5 julio 1996

Aquel mote perseguirá al columnista durante el resto de su carrera

El columnista Martín Prieto ‘MP’ califica en un artículo de EL MUNDO a Eduardo Haro Tecglen, del diario EL PAÍS, como ‘la momia’

Hechos

El 7.07.1996 D. José Luis Martín Prieto publicó un artículo en EL MUNDO sobre D. Eduardo Haro Tecglen, columnista del periódico EL PAÍS titulado Haro Tecglen: «La momia»

Lecturas

Referirse al columnista estrella del diario EL PAÍS, D. Eduardo Haro Tecglen como ‘la momia’ surgió en las tertulias de la Cadena COPE por parte del tertuliano D. Federico Jiménez Losantos (del diario ABC), que lo justificaba en su «leninismo insepulto» (10-11-1994) y repetido por otros tertulianos como D. Jaime Campmany (también del ABC).

Pero el Sr. Martín Prieto, de EL MUNDO se ha convertido en el primero que lo coloca como titular de un artículo de ‘perfil’.

REFERENCIAS DESPECTIVAS DE HARO A MARTÍN PRIETO

En su condición de columnista diario de EL PAÍS, el Sr. Haro Tecglen no contestó con un artículo dedicado al Sr. Martín Prieto, pero sí con pequeñas referencias despectivas en multitud de artículos:

«Extinguido ya el caso Martín Prieto, no hace más que molestar desde que llegó. Podrían mandarle al frente de los mercenarios: África brinda espléndido botín» (EL PAÍS, 10-11-1996)

«Las magníficas crónicas del Martín Prieto de entonces – güisquero, silencioso, soltero – fueron relatando la derrota de cada día en el proceso espeluznante, fascistón» (EL PAÍS, 5-12-1996)

«El descalificado Martín Prieto. ¿Cómo puede Ramímrez seguir publicando un artículo más de Martín Prieto?» (EL PAÍS, 23-12-1996)

«Me lo contó puntualemente en este periódico Martín Prieto, cuando aún estaba en su razón, pero ya mal, el pobre» (EL PAÍS, 28-07-1997)

«Me duele la perdida de un mendigo de la historia, como dice su hijo, le salió muy raro, José Luis Martín Prieto, la de un inválid del quinto regimiento» (5-5-1998)

«En este claro periódico quedaron crónicas magistrales de Martín Prieto: su último verdadero trabajo» (EL PAÍS, 21-2-2001)

07 Julio 1996

HARO TECGLEN, LA MOMIA

Martín Prieto

Leer

¡Hace algunos miles de años sin que pueda recordar ahora bajo qué dinastía egipcia, purgaba yo de jovencito en el servicio de documentación del desaparecido diario INFORMACIONES, también entrando como nuestro protagonista por la madrileña calle de La Madera para pasarme las noches de claro en claro redactando eso: apoyos documentales, informes que sobre un caso puntual pudiera precisar una sección del periódico, y editoriales hoy abyectos pero en aquel entonces obligatorios, loando babosamente a quien fuera menester.

Recuerdo que era un 28 de septiembre, porque el primero de octubre, «Día de la exaltación» de Franco al caudillaje, era preciso otro enésimo editorial y, llevando años escribiéndolos ya no sabía en qué jardín de ditirambos meterme para no repetir en demasía y se me notara la desgana. Deambulando en procura de nuevos adjetivos encomiásticos me di un asueto extrayendo de los armarios la colección de Informaciones de un año de los primeros de la Segunda Guerra Mundial. Abrí al azar el tomo, busqué una primera página y topé con una columna de opinión titulada y firmada en gruesos caracteres por Eduardo Haro Tecglen, poniendo tan alto a Francisco Franco que de su texto tomé vergonzante y ladronamente las alabanzas que no se me ocurrían.

Leyéndole en aquella alta madrugada del jurásico superior se me saltaban las lágrimas porque sabía de los forzados trabajos de la entonces jovencísima «momia» por evitar la condena a muerte de su padre, oficial de la Armada, por el delito de mantener su fidelidad a la Constitución republicana que le tocó jurar y acatar. Y es que yo soy capaz de llorar en los cines.

«LA MOMIA.- Creo que fue Federico Jiménez Losantos quien comenzó a tildarle de «La Momia», acaso porque a él, desde otras trincheras radiofónicas y de papel, le aludían por clónico físico de Peter Lorre. Puestos a ser perversos, Losantos marraba en el calificativo. Alto, de complexión atlética, sin una arruga, con una mata de pelo que ya comienza a ser obscena, muchos de sus discípulos ya hechos unos cascajos no soportaríamos una fotografía junto a él. Lo que tiene de «momia» serán los secretos que sabe sobre los giros de la Historia y de la vida; y ese paciente y quizá cínico escepticismo que le permite ser irónico, sin llegar nunca a la crueldad, hasta hacia quienes se acercan a él entregados y admirados. Sea como fuere amigos y adversarios pretenden «enmomiarle» cuando cada día este Dorian Gray, pactante con el Demonio, es más rojo y crece en la frescura de una prosa cortante, corta, sin alifafes y destelleante.

