5 diciembre 2009

Muere Jordi Solé Tura, ‘padre’ de la Constitución Española en nombre de los comunistas

Hechos

El 5.12.2009 se conoció el fallecimiento de D. Jordi Solé Tura.

05 Diciembre 2009

Jordi, hasta siempre

Miquel Roca Junyet

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Jordi Solé Tura nos ha dejado. Pero nos queda su recuerdo que llena nuestra memoria de tantas cosas positivas que resultará difícil olvidarlo. Es más, sería muy grave que esto ocurriera por cuanto su figura es de aquellas que dan sentido a una política de defensa de la memoria histórica. En su persona, en la de Jordi, y en su trayectoria personal, política y académica encontramos un fiel reflejo de todas las contradicciones de la historia traumática de España.

Militante de la resistencia antifranquista conoció el exilio, la cárcel, la expulsión de la Universidad y toda una larga serie de incidentes en su camino vital que le hubieran permitido instalarse en el más agrio y justificado de los resentimientos. Por el contrario, tenaz y coherente, no se refugió nunca en la nostalgia sino que miró siempre hacia delante, empujado por la pasión de su causa en defensa de la libertad, del progreso y de la democracia. Su trayectoria y su coherencia ideológica le permitieron servir desacomplejadamente y con orgullo la difícil y exitosa tarea de conducir al consenso constitucional y democrático a fuerzas políticas y personalidades que podían haberse instalado en actitudes de ruptura, que hubieran representado un importante trauma social.

Si se tiene que hablar de consenso no hay nada que lo ejemplarice tanto como la actitud de Jordi Solé Tura. La Constitución del 78 debe mucho a sus constantes aportaciones y a su voluntad de encontrar escenarios de coincidencia entre fuerzas políticas dispares. Pero, todo ello, con estricta fidelidad a su ideología, a la que sirvió adaptándola a la evolución del cambio social en beneficio de una estabilidad institucional de la que él era un gran defensor. Y también desde una profunda catalanidad; seguramente distante de los que, desde posiciones nacionalistas, otros defendíamos, pero teniendo claro las bases de coincidencia que encontraban su origen en la propia historia del PSUC.

Profesor de singular capacidad pedagógica, supo trasladar a sus alumnos la experiencia viva de su propia vida como reflejo de lo que la política podía representar en la historia de los pueblos. Racional y sereno, en muchas ocasiones convirtió a los diputados del Congreso en atentos alumnos de su exposición que, aún no compartiéndola, merecía el respeto de sus oyentes que veían en él un político ejemplar por su coherencia, por su fortaleza ideológica y por su sensibilidad hacia el pacto y el acuerdo.

Y siempre con aquella fina sonrisa y aquel punto de ironía que le permitía relativizar lo más dogmático para acercarse, relajadamente, al debate amable entre contendientes muy opuestos. Es hoy, este ejemplo, algo insólito en nuestro panorama político pero seguramente porque pocos podrían aportar a este tipo de debates el contenido, la fundamentación y el valor del alto ejemplo personal de Jordi Solé Tura. Que su recuerdo cuando conmemoramos el 31 aniversario de la Constitución a la que él contribuyó tan decididamente, estimule los comportamientos más democráticos que él practicó, los compromisos más solventes en beneficio del progreso que él perseguía, de la libertad que él ayudó a conquistar y de la catalanidad que arraigaba en su ser más profundo.

Fins sempreamic.

05 Diciembre 2009

Un ejemplo de persona, de profesor y de político

Gregorio Peces-Barba Martínez

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La vida de Jordi Solé Tura ha sido siempre dura, llena de sacrificios y de esfuerzos personales. Era de una familia modesta y empezó su actividad como trabajador manual, como panadero. Con mucho esfuerzo, siendo ya mayor, empezó el Bachillerato, luego la carrera de Derecho y, por fin, la función universitaria. Llegó a ser catedrático de Derecho Constitucional en edad madura y decano de la Facultad de Derecho de Barcelona. En política empezó con los comunistas catalanes y fue elegido diputado en las primeras elecciones de 1977. Formó parte de la ponencia constitucional en representación del Grupo Comunista.

