10 julio 2021

Los ministros de Unidas Podemos se mantienen intocables

Pedro Sánchez modifica su Gobierno sacando a ocho ministros encabezados por Carmen Calvo y a su jefe de Gabinete Iván Redondo

Hechos

El 10.07.2021 D. Pedro Sánchez anunció una modificación del Consejo de ministros.

Lecturas

El 10 de julio de 2021 el presidente del Gobierno D. Pedro Sánchez Castejón anunció un cambio del Gobierno de coalición formado por el PSOE y Unidas Podemos en enero de 2020, Gobierno que ya había padecido cambios con la marcha de D. Salvador Illa en diciembre de 2020 y la de D. Pablo Iglesias en marzo de 2021.

El Gobierno quedaba formado de la siguiente manera:

  • Presidente: D. Pedro Sánchez Pérez-Castejón (PSOE).
  • Vicepresidencia primera y ministra de Economía: Dña. Nadia Calviño Santamaría (PSOE). Sustituye como vicepresidenta a Dña. Carmen Calvo, que sale del Ejecutivo.
  • Vicepresidencia segunda: Dña. Yolanda Díaz Pérez, que antes ocupaba la vicepresidencia tercera. Mantiene el Ministerio de Trabajo.
  • Vicepresidencia tercera: Dña. Teresa Ribera Rodríguez, que antes ocupaba la vicepresidencia cuarta. Mantiene el Ministerio de Transición Ecológica.
  • Ministerio de presidencia y Relaciones con las Cortes: D. Félix Bolaños García.
  • Ministerio de Transportes, Movilidad y Agencia Urbana: Dña. Raquel Sánchez Jiménez (PSC).
  • Ministerio de Educación y Formación Profesional: Dña. Pilar Alegría Continente.
  • Ministerio de Ciencia e Innovación: Dña. Diana Morant.
  • Ministerio de Justicia: Dña. Pilar Llop Cuenca.
  • Ministerio de Asuntos Exteriores: D. José Manuel Albares Bueno.
  • Ministerio de Defensa: Dña. Margarita Robles Fernández mantiene la cartera.
  • Ministerio de Hacienda: Dña. María Jesús Montero Cuadrado mantiene la cartera y asume el departamento de Función Pública.
  • Ministerio del Interior: D. Fernando Grande-Marlaska Gómez mantiene la cartera.
  • Ministerio de Industria, Comercio y Turismo: Dña. Reyes Maroto Illera mantiene su cargo.
  • Ministerio de Agricultura: D. Luis Planas Puchades mantiene su cargo.
  • Ministerio de Política Territorial: Isabel Rodríguez García (PSOE).
  • Ministerio de Sanidad: Dña. Carolina Darias San Sebastián mantiene su cargo.
  • Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones: D. José Luis Escrivá Belmonte mantiene su cargo.
  • Ministerio de Cultura y Deportes: D. Miquel Iceta Llorens (PSC).
  • Ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030: Dña. Ione Belarra Urteaga (Unidas Podemos) mantiene su cargo.
  • Ministerio de Igualdad: Dña. Irene Montero Gil (Unidas Podemos)  mantiene su cargo.
  • Ministerio de Consumo: D. Alberto Garzón Espinosa (Unidas Podemos) mantiene su cargo.
  • Ministerio de Universidades: D. Manuel Castells Oliván (Unidas Podemos) mantiene su cargo.

(En diciembre de 2021 D. Manuel Castells será sustituido como ministro por el Sr. Subirats).

11 Julio 2021

Cambio contra desgaste

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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La crisis de Gobierno revela la severidad de la erosión en el equipo de Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acometió el sábado una profunda remodelación de su Ejecutivo que busca dejar atrás el desgaste acumulado en año y medio de gestión en circunstancias extraordinariamente difíciles, quizá las peores en décadas. Entre los elementos centrales de la maniobra destacan la afirmación de la continuidad de la política económica, un mayor protagonismo del PSOE en el Ejecutivo, y una renovación de cargos que rejuvenece el Gabinete y aparta las figuras con mayor desgaste. La profundidad de la remodelación supone de facto el reconocimiento de la dificultad del momento político para los socialistas, especialmente tras la derrota electoral en Madrid.

