de Ybarra ha de ser entendido como una renuncia en favor de la estabilidad del banco. Y como el fin de su transición. Es su último servicio al mismo.

Francisco González, el nuevo presidente único, se enfrenta ahora a una nueva etapa con retos complicados. En primer lugar, administrar un gran banco en una coyuntura económica difícil, con una presencia muy significativa en una de las zonas más volátiles y débiles del planeta: América Latina. También, prepararlo para una nueva época en la que, previsiblemente, las fusiones financieras serán transfronterizas, no entre entidades de un mismo país, como corresponde al marco de referencia de nuestra época: la globalización. Por último, evitar los recelos de las familias tradicionales vizcaínas, presentes en el consejo de administración y en la tecnoestructura del BBVA.

González, que se ha dotado de una nueva estructura directiva, tiene una dificultad añadida: habrá de superar esa dificultad de origen que hace que haya llegado a la presidencia de un banco privado a través de un nombramiento político. González fue presidente de Argentaria a través del dedazo del Gobierno de Aznar, que no se fiaba de su antecesor, Francisco Luzón, a pesar de su buena labor en el banco público. Además, González, al revés que Ybarra, es un hombre que no proviene del mundo bancario, sino del bursátil, por lo que también tendrá que aplicar sus habilidades en el día a día, en la banca al por menor, que al fin y al cabo es la mayor parte del negocio bancario típico. Profesionalidad no le falta. A partir de ahora González tendrá que demostrar su autonomía del poder político consiguiendo los mejores resultados a corto y a largo plazo para sus accionistas, clientes y trabajadores. Ése es su reto.