1 junio 2000

Francisco Frutos y el PCE luchan por mantener el poder frente al sector de Gaspar Llamazares

Lucha por el poder en Izquierda Unida mientras la crisis económica le obliga a cerrar las sedes del Partido Comunista de España (PCE)

Hechos

En junio del año 2000 Izquierda Unida anunció el cierre de las sedes del Partido Comunista de España (PCE).

Lecturas

  • Periodistas como D. Jaime González, D. Javier Pérez Royo o D. Antonio Elorza trataron en el verano de 2000 de la crisis de Izquierda Unida tras la derrota electoral del año 2000.
  • La crisis política la causan los enfrentamientos entre el sector de D. Francisco Frutos (apoyado por el núcleo del PCE) y el de D. Gaspar Llamazares.
  • La crisis económicas, las deudas estratosféricas que tiene la coalición.

13 Marzo 2000

IU: El final del camino

Jaime González

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A estas horas, el cuerpo roto de IU yace malherido y el comunismo – o lo que queda – agoniza y se agita en convulsiones. En su caída, Izquierda Unida ha perdido 13 de los 21 escaños que tenía, un batacazo que dejará secuelas de por vida en la cada vez más consumida coalición. Francisco Frutos, el piloto que tomó los mandos cuanto el avión perdía altura, comprueba en sus carnes doloridas la intensidad del porrazo: IU se ha dejado en el descenso la mitad del porcentaje de votos que logró Anguita en 1996, un descomunal fracaso que pone en peligro la propia existencia de la formación. Buena parte de su electorado, aquel que no sucumbió jamás a los guiños del PSOE ni pasó por el ‘aro trampa’ del voto útil, se ha sentido traicionado por el pseudo pacto con Almunia y se ha quedado en casa antes que prestarse al juego sin reglas que trataron de imponerle a toda prisa. La desbandada de votantes obligará a IU a un largo período de convalecencia. La gravedad de las lesiones recomienda un cambio radical de estrategia y una redefinición sustancial de objetivos. El camino elegido terminó en un precipicio y, al borde del abismo, gira en redondo o es devorada por sus también doloridos amigos de Ferraz. Hace once años cayó el muro y, en castigo, el comunismo quedó sepultado bajo los cascotes de su propia intolerancia ideológica.

Ahora, el PCE convertido en reliquia histórica, pesa como una losa sobre los hombros maltrechos de IU, la coalición tapadera que le sirvió de escondite hasta anoche y que, en su menguante existir, se hunde ahora por el volumen del muerto que soporta.

19 Marzo 2000

Fórmula agotada

Javier Pérez Royo

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El PCE tocó fondo en 1982. En las elecciones andaluzas de mayo obtuvo ocho escaños y en las generales de octubre, cuatro, diecinueve menos que en las elecciones de 1979. Como fórmula política y electoral estaba claro que al comunismo español no le quedaba recorrido alguno.En esas circunstancias sería el comunismo andaluz, con el liderazgo no orgánico pero sí político de Julio Anguita, el que iniciaría el camino de la recuperación con la invención en las elecciones andaluzas de 1986 de la fórmula «Izquierda Unida-Convocatoria por Andalucía». Mientras que el PCE en las elecciones generales de ese mismo año volvería a obtener cuatro escaños, en Andalucía el movimiento liderado por Julio Anguita alcanzaría diecinueve.

El éxito de la fórmula andaluza conduciría a su exportación a todo el territorio del Estado y a la sustitución de la fórmula PCE por la de IU como tarjeta de presentación ante el electorado.

El PCE tuvo, pues, el acierto de refundarse como IU antes de la caída del Muro de Berlín, es decir, supo anticiparse a un acontecimiento tan importante para los sistemas políticos europeos en general y para el componente comunista de los mismos en particular. De ahí que la crisis final del comunismo de 1989 no le afectara de manera negativa desde un punto de vista electoral. IU empezaría a recuperarse en el conjunto del Estado, llegando a obtener sus mejores resultados en las elecciones europeas y andaluzas de 1994, en las que llegaría a alcanzar el 13,5% y el 19% respectivamente, porcentajes nunca alcanzados a escala regional o nacional por el PCE. Parecía, en consecuencia, que se había encontrado la fórmula adecuada para dirigirse al cuerpo electoral y para salir definitivamente de la situación de marginalidad en que había llegado a caer.

Y sin embargo, no ha sido así. Al contrario. Si en Andalucía fue donde se inventó la fórmula y donde se inició la refundación de la izquierda de tradición comunista, también sería en Andalucía donde se iniciaría la política de entendimiento con el PP y de rechazo frontal al PSOE, que conduciría a la ingobernabilidad de nuestra comunidad autónoma durante dos años, pero que acabaría conduciendo también a IU a la misma situación de marginalidad en que estaba el PCE y para salir de la cual fue fundada.