La crisis de Gobierno cierra una primera etapa de la legislatura marcada por el brutal impacto de la pandemia. En su activo, el Ejecutivo cuenta con el despliegue de un escudo socioeconómico de considerable eficacia, con líneas de actuación acertadas en los préstamos del ICO y en los ERTE, mejor diseñados que esquemas parecidos en otros países europeos. Estas acciones han evitado mucho sufrimiento y han contenido el ascenso del paro de forma más eficaz que en anteriores crisis. Fue positivo el productivo diálogo con los agentes sociales en materia laboral y de pensiones, y también lo fue la notable capacidad de producción legislativa, con apreciables iniciativas como el ingreso mínimo vital o la ley de eutanasia. En el pasivo, la gestión sanitaria tuvo episodios desacertados, la dinámica de coalición vivió momentos desafortunados, y demasiadas veces se produjeron reflejos equivocados, como la tentación de rebajar la mayoría necesaria para renovar el Poder Judicial, entre otros. La gestión de la cuestión de los indultos, con los consabidos argumentos a favor y en contra, ha marcado a fondo el último periodo.

La nueva etapa se abre bajo el signo del continuismo económico. El ascenso de Nadia Calviño a la vicepresidencia primera, sobre todo, y la confirmación de otros ministros del sector, envían un claro mensaje a la Unión Europea, a los agentes sociales, a los mercados y, quizá de forma especial, al socio menor de Gobierno. Es un buen mensaje. En segundo lugar, destaca el intento del presidente de reforzar la presencia del PSOE en el Ejecutivo, que va de la mano de gestos de distensión con áreas del partido tras la guerra fratricida de los años pasados.

La inesperada salida de Iván Redondo como jefe de Gabinete, sin carné socialista pero con una considerable influencia sobre su jefe, para ser sustituido por el histórico dirigente del PSOE Óscar López, encarna quizá más que cualquier otro movimiento ese cambio de corriente. El nombramiento de López, sumado al de figuras que no apoyaron a Sánchez en los momentos más críticos, muestra el intento de mejorar el clima interno del partido en un momento muy difícil. El ascenso de Félix Bolaños, a partir de ahora ministro de Presidencia, también es una noticia positiva para el PSOE. La salida de José Luis Ábalos deja abiertas incógnitas en los nuevos equilibrios del partido que se irán aclarando con vistas al próximo congreso, previsto dentro de tres meses.

La renovación aparta del Gobierno a ministros muy desgastados o que habían demostrado baja eficacia, y abre paso a una renovación generacional que claramente busca una nueva conexión con la opinión pública. La remodelación no afecta, sin embargo, a los ministros del área del socio menor del Ejecutivo que, con la destacada excepción de Yolanda Díaz, han mostrado una escasa capacidad de gestión, salpicada por desaciertos continuos. La oposición, por su parte, consideró la remodelación una suerte de autoenmienda a la totalidad y reclamó elecciones anticipadas. Estas tienen claro encaje en la lógica de sus deseos, pero ninguno en la aritmética del Parlamento ni en la necesidad de España de afrontar con estabilidad el reto de la recuperación después de la devastadora pandemia. El tiempo mostrará si el nuevo Gobierno sabrá gestionarla. Y los ciudadanos tendrán en su momento la oportunidad de juzgarlo.

11 Julio 2021

Un oportuno volantazo hacia la recuperación

LA RAZÓN (Director: Francisco Marhuenda)