Le había conocido antes, pero fue en ese tiempo cuando nuestra relación fue más continua y profunda. Representó uno de los ponentes junto con Miquel Roca y conmigo del sector progresista que redactó el primer texto de la Constitución desde agosto del 77 a diciembre del mismo año. En ese periodo Jordi Solé Tura puso de relieve su buen hacer, su gran formación, su sentido común, su realismo y su moderación. Hizo posible junto con nuestro esfuerzo y la buena voluntad de los demás que el texto de la ponencia resultase abierto, progresivo y lleno de posibilidades para un desarrollo profundo de la democracia después de los negros años de la dictadura. Su flexibilidad le permitió integrar su postura con otras y llegar a acuerdos fructíferos y aceptables para todos. Tenía una oratoria sólida, de trabajador incansable y con propuestas siempre pensando en los acuerdos y en el desarrollo de ideas integradoras. Su verbo fácil, contundente y adecuado brilló en los debates, en las comisiones y en el pleno. Después de la Constitución, siguió ejerciendo con maestría y con sencillez su papel de diputado y cuando pasó del Partido Comunista al Partido Socialista fue un excelente ministro de Cultura a partir de 1991 en el Gobierno de Felipe González.

Su hombría de bien, su sencillez, su tolerancia, su respeto a todas las posiciones le hicieron siempre acreedor a la consideración de todos. Era una persona buena, inteligente, un patriota constitucional y un hombre de progreso. Nunca olvidaremos sus amigos y compañeros su gran aportación al desarrollo democrático de nuestro país.

08 Diciembre 2009

Un coloso de la transición

Roger Jiménez

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El 31 de octubre de 1973, ejemplares del rotativo francés Le Monde corrían de mano en mano por Barcelona encartados en los del diario del Movimiento Solidaridad Nacional para despistar a la Policía. Le Monde caía de nuevo bajo la mordaza de la censura por publicar ese día una crónica a dos columnas firmada con iniciales por su corresponsal en España, José Antonio Novais. La información daba cuenta de la «caída» en manos del Cuerpo de dirigentes de la Assemblea de Catalunya mientras celebraban una reunión en la parroquia de Santa Maria Mitjancera en favor de la coordinación de todas las fuerzas democráticas para derrocar el régimen del general Franco y restablecer el Estatut de 1932.

Novais también informaba de una manifestación, frente al Ayuntamiento de Barcelona, contra la vergonzosa anulación de la elección como concejal de Fernando Rodríguez Ocaña, miembro de la organización comunista Bandera Roja, alineado a la izquierda del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) y liderado por Solé Tura, Jordi Borja y Alfonso Carlos Comín. El nombre de Solé Tura siempre ha estado asociado a las movilizaciones y acciones de solidaridad junto a nombres tan emblemáticos como Josep Andreu Abelló, Pere Ardiaca, Anton Cañellas, Joan Cornudella, Jordi Pujol, Raimon Obiols o Joan Reventós.

Jordi Solé Tura fue un hombre que atesoraba saberes sin él mismo saberlo. Parlamentario, jurista, escritor, melómano, profesor de Derecho Político… Formado en la cátedra de Manuel Jiménez de Parga, siguió sus pasos en la Universidad de Barcelona, donde en 1985 fue elegido decano de la Facultad de Derecho. Durante su juventud militó en el Frente de Liberación Popular (FELIPE), que dio más de un ministro entre sus antiguos miembros, y en la Organización Comunista de España (Bandera Roja). Ya en la Transición, fue pieza clave en el Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), desde donde defendió los postulados eurocomunistas del entonces secretario general del PCE, Santiago Carrillo. En junio de 1977, Solé Tura fue elegido diputado por Barcelona, donde repitió en marzo de 1979. Entre una y otra fecha, trabajó intensamente como uno de los ponentes de la Constitución Española de 1978.