No creo que sea fácil encontrar un ejemplo de operación suicida similar a la protagonizado por IU en Andalucía. En las elecciones autonómicas recién celebradas tiene dos escaños menos de los que tuvo el PCE en Andalucía en el año 1982. Y eso que en aquella convocatoria el PSOE tuvo 66 escaños y no los 52 que ha tenido en ésta.

Y lo peor es que se ha agotado la fórmula de la refundación comunista en IU. El PCE se salvó de la quema mediante su refundación en IU. Pero ¿de qué manera puede salvarse de la quema IU? A la vista de la reacción de sus dirigentes no hay motivos para ser optimistas.

09 Junio 2000

Izquierda en vilo

Antonio Elorza

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En un excelente libro que acaba de aparecer, el investigador mallorquín David Ginard reconstruye la increíble historia de un agente moldavo de la Internacional Comunista, conocido en España por el falso nombre de Heriberto Quiñones, y que tras la victoria de Franco protagonizó la trágica aventura de intentar la reconstrucción del PCE clandestino desde Madrid. Detenido en diciembre de 1941, sufrió torturas y cárcel hasta ser condenado a muerte y finalmente fusilado el 2 de octubre de 1942. Un desenlace lógico para los tiempos que corrían. Lo peor es que también resultó lógica, en términos estalinistas, la reacción de su partido. Si las cosas salían rematadamente mal no podía ser por errores de la dirección ni por falta de combatividad obrera; tenía que ser por culpa de los traidores y, así, Quiñones se convirtió durante décadas en el prototipo del traidor que vende y destruye al partido. Su gran defecto: haber pensado con su cabeza, definiendo una política de unión nacional. Pero las prerrogativas de la dirección eran sagradas.No es inútil recordar el episodio ante la crisis sucesoria en curso dentro de Izquierda Unida. Por fortuna, ya no hay persecuciones ni fusilamientos, aunque sí una situación profundamente depresiva, con una clara tensión entre quienes intentan corregir el curso político de la coalición, a la vista de los últimos desastres, y los empeñados en mantener a toda costa el dominio del aparato del PCE. Y de momento, como las prácticas estalinistas no han sido olvidadas, cabe temer que la suerte de los renovadores se convierta en un remake blando de la demonización de Quiñones, y de tantas otras demonizaciones posteriores. Salvadas las distancias de credos, Francesc Frutos es un político de la casta de Carrero Blanco, en el sentido de que basan su ascenso político en declarar constantemente que ellos no ambicionan el poder, pero sirviéndose al mismo tiempo de todos los recursos a su alcance para aplastar a sus rivales. Hasta que por destrucción se quedan solos. Para ese fin la tradición política de un partido comunista es un instrumento inmejorable. No cabe la presentación abierta de una candidatura, como hizo Llamazares, ni contacto político alguno para buscar apoyos -el «comistrajo» que denunció el dulce secretario general- por ser prácticas antiestatutarias, a diferencia de lo que haga la dirección del PCE, a la que nada está vedado. Y, en definitiva, tampoco es lícito plantear la candidatura, porque el PCE tiene que llegar a la asamblea de IU con un solo candidato.

Una vez más, dado el predominio cuantitativo del componente comunista en IU, ésta se transforma en una simple máscara para la supervivencia de un estalinismo decrépito bajo las siglas PCE. Por si había alguna duda, Frutos se lo recordó al portavoz de una corriente de IU que intentó abordar el tema: él no toleraba (sic) que temas del PCE, aunque concernieran a IU, fueran tratados en ésta. Así, el PCE de Frutos impone su monolitismo a IU, e IU ni siquiera puede expresar una opinión al respecto. Una discrepancia abierta de Llamazares le convertiría de inmediato en disidente. En suma, si una reacción democrática no lo remedia, no tendremos en el futuro los errores de Frutos, sino pura y simplemente el error Frutos.

Queda la incógnita del PSOE, aun cuando también aquí, de no haber un terremoto desde las bases, tendremos Congreso agrio, pero controlado desde arriba, y el liderazgo poco atractivo de un populista conservador como José Bono. Por ahí no cabe esperar cambio real alguno, pues la voluntad del aparato consiste, ante todo, en capear el temporal y mantenerse en torno a sus barones, quizá con la inyección tecnocrática en su momento de la Nueva Vía. Tampoco el populismo en sentido estricto de la simpática Rosa Díez ofrece más que un cambio de estilo. En la izquierda, Matilde Fernández tiene su atractivo político, recuperando una vocación socialdemócrata que no vendría mal frente a la gestión del PP. Pero, como si la película estuviera rodada en Transilvania, detrás está demasiado presente Alfonso Guerra. Y volver a empezar con la combinatoria de retórica izquierdista y manipulación autoritaria sería el peor de los males.