3 julio 2020

Iglesias está admitiendo que a él se le entregó una tarjeta en perfecto estado, dado que así pudo ver su contenido, mientras que cuando se la devolvió a Dina Bousselham, esta se la encontró inutilizada

Pablo Iglesias reconoce que examinó el contenido de la tarjeta de memoria de Dina Bousselham y la retuvo sin informarla a ella porque ‘era una mujer joven y no quería someterla a más presión’

Hechos

El 3 de julio de 2020 D. Pablo Iglesias Turrión reconoció en una entrevista en RNE que había retenido la tarjeta de información personal de Dña. Dina Bousselham.

Lecturas

CRONOLOGÍA DEL CASO ‘DINA BOUSSELHAM’ Y SU TARJETA DE MÓVIL. 

-En agosto de 2014 en un chat interno de Podemos D. Pablo Iglesias y D. Juan Carlos Monedero hacen comentarios soeces de la presentadora de TVE Dña. Mariló Montero. Dña. Dina Bousselham, del equipo asesor de Podemos, hace pantallazos de esa conversación y se los pasa a varios conocidos, también guarda copia de esos pantallazos en su tarjeta de móvil junto a fotos personales.

-En noviembre de 2015 Dña. Dina Bousselham pierde el móvil / le roban el móvil mientras hacía compras un Ikea. Perdiendo así aquellos pantallazos y muchas fotos de su intimidad personal.

-El 20 de enero de 2016 el editor de la revista INTERVIU, D. Antonio Asensio Mosbah en un encuentro privado con D. Pablo Iglesias, le informa de que les llegó la tarjeta de Dña. Dina Bousselham y se la devuelve al Sr. Iglesias. Este, examina el contenido de la tarjeta, ve los pantallazos de su conversación y las fotos y material íntimo de Dña. Dina Bousselham y decide no informar a Dña. Dina Bousselham de que la tarjeta origianl está en sus manos. Paralelamente el director de INTERVIÚ, D. Alberto Pozas había hecho una copia de la tarjeta y los pantallazos y se los remite al comisario Villarejo.

-El 26 de junio de 2016  el periódico OKDIARIO de D. Eduardo Inda Arriaga publica los pantallazos de los comentarios soeces de D. Pablo Iglesias contra Dña. Mariló Montero.

-El 2 de agosto de 2016 Dña. Dinna Bousselham denuncia en el juzgado el robo de su tarjeta de móvil. No menciona en ningún momento que D. Pablo Iglesias le haya devuelto la tarjeta de móvil.

-El 10 febrero de 2017 Dña. Dina Bousselham tras recuperar la tarjeta de móvil se encuentra con que está dañada. La manda a Londres para su reparación (a través de D. Ricardo Sanz Ferreira), pero esta se encuentra totalmente dañada.

-El 3 de noviembre de 2017 Detenido el comisario D. José Manuel Villarejo, tiene una copia de la tarjeta en su poder.

-El 10 de diciembre de 2018 Dña. Dina Bousselham declara sobre el robo de su tarjeta de móvil, no menciona en ningún momento que D. Pablo Iglesias le hubiera devuelto la tarjeta  (pese a que en febrero de 2017 la había mandado a Londres para su reparación).

-El 23 de marzo de 2019 Podemos denuncia oficialmente que el caso ‘Dina’ es una campaña de ‘las cloacas del Estado’, el Sr. Villarejo y el Sr. Inda contra ellos.

-El 27 de marzo de 2019 declaran en los tribunales Dña. Dina Bousselham y D. Pablo Iglesias. La Sra. Bousselham admite que ocultó en su declaración anterior que D. Pablo Iglesias le devolvió la tarjeta (sitúa esta devolución en junio de 2016).

-El 28 de marzo de 2019 El comisario Villarejo declara que la copia de la tarjeta a él se la dio D. Alberto Pozas, ex director de INTERVIÚ y que este la tenía porque se la dio una exnovia despechada de D. Pablo Iglesias para mostrar lo presuntamente machista que era.

