20 febrero 2004

Sus enemigos trataron de vincularle sin pruebas en el 23-F

Muere Ángel Palomino Jiménez, escritor satírico y militar que pasó de LA CODORNIZ aperturista a EL ALCÁZAR franquista

Hechos

El 20 de febrero de 2004 falleció D. Ángel Palomino Jiménez.

23 Febrero 2004

Un escritor de éxito en el tardofranquismo

Javier Memba

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Aunque Angel Palomino será recordado como escritor y periodista, sus primeras inquietudes fueron ajenas a las letras. Así, en 1935, recién llegado a Madrid tras acabar el bachillerato en su Toledo natal, comienza a estudiar Ciencias Químicas. Un año después, apenas estalla la guerra, ingresa en la Academia de Infantería, de la que, como tantos estudiantes universitarios de aquellos días que se alistaron voluntariamente, sale alférez de complemento. Como el mismo Palomino recordaría en uno de los últimos reportajes televisivos dedicados al conflicto, participó en algunas de sus batallas más cruentas.

Tras el cese de las hostilidades, el futuro escritor olvida la química para dedicarse a la milicia. Entre sus primeros destinos destaca el de instructor del Ejercito del Jalifa en Marruecos.De vuelta a España, regresa a la Academia de Infantería como profesor de Historia y Geografía Militar. Es entonces, mientras se dedica a la docencia castrense, cuando publica sus primeros relatos en La Codorniz. Desde 1944, la revista que habría de convertirse en el paradigma de la prensa satírica española está comandada por Alvaro de la Iglesia. Entre sus colaboradores se encuentran Enrique Jardiel Poncela, Rafael Castellano y Cero -su redactor jefe-. La nómina de dibujantes no es menos ilustre: Rafael Azcona, Mingote, Máximo, el entrañable Serafín… Todos dan nuevos bríos a lo que Miguel Mihura -antiguo director de la publicación- había llamado el «hablar en Codorniz». No era aquello otra cosa que la única sátira capaz de sugerir más de lo permitido en la época.

El humor habría de ser a la producción narrativa de Ángel Palomino lo que la apología y la nostalgia del anterior régimen a la ensayística.Sin abandonar nunca La Codorniz, en la que colaboraría hasta su cierre (1977), el escritor regresa al Africa española como redactor jefe del Diario de Larache (1946-1950). Subdirector de la revista Fiesta de Tetuán (1950-1954), su primer libro es un ensayo titulado Mientras velas las armas (1942). A éste le sigue una colección de versos humorísticos, La luna no se llama Pérez, cuyo pie de imprenta data de 1955. El césar de papel, su primera novela, aparece en 1959. Con la segunda, Zamora y Gomorra (1968), se convierte en uno de los escritores más leídos del momento y obtiene el Premio Club Internacional de Prensa.

Interesado, como tantos prohombres del antiguo régimen, por el sector turístico, Angel Palomino fue director de importantes establecimientos hoteleros. De esta última inquietud viene a dar prueba uno de los grandes éxitos de la novela franquista, Torremolinos Gran Hotel (1971), con la que quedaría finalista en el Premio Alfaguara y ganaría el Nacional de Literatura, y El milagro turístico (1972), uno de sus ensayos más interesantes.Convertido en uno de los grandes escritores en la primera mitad de los años 70, aparecen Madrid, costa Fleming (1972) y Todo incluido (1975), dos acercamientos a la prostitución de la época que no tardan en convertirse en best-sellers. Entre sus siguientes publicaciones destacarían títulos como Divorcio para una virgen rota (1977), Quiero un hijo de Julio (1986) o Han volado el toro del coñac (2000). Así como sus numerosos relatos, copilados en Los mejores cuentos (1973) y Los mejores cuentos de Angel Palomino (1999).

Paralelamente, la actividad periodística de Palomino prosigue en los diarios ABC y Arriba, así como en la agencia Efe, medios en los que firma entre 1976 y 1979. Dos años antes, en 1977, ha empezado a colaborar en El Alcázar con su nombre y con el seudónimo de G Campanal. Aquí publica un polémico artículo titulado Ahora que no está el Rey es la gran ocasión. En aquellas líneas ironizaba sobre una imaginaria propuesta de peregrinación a Lourdes por parte de los diputados para pedir un milagro que solucionara los problemas del país. Menos sonadas fueron sus colaboraciones en Semana y El heraldo español.

Miembro de la Academia de Bellas Artes de Toledo desde 1980, llevó a los tribunales a los periodistas que le implicaron falsamente en la trama civil del 23-F.