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Podría decirse que más que a una crisis de Gobierno la opinión pública ha asistido a una maniobra política de gran alcance, cuyos efectos prácticos se verán en el tiempo y que parte en dos hitos la actual legislatura. Porque Pedro Sánchez ha procedido con la frialdad del cirujano a la destitución de algunos de quienes fueron sus más cercanos compañeros en la aventura de su consolidación del poder interno en el PSOE y de su posterior llegada a La Moncloa. No se lleva a cabo una operación de derribo como la de ayer, si no existe una definida estrategia de cambio ni se opera simultáneamente sobre los dos ámbitos de poder institucional, el propio Ejecutivo y el seno del partido que lo sustenta, sin que existan poderosas razones para ello. Así, podemos asegurar, sin demasiado espacio para el error, que Pedro Sánchez tiene ahora nuevas bazas para encarar los treinta meses que faltan para las próximas elecciones generales con algunas garantías más de éxito, entre otras cuestiones, porque ha conformado un Consejo de Ministros más equilibrado territorialmente, que amortiguará las críticas de un sector del partido socialista muy tocado por la crisis de Cataluña y los indultos, y con varias figuras jóvenes, pero experimentadas en la política más directa, la que primero ve el ciudadano, como es la municipal.Incorporaciones, además, que vienen sin el lastre que siempre deja el enfrentamiento sectario, más pesado, cuanto más agria es la pugna maniquea con la oposición. Con esto último, no queremos decir que los salientes fueran políticos especialmente radicales, pero sí que han sufrido el desgaste de una época bronca y difícil como la que nos ha tocado vivir bajo la sombra de la pandemia. De ahí, que no debería el Partido Popular despachar unos cambios gubernamentales que son de calado desde el recurso al lugar común, aunque sólo sea porque puede traer un nuevo enfoque, más adaptado al tiempo postpandémico que se avecina. Pero, si, al final, se consolida este oportuno y, en cierto modo, obligado volantazo hacia posiciones más realistas y mejor adaptadas a la batalla por la recuperación, cabría preguntarse por qué Sánchez ha limitado la renovación al ala socialista del Gobierno de coalición, manteniendo sin cambios a los cinco ministros de Unidas Podemos, algunos de los cuales, como Irene Montero, cosechan las peores notas en la estimación de la opinión pública.Sin embargo, la respuesta es sabida: a día de hoy, no existe un factor de poder interno en la coalición de extrema izquierda que tenga un liderazgo con la suficiente autoridad como para negociar un reequilibrio en su parte del Gabinete. Tan sólo, la figura emergente de la ministra de Trabajo y, ahora, vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, mantiene cierta ascendencia sobre el conglomerado de partidos que en su día lideró de facto Pablo Iglesias. No cabe duda de que se trata de pagar un peaje a la tranquilidad interna del Gabinete, pero, al mismo tiempo, si como se desprende del nuevo organigrama ministerial, con Nadia Calviño como vicepresidenta primera, el eje de la acción gubernamental se encamina, de la mano de los fondos europeos, –sujetos, no lo olvidemos a las condiciones de Bruselas–, hacia la recuperación económica y social, y hacia un reequilibrio de la financiación autonómica, no parece que vaya a ser muy determinante la influencia de los ministerios cedidos a Unidas Podemos, salvo el de Trabajo, cuya titular mantiene mayor sintonía, como ya hemos señalado, con el ala socialista del Gabinete.Hasta aquí, la lectura de una crisis mayor y mucho más compleja de lo que podía preverse, lo que no significa, ni mucho menos, que pueda darse por seguro que tenga los efectos esperados por su diseñador. Porque, sin prejuzgar la valía de los nuevos cargos, la superación de la situación económica creada por la pandemia deja muy poco campo a la heterodoxia fiscal, al desequilibrio de los ingresos del Estado, a la experimentación en el mercado laboral y a los ensayos en el modelo productivo. Queremos creer que los cambios van en la dirección correcta. Pero habrá que verlo.

11 Julio 2021

Crisis del PSOE en el Gobierno

ABC (Director: Julián Quirós)

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Sánchez ha endosado la responsabilidad de la crisis a los ministros de su partido y ha certificado que no preside una coalición de gobierno, sino una federación de gobiernos

El resultado de la crisis de gobierno de hoy es un Ejecutivo menor, en el que cuesta encontrar la fuerza política para ese «gran salto adelante» que quiere dar el presidente. Por mucho que se empeñe Sánchez en inaugurar la legislatura todos los días, más bien estamos ante una confesión de parte. La salida de Carmen Calvo y de Iván Redondo revela el fracaso político de estos dos primeros años de mandato, y los cambios de cartera anunciados por Sánchez no tienen entidad para enderezar el rumbo, porque el problema es su falta de proyecto para España. En el ánimo de Sánchez para acometer esta crisis se vislumbran los efectos de la derrota de la izquierda en la Comunidad de Madrid, el 4 de mayo pasado. Que la crisis se produzca al día siguiente de la reunión con Díaz Ayuso en La Moncloa es solo una coincidencia, pero con mucho significado político.

Pedro Sánchez ha depurado su Gobierno por un temor ya notorio a la evolución de las encuestas y a la consolidación de una alternativa de centro-derecha liderada por el Partido Popular. El mensaje de «más mujeres y más jóvenes» solo revela la intencionalidad propagandística con las designaciones de nuevos ministros y ministras. Diciendo cosas así, Sánchez agota por la vía rápida el capital político de la crisis de gobierno, porque el país no está para más operaciones de diseño. La dimensión de los problemas que tiene España es muy superior a los perfiles elegidos, procedentes de la muy respetable política municipal, pero sin credenciales de gestión a escala nacional.

Descendiendo al detalle, a cada destitución le acompaña una memoria de fracasos. Carmen Calvo se vio desbordada en su función de coordinar la labor de los ministerios, además de perder batalla tras batalla frente a Irene Montero. Juan Carlos Campo se lleva el fracaso en las renovaciones del CGPJ y del Tribunal Constitucional y deja en el aire el futuro judicial de los indultos, además de importantes reformas procesales. Isabel Celáa consiguió unir a sectores muy diversos del sistema educativo para criticar sin reservas su reforma educativa de bajo coste. Y González Laya empezó su cuenta atrás con la crisis de Ceuta y la suspensión de relaciones de Marruecos. Sin embargo, el cese más significativo políticamente no ha sido el de un ministro, sino el de Iván Redondo, quien acumuló tanto poder que ha acabado sepultado por su peso. El que parecía gran gurú de la estrategia se quedó en aprendiz de brujo después de que Madrid lo sentenciara con la victoria aplastante de Díaz Ayuso.

Podría decirse que, en esta crisis, Pedro Sánchez ha querido recuperar al PSOE, ya sin José Luis Ábalos, también sacrificado. Los nombramientos de Óscar López como nuevo jefe de gabinete y de tres alcaldesas socialistas apuntarían en esa dirección, pero al haber dejado intacto al grupo de ministros de Unidas Podemos, Sánchez ha endosado la responsabilidad de la crisis a su partido y ha certificado que no preside una coalición de gobierno, sino una federación de gobiernos que ha dejado a salvo -para pasmo de muchos socialistas- al mismísimo Alberto Garzón.

El acceso de Nadia Calviño a la vicepresidencia primera es aparentemente positivo, pero suena a influencia de Bruselas para gestionar los fondos europeos. El peso político del nuevo Gobierno recaerá en Félix Bolaños, nuevo ministro de la Presidencia y hombre de confianza de Pedro Sánchez. Habrá que esperar al nuevo decreto de estructura orgánica del Ejecutivo para conocer el reparto de competencias entre los ministerios, pero entrará en lo previsible que Bolaños sume muchas de las funciones de Iván Redondo, rebajando el perfil hipertrofiado de la jefatura de gabinete. Óscar López, político bien valorado y con acceso a la oposición, puede que calme el ambiente interno del Gobierno, pero sin influencia política determinante.

La pregunta que pueden hacerse los ciudadanos es qué ha funcionado bien en este Gobierno, a la vista de la profundidad y extensión de los cambios. La cuestión catalana parece ahora menos importante, con Miquel Iceta recolocado en Cultura y Deporte y un mensaje poco grato para los socialistas catalanes. Los planes de Justicia son una incógnita en manos de Pilar Llop, que no aporta nada para un cambio de actitud de la oposición en la renovación de los órganos constitucionales. Lo mismo podría decirse de la agenda internacional, de la actividad legislativa y de las reformas económicas, sin olvidar la impotencia e incompetencia del Gobierno ante la quinta ola. Ni gran salto adelante, ni remontada de vuelo con este nuevo Ejecutivo.

11 Julio 2021

Sánchez engaña hasta a su propia sombra

Francisco Rosell

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La leyenda de Iván Redondo fue ayer rota en pedazos por quien, capaz de engañar a su sombra y a quien se creía que lo era, lo arrojó al barranco sin esperar a que su poderoso valido tomara la iniciativa

Hace 40 días, en el cénit de su poder de valido, el director de gabinete de la Presidencia del Gobierno, Iván Redondo, confesaba públicamente su ciega abnegación por Pedro Sánchez hasta el punto de mostrarse dispuesto a «tirarse por un barranco» por su jefe. «Lo hago aquí, ahora y mañana. Y ahí voy a estar con él hasta el final», presumió. No era la primera vez que hacía una aseveración de ese jaez, pero sí que la efectuara en el marco de su comparecencia ante la Comisión Mixta (Congreso-Senado) de Seguridad Nacional.

Era acorde, desde luego, con la genérica contestación ofrecida el 20 de abril de 2016 a Pablo Iglesias en el programa televisivo La Tuerka que presentaba el otrora líder de Podemos. Al inquirirle sobre la esencia de su oficio de spin doctor, Redondo aseveró: «Una persona que se tira por un barranco por su cliente, por su presidente, por su candidato». Ambos terminarían fraguando cuatro años después el pacto del actual Gobierno de cohabitación entre PSOE y Podemos después de las fallidas elecciones plebiscitarias del 10-N de 2019 y hoy vuelven a la casilla de partida en que se hallaban antes de desempeñar posiciones determinantes que han acabado derrotándoles.

Muchos cavilaron que lo de «tirarse por un barranco» no dejaba de ser una hipérbole por quien declaraba, hablando de sí mismo, que «en torno a mi persona hay más ficción que realidad». Tan era verdad esto último como que él mismo se encargaba de engrosar la leyenda hablando en tercera persona. Al igual que, en el célebre diálogo de El hombre que mató a Liberty Valance, Redondo adoptaba la pose del personaje del senador al que el pueblo transfiguró en héroe al matar en duelo al conspicuo forajido.

Cuando un periodista le pide que rememore su gesta -sin experiencia con armas, abatió a un diestro pistolero-, el senador le desvela que no fue él quien, en verdad, lo hizo. Sorprendido por la inesperada confesión, pero reacio a destruir el mito, el periodista glosa: «Cuando la leyenda se convierte en realidad, publica la leyenda». La leyenda de Redondo, en efecto, fue ayer rota en pedazos por quien, capaz de engañar a su sombra y a quien se creía que lo era, lo arrojó al barranco sin esperar a que éste tomara la iniciativa, como tampoco la adoptó -todo sea dicho- el desalojado con todos aquellos a los que, previamente, había prestado sus servicios de consultor.

Después de servirse de tretas y señuelos para desviar la atención de los errores del Gobierno, al modo de los Macguffin que popularizó Hitchcock para turbar al espectador e imprimir un giro copernicano a sus tramas, un ufano Redondo quiso -como el gran maestro del suspense- hacerse presente y asomarse intermitentemente en la pantalla como en los comicios catalanes para cosechar los aplausos de la militancia. Sin duda, demasiado para la egolatría narcisista de Sánchez. El presidente no podía consentir, por más tiempo, que se asentara la impresión de que era barro moldeable de alfarero del supuesto Pigmalión que, contra pronóstico, lo aupó a La Moncloa a través de una moción de censura Frankenstein siendo el presidente con el menor número de escaños propios desde la restauración democrática. Después de su inmenso dominio como privado de Sánchez, cuasi alter ego, Redondo deja de dar las órdenes en The War Room del Ala Oeste de La Moncloa y ni siquiera el presidente le agradece los servicios prestados al todopoderoso gurú.

En su reconocimiento a quienes «se han dejado la piel en momentos muy duros», Sánchez dejó en blanco a quien ha sido su hombre de mayor confianza en los años en los que le cambió la vida. Conceptuando la política no como el arte de lo posible, sino «de lo invisible», en cuanto quiso sacar cabeza y media de más, Redondo la perdió. Será reemplazado por el presidente de Paradores, Óscar López, quien vivía un ostracismo dorado tras ser secretario de Organización con Alfredo Pérez Rubalcaba como máximo dirigente del PSOE.

En el acto cuarto de Ricardo III, Shakespeare retrata el momento en el que el tirano, recién coronado, le dice al duque de Buckingham, su estratega preferente y copartícipe de sus delitos para deshacerse de su sucesión de enemigos, reales o imaginarios en su ascenso al trono: «Por tus consejos y por tu ayuda, el Rey Ricardo se sienta tan alto». Pero, penetrado por la duda, le inquiere a renglón seguido: «¿Llevaremos estos esplendores durante un día? ¿O durarán y disfrutaremos siempre de ellos?». En vez de contestarle abiertamente, Buckingham opta por exclamar: «¡Sigan viviendo, y duren eternamente!», mientras murmura para sí: «¡Bah! Puedo imitar al más perfecto trágico». La negación del confidente de Ricardo III podría haber sido la del consejero Redondo al augusto Sánchez.

No obstante, cualquiera que conozca la tragedia shakesperiana no ignora que Ricardo III, una vez alcanzada la esfera a la que aspiraba, es consciente de que las malas artes que le han permitido consumar su ambición no amurallan su hegemónica cota. Ello le origina tal desasosiego que cuestiona la lealtad de su círculo íntimo al percatarse de que quienes le sirven son infames que solo miran por su propio interés como él mismo, por lo demás. «No quiero a mi lado a quien me mire con ojos escrutadores», dicta Ricardo, y su viejo aliado Buckingham, al que acusa de importunarlo, interpreta que debe huir de inmediato si quiere salvar la existencia, si bien sus esfuerzos serán vanos terminando prendido y ejecutado.

Como defenestrado ha sido todo el núcleo duro de Sánchez desde que habita en La Moncloa: su jefe de gabinete, Iván Redondo, su vicepresidenta política, Carmen Calvo, y su ministro principal y número dos del PSOE, José Luis Ábalos, enzarzados entre sí por la preeminencia en el despacho presidencial. Al poner a rodar sus cabezas, Sánchez recrea la leyenda de la Campana de Huesca, cuando Ramiro II El Monje decapitó a una docena de nobles a los que reunió bajo el ardid de fabricar una campana tan grande que oyera todo el reino. Cortó los badajos que le incordiaban y garantizó un repique monocorde. De tal modo, evita que cunda la especie de que le dicen cual señores feudales: «Nos, que somos igual que vos y todos juntos más que vos…»

Con cabezas tan distinguidas por el pendiendo de la picota, Sánchez ha dado un golpe de fuerza para reforzar la homogeneidad de su equipo desprendiéndose -al precio de tres por uno- de Redondo, Calvo y Ábalos, al tiempo que premia la discreción y efectividad de Félix Bolaños como secretario general de Presidencia designándole ministro y convirtiéndole en vicepresidente político en la sombra.

Sin llegar a la condición de caído, pues llegó al Consejo de Ministros hace unos meses tras el nombramiento del ministro Illa como postulante a las elecciones catalanas, quien sale tocado es el ministro de Política Territorial, relegado a un ministerio maría como es Cultura y Deporte, cuando muchos encaramaban a Miquel Iceta al despacho de Calvo. Era repetir la jugada de Felipe González con Narcís Serra cuando el entonces presidente desató sus hostilidades contra Alfonso Guerra tras ofrecer su propia cabeza a aquellos que exigían la testa de su número dos por los trajines del hermano de éste desde el despacho vicepresidencial habilitado en la Delegación del Gobierno en Sevilla.

En la cartera de Política Territorial, además de como portavoz, sitúa a la alcaldesa de Puertollano, Isabel Rodríguez, cuya designación cabe interpretar, al margen de los méritos de la nueva ministra, en dos direcciones bien diferentes por parte del presidente de las mil y una caras como sumo muñidor: bien trata de tranquilizar a los barones más críticos con sus concesiones al nacionalismo designando a un cargo público ascendente del partido en la muy constitucionalista Castilla-La Mancha, bien le quiere pasar factura al díscolo Emiliano García-Page poniendo el foco a su eventual sustituta para las elecciones autonómicas de dentro de dos años como reedición de la operación Illa y colocar al desplazado en el Senado en un escaño aledaño al de Susana Díaz. Ni que decir tiene cual es la opción que se paga más cara en el siempre agitado mercado de las apuestas políticas.

Cuando todo apuntaba a un cambio de guardarropía, ha hecho un cambio en profundidad que habrá que juzgar en función de si opera una modificación del rumbo en marcha, pero eso obligaría a alterar una alianza que, hoy por hoy, es inquebrantable, por lo que tratará de sacar brillo y lustre a la gestión de los fondos comunitarios. Si la ley de conservación de la materia estipula que ésta ni se crea ni se destruye, sino que se transforma, como elucidara Lavoisier, otro tanto cabe decir cada vez que un gobernante se siente acuciado y aparenta que todo cambia para que todo, en esencia, siga tal cual. No hay que recurrir, en este caso, a ninguna serie de televisión en la que el cesante Iván Redondo encontraba su fuente de inspiración, sino que basta retomar del anaquel de las viejas lecturas a Il Gattopardo del siciliano Giuseppe Tomasi di Lampedusa cuando Don Fabrizio, Príncipe de Salina, para justificar que sufragara al revolucionario Garibaldi, proclama cínicamente: «Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi».

Por eso, conociendo a Sánchez y como la fuga escopeteada por Ayuso de Iglesias no supuso ningún cambio de política, sino intensificación de ésta, así como la rendición del Estado de Derecho al servicio de los separatistas, hay que estar vigilantes ante quien busca arrogarse poderes excepcionales con la nueva Ley de Seguridad Nacional como si fuera el mismísimo Luis XIV de Francia proclamando «L’État, c’est moi». El sueño de todo político es envestirse absolutus legibus; esto es, libre y desatado de las leyes, como veía el abate Bossuet a su adorado Luis XIV. En este sentido, conviene no confundirse y, si parece un pato, nada como un pato y grazna como un pato, hay que convenir que es un pato e identificarlo por su nombre por mucho que se tinte de variados colores su plumaje.

Sánchez ha dado un golpe de fuerza para afianzar la homogeneidad de su equipo

16 Julio 2021

El fenómeno Iván Redondo se detiene… de momento

José Miguel Contreras

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En un Gobierno que ha reforzado sus vínculos con el PSOE, permanece la duda de cómo podría haberse desenvuelto una figura desideologizada como la suya

La decisión de Iván Redondo de no continuar como jefe de Gabinete del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cierra una peculiar etapa en la historia de la comunicación política en España. El protagonismo que ha adquirido su figura mientras ha ocupado el cargo ha centrado la atención sobre un puesto que de forma tradicional siempre fue ocupado por otros perfiles. Redondo ha sido el primer profesional de la consultoría política que ha llegado a desempeñar una función de tal envergadura. De momento, será también el último.

Redondo se ha caracterizado durante estos años que ha estado junto a Pedro Sánchez por eludir las apariciones públicas. Este hecho ha podido contribuir aún más a acrecentar la leyenda en torno a su figura, a sus responsabilidades y a su nivel de influencia. Lo más curioso del caso es que su actividad anterior más conocida era la de aparecer como analista político del programa Espejo Público, en Antena 3. Sin embargo, en cuanto pasó a ser el consultor de Sánchez se retiró de cualquier presencia ante las cámaras.

 

Los ‘spin doctors’

La figura de los consultores políticos no tiene un único biotipo estandarizado. Se puede desempeñar esa función desde muy diferentes áreas de conocimiento. Hay, de todas formas, una serie de habilidades que parecen ser las más requeridas y valoradas en el mundo en los últimos tiempos. De forma tradicional, en España, los asesores de cabecera de nuestros dirigentes provenían habitualmente de la política y compartían con ellos el mismo campo de acción. El paradigma quizá fuera el trabajo de Rubalcaba con González o Zapatero. También han existido funcionarios de alto nivel, especializados en el profundo conocimiento de las interioridades de la administración, como José Enrique Serrano. En alguna otra ocasión, hemos podido encontrar a especialistas en encuestas y estudios de opinión, como Pedro Arriola en el PP. Finalmente, también algunos expertos en comunicación han ocupado la función, como Miguel Ángel Rodríguez, con Aznar o Ayuso.

 

La peculiaridad de Iván Redondo es la de ser un profesional de la consultoría. Es lo que en la jerga política se conoce como un spin doctor en toda regla. La denominación no tiene fácil traducción en español y ni siquiera está del todo claro cuál es el origen real del término en Estados Unidos, en la década de los 80. La palabra spin es polisémica y puede tener varios significados. Uno de ellos es el de hilar. Algunos ensayistas defienden que la expresión spin doctor hace referencia a los expertos en hilar relatos políticos en un mundo condicionado decisivamente por la comunicación.

El peso de la comunicación

 

En los tiempos que vivimos, la comunicación ocupa un predominio creciente en términos de definición de cualquier estrategia política. Para algunos estudiosos del fenómeno, como Christian Salmon, “el trasvase inédito desde el mundo de la política hasta el mundo del entretenimiento en streaming es la culminación de un largo proceso que ha visto penetrar al caballo de Troya de la comunicación en el universo cerrado de la política, invitarse a la conquista y el ejercicio del poder, desempeñar en él un papel cada vez más importante imponiendo su racionalidad a la razón de Estado, sobredeterminándola, corroyéndola, hasta sustituirla: la comunicación se ha convertido en la razón de ser de la política”.

