17 octubre 1979

Premio Planeta 1979 – Manuel Vázquez Montalbán con «Los Mares del Sur»

Hechos

Fue noticia el 17 de octubre de 1979.

17 Octubre 1979

Vázquez Montalbán, con la novela "Los mares del Sur", premio Planeta 1979

Rosa María Pereda

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Manuel Vázquez Montalbán ganó ayer el Premio Planeta de novela, en su 28 edición, con la obra Los mares del Sur, que presentó bajo lema y por la que cobrará ocho millones de pesetas. Fernando Quiñones quedó finalