27 junio 1960

Una explosión en la estación de Bilbao a San Sebastián acabó con la vida de una niña de 22 meses

Muere asesinada por una bomba en San Sebastián la niña Begoña Urroz ¿Primera víctima de la organización terrorista ETA?

Hechos

El 27 de junio de 1960 murió asesinada la niña Begoña Urroz.

Lecturas

23 Octubre 2011

LA INOCENTE BEGOÑA

Javier Castro Villacañas

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Son las siete de la tarde del lunes 27 de junio de 1960. El lugar, la estación de tren de Amara en San Sebastián. Una madre deja a su bebé al cuidado de su tía, empleada de Renfe en la consigna. La niña es un encanto, tiene 22 meses, es muy pizpireta, con los ojos saltones y el pelo rizado. No para de moverse desde que ha empezado a caminar. La madre se dirige a una zapatería cercana. Quiere comprarle unos zapatitos para una visita familiar a su pueblo, Beintza-Labaien, en Navarra. Es cuestión de apenas unos minutos. Menos de 10. Suficientes para que ETA ponga punto final a la vida de la niña e inicie el relato de su propia historia: una orgía de sangre que ha durado (por ahora) 51 años.

«Estamos muy contentos de que por fin haya paz en nuestra tierra. Ojala sea así. Que ETA no vuelva jamás a causar dolor. Tiene que ser como ellos han dicho: para siempre, definitivo. Sin vuelta otra vez a las andadas». Quien habla así, 15 horas después del comunicado, es Begoña Urroz Ibarrola. Tiene 49 años y vive en el municipio guipuzcoano de Lasarte-Oria. Hace 51, aquel 27 de junio de 1960, una bomba incendiaria colocada por ETA en una maleta estalló abrasando a la que tenía que haber sido su hermana mayor. De nombre, también Begoña: ella lleva el mismo en su recuerdo.

Nunca la llegó a conocer. Tampoco jugó con ella su otro hermano, Jon, que nació en 1961 y hoy vive en Irún. La primera Begoña no había cumplido dos años cuando la asesinaron. Fue el primer hachazo de los de las boinas con capuchas. También resultaron heridas, de distinta consideración, otras cinco personas (entre ellas la tía de Begoña, Soledad Arruti). La niña, con quemadoras en el 90% de su cuerpo, sufrió lo indecible. Falleció 24 horas después en la Clínica del Perpetuo Socorro de la capital donostiarra. Aquel fue el bautismo de sangre de las tres letras del terror. El pecado original de la serpiente de ETA.

«Nuestra niña Begoña, Begoñita, falleció víctima de una bomba que hicieron explotar mentes siniestras… A pesar del poco tiempo que pudimos disfrutar de ti, te recordamos con ese cuerpecito de una niña de 22 meses, con esos ojos tan bonitos, esas orejitas incapaces de captar la malicia, las segundas intenciones, ese corazón tuyo hecho latir de vida inocente…». Con estas líneas, la madre de Begoña, Jesusa Ibarrola Telletxea, la recordaba en el libro homenaje editado por el Ayuntamiento de Lasarte el pasado mes de febrero. «Hoy, mi madre está muy delicada. Tiene 85 años. Este último año ha sufrido dos infartos. Nunca se olvidó de su hijita, ni de lo que pasó entonces», comenta a Crónica su hija.

«ALGO HABRÁ HECHO…»

En el imaginario criminal que la banda inoculó a su base social durante décadas, se utilizaba como epitafio «Algo habrá hecho» cuando a un paisano «le tocaba la china» y los gudaris de la patria vasca decidían que había que pegarle un tiro en la nuca. Así ha ocurrido en tantas ocasiones: una a una, todas las víctimas de la banda. La primera, Begoña. Pero, ¿qué había hecho un bebé con apenas 22 meses de vida? Nada. Lo mismo que el resto de personas asesinadas por ETA.

Como con otros atentados, los terroristas nunca reconocieron su autoría. Aún hoy, desde medios afines a la banda, se señala como responsable a un fantasmagórico Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación, de ideología anarquista. Y es que la bomba que mató a Begoña no fue la única que estalló aquel día. Los terroristas dejaron otras seis maletas por distintos trenes y estaciones de toda España, distribuidas de la siguiente forma: dos en San Sebastián, una en la estación de Bilbao (que estallaría 48 horas después), otra en un furgón del tren correo Barcelona-Madrid (estalló entre los municipios zaragozanos de Quinto y Pino de Ebro) y otras dos en las consignas de Barcelona y Madrid.

Begoña Urroz no duda respecto a la firma etarra del atentado que mató a su hermana: «Nosotros hemos permanecido 50 años en silencio, pero siempre hemos sabido que fue la ETA. Sí, fueron ellos». Así también lo ha determinado el parlamento español cuando en 2010 declaró el 27 de junio como «Día de las Victimas del Terrorismo en recuerdo de la fecha en que tuvo lugar el primer atentado con víctima mortal de la banda terrorista ETA: Begoña Urroz».

Entre la pequeña de veintidos meses y la segunda víctima mortal (durante muchos, considerado el primer muerto a manos de la banda terrorista) de ETA pasan ocho años. Fue en 1968, también en junio, pero el día 7, cuando el guardia civil José Antonio Pardines Arcay fue asesinado mientras regulaba el tráfico de la Nacional I a su paso por Villabona. Pardines estaba en un extremo de la obra y su compañero Félix De Diego Martínez -asesinado posteriormente por un sacerdote de ETA, Fernando Arburúa, de un tiro en la nuca en 1979- se hallaba a dos kilómetros.

Un Seat 850 Coupé ocupado por los etarras: Iñaki Sarasketa y Francisco Javier Echebarrieta, Txabi, se detuvo junto a Pardines. El agente debió de encontrar algo sospechoso porque solicitó la documentación y procedió a comprobar la matrícula y el número de bastidor. En ese momento Txabi le disparó. Pardines cayó boca arriba y el etarra le remató de cuatro tiros en el pecho. Horas después el propio Txabi era acribillado en un enfrentamiento con la Guardia Civil en Tolosa. Pero toda esta locura había comenzado mucho antes, en San Sebastián. En la estación de tren de Amara. Con el cadáver de una niña de 22 meses que se llamaba Begoña.