Redondo ha trasladado buena parte del lenguaje narrativo audiovisual a la hora de planificar sus acciones. Sus estrechos colaboradores cuentan cómo les marcaba el objetivo de que cada semana fueran capaces de crear algún evento informativo que, de alguna manera, llamara la atención mediática. De la misma forma que las series televisivas atraen la atención de su público cada siete días, su técnica consistía en garantizar un nuevo capítulo de su discurso cada semana. Además, la puesta en escena siempre ocupaba un papel básico que buscaba no pasar nunca desapercibido frente a la rutina del decorado político.

Especialista en encuestas

Otra aspecto que cobra cada día mayor importancia es la evolución de los tradicionales pollsters, los analistas de encuestas que intentan conocer al detalle las opiniones del electorado. Al igual que ocurre con la investigación sobre los gustos televisivos, la política plantea un grave problema. No es difícil saber lo que opina la gente sobre lo ocurrido hasta hoy. Lo complicado es determinar qué va a opinar y cómo va actuar a partir de mañana. Las encuestas no tienen por qué fallar a la hora de determinar qué piensa la gente votar en el futuro. Lo que suele ser imposible predeterminar es lo que finalmente votan.

Redondo cuenta con una larga experiencia en el análisis de datos. Es difícil encontrar un solo estudio de interés que no tuviera controlado. El gran problema es sopesar la evolución de los cambios de parecer en una sociedad que cada vez asume la modificación de sus criterios con mayor celeridad. El vértigo se ha convertido posiblemente en la tendencia más influyente en la política actual. La inestabilidad se ha convertido en la norma. Las carreras políticas son cada vez más breves e imprevisibles. Fenómenos como los de Albert Rivera o Pablo Iglesias son inimaginables décadas atrás. Grandes figuras de la política cuya trayectoria, desde su aparición hasta su retirada, apenas duran cuatro o cinco años.

En política, sin ideología definida

De su carrera profesional, se sabía que sus trabajos como consultor habían estado vinculados al Partido Popular. Había llegado incluso a ser miembro del Gobierno del PP de José Antonio Monago en Extremadura, hasta 2015. También había colaborado con Xavier García Albiol en la campaña en la que obtuvo la alcaldía de Badalona y, previamente, con el líder del PP en el País Vasco, José Antonio Basagoiti. Cuando en 2017 Pedro Sánchez decide contar con él, de cara a las primarias del PSOE, la decisión sorprende a muchos. Sin embargo, quienes conocen al hoy presidente del Gobierno hablan de su pragmatismo a la hora de medir la capacidad profesional de la gente.

Seguramente, la no identificación de la figura de Iván Redondo con una ideología marcadamente de izquierdas ha sido clave para poder entender su salida de Moncloa. Hasta el mismo día de su marcha, nadie discutía, ni creía posible discutir, sobre su continuidad como jefe de Gabinete. El problema, la discrepancia y, finalmente, la ruptura se produjeron cuando se plantea la posibilidad de que abandone un puesto técnico para pasar a formar parte del Gobierno como ministro con importante proyección pública y destacada presencia mediática.

Redondo barajaba la idea y Pedro Sánchez no veía ningún inconveniente inicialmente. Sin embargo, a medida que la remodelación ministerial se aproximaba, el nuevo Gobierno tendía a asentar su perfil en un reforzamiento ideológico identificado con el PSOE y una decidida apuesta por la renovación. Iván Redondo como ministro hubiera sido una manifiesta novedad, pero hubiera podido desentonar y hasta chocar con un equipo fuertemente enraizado en el Partido Socialista.

La incógnita ante el futuro

El fenómeno Iván Redondo en primera línea de batalla ha durado, de momento, solo cuatro años. Quedará para siempre abierta la pregunta de qué hubiera ocurrido si, tal y como era su previsión, hubiese dado el salto a la política como líder en la lucha partidista. Ver a Redondo como parlamentario, convertido en “oposición de la oposición”, según había llegado a planificar, queda convertido en una histórica incógnita. Nadie, salvo él mismo, puede saber si alguna vez volverá se planteará volver a saltar a la arena, en lugar de quedarse, como hasta ahora ha hecho, planificando desde la barrera la actuación de otros.

Para Iván Redondo, su etapa como jefe de Gabinete, con 40 años recién cumplidos, le parecía que había tocado a su fin. Al no conseguir dar el salto a la política activa en primera línea, ha preferido abandonar y reinventar su carrera profesional en la empresa privada. Ofertas no le van a faltar.