3 mayo 1998

Sólo un día antes Aznar había explicado a Luis Herrero y Jiménez Losantos la necesidad de que la COPE prescindiera de él

Muere Antonio Herrero Lima, locutor y director del programa ‘La Mañana’ de la COPE en un accidente de submarinismo

Hechos

El 3.05.1998 murió en un accidente de submarinismo de D. Antonio Herrero Lima.

Lecturas

Testimonio de Sánchez Terán (Presidente de COPE en 1998):

La etapa de D. Antonio Herrero Lima al frente de las mañanas de la COPE, que había comenzado en 1992, terminó precipitadamente por un accidente de submarinismo.

¿HABÍA PEDIDO AZNAR LA CABEZA DE ANTONIO HERRERO?

losantos_herrero Según relato de los periodistas de la COPE D. Luis Herrero y D. Federico Jiménez Losantos, la casualidad quiso que justo un día antes de la muerte de D. Antonio Herrero, ambos fueron invitados a La Moncloa, donde el propio Presidente del Gobierno les comunicó que su rechazo al estilo histriónico de D. Antonio Herrero en ‘La Mañana’ «yo ya no lo escucho», les aseguró. Aquello lo interpretaron los dos periodistas como que el Gobierno del PP le retiraba su apoyo al periodista, lo que podía significar que el Gobierno ejerciera su influencia para que al acabar la temporada el Sr. Herrero no continuara. Al morir en un accidente al día siguiente no pudo saberse si se hubieran producido o no esas presiones.

 

LA INDIGNACIÓN DE JOSÉ MARÍA GARCÍA Y ‘EL CLÁN’ CON JOSÉ MARÍA AZNAR

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En el programa especial de la COPE dedicado a la memoria de D. Antonio Herrero, el director de ‘Súper García’, el programa deportivo estrella de la COPE, D. José María García, cargó contra el presidente del Gobierno, D. José María Aznar, por no acudir al entierro de D. Antonio Herrero: «¡Demuestra la basura de la condición humana!», dijo el Sr. García refiriéndose al presidente Aznar.

LUIS HERRERO NUEVO DIRECTOR DE ‘LA MAÑANA’ DE LA COPE

luis_herrero_cope D. Luis Herrero, hasta ese momento director de ‘La Linterna’ fue el encargado de reemplazar a su amigo D. Antonio Herrero como director y locutor de ‘La Mañana’ de la COPE.

JOSÉ APEZARENA NUEVO RESPONSABLE DE ‘LA LINTERNA’ DE LA COPE

apezarena_cope Al dejar D. Luis Herrero ‘La Linterna’ para hacerse cargo de ‘La Mañana’, el periodista D. José Apezarena fue el que se hizo cargo de ese programa.

ARTÍCULOS POLÉMICOS

Se escribieron artículos muy elogiosos en memoria de D. Antonio Herrero, pero también hubo alguno más bien negativo como el de D. Eduardo Haro Tecglen que tendría consecuencias para él dada su condición de comentarista de RNE.

03 Mayo 1998

Líder de la radio, abogado de la libertad

Federico Jiménez Losantos

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El primer dato en la biografía de Antonio Herrero, que él anteponía a todos los demás, es que era hijo de Antonio Herrero Losada, director de Europa Press. De su padre heredó algo más que la profesionalidad periodística, algo que daba sentido a toda una vida dedicada a las noticias: la pasión por la verdad. Siempre fue importante Herrero Losada en la vida de su hijo Antonio, pero a su muerte lo fue todavía más.

Los dos Herrero, padre e hijo, entendieron que la profesión periodística tiene una función de servicio a los demás cuya norma básica es el respeto a la realidad profunda de las cosas y cuyo sentido último es servir a la libertad de las personas, clave de su dignidad. Si antes de la muerte de su padre, Antonio Herrero se movía con una fortaleza física asombrosa en tal dirección, después de ella se sintió irreversiblemente atado a esos principios éticos. Nadie en la España de estas dos últimas décadas ha combatido tan feroz y desinteresadamente la corrupción. Nadie ha levantado su voz como él en defensa de una idea de España basada en el conocimiento de la Historia, el respeto a las leyes y la integridad de los servidores públicos. Nunca pactó en cuestiones de principio. Pero siempre estuvieron abiertos sus micrófonos a quien quisiera explicar su verdad a los demás o discutirla. Era vehemente incluso en su tolerancia. Era demoledor incluso en su bondad.

