23 septiembre 1993

Muere Emilio Botín-Sanz de Sautuola López, impulsor del Banco Santander y el Banco Bankinter, ahora controlados por sus hijos Emilio y Jaime

Hechos

El 23.09.1993 se hizo público el fallecimiento de D. Emilio Botín-Sanz de Sautuola López.

23 Septiembre 1993

Dejar huella, dejar memoria

Luis Valls Taberner

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Fue don Emilio un hombre de grandes luces. Su larga vida bancaria la distribuyó sabiamente: treinta años organizando y engrandeciendo el Banco, y su posición en él. Los otros treinta, dedicado a lo mismo y a ser protagonista del sector bancario. Con su retirada de la presidencia del Banco hace siete años demostró también su talento. Eligió muy bien el momento de desaparecer de» la vida política y profesional. Formó muy bien a sus sucesores, sus hijos Emilio y Jaime, y llegó a ver cómo la tercera generación, Ana y Emilio, respondía también al calificativo de nacidos para la banca.

Con el viejo Botín desaparece el que tuvo fama de ser «el último gran banquero». No sólo Cantabria fue objeto de su predilección; en el resto de España también dejó pruebas de su capacidad como hombre de negocios.A lo largo de sus sesenta años de vida bancaria supo siempre desempeñar su papel, sin importarle que su vida fuera en muchas ocasiones una vida de sacrificio.

Botín fue un hombre cauto. Midió siempre sus palabras evitando las consecuencias negativas de sus manifestaciones. Realizaba sus operaciones de altos vuelos con la discreción obligada en quien busca la eficacia y evita la fama.

A los Botín les va a pesar el apellido, puesto que don Emilio puso el listón muy alto. Nada parecía producirle desaliento. Sus problemas derivaban del deber de afrontar las cosas. Si no lo conseguía, ¿para qué desalentarse? Con calma se dedicaba a otra cosa. Botín supo alternar la soledad necesaria para su trabajo de altura con las relaciones públicas cuando comprendió que tenía que dedicarse a ellas personalmente. Pero no tuvo que sacrificar su vida privada para triunfar en lo profesional. No dio la impresión de estar en ningún momento distanciado de la realidad ni de tener que ocultarse bajo ninguna máscara. Era directo en opiniones y en actuaciones.

Aunque don Emilio se ha ido despacio y su muerte no ha sido, por tanto, una sorpresa, no me es fácil poner sobre el papel lo que esta pérdida supone. Quede claro, para quienes no han tenido la suerte de conocerle, que Botín no es un hombre del pasado ni nadie tendrá que salir en defensa de su balance. Él, que en esta vida vio el mundo sin anteojeras ideológicas, podrá contemplar desde la otra, con satisfacción, la huella dejada, la historia que ha hecho al «dejar memoria» en nosotros.

es copresidente del Banco Popular.

26 Septiembre 1993

Réquiem por un banquero

Jesús Cacho

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DESDE la cercana plaza de Neptuno, el dios del mar con su tridente alado parecía sorprendido al divisar en la colina de Los Jerónimos tamaña concentración de poder económico, una de las mayores que se recuerdan por la ribera del Manzanares. El viejo Botín, el hombre más rico de España («cualquier instante de esta vida humana», Quevedo, «es un nuevo argumento que me advierte cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana») ha muerto, y el mundo del dinero se congregó a las 10 de la mañana de ayer en la parroquia más chic de Madrid, para rezar por el alma de , aquel hombre de hierro que fue Emilio BotínSanz de Sautuola y López. Fue Luis Valls el primero en llegar (¿déficit de oración?) en la mañana fresca y soleada de septiembre, con casi una hora sobre el horario previsto, mientras los hermanos Jaime y Emilio Botín Ríos, Bankinter y Santander, con sus hijos -Botines de cuarta generación, Ana Patricia, bellísima, capitana en ciernes de la nave familiar- ocupaban los bancos delanteros un cuarto de hora antes de que el párroco de San Jerónimo del Real iniciara la faena. Afuera, una muchedumbre de banqueros, bancarios y guardaespaldas -Dios, cómo ha progresado España que ya no es posible distinguir un banquero de un guardaespaldas, y a menudo lucen éstos más apuestos que aquéllos, pues visten en Cortefiel- se mezclaba a la entrada neogótica de esa iglesia varada al lado del Retiro que un día soñó ser catedral. Allí estaban todos, o casi, con excepción de Luzón (Argentaria) Conde (Banesto), Javier Valls (el doble que don Luis utiliza para asustar a los morosos), y Luis Angel Rojo (Banco de España), partidos allende el Atlántico para asistir a la asamblea anual del Fondo Monetario Internacional. Apenas se echaron en falta, ante la presencia abrumadora de tanto ilustre del dinero (José María Amusátegui, Alfonso Escámez, el mentado Luis Valls, Carlos March, Claudio Boada, José Luis Leal, Ricardo Gómez Acebo, Juan Luis Cebrián) y de la empresa (Fernández Tapias, Del Pino, Los Albertos -sin gabardina, Jesús Polanco). Algunos ex, como Laureano López Rodó y Mariano Rubio y esposa; un solo notable en activo, José María Aznar, y nadie visible del partido en el poder, desagradecidos, aunque sí quiso Joaquín Leguina poner su granito de arena prestando el coro de la Comunidad de Madrid que acompañó el oficio con mucho sentimiento. Leguina puso la música y Manuel González Cano, titular de la parroquia, puso su palabra sentida para recordar al fallecido. Habló el pater del muro altivo con el que todos tropezamos, también Emilio Botín, «un hombre que nació para amar, y que cumplió el proyecto que Dios tenía diseñado para él». Frente a César Vallejo y sus heraldos negros («hay golpes en la vida tan fuertes… Golpes como del odio de Dios»), la muerte del banquero es para González Cano un «motivo de celebración, como lo fue la muerte de Cristo, que murió para todos viviéramos eternamente». Descanse en paz.