Pedro J. Ramírez (EL MUNDO) arremete contra Carl Bernstein (del caso Watergate) después de que participara en un acto de DIARIO16

Es una lástima que una editorial prestigiosa como Plaza y Janés, que casi siempre acierta en sus planteamientos, se haya equivocado en esta ocasión al elegir al presentador del excelente libro de Melchor Miralles y Ricardo Arques sobre los GAL, «Amedo. El Estado contra ETA». Cualquier periodista medianamente avisado sabe que los dos periodistas que hace quince años descubrieron el «caso Watergate» siguieron después caminos muy diversos. Mientras Bob Woodward continuó ejerciendo el periodismo investigativo desde «The Washington Post» -y ahí está su último libro sobre la CIA-, Carl Bernstein se convirtió en una celebridad social. Sus ataques de egolatría, sus problemas con el tráfico y el alcohol, su obsesión por las «conquistas» femeninas terminaron reflejando un personaje bastante patético, descrito por su exmujer Nora Ephron en la novela «Heartburn», llevada al cine por Mike Nichols, con interpretación de Jack Nicholson y Meryl Streep, y estrenada en España bajo el título de «Se acabó el pastel». Es curioso que cuando en Estados Unidos la trayectoria de Bernstein es considerada poco menos que un anti-ejemplo sobre lo que debe ser la conducta de un periodista, en España se le presente como máximo exponente profesional. Quienes organizaron su viaje tal vez querían invitar a Woodward y se confundieron, lamentablemente, de nombre.

Carl Bernstein ha estado en Madrid. Vino a presentar el libro de investigación ‘Amedo, el Estado contra ETA’ un durísimo documento contra los excesos de nuestro Estado de derecho escrito por Melchor Miralles y Ricardo Arques. Una de las noticias que ha dado Bernstein en Madrid ha sido la del regreso al periodismo en breve plazo. Habló también de la verdad, insistiendo sobre ella, mientras Paul Ricoeur explicaba, también en Madrid, que el problema de la verdad ha cambiado. No es que tengamos derecho a decir lo que se nos antoje, sino que ya sabemos que pueden dar varias interpretaciones a la realidad». Carl Bernestein, sin embargo, se apega a la verdad como método, como discurso, como entidad incluso filosófica para sostener la pelea contra el fantasma de la mentira, del embuste, de la hipocresía y la intriga. Su experiencia junto a Robert Woodward ha hecho que la historia de los Estados Unidos de América, ante los ojos asombrados del mundo entero, girara algunos grados hacia la humildad y hacia la reflexión del hombre colectivo como hacedor y destructor de sus propias leyes y su propio Estado.

De modo que Bernstein regresa al periodismo. Después de avatares personales de distinto signo, Bernestein ha decidido volver donde solía, porque también el periodismo es una gran escuela para la existencia contemporánea.

Los que eligieron el camino de Bernstein – decir la verdad a través de sus múltiples aristas – sufren cotidianamente el aguijón y el desprecio del poder. Y, al mismo tiempo, algunas de las investigaciones en marcha por casos graves se dejan de lado, que caigan en el olvido, sometidos como estamos a otras domesticidades que parecen más necesarias. Sin embargo, difícilmente, los viejos linc de la vida se retiran de su comarca. Bernstein de hoy como siempre, servimos de ejemplo vivo de pasión, coraje y profesionalidad.