-El 2 de diciembre de 2019 D. José Manuel Calvente es despedido como abogado de Podemos después de cuestionar el 23 de octubre de 2019 la actuación de Dña. Marta Flor Nuñez, la máxima responsable del equipo jurídico de Podemos.

-El 13 de enero de 2020 La Policía Científica que investiga el caso Dina anuncia que la tarjeta está ilegible porque ‘fue quemada’ después de le fuera entrada a D. Pablo Iglesias, dado que él sí pudo examinar su contenido sin problemas.

-El 11 de mayo de 2020 Dña. Dina Bousselham abandona Podemos y crea el digital LA ÚLTIMA HORA! con ella como directora y el respaldo del partido político Podemos.

-El 18 de mayo de 2020 Dña. Dina Bousselham reconoce en sede judicial que fue ella la que hizo las capturas de la conversación soez del Sr. Iglesias sobre la Sra. Mariló Montero.

-El 3 de julio de 2020 D. Pablo Iglesias reconoce en una entrevista en RNE que retuvo la tarjeta de Dña. Dina Bousselham tras examinar todo su contenido privado e íntimo durante al menos seis meses (entre enero y junio de 2016) porque ‘no quería someter a presión’ a una mujer joven como Dña Dina Bossuelham, informándole que su contenido íntimo estaba siendo difundido por círculos íntimos. En la entrevista no se le pregunta por qué Podemos cuando inicia la campaña de denuncia del caso cloacas no hizo referencia a que la tarjeta estaba en sus manos seis meses antes de que lo publicara OKDIARIO.

27 Junio 2020

El ‘caso Dina’ cerca a Pablo Iglesias: tic tac, tic tac, tic tac…

OKDIARIO (Director: Eduardo Inda)

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La última maniobra de Pablo Iglesias es reveladora de que las cosas se le están complicando. Su ex abogada, Marta Flor Núñez, seguirá representando a Dina Bousselham en la pieza del ‘caso Villarejo’ que investiga la sustracción del teléfono de la asesora de Podemos. La estrategia es muy clara: defender los intereses del vicepresidente del Gobierno a través de Dina e intenta engañar al juez Manuel García-Castellón, que les obligó a no compartir la misma representación tras detectar un conflicto de intereses. Estamos ante una triquiñuela legal, consistente en utilizar a la abogada defensora de Dina en beneficio de los intereses del vicepresidente segundo del Gobierno.

Hasta el momento, la ex asesora de Podemos compartía la representación letrada con Iglesias, pero la situación ha cambiado después de que las investigaciones sobre el móvil de su ex asesora convirtieran al líder de Podemos en posible autor de dos delitos -descubrimiento y revelación de secretos y daños informáticos- en lugar de perjudicado. Desde el punto de vista procesal, el giro es de 180 grados, pero desde el punto de vista político, la situación de Iglesias también ha dado un vuelco: ha pasado de erigirse en víctima de «las cloacas del Estado»- una burda teoría conspiratoria  que utilizó para arremeter contra el  director de OKDIARIO, Eduardo Inda, y tratar de someter a este medio de comunicación- a ser la personificación misma de las cloacas. La mentira tiene las patas muy cortas e Iglesias ha quedado en evidencia.

28 Junio 2020

CASO IGLESIAS: MENTIRAS, SEXO Y TARJETAS SIM

Francisco Rosell

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Parafraseando el aserto de Oscar Wilde en La decadencia de la mentira, puede decirse que la vida imita a la literatura mucho más que la literatura a la vida. Esa apreciación se hace certeza al corroborar cómo el protagonista de El hombre que fue Jueves, la gran novela de Chesterton, cobra vida en el vicepresidente del Gobierno y líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias. No es para menos al revelarse esta semana pormenores de cómo construyó un relato falso para concurrir a la cita electoral de abril de 2019 como víctima de una confabulación de una «cloaca policial y mediática» que no era tal, sino una mascarada para escamotear su particular cloaca.

