24 agosto 1995

Fundó la Confederación de Combatientes para reivindicar la dictadura tras la muerte del dictador

Muere José Antonio Girón, uno de los ministros más destacados de la primera etapa franquista e impulsador de la Seguridad Social

Hechos

En agosto de 1995 murió el ex ministro de Trabajo, D. José Antonio Girón de Velasco.

25 Agosto 1995

Girón, un falangista a la sombra de Franco

Paul Preston

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JOSE Antonio Girón de Velasco, fallecido apenas una semana después de haber cumplido 84 años, era el principal superviviente del fascismo español previo a la guerra civil. Participó en todos los acontecimientos importantes de la historia de España desde principios de 1930, durante la guerra y la dictadura de Franco, una carrera que culminó en su voluntad férrea de cerrar el paso a la evolución hacia la democracia durante la década de los 70 y principios de los 80. Durante toda su vida de adulto, exhibió en el brazo derecho un tatuaje falangista: el yugo y las flechas. Al principio y al final de su vida política, se encuadró en la extrema derecha radical. Durante los años intermedios, fue de los falangistas más fieles a Franco y uno de sus ministros más duraderos, junto con Luis Carrero Blanco, eminencia gris del régimen. Ocupó el cargo ministerial durante quince años, nueve meses y seis días en total. Durante este tiempo, también supo amasar una fortuna espectacular gracias a la especulación inmobiliaria.

Empezó a estudiar Derecho en la Universidad de Valencia, pero se licenció en Salamanca en 1932, tras haber sido expulsado a causa de sus actitudes violentas como miembro de un pequeño grupo fascista, las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, creadas por Onésimo Redondo. Como funcionario del Ayuntamiento de Valladolid, se adhirió pronto a las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, creadas por la fusión de las JCAH con La conquista del Estado de Ramiro Ledesma Ramos.

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«CAMISA VIEJA».- Al adherirse a la Falange en febrero de 1934, pasó a ser miembro del Consejo Nacional. Los Falangistas de Valladolid se sublevaron casi 24 horas antes que el resto de España. Como jefe provincial de Milicias, Girón demostró su empuje durante la ofensiva contra Madrid. Pero a pesar de su retórica machista y escasamente sofisticada, Girón pronto se reveló como un hombre astuto y ambicioso. En abril de 1937, se vio involucrado en las intrigas tragicómicas mediante las cuales Franco se las arregló para manipular las rivalidades entre las diversas facciones de la Falange, tras la ejecución de su fundador, José Antonio Primo de Rivera. En la feroz batalla por el poder abierta entre Manuel Hedilla, el sucesor nombrado por José Antonio, y el grupo «legitimista» compuesto por el círculo de íntimos de José Antonio, Girón de Velasco se inclinó por estos últimos y les suministró buena parte de la fuerza que necesitaban para las refriegas en Salamanca. Aun así, pronto supo rehabilitar su imagen de franquista impecable. Al final de la guerra, Serrano Súñer lo nombró Delegado Nacional de Ex-Combatientes, lo que le otorgó un poder considerable durante toda su vida.

Girón aprovechó esta plataforma, junto con una bien publicitada lealtad a Franco, como base de su ascenso. Consiguió situarse como miembro del escalafón franquista durante la lucha por el poder entre generales monárquicos y leales a Franco, en mayo de 1941. Para consolidarse en el poder, Ramón Serrano Súñer, líder de la facción falangista, creó un Ministerio de Trabajo para Girón, que entonces tenía 29 años. Franco aceptó el hecho, pero contrarrestó la creciente hegemonía falangista mediante la promoción del coronel Valentín Galarza como Ministro del Interior. El grupo de Serrano Súñer se atrevió a desafiar a Franco dimitiendo de los cargos que ocupaban, pero, por detrás, Girón y algunos otros ya se habían entrevistado con Franco y habían apuntalado sus propias posiciones. Al dictador, le habían asegurado que la Falange estaba en venta, y a precio de saldo. De ahí en adelante, y mediante el recurso de una retórica combativa y pseudosocialista, Girón intentó labrarse una reputación de falangista de izquierdas: un populista capaz de sacar adelante la famosa revolución pendiente. Destacó como Ministro de Trabajo con la introducción de una serie de medidas en el área de los seguros de enfermedad y de invalidez. Con la excepción de las llamadas Universidades Laborales, todas estas medidas tuvieron más importancia sobre el papel que en la realidad de las relaciones laborales, en las que predominaron siempre los abusos del régimen. Girón fue un ferviente defensor de la intervención en favor de las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Y sin embargo, su lealtad a Franco le garantizó la supervivencia tras el ostracismo al que Franco condenó a los ministros más comprometidos con la causa proalemana, en la remodelación del gabinete de julio de 1945.

Durante la Guerra Fría, cuando Franco se sintió aislado por la hostilidad internacional, Girón garantizó el apoyo del Movimiento, orquestando gigantescas manifestaciones de veteranos de la Guerra Civil en favor de la dictadura. Su mayor éxito fue la organización de una campaña de masas contra la condena de Franco por la ONU, en diciembre de 1946. Gracias a este esfuerzo, la Falange logró reunir a 500.000 personas en la Plaza de Oriente, frente al Palacio Real de Madrid, el 9 de diciembre de 1946.

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LA DECADENCIA FALANGISTA.- Con la decadencia política de la Falange, Franco supo que podía contar sin reparos con la lealtad de todos los que no tenían ningún otro lugar al que ir. Girón se mantuvo en el ministerio durante la década de los años 50. Alcanzó el cénit de su influencia con ocasión de los movimientos de protesta social y económica de aquella década. El coste de la vida creció hasta un 50% entre marzo de 1955 y marzo de 1956, con lo que se intensificó la militancia de la clase trabajadora. Girón se mostró entonces partidario de unas subidas salariales de un 23%, a lo que se opuso firmemente el Ministro de Comercio, Manuel Arburúa, a causa de las consecuencias inflacionistas de la medida. Girón ganó la partida, pero la ingenuidad de su punto de vista, según el cual el aumento de salarios no tendría ninguna repercusión en los precios, provocó una auténtica espiral inflacionista. Su estrategia paternalista sufrió un serio descrédito y Franco intentó resolver el problema recurriendo a las medidas de austeridad económica preconizadas por los tecnócratas. Girón complació a Franco al negarse a aceptar el premio de consolación que se le ofreció: una embajada o incluso la presidencia de la industria nacionalizada. Y cuando en noviembre de 1962 sufrió un gravísimo accidente de coche, el Caudillo le hizo el honor de visitarlo en su casa.

Ya fuera del poder, Girón se dedicó a los negocios privados en Fuengirola. A pesar de todo, siguió trabajando en pro de los intereses de la Falange como uno de los miembros más importantes del grupo franquista, preocupados porque la enfermedad de Franco parecía amenazar el régimen del que habían sabido sacar tan consistentes beneficios. Girón se mostraba reticente ante la confianza de Franco en Carrero Blanco, a causa de la fidelidad de éste hacia don Juan Carlos, y, junto con otros franquistas impenitentes, se decidió a actuar por su cuenta. Temían que, al respaldar a Juan Carlos, Franco abriera el camino a una monarquía liberal, que sin duda alguna terminaría con el monopolio del poder detentado hasta entonces por la Falange y el Movimiento. Se embarcaron así en una batalla pública contra el Opus, conducida en los órganos de prensa del Movimiento.