Nació en Madrid el 5 de febrero de 1955 y en el bachillerato conoció al que había de ser su mejor amigo, Luis Herrero. Hicieron juntos periodismo en Navarra y luego los avatares profesionales y una cierta complementariedad vital terminaron juntándolos en Antena 3 de Radio. La escuela de Antonio fue el periodismo escrito, al que se dedicó desde los 16 años haciendo reportajes por su cuenta. Una de sus experiencias más recordadas fue la estancia de algunos meses en la antigua URSS, donde se confirmó en sus ganas de ser periodista y en su odio a toda clase de dictaduras y a cualquier signo de represión individual, política o intelectual.

Pasó por el Norte Deportivo, Diario de Navarra y El Pensamiento Navarro, recaló en ABC y en 1978 se fue a vivir a Londres ganándose la vida como reportero. Volvió a Madrid, trabajó en La Hoja del Lunes, en Europa Press y, en 1983, comenzó su carrera radiofónica en la recién nacida Antena 3. Allí llegaría a ser director de El Primero de la Mañana, que en pocos años se convirtió en el líder de la radio española. En 1992 fue nombrado jefe de Informativos y Antena 3 de Radio llegó a ser la emisora de más audiencia de España, desbancando el liderazgo de décadas que mantenían la SER y RNE. Tuvo lugar entonces el antenicidio, la toma por asalto de Antena 3 de Radio por Polanco y de Antena 3 de Televisión por Asensio. Y se encontraron con un obstáculo imprevisto: que el grupo de profesionales encabezado por Herrero y José María García en la radio y Luis Herrero en televisión no aceptaban lo que a todas luces era una operación política promovida por el Gobierno de González, y se mantenían unidos pese a las amenazas de los compradores. No sabían que Antonio había sido calurosamente animado por su padre a mantener, pasara lo que pasara, la unión y la rebeldía contra el atropello.

El antenicidio se consumó, pero el grupo, fundamentalmente García y los dos Herrero, se mantuvo unido y rehizo en la Cope el proyecto de libertad y crítica del poder que el felipismo había destruido. El programa de Antonio pasó a llamarse La Mañana y al poco tiempo disputaba el liderazgo en toda la banda horaria de la mañana. En estos momentos era el más oído de toda España entre las 6 y las 10 horas. Era la pieza informativa clave de la emisora y un puntal absolutamente esencial en el acosado periodismo crítico español.

Pese a las seis horas diarias de micrófono, Antonio tenía tiempo para todo. No había deporte en el que no destacara. No temía el riesgo: lo atraía. Le gustaban el monte y el mar. Anhelaba retirarse algún día en Marbella, el pueblo de su familia que quería como propio, donde tenía una casa y en cuyas aguas ha encontrado la muerte. No hubiera querido otras.

Era un hombre individualista, amigo de sus amigos y muy familiar. Estaba felizmente casado con Cristina Pécker, con la que ha tenido cuatro hijos. De un matrimonio anterior tenía otro hijo y Antonio los juntaba a todos en vacaciones. Le gustaba llevarlos a los sitios más pintorescos, empezando por Africa, y mantenía también una relación muy estrecha con su madre y con sus hermanos.

En la radio había reunido o acogido a cuantos tenían algo que decir y no encontraban lugar o libertad para decirlo. En los últimos años sufrió una feroz campaña de desprestigio por parte del felipismo, empeñado en cerrar su programa. Pero la audiencia no menguó: creció. En el momento de su muerte era el hombre que concentraba todos los odios de los que tenían un pasado delictivo o un presente delictuoso, pero también representaba la esperanza de cuantos aspiran a un periodismo popular, crítico y ético. De honradez acrisolada, amante de la vida sencilla, volcado en su trabajo, Herrero deja con su muerte un hueco irreemplazable entre los españoles amantes de la libertad.

05 Mayo 1998

QUÉ MÁS DÁ

Eduardo Haro Tecglen

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Yo no fui enemigo de él; él lo era mío y supongo que, por mucho que me maldijese, no le importé nada. Deposito mi flor en la tumba: es blanca, como la indiferencia.

Busco mis sentimientos por la muerte de Antonio Herrero: no tengo. La pura muerte deja de impresionar a quien se ve cerca de ella: no queda la sensación de culpa de quedarse aquí, porque se queda para poco. La muerte de un enemigo ya es insignificante: otro saldrá y, además, es igual: son gentes de otras estructuras. Yo no fui enemigo de él; él lo era mío y supongo que, por mucho que me maldijese, no le importé nada.