Aquella trapacería, que le llevó a presentar una demanda en marzo de 2019 cuando era eurodiputado por la sustracción del teléfono de su asistente en un centro comercial madrileño, le valió frenar la caída en picado en las encuestas tras adquirir el líder del autoerigido «partido de la gente», de «los de abajo» frente a la casta corrupta, un casoplón a un precio y condiciones sorprendentes para el común de los mortales. «Cuando uno no vive como piensa, acaba pensando cómo vive», había blasonado desde el vallecano piso de protección oficial de su madre quien personaliza el más rápido enriquecimiento a cuenta de la política.

Aquella maniobra de distracción, arropada por televisiones y círculos periodísticos podemitas, le permitirían, tras un primer intento fallido, formar Gobierno de cohabitación con Sánchez, después de pegar éste un gatillazo al repetir elecciones en noviembre a modo de plebiscito personal. Al perder tres escaños cuando creyó tener todo de cara, ambos salvarían los muebles forjando en 72 horas el acuerdo postelectoral que gobierna esta España en vilo.

Iglesias evoca el personaje de Gabriel Syme, un poeta reclutado por Scotland Yard para infiltrarse en una célula anarquista de siete miembros identificados por los nombres de la semana. Bajo el alias de Jueves, recibe la encomienda de apresar a su cabecilla (Domingo) hasta que se descubre que los aparentes sediciosos son policías. Una conjura de necios en el que «todos éramos –como estalla uno de los fingidos anarquistas– un hatajo de policías imbéciles acechándonos mutuamente».

Así, la cortina de humo de la que se valió el vicepresidente para desviar la atención sobre sus vínculos financieros con el régimen venezolano y como añagaza electoral abunda en las sospechas del juez García Castellón, instructor de la operación Tándem contra el ex comisario Villarejo, en prisión provisional desde 2017 y perejil de casi todas las salsas. Al magistrado no le pasaron desapercibidas ciertas connivencias que le llevaron a retirar a Iglesias la condición de perjudicado por la difusión de los datos de la tarjeta SIM de Dina Bousselham, de la que el líder podemita recibió una copia en enero de 2016 de Antonio Asensio, propietario del grupo Z, y que retuvo cinco meses.

Cuando devolvió a su dueña la comprometedora tarjeta con fotos íntimas y otro material «vejatorio», se hallaba «parcialmente quemada». Al sospechar el juez que Iglesias pudo destruirla tras publicarse un pantallazo con alusiones denigrantes sobre la periodista Mariló Montero –»La azotaría hasta que sangre. Soy marxista convertido en psicópata»–, pende sobre el vicepresidente una doble imputación por revelación de secretos y daños informáticos que resolvería el Tribunal Supremo al estar aforado.

Jugando con el título de la película de Steven Soderbergh –Sexo, mentiras y cintas de video– sobre la historia de un hombre que graba mujeres relatando sus experiencias sexuales y su impacto en un matrimonio en crisis y en la hermana menor de la esposa, se podría resumir el caso Iglesias de Sexo, mentiras y tarjeta SIM. Viendo su cara en el Congreso cuando el popular García-Egea le interpeló al respecto, cabe aplicarle análogas palabras a las que Chesterton dedica a El hombre llamado Jueves: «No era realmente un poeta, pero, sin duda alguna, era un poema». No es para menos al evidenciarse que el caso Dina pasa a ser el caso Iglesias y que la «cloaca policial y mediática» era, en realidad, un montaje en provecho y beneficio de un Gran Impostor.

Con todo, lo peor es el machihembrado de los dos fiscales Anticorrupción con la hasta el jueves abogada común de Iglesias y Bousselham, Marta Flor Núñez, en los términos que figuran en el chat de Telegram que compartía el equipo jurídico de Podemos y donde la letrada exhibe datos de esta pieza secreta antes de su apertura. A tenor de dichos mensajes, los fiscales Stampa y Serrano, singularmente el primero con el que mantendría una relación más estrecha que da pie a bromas sobre una eventual boda, habrían dado cobertura a la estrategia de Iglesias de vestir el muñeco de una supuesta conspiración del ex comisario Villarejo y de medios compinchados contra él.