Más tarde, abandonó el PSUC e ingresó en el PSC-PSOE, renovando su escaño por Barcelona en 1989, 1993 y 1996. Una curiosidad de sus lances con la Policía: en el expediente abierto por la Brigada de Investigación Social (BIS) al catedrático Manuel Sacristán, se hacía hincapié en el hecho de que estaba domiciliado en General Mitre, 5, 8º, 3ª (idéntico domicilio de Jordi Solé Tura). Con el tiempo, el mismo Solé Tura, quien conoció el exilio y visitó la cárcel, como tantos otros combatientes de la dictadura, figuraría como ministro de Trabajo en un Gobierno de concentración nacional conformado por el general Armada y que motivó la famosa exclamación del teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero la noche del 23-F mientras ocupaba el Congreso: «¡Esto es una tomadura de pelo!».

Un episodio en su actividad cultural clandestina fue la promoción de Estudis i Investigacions, S.A. (EISA), una especie de universidad paralela formada por profesores que habían sido represaliados por «rojos y separatistas». Jordi Pujol aportó fondos en los primeros tiempos, pero acabó por retirar la subvención, argumentando la falta de rentabilidad del centro. En realidad, según relató después Solé Tura en Una historia optimista (Aguilar, Madrid, 1999), lo que preocupaba a Pujol era la orientación política e ideológica de EISA, alejada del estudio y la difusión del nacionalismo catalán que pretendía quien después fue presidente de la Generalitat. Las diferencias entre ambos se acentuaron con el tiempo, y Solé Tura, como otros activistas intelectuales del país, pasó a ser considerado anticatalán en los círculos de Convergència Democràtica de Catalunya.

No se definía como un musicólogo, sino como un autodidacta que aprendió a apreciar la música «a trancas y barrancas». En un artículo titulado La música y yo, explicaba que su primer contacto con ella fue a través de la radio en sus largas horas nocturnas, en su oficio juvenil de panadero. «A través de ella [la radio] empecé a apreciar algunos de los fragmentos más conocidos de la música clásica, de los grandes dúos o de las grandes áreas de la ópera, el jazz y la canción ligera. Pero lo que más me interesó fue la batalla por la recuperación de la sardana, increíblemente prohibida por el régimen de Franco durante los seis o siete primeros años posteriores al final de la Guerra Civil…».

Durante su mandato como ministro de Cultura (1991-93) en el Gobierno de Felipe González, se ejecutaron las obras de remodelación de la Biblioteca Nacional y se iniciaron las del Teatro Real. Se inauguró el Museo Thyssen-Bornemisza y el Centro de Arte Reina Sofía se convirtió en Museo de Arte Contemporáneo, donde fue trasladado, en 1992, el Guernica de Picasso. Escribió diversos libros sobre catalanismo y revolución burguesa, política y sociedad y conflictos de clase, además de Una historia optimista.

Víctima del Alzheimer desde 2004, una de sus últimas apariciones públicas tuvo lugar en enero de 2008, cuando su hijo Albert presentó su documental Bucarest, la memoria perdida, una emotiva indagación sobre la vida de su padre que le valió un premio Goya. A lo largo de 80 minutos, Albert (periodista, nacido en el exilio familiar en 1962), narra cómo su padre fue obligado a marchar del país por su militancia antifranquista a finales de los 50. El documental busca recuperar recuerdos de vidas atípicas en los que se cruzan personajes históricos como Santiago Carrillo, Jorge Semprún, Manuel Fraga o Jordi Pujol, con episodios poco o nada conocidos de la lucha contra el franquismo y de la Guerra Fría. Para el autor, muchas de estas experiencias forman parte de los recuerdos difusos de un niño. Albert dice de su padre que ha tenido una vida intensa y rica. «Fue una persona que se la jugó. Se entregó a unos ideales que, acertados o no, fueron coherentes».

Jordi Solé Tura ha muerto en paz rodeado del cariño de los suyos. La enfermedad no le ha permitido celebrar por escasos días el 31 aniversario de uno de los logros más memorables de la España del siglo XX.