10 enero 1920

El periódico lleva semanas sin salir por un huelga convocada por el despido de dos empleados por su posición sindical

Muerte director de LA VANGUARDIA, Miquel dels Sants Oliver, en medio de un conflicto sindical que mantiene al diario bloqueado

Hechos

  • El 9.1.1920 falleció el director del diario LA VANGUARDIA Miquel dels Sants Oliver aunque el periódico no pudo informar de su fallecimiento hasta el día 30.01.1920 cuando el periódico volvió a salir.

30 Enero 1920

Don Miguel de los Santos Oliver

LA VANGUARDIA (Propietario: Ramón Godó)

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Sabido es de todos nuestros lectores lo que para nosotros significa la muerte de Miguel S. Oliver, y al dolor que nos hizo experimentar esta pérdida irreparable unimos el de no poder hacerlo público desde el primer momento: habría sido para nosotros un consuelo tributar este homenaje a la memoria del director queridísimo horas después de haber éste expirado, en una explosión del sentimiento que se produjo en la intimidad por no publicarse LA VANGUARDIA desde el 28 del mes próximo pasado. Pero LA VANGUARDIA reaparece hoy, y reaparece estando igualmente vivo en nuestro corazón aquel dolor pasado en silencio, en un largo y cruel silencio impuesto por las circunstancias. No puede LA VANGUARDIA reanudar su comunicación con el público sin decirle al público que de cuanto ha padecido en un mes de ausencia forzosa y de lucha no vista, nada le llega al alma como la muerte de Santos Oliver, su principal inspirador, nuestro inolvidable de cuantos redactamos estas páginas.

Hace más de un año que Santos Oliver se había retirado de sus ocupaciones habituales en el periódico para atender a su quebrantada salud. Sabiendo hasta donde alcanzaba la gravedad de su dolencia, quiso ocultarla a su familia y a sus amigos, podríamos decir también a sus devotos lectores, pues a éstos supo regalarles con trabajos que no salieron de su pluma, porque la mano del enfermo no podía ya sostenerla; pero fueron las últimas modulaciones de su noble y generoso pensamiento, ya nostálgico de una vida mejor al evocar ‘Las sendas de la paz’. Y mientras se esforzaba aprovechando leves treguas del sufrimiento implacable, por sostener contacto espiritual con los lectores de LA VANGUARDIA hasta el último instante de su vida, a las personas queridas, a los compañeros de trabajo, al os amigos íntimos, nos animaba con alardes de buen humor para librarnos de la cruel preocupación que sus males nos causaban.

Al principio pudo conseguirlo; luego fueron ya inútiles sus desesperados esfuerzos por evitarnos la dolorosa sospecha de un funesto desenlace. Durante meses pudimos observar cómo iba la muerte avanzando paso a paso y fatalmente. Pero ni teniendo perdida la esperanza, ni habiéndole visto sufrir con admirable resignación cristiana infinitos dolores, ni con haber anticipado su muerte por una falsa noticia los periódicos de Madrid supimos acostumbrarnos a la idea de perderle. ¡Era tan nuestro y significaba tanto entre nosotros! ¡Y él había hecho de LA VANGUARDIA como una prolongación de su familia!

Desde el mes de octubre, sentado en su sillón de enfermo, veía amanecer los días mirando a través de los cristales del balcón, empañados por su aliento como sus ojos por el velo de las últimas tristezas. En la plaza de la Cucurulla una pobre y buena mujer voceaba LA VANGUARDIA todas las mañanas, ignorante del dolor y de la ansiedad que su grito despertaba en el alma de uno de los hombres más ilustres que han pasado por el periodismo español. La dolorida esposa de Santos Oliver sabiendo cuanto había consagrado nuestro director a LA VANGUARDIA, quiso evitar aquel pregón matutino, seguramente punzante, pero también grato para el enfermo, como un eco del amor lejano.

No fue necesaria ninguna gestión de la familia. Dejó de publicarse nuestro periódico, y el enfermo no oyó vocearlo en sus últimos días. Al reaparecer LA VANGUARDIA, Santos Oliver, nuestro querido señor Oliver, ya no existe. Es decir, no: existe y existirá siempre en la historia de las Letras patrias, y, mientras vivamos, en el pensamiento y en el corazón de cuantos, trabajando a su lado, nos beneficiamos de sus bondades, de sus enseñanzas y de sus consejos.

Reciba su atribulada familia el testimonio de nuestra profunda condolencia. ¡Descanse en paz el ilustre escritor!

LA VANGUARDIA