Tal promiscuidad llegó al punto de que los fiscales solicitaran el registro –anticipado a la letrada y del que estaba al tanto un digital próximo a la formación– de la sede de Ok Diario. A modo de gran mascletá de campaña para vincular el robo del móvil y la publicación de datos del teléfono en ese medio. En definitiva, un vodevil doméstico podemita que se quiso convertir en cuestión de Estado con la cooperación de un fiscal picaflor. El caso Iglesias dina(mita) la actuación de unos fiscales en conchabanza con los intereses espurios de quien se asegura el silencio de su colaboradora prestándole su abogada y situándola al frente de un portal digital de Podemos siguiendo una acrisolada práctica de la España caciquil.

De no haberse negado el primer instructor, Diego de Egea, la conchabanza habría resultado «éxito asegurado» rememorando la conversación grabada a la actual fiscal general del Estado, Dolores Delgado, en una comida de confraternización de ésta, en compañía del ex juez Garzón, con el ex comisario Villarejo, donde éste presumía de contar con una «red vaginal» para extorsionar a hombres públicos. Al paso que va Iglesias, la cloaca máxima de Roma va a ser un charco, lo que acredita por qué nunca debió ser vicepresidente por el modo que compromete al Gobierno y a un organismo clave para la seguridad nacional como es el CNI.

Esta complicidad de la Fiscalía con el delito adquiere caracteres pornográficos a la espera de que se depuren responsabilidades sobre estos representantes de un Ministerio Público que ha emprendido un camino de perdición que imposibilita una Justicia independiente en España. Habrá que esperar si se cumple el deseo expresado por Iglesias, a raíz de la condena de su portavoz en la Asamblea de Madrid, Isabel Serra, tras vejar a unas policías a las que deseó que su hijo le pegara un tiro, pero aplicado a su circunstancia procesal: «En España mucha gente siente que corruptos muy poderosos quedan impunes gracias a sus privilegios y contactos».

Conociendo su cepa de procedencia, Podemos no venía para acabar con la corrupción, sino para instrumentalizarla y, una vez en el poder, apropiarse del negocio. Como Chávez y Maduro en Venezuela, sumando a ello el dividendo del narcotráfico, donde pusieron al Ejército y a la Policía a organizar ese tráfico delictivo, en vez de perseguirlo. Al igual que estos pudrieron las instituciones democráticas venezolanas, incluida la Justicia, España corre serio riesgo de seguir esos derroteros si Sánchez no rompe con Iglesias, pues los males que no se atajan en su inicio truecan en irremediables. Podemos no es una fuerza política al uso, sino una organización que no desprecia el delito.

Por eso, al haber puesto el dedo en la llaga sobre las complicidades con la satrapía venezolana en contraste con Zapatero, se entiende su ofensiva contra González al que Iglesias ha pretendido, junto al resto de socios de Sánchez, montarle una investigación a cuenta de unos papeles desclasificados de la CIA que son un corta y pega de las exclusivas de EL MUNDO que llevaron a prisión a la cúpula del Ministerio del Interior. Si ya pasma que un miembro del Gobierno le monte una comisión de ese tenor al otro sobre unos hechos juzgados, pero a los que los morados aplican el revisionismo de la memoria histórica, no lo es menos que Sánchez se limite a una defensa de reglamento de González como gran modernizador.

Si un presidente no es libre para echar su tercio de espadas en favor del refundador de su partido, es que esa Presidencia está más comprometida de lo que imaginar cabe. Teniéndolas tiesas, Sánchez sería el cristiano nuevo que cita Mateo Alemán en su Guzmán de Alfarache. Viviendo lozano y contento, aconteció a venírsele por vecino un inquisidor, y con sólo tenerlo cerca enflaqueció hasta quedar en los huesos en días.