Francisco Umbral, que de ese dolor también sabe, me ilustró: «Haro se encuentra tan intelectualmente joven, mucho más que todos nosotros, porque está escribiendo los artículos de sus hijos muertos». Paco le adora, y éste y otros argumentos menos personales venían a cuento de un premio que se le otorgó por unanimidad, honrándose los jurados en ella. Eduardo Haro Tecglen, aquel niño republicano que hoy cuenta en unas remembranzas de éxito, parece haberse quedado sin patria a fuer de haber tenido tantas (las varias Españas, París, Tánger, Informaciones, Triunfo, El País, diversos exilios interiores,…) y ha recalado en el estoicismo, no en el de sí mismo sino en el que le debe a sus seres y sus ideas más queridas.

Lo traté como a un santón, o si prefieren como a la «momia» ante la que me gustaría sentarme para hacerla preguntas como cuando editorialista (lo es) de un joven-viejo diario que contribuimos a fundar en los tiempos remotísimos del Viejo Testamento. Como todo gran hombre tenía adversarios y hasta enemigos. Los primeros me decían que no era nadie sin la Enciclopedia Británica, lo que nunca acabé de considerarlo como reproche; y los segundos aducían haber sido un comisario político en Triunfo, y le reprochaban un alma estalinista, tesis que frecuentan los que han dado en envolverle en vendas avejentadas y deshilachadas como producto de una pirámide.

AMANTE ENGAÑOSA.- Sólo le he tratado de teléfonos y de pasillos, aunque habiéndole leído desde siempre continúo haciéndolo con delectación, excepto cuando da gracias por ser quien es a sus actuales patronos. Me imagino que durante la guerra germano-soviética declinó por Stalin (¡no iba a hacerlo por Hitler!), tal como Charles Chaplin, con el que guarda rasgos en común excepto la riqueza. Pero no le veo ni de comunista ni siquiera de rencoroso social: bajo la coña suavemente cordial de su mordaz trato, apenas perceptible, lo que rascas como a «Charlot» es una gran compasión por el ser humano, una-fe-falta-de-fe en que vayamos hacia un mundo mejor, una pasión inextinguible hacia las mujeres, que nada tiene que ver con la condición feminista, y una infinita capacidad para encajar impasible y sin llorarle a nadie la mano de hostias que le ha ido dando la vida en su condición de no-trepador.

Es de los pocos que ven venir la vida y la reciben como a una chica de la que se sabe de antemano que siempre será una amante engañosa. Pareciera que el niño republicano se hubiera acostumbrado a todo: hasta a recibir la carta de un preboste en la que te cuenta que aun sabiendo de la decencia de tu padre es partidario de que le den paredón. «Y quedo a su disposición».

Por «políticamente incorrecto», esa estratificación geológica mental de la que abomino, a Eduardo Haro le denominan hoy de «momia» cuando anteayer le habrían intentado insultar llamándole judío. Hoy eso no está de moda pero los de siempre lo siguen pensando. Teniendo familia política hebrea, y muy querida, algo les conozco. Otra cosa son los israelitas, pero el judío errante procura ir de perfil y como pidiendo perdón por vaya usted a saber qué. Será una actitud que les ha quedado grabada en el código genético tras tantos «progroms». Haro Tecglen sigue sacando adelante su nueva y generosa familia y soportando el dolor de los demás que es el peor de los sufrimientos que se nos han dado. Un amigo común me comentó: «Lleva al cuello una pastilla de «Exit» para, llegado el caso aliviarse de tantas angustias». Me extraña que Haro, aunque ya haya pasado por bastantes infiernos que parecen signarle, lleve nada colgando del gañote, aunque sólo sea por una estética que no me cuadra con el personaje, todo dado a la introspección y para nada al más pequeño de los exhibicionismos. Llegados al caso de «salir» ya hablaremos si me concede el honor, que lo dudo, de la última plática.

José Luis Martín Prieto (MP)

El Análisis

Facilón, pero pegadizo

JF Lamata

D. José Luis Martín Prieto ‘MP’ pudo haber sido el primero en sacar el articulito del Sr. Haro de loa al General Franco, lo alude, pero opta por no sacarlo (lo haría el Sr. Aguinaga un año después), pero sí fue el primero que puso por escrito el adjetivo ‘la Momia’ para hablar del Sr. Haro Tecglen. Luego repetirían lo de ‘la Momia’ D. Gabriel Albiac, D. Carlos Semprún Maura y más que ningún otro D. Jaime Campmany, destacados enemigos todos ellos, como MP del Sr. Haro. Pero el responsable del mote no era ninguno de estos, sino D. Federico Jiménez Losantos desde la cadena COPE, tanto en su sección de prensa en ‘La Linterna’ de D. Luis Herrero, como los días en los que acudía a la tertulia de D. Antonio Herrero en ‘La Mañana’ no dudaba en hablar de ‘la momia’ cuando tenía que referirse al Sr. Haro. La verdad es que es un poco facilón llamar a un rival de cierta edad como ‘la momia’, pero es pegadizo y del disfrute de los oyentes que quieren sangre. Momia se le llamó y como momia se quedó. Eso sí, luego en alguna entrevista posterior, en el diario EL MUNDO, el Sr. Jiménez Losantos no tenía problemas en decir: «si yo nunca he insultado a nadie…»

J. F. Lamata