No le oía: a su hora no puedo. Me llamaban para contármelo. Lo de él, lo de Jiménez Losantos, lo de otros que no recuerdo (ah, sí, Carlos Semprún). Hace muchos años me impresionaban estas cosas: cuando murió Franco y la censura se abrió. Era lógico: se abrió para todos: buenos y malos, justos y canallas. Para la verdad y para la calumnia. ¡La abrieron ellos! Pero la verdad es siempre dudosa y la calumnia deja mucho. Tuve entonces, hace 20 años, algún susto: vi que se podía mentir, se podía minar la fama, la moral de los hombres; se podía alterar sus pensamientos, falsificar sus palabras, crearles el personaje que no eran. Sabía que era un arma de Estado: el de Franco, o de Stalin, o de Hitler, qué sé yo; pero que en la democracia no podía prevalecer. Podía: y prevalece. Quizá éste sea su mejor régimen. En los totalitarismos no se cree en nada; en las democracias se puede ser crédulo del mal. Qué grave. «Qué fuerte», dicen ahora. No le oí nunca, pero me lo contaban. Ni le conocí. Pasados los años largos de este régimen, ya me dan igual todos ellos. Sé que los suyos trataron de desmontar este periódico donde me guarezco; y, con él, una línea política que no continuaba las grandes de su afiliación. O que daría las prebendas a otros. Algunos de entre ellos, de entre sus sindicados, sólo tenían rabia porque no escribían aquí, no tenían esta difusión. Otros, porque se habían transformado hacia su propio opuesto y no aceptaban que hubiera personas que las mantuvieran. Otros hasta por fe religiosa. Deposito mi flor en la tumba: es blanca, como la indiferencia.

Quisiera tener algún sentimiento de pena por una muerte, de malestar por una pérdida o de alegría por el silencio definitivo de una voz adversa. La que me duele es otra, la de «un mendigo de la Historia española», como dice su hijo (le salió muy raro: José Luis Martín Prieto): la de un inválido del Quinto Regimiento. Al que yo vi, en aquella lejanía, como salvador. Qué curiosa es la vejez; se duele uno de lo antiguo y de lo lejano. Desprecias a algunos contemporáneos.

Eduardo Haro Tecglen

08 Mayo 1998

¿Oficio, profesión o... producto?

Víctor de la Serna Arenillas

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¿Quién es hoy el dueño de la cadena ABC? La Disney. Y Katie Harris contaba cómo había tenido que dejar Fortune por falta de independencia informativa para realizar sus duros reportajes sobre temas empresariales. Y un ex alumno entró en el asunto candente de Rupert Murdoch, más poderoso que los gobiernos, y no digamos que los directores y periodistas de su imperio…

Duros tiempos para la lírica periodística, sí.

De vuelta a casa, el mazazo de la muerte de uno de los pocos que aún ejercían el oficio (¿el ex oficio?) como antes, sin guantes y sin corrección política, como fue Antonio Herrero, acrecienta la desazón. Pero la acrecienta más aún ver un escrito de Eduardo Haro Tecglen tildando de enemigo despreciable a Herrero… cuyos programas confiesa no haber oído nunca. Fulminar por escrito a un muerto, del que sólo se sabe algo de oídas, sí que es profesional; y publicar esa diatriba, más profesional aún. ¿Les va mal a los colegas americanos? ¡Felices colegas americanos!

06 Mayo 1998

NO PASAMOS POR EL 'HARO'

Matías Antolín (y otras 16 firmas)

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Estimado amigo, desde este rincón de libertad que nos ofreció Antonio Herrero en La Mañana de la Cadena COPE, no podemos contar mentiras ni callar verdades. Somos conscientes de nuestras limitaciones pero también de nuestras posibilidades. Te contamos que el pasado 5 de mayo, Don Eduardo Haro Tecglen se encaramó a su columna en el periódico que diriges para exclamar «¡Qué más da!» desde donde escupió baba ruin sobre la tumba de Antonio Herrero, con quien tanto amamos esta profesión de periodistas.Sin resentimiento, con sentimiento, sin acritud, con dolor, el equipo de La Mañana no pasará por el «haro», respetable director de EL PAÍS; tú sabes que para ser dragón hay que tragar muchos sapos y culebras, sólo queremos que sepas lo que sentimos ayer: vergüenza ajena ante las desvergüenza de Haro Tecglen. Ser grosero con él, sería cortesía por nuestra parte. Don Eduardo clavó espinas de mezquindad en el corazón herido de esta redacción, de estos colegas tuyos. Su lengua no tiene dientes pero muerde la manzana de la discordia, aunque nosotros queremos respirar con el corazón, no con los pulmones, en días como éstos en que Antonio Herrero ha sido el ahogado y nosotros los náufragos (como expresó Antonio García Barbeito).