Claro que Iglesias no vale solo por sí mismo, sino por ser el eslabón con separatistas catalanes y bilduetarras. El triunvirato Sánchez, Iglesias y Redondo marca la suerte de este país desde el abrazo con el que todos ellos taparon sus respectivos fracasos en las elecciones de noviembre supeditando el destino de cada uno de ellos al de los otros. Por ello, Sánchez no dejará caer a Iglesias, aunque le guste verlo con menos humos, y se organizará el rescate gubernamental de un Soldado Ryan tan admirado por el superjefe de gabinete del presidente del Gobierno, Iván Redondo, según confesó el jueves en el Parlamento, que pareciera su héroe contemporáneo. Cualquiera diría que sufre el deslumbramiento de esos «chicos de derechas» de toda la vida con ciertos izquierdistas como si quisieran desquitarse de lo no vivido con las autobiografías impostadas de personajes del jaez de Iglesias.

Contrariamente a los que algunos especulan haciendo expresión de un deseo, pues ello permitiría enderezar políticas económicas que acucian para afrontar este invierno de desdichas que se avizora, Sánchez no va a romper con Podemos porque no quiere que Iglesias capitalice el malestar de la calle. Ni éste, a su vez, tampoco hará un Varoufakis, el dimitido ministro de Finanzas de la coalición Syriza en 2015 por sus desavenencias con la troika europea en la crisis de la zona euro, después de descubrir la calidez de las alfombras del Palacio de Invierno del Poder. Un lobo no muerde a otro.

Ambos juegan con la ventaja de que el PP, como se ha visto esta semana, entrará en su juego tanto en la negociación con Europa sobre los fondos destinados a sofocar la crisis económica y sanitaria del Covid-19 como a la aplicación de sus consiguientes exigencias. Tampoco será beligerante con los Presupuestos del 2021 en los que el Ejecutivo dispone del aval de Ciudadanos que ya no hace cuestión de la bajada de impuestos ni de la Mesa para la autodeterminación de Cataluña.

En estas, Sánchez es aquel médico falso que refiere Mateo Alemán y que portaba una bolsa donde se mezclaban jarabes y purgas. Al visitar un enfermo, sacaba lo primero que encontraba diciendo entre sí: «¡Dios te la depare buena!».

29 Junio 2020

Iglesias, al Polígrafo

Federico Jiménez Losantos

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COMO Jorge Javier Vázquez ha decidido acaudillar aquella Alerta antifascista que declaró Pablo Iglesias al perder la Izquierda las elecciones andaluzas, creo que, en justa correspondencia, Pablenin debería incorporarse a Sálvame –edición Deluxe, claro– y ocupar varias entregas del Polígrafo de Conchita.

Hay que aclarar las contradicciones ante el juez de su entrañable Dina Bousselham, que declaró veinte veces, veinte, que su jefe en Bruselas, Pablo, le dio la tarjeta del móvil que le habían entregado Pozas y Asensio, pero pasados muchos meses, dañada e inservible; y que luego rectificó y dijo al juez que su editor en Última Hora, también Pablo, se la entregó en perfecto estado. Eso deja al vicepresidente a la altura de las cloacas que, según dijo, orquestaron esa operación. ¿Acaso la cloaca era él?

Para responder a esa pregunta también convendría someter al Poli de Conchita a los dos fiscales llamados de anticorrupción, que parecen la corrupción hecha fiscal. ¿Intimó del todo Stampa con la bulliciosa Marta Flor, la abogada de Dina y Pablo, ahora sólo de Dina por orden de Pablo? ¿Filtró ilegalmente datos del juez a la letrada? ¿Supervisaron los fiscales la estrategia podemita basada en un montaje falsario? ¿Sí? ¿No? ¿Dicen la verdad? ¿Mienten?

Los mensajes publicados por EL MUNDO demuestran que Calvente, jefe de las zahurdas jurídicas de Podemos, ya avisó de que «no había caso» de robo pillarejo, sino pantallazos de la propia Dina o su entorno íntimo. ¿Venganza contra el macho alfa, que así se llama Pablo a sí mismo cuando Dina le dice que alguien la acosa? ¿Dejó el macho alfa de atender a esa hembra, que, sintiéndose beta, clama venganza? No nos basta la epopeya lírico-erótica de King Kong. Queremos cables, sillones y aclaraciones.

Naturalmente, Dina, Stampa y Calvente deberían pasar también por el polígrafo, pero, por razones de Estado, debe precederlos Pablo Iglesias. Recuérdese que toda la campaña electoral de Podemos se basó en aquella denuncia que ahora sabemos que era deliberadamente falsa y que se pudo urdir con la complicidad de la Fiscalía Anticorrupción. ¿Cuántos votarían a Iglesias, convencidos de esa supuesta confabulación de Villarejo y OK Diario para impedir el merecido éxito de la Fundación sin ánimo de lucro de los Marqueses de Galapagar?

Yo es que veo ya a Conchita, diciendo: «El vicepresidente…. miente».

04 Julio 2020

‘Caso Dina’: el victimismo falaz de Pablo Iglesias

EL MUNDO (Director: Francisco Rosell)

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LOS ATAQUES de Pablo Iglesias al juez instructor de la Audiencia Nacional, Manuel García Castellón, y a los medios de comunicación críticos con Unidas Podemos sitúan al Gobierno en posiciones inadmisibles, antidemocráticas e impropias de un país miembro de la Unión Europea. Solo en regímenes de corte populista, iliberal y autoritario se puede entender que un vicepresidente utilice la radio pública para presionar a la Justicia, descalificando una instrucción en marcha, y arremeter al mismo tiempo contra la prensa por investigar el conocido como caso Dina, por el que Iglesias podría ser citado a declarar como investigado en el Tribunal Supremo. Se le imputarían posibles delitos de revelación de secretos –por apropiarse de la tarjeta del móvil de su antigua asesora, Dina Bousselham, como él mismo ha reconocido– y daños –por el borrado de su contenido, tal y como ella declaró ante el magistrado–.

En la entrevista que concedió ayer a RNE, Iglesias, que había guardado silencio desde que estalló el escándalo, repitió en varias ocasiones –sin citar al juez instructor que le retiró hace días su condición de perjudicado en el caso– que «parece que algunos quieren que los responsables de una cloaca, que quedó acreditada en sede parlamentaria, se vayan de rositas», insinuando una posible prevaricación de García Castellón y hasta su disparatada sumisión a Villarejo. Acto seguido, recordó que esa «cloaca» es ahora ante todo mediática y tachó de «gentuza» y «tipejos» a conocidos periodistas y medios de comunicación, entre ellos EL MUNDO. Finalmente, calificó de «bajezas» las informaciones publicadas por varios medios referidas a una posible filtración de información de la Fiscalía a la abogada de su partido, Marta Flor, para ayudar a Unidas Podemos en su defensa.

Es cierto que la actitud de Iglesias es propia de un político que se siente acorralado por sus propias mentiras y teme ser desplazado de su posición de poder, pero no hay que olvidar que de momento sigue siendo vicepresidente del Gobierno. Y su virulenta reacción contra la Justicia y los medios de comunicación, dos pilares de nuestro sistema democrático, son una muestra del peligro que representa tener en el Consejo de Ministros a alguien que ha declarado abierta y reiteradamente su voluntad de acabar con el sistema constitucional vigente. Si Sánchez quiere ganar credibilidad en Europa y contar con la colaboración institucional del principal partido de la oposición, deberá asumir que su cercanía a un populista megalómano desprestigia internacionalmente el nombre de España y hace inviable cualquier acercamiento entre los dos principales partidos políticos en el Parlamento. El Partido Popular presentó ayer en el Congreso una batería de 44 preguntas escritas a Iglesias sobre su participación en el caso, denunciando que en su entrevista en la radio pública Iglesias no negó «el chivatazo» de la Fiscalía.

Pero la verdadera catadura de Iglesias no quedó ayer solo en evidencia por sus graves acusaciones e injurias para intentar salvar su posición. Además, evidenció que su feminismo es solo una máscara electoral al reconocer que se quedó con la tarjeta de Bousselham, a la que presentó como una desamparada «mujer de veintitantos años», para «protegerla». Una actitud paternalista y «heteropatriarcal» que contrasta con su discurso, que ya sabemos impostado y falso.

08 Julio 2020

Explicación necesaria

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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Lo que ha dicho al respecto hasta ahora —”por no meterle presión”— resulta tan paternalista como infantil. Y políticamente inaceptable.

El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, está inmerso en un procedimiento judicial de consecuencias inciertas. El caso es paradójico. Él, que en principio aparecía como la víctima principal de un delito de revelación de secretos, acabará siendo el centro del proceso si la investigación judicial confirma las sospechas del instructor. Pero más allá del resultado de la instrucción, el vicepresidente tiene la responsabilidad política de preservar el nombre de la institución que representa y ofrecer explicaciones claras sobre los puntos que enturbian el caso y que podrían llegar a desestabilizar al Gobierno del que forma parte.

Hasta ahora, Iglesias ha sido el principal perjudicado de la revelación de secretos que se investiga en la causa abierta por el juez Manuel García Castellón. Parte del contenido de la tarjeta de memoria de un móvil robado en noviembre de 2015 a su asesora, Dina Bousselham, se publicó en algunos medios. Al menos tres copias de la tarjeta realizadas entre abril y junio de 2016 fueron halladas en el domicilio del comisario José Manuel Villarejo, encarcelado como cabecilla de una trama corrupta dentro del Ministerio del Interior. El material se publicó en varios medios con los que el comisario mantenía comunicación fluida. El juez imputó a Villarejo por revelación de secretos y ofreció acciones penales al principal perjudicado de esa acción. Esta situación cambió radicalmente por las confusas explicaciones de Iglesias y de su asesora sobre el rocambolesco periplo de la tarjeta, que hicieron sospechar al juez. Este retiró al líder de Podemos la condición de víctima y ahora se le investiga. Iglesias tiene un punto débil. ¿Por qué no devolvió durante meses una tarjeta con datos privados a su legítima propietaria? Y por qué, cuando se la devolvió a Bousselham, supuestamente en el verano de 2016, esta no pudo acceder a ella porque estaba estropeada. Lo que ha dicho al respecto hasta ahora —”por no meterle presión”— resulta tan paternalista como infantil. Y políticamente inaceptable.

La existencia de la policía patriótica y de ciertos desagües oscuros del Estado desde donde personajes como Villarejo han actuado contra Podemos y contra el independentismo es algo que dirimirán los tribunales. Pero, en todo caso, no puede ser aprovechado por el vicepresidente para eludir su responsabilidad. En muchos Estados existen por desgracia cloacas, pero no es encomiable que un miembro del Gobierno las instrumentalice a ellas y a la prensa como chivos expiatorios para obtener réditos. Colocarse como perjudicado por una conspiración desde el poder es impropio de quien ostenta tanto poder, y debe atenerse al principio de la transparencia y la rendición de cuentas. En el caso concreto de la tarjeta permanecen sin aclarar demasiadas incógnitas. Si de las contradictorias versiones del vicepresidente pudiera derivarse una falta a la verdad en sede judicial, ello obligaría a analizar las eventuales implicaciones penales. Pero la más urgente es la responsabilidad política. Iglesias no puede ignorar que su obligación es garantizar, además de su buen nombre, la estabilidad del Gobierno del que forma parte. Y no faltarle el respeto a los ciudadanos.

08 Octubre 2020

Tridelincuente Iglesias

Pablo Iglesias

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Cuando hará cosa de dos años se desató una nauseabunda y no menos intensísima campaña de agitprop contra mi persona y Okdiario a cuenta del «caso Dina», no entendía nada. Palabra. El 80% de los medios de este país, de estricta obediencia podemita (esto es, señores, nuestra querida España) se abatió cual hienas sobre mí injuriándome, calumniándome y difamándome. Al punto que algunos hijos de Satanás se frotaban las manos entre bastidores augurando que «el hijo de puta [sic] de Inda acabará en la cárcel».