Desde finales de los años 60, Girón promovió la sorda campaña de un pequeño círculo de derechistas recluidos en El Pardo para intentar comprometer a Franco, cada vez más decrépito, en favor de la causa inmovilista. Contando con el yerno de Franco, Cristóbal Martínez Bordiú, Doña Carmen y varios falangistas de la línea dura, mantuvieron estrechas relaciones con algunos militares partidarios de que el Ejército continuara siendo la guardia pretoriana del régimen. Girón era afín a los llamados generales azules, como Alfonso Pérez Viñeta, Tomás García Rebull, Carlos Iniesta Cano y Angel Campano López, todos situados en puestos clave. En los 70, Girón se convirtió en el líder de los intransigentes «ultras» o inmovilistas, denominados el «búnker» por su afán de detener cualquier progreso. Así fue como llegó a ser el puntal de la extrema derecha española hasta el Tejerazo de 1981. Siempre tuvo fácil acceso al Caudillo quien, cada vez más asediado, prestaba más atención a los rumores lanzados por el grupo del Pardo. Tras el apuñalamiento de un policía durante la manifestación del Primero de Mayo de 1973, por fin lograron convencer a Franco de que era necesario un gabinete fuerte bajo la dirección de Carrero Blanco.

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AFERRADO AL «BUNKER».- La presencia de dos seguidores de Girón, José Utrera Molina en Vivienda y Francisco Ruiz-Jarabo en Justicia, reflejó la influencia del «búnker». Tras el asesinato de Carrero Blanco, Girón presionó a Franco para que designara a un intransigente como Carlos Arias Navarro. Muy enfermo, Franco confiaba en Girón como en alguien que conocía de hace muchos años, y Girón se volcó para influir en la composición del gabinete. Consiguió impedir el nombramiento de uno de los hombres más progresistas del Movimiento, Fernando Herrero Tejedor, por miedo a sus intenciones reformadoras. Los elementos más reaccionarios en el primer ministerio de Arias Navarro fueron de hecho dos supervivientes del gabinete de Carrero, Utrera Molina como Ministro-Secretario del Movimiento y Ruiz Jarabo en Justicia.

La caída de la dictadura en Portugal convenció a Girón y al «búnker» de que era necesario bloquear cualquier cambio. En abril de 1974, Girón lanzó una fuerte ofensiva contra Arias en el periódico Arriba, el llamado «Gironazo», acogido con complacencia por Franco.

La influencia y el poder de Girón quedaron en evidencia cuando se supo que su ataque iba acompañado de un plan muy complejo destinado a impedir el retiro del general ultra Carlos Iniesta Cano y la sustitución del liberal Manuel Díez Alegría al frente del Estado Mayor. Cuando Arias Navarro informó al Caudillo del asunto y le amenazó con la dimisión, Franco, que consideraba sacrosantas las ordenanzas militares y las prioridades del escalafón, respaldó a su ministro e Iniesta se vio forzado a jubilarse el 12 de mayo de 1974. En respuesta a esta derrota, y decidido a una movilización más eficaz de las fuerzas del «búnker», Girón tomó la iniciativa de crear una gran Confederación Nacional de Ex-Combatientes.

Tras la muerte de Franco en noviembre de 1975, Girón asistió siempre a la conmemoración anual del aniversario del fallecimiento del Caudillo en la madrileña Plaza de Oriente. También asesoró al grupo de El Pardo para ponerle toda suerte de trabas a Arias Navarro. A lo largo de 1976, sus contactos con algunos de los principales generales contribuyeron a radicalizar a algunos militares contra las reformas democráticas. Girón siempre consideró la reforma política de noviembre de 1976, que fue la base de la transición a la democracia, el verdadero suicidio del régimen, orquestado por los «desertores». En el otoño de 1977, cuando las opiniones antidemocráticas se extendían en todo el Ejército, el apoyo civil a estos movimientos subversivos llegó más lejos de lo preconizado desde la prensa del «búnker» y empezó a cuajar en una verdadera organización propia. Girón de Velasco, junto con Blas Piñar y otros ultras, como Juan García Carrés y José Utrera Molina, que estaban, según se decía, tras las campañas propagandísticas de las «juntas patrióticas», organizaron una posible toma de los servicios del Estado, los Ayuntamientos y las comunicaciones en preparación de un levantamiento. Estas actividades se intensificaron durante los tres años siguientes. En 1980, participó en las actividades de diversos grupos ultra, que prepararon el futuro «Tejerazo». Desde esta perspectiva, se mostró leal a Franco aunque no al legado de José Antonio.

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Paul Preston

02 Septiembre 1995

Girón

Francisco Umbral

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osé Antonio Girón, camarada. Presente. Hiciste un socialismo de mural y retórica, dabas luceros verdes a la gente del pueblo, repartías un chicharro para cinco familias, hasta San José Obrero, que bebía con los pobres.

Girón, sombra y palabra de nuestra adolescencia, el fascismo rampante sonando en los periódicos y las casas baratas, las alegres chabolas, con el yugo y las flechas como el lobo en la aldea. El hombre legendario que paraba la guerra, Alto de los Leones, cerrojo de Castilla, ponía firmes a Franco, pegaba gironazos, que eran como gaoneras para el sindicalismo vertical y festivo.

Girón le puso al pobre sus universidades, gremio de los oficios, abecedario duro, pero luego en el paro, con España varada, ellos se iban al mundo para mandar divisas. Todo era un contradiós bajo el ondeo caliente de las altas banderas que ganaron la guerra, y estrellas oxidadas, las condecoraciones, se iban poniendo negras, con un revés de sangre, en el pecho valiente del falangista ronco.

Fuiste ave de ala larga, lento y mussoliniano, hoy estás olvidado hasta por tus adictos, jamerdar tu recuerdo es mejorar España, la España brisalera de Sección Femenina. Ay aquellas percantas, plateresco y pololos, que dieron varonía a tus mejores años, la Gran Vía te recuerda y en las tardes de Franco se comenta tu audacia de falangista macho.

Girón, hombre del saco, miedo de mis antaños, hombrón, Girón, Girón, hombrón en camisón, el César de hojalata, Carlomagno y chabola, tu imperio eran los pobres, aquel sueño romano, qué cenefa de tristes y de palabras altas cuando el capitalismo se subía a las farolas.

Ministro del Trabajo, trabajos de un ministro, Potenkim de zarinas, las gallinas del Pardo, fingiendo decorados, levantando orfeones de albañiles patriotas cuando la vieja Europa, ah la eterna putana, se alejaba en carrozas del cielo del Caudillo. De Girón y Velasco, el fascismo tardío, Falange proletaria y no joseantoniana, a los niños de entonces nos explicaba un ángel que el yugo daba miedo y que las cinco flechas, clavadas en mi madre, eran la halconería eterna de los ricos.

Hoy Utrera Molina me relata despacio lo de aquel gironazo que frustró la «apertura», y en la palabra dura, arrastrada y caliente, de Girón de Velasco, falangista de antaño, resacas de metralla retornaban la guerra. Habló de la Victoria, muertes edificadas, hizo revoluciones para el fin de semana y nos trajo a los parias, navidad sin zapatos, un jornal navideño, un puñado de nieve, una bola de nada, la moneda del pueblo.

Hoy nada le debemos, escolares de entonces, salvo largos discursos, la prensa empastelada, donde busqué metáforas (él creía en la palabra), envolviendo el pescado en su prosa agresiva, y zapatos sin suela en sus frases mejores.

Camarada Girón, falangista de entonces, fuimos muy desgraciados con tu justicialismo, pero te hago una oda, o me la hago a mí mismo, padeciendo aquel tiempo en que te padecimos. Eras el socialismo que prestigiaba a Franco y has muerto en tus banderas, mordidas por el mar, creyendo en una estrella provisional y falsa, robando medio siglo a la Historia de España, comido de medallas en tu pecho de tigre, mientras el mar, testigo, con su vaivén de ola, giraba la cabeza diciéndote que No.