Seguiremos usando una de las armas más antiguas: la palabra. La Mañana seguirá desbocada de noticias. Nos gustaría ser buenos aurigas y saber conducir el carromato del programa con diligencia y objetividad, manteniendo las riendas que frenan el ímpetu de los caballos de la subjetividad. Decía Eduardo Haro Tecglen que jamás escuchó a Antonio Herrero. No nos callará su «sordera». Nosotros, si nos interesa lo que dice, quizá sigamos leyendo a tu ilustre colaborador.

(Permítenos injertar este comentario de Carola Herrero Lima: «He leído su artículo, Eduardo. Me gustaría contestarle que no nos importa nada su falta de sentimientos, su ausencia de pena. No nos importa absolutamente nada porque usted no es nadie, nadie. Su pena no vale nada. Nosotros hemos nacido y crecido oyendo hablar de cosas como amistad, lealtad, honestidad, cosas como la libertad; porque yo creo en esa libertad, acepto que usted, Eduardo, no sienta la muerte de mi hermano Antonio y así lo exprese junto con sus resentimientos. La pena es libre».

Gracias por tu atención. Hasta siempre en la libertad de expresión.

Redacción de La Mañana (COPE).

13 Mayo 1998

Haro Tecglen

Alberto Reig Pla

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El señor Matías Antolín, la Redacción de La mañana, de la COPE, y 16 firmas más dicen no pasar por el «haro» de Haro Tecglen y se indignan por la frialdad con que ha glosado la muerte de Antonio Herrero. Es perfectamente comprensible tratándose de amigos y colaboradores del periodista trágicamente desaparecido, y yo en su lugar habría reaccionado de manera similar. Pero el fondo e incluso la superficie de la cuestión es muy otro o, por mejor decir, puede calibrarse desde una perspectiva abiertamente diferente.Dicen escribir «desde este rincón de libertad» (?) (evidentemente la suya; no la de todos. «Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira»). Libertad que les ofreció (a ellos) Antonio Herrero en la COPE. «¡Libertad, libertad, cuántos crímenes se cometen (y cuántas tonterías se dicen) en tu nombre!». Haro, al parecer, escupió «baba ruin», pero de las sus bocas (las de los tertulianos de la COPE y adláteres), al parecer también, sólo emanaban dulces cantos de sirena, ingeniosos y brillantes comentarios, profundísimas reflexiones llenas de ingenio, perspicacia y sentido común. Son tantos los que a diario se avergüenzan de la desvergüenza ajena que a qué avergonzarse ahora. ¿Por qué no se avergüenzan los firmantes cada vez que su ilustre colaborador Jiménez Losantos, bajo la libre e independiente batuta de Antonio Herrero, llama «momia» por sistema a Haro Tecglen o no se avergonzaban cuando llamaba «paranoico de la Moncloa» al anterior jefe del Gobierno de España? ¿«Mezquindad», mordiscos, discordia…?; no repitamos inútilmente la cita de Campoamor. Terminan reproduciendo unas palabras de Carola Herrero, quien dice que Haro «no es nadie». Se equivoca. Usted no es nadie. Nadie se forja una biografía en cinco minutos ni nadie es nadie por ser «hermana de». Por lo demás -ya lo he dicho-, comprendo perfectamente su dolor, que es humano.

Cuando José Antonio Primo de Rivera se indignaba en el Parlamento republicano por las críticas a Miguel Primo de Rivera y llegaba a la agresión personal, «le comprendemos» como hijo, pero «nos deja fríos, indiferentes», como líder fascista defendiendo la memoria del dictador. Naturalmente, no establezco analogía alguna, simplemente resalto la conveniencia de no confundir sentimientos personales e intransferibles con planteamientos ideológicos o políticos. «Nosotros», dice, y dice muy bien, «hemos nacido y crecido oyendo hablar de cosas como amistad, lealtad, honestidad, cosas como la libertad…», que, entre otros muchos me permito yo decir, hemos aprendido de hombres como Eduardo Haro, que si no existiera -aun en los casos en que su libre opinión no nos guste o nos irrite- habría que inventarlo, y si fuera el caso, subvencionar sus opiniones, pues si alguien desde el periodismo nos ha enseñado libertad, independencia, criterio, ética, tolerancia, sinceridad…, ése ha sido Eduardo Haro Tecglen, al que Jiménez Losantos llama «estalinista». Si lo sabrá él.

Alberto Reig Tapia.