Alucinaba en colores porque todo partía de una libérrima noticia que publicamos en julio de 2016 reproduciendo los chats internos de la cúpula de Podemos y, más concretamente, uno de los mensajes enviados por el ultramachista macho alfa. «Iglesias asegura que “azotaría a Mariló Montero hasta que sangrase”», titulábamos. Nos limitamos a reproducir asépticamente el contenido de los mensajes que se cruzaba el politburó morado.

De propina, el hombre que se jacta de ser el apóstol del feminismo en España junto con su cosificada compañera sentimental, apostillaba: «Soy un marxista convertido en psicópata». Aquélla fue una de las noticias más leídas en los cinco años de historia de nuestro periódico y quedó grabada a fuego en el imaginario colectivo. Al punto que Pablo Iglesias no se puede entender ya sin ese vómito cavernícola que lo iguala a sus capos iraníes, ésos que le regaban de petrodólares manchados con la sangre del pueblo persa.

Lo que cualquier demócrata de bien entendió como el sano ejercicio tanto de nuestro derecho a la libertad de expresión como el de los ciudadanos a saber cómo son sus gobernantes se convirtió en un paseíllo para un servidor. El objetivo estaba claro: mi muerte civil y a ver si falseando las pruebas acababa en la cárcel. Ese Inda que a través de Okdiario ha destapado también su casoplón, la percepción de un porrón de millones de euros de la narcodictadura venezolana y ese «caso Neurona» que en estos momentos tiene imputado a Podemos como persona jurídica, a la mano derecha de Iglesias, al matón cibernético Juanma del Olmo, a la gerente, Rocío Val y al tesorero, Daniel de Frutos.

El delictivo montaje contra mi persona se basaba en el hecho de que la Policía halló en poder del comisario Villarejo los celebérrimos chats. Los ¿periodistas? podemitas, sumisos con el baranda as usual, se lanzaron en tromba a asegurar que el encarcelado policía había robado el móvil de la ayudante de Iglesias, la marroquí Dina Bousselham, y me había dado los chats para erosionar a Podemos. Conclusión de esta chusma: Inda forma parte de la organización criminal de Villarejo. Propalaron esta calumnia como si no hubiera un mañana.

Como quiera que la mentira tiene las patas muy cortas, en pocos meses se comprobó que Villarejo no había robado nada, que a él se lo entregó Alberto Pozas, ex director de Interviú y luego vicedircom de Pedro Sánchez en Moncloa. Se probó igualmente que fue la propia Dina, otra presunta delincuente a la que el magistrado García Castellón imputa un delito de falso testimonio, la que expandió urbi et orbi los mensajes. Son tan tontos que no se percataron que en ellos figuraba un elocuente «escribiendo», con lo cual era física y metafísicamente imposible que procedieran de un robo.

Iglesias culminó la tarea incinerando la tarjeta en un microondas con la obvia intención de destruir pruebas y eliminar otros contenidos muuuucho más peligrosos para él. Y ni corto ni perezoso prosiguió con el montaje.

Ayer, dos años después, el juez le atribuye tres delitos (denuncia falsa, revelación de secretos con agravante de género, ojo al dato, y daños informáticos). Vamos, que Iglesias es un tridelincuente. Presunto, claro, jajaja. Las mismas imputaciones efectúa sobre Gloria Elizo, vicepresidenta del Congreso, y sobre la abogada de Podemos, Marta Flor, la que iba de tikitaka con el turbio fiscal anticorrupción Ignacio Stampa.

La gran moraleja de toda esta historia es cómo hubiera terminado todo este guión de gángsters si en lugar de ser Inda la diana, el objetivo a abatir hasta su muerte civil, hubiera sido una persona anónima, sin altavoces con los que clamar por su inocencia, y si en lugar de a un juez honrado, el caso le hubiera tocado a uno tocable. Sea como fuere, una cosa está clara: son una mafia muy peligrosa. Modelo Venezuela. Maldad en grado superlativo.