27 noviembre 2004

Francisco Paesa está vivo: Manuel Cerdán (Interviú) y Antonio Rubio (El Mundo) ubican al espía cómplice de Roldán con ayuda de la agencia ‘Método 3’ de Francisco Marco

Hechos

El 15.11.2004 el diario EL MUNDO publicó en portada que D. Francisco Paesa estaba vivo, residiendo en Francia.

Lecturas

D. Manuel Cerdán (director de INTERVIÚ en 2004) habla con J. F. Lamata sobre el ‘caso Paesa’:

cerdan_paesa_vivo_mp3

28 Noviembre 2004

Paesa: un muerto viviente.

Manuel Cerdán

Leer

Nunca había tenido antes la oportunidad de encontrarme cara a cara con un muerto viviente. Por muy sorprendente que parezca, esta experiencia la viví el pasado martes 29 de noviembre, en una húmeda calle de París, paradójicamente cerca de la tapia del cementerio de Montparnase. Francisco Paesa Sánchez, el espía más famoso de España, el mismo que salvó el dinero de Roldán y luego lo entregó a Belloch, el mismo que vendió dos misiles a ETA en medio de una operación de señuelo para llegar hasta su arsenal en el sur de Francia, el mismo que partió el corazón a Dewi Sukarno, era cazado por INTERVIÚ tras varios meses de investigación. Llevábamos tiempo siguiéndole la pista – en las últimas semanas, pisándole los talones – al hombre más buscado de España: al escurridizo Francisco Paesa. Una serie de datos acerca de una de sus sociedades establecidas en Londres nos condujo hasta su guarida parisina como explicaremos detalladamente la semana que viene. Con la ayuda de un profesional de la talla de Francisco Marco y de su organización Método 3 pudimos centrar la zona en la que se movía el ex agente del Ministerio del Interior. Convencidos de que Paesa había trasladado su residencia a un piso e la calle Liancourt, decidimos establecer una estrecha vigilancia. Un equipo de reporteros de la revista, junto a su director, hizo guardia pacientemente hasta que el agente secreto dio señales de vida. Y en esta ocasión el espía también surgía del frío en una de esas mañanas desapacibles de los otoños parisinos.

Nunca olvidaré la cara que puso Paesa cuando me acerqué a él y le di los buenos días. En este caso debería haber sido yo el sorprendido por haber resucitado a un muerto y no él por reencontrarse con un vivo. Pero la realidad es que el espía quedé bloqueado farfullando en francés, cuando giró su cabeza y se encontró conmigo. Habían trascurrido quince años desde que, junto con Antonio Rubio, lo entrevisté por primera vez, en Ginebra, en 1990. Después, tuve la oportunidad de hablar con él en otras ocasiones hasta que, en julio de 1998, decidió desaparecer del mundo de los vivos. Para no dejar pistas, organizó el montaje de su falsa muerte en Bangkok. Pero todo resultó una burda chapuza, como los papeles de Laos y el capitán Khan. El nombre del falso agente laosiano había sido adoptado del personaje de los chiripitifláuticos: el capitán Tan. ¡Y cómo no! La operación tuvo el mismo calado que el programa televisivo: todo un chiste.

El martes pasado tuve la oportunidad de hablar con él más de una hora a tumba abierta. El espabilado Paesa demostró que no había perdido un arte que ha dominado durante toda su vida: el de la mentira. Insistió en que había devuelto el dinero a Roldán y que nunca había cobrado de él un duro, lo que no es cierto. El ex director de la Guardia Civil no sólo le adelantó un millón de dólares para que le salvara su dinero, sino que fue tan inocente que puso en sus manos el resto del botín, que nunca recuperó. Paesa siembra la duda entre los abogados, los intermediarios y la propia mujer de Roldán, Blanca Rodríguez Porto, pero todas las pruebas concluyen en que el dinero se lo quedó él. Aun mostrando esos supuestos recibos de la devolución del dinero que dice conservar, seguirían teniendo el mismo valor que los papeles de Laos, que fueron falsificados en su domicilio de París.

Tengo que señalar que nunca había encontrado a un Paesa tan agotado y derrotado. A punto de cumplir los 70 años, físicamente presenta un aspecto inmejorable, que algunos quisiéramos para nosotros, pero su mirada y sus gestos son los de un hombre acosado. Y no por los periodistas, como él se queja, sin por peligrosos enemigos a quienes ha podido estafar. Y los más peligrosos vienen el frío: la mafia rusa. Con todo, él mismo, que reconoce que borra de su memoria a la gente como si destruyera documentos y papeles, es capaz todavía de organizar cualquier montaje.

Aunque actualmente sobre Paesa no pesa ninguna medida judicial, sí existen un par de sumarios que están archivados provisionalmente. A la opinión pública le cuesta entender que un ciudadano español se haga el muerto para que una causa judicial – la receptación del dinero de Roldán – prescriba y después salga de la tumba como si nada. Es una tomadura de pelo al sistema, que la justicia no puede consentir. Aunque el propio espía reconoce que disfruta de la protección de los servicios secretos franceses, con quienes colaboró durante años, no puede quedar impune a un colorario de acciones ilegales: el blanqueo del dinero de Roldán, su entrega a cambio de fondos reservados, falsificación de los papeles de Laos y de pasaportes y su muerte fingida. Hay suficiente materia para reactivar los sumarios. Está bien que Paesa sea un espía que surge del frío pero no que congele las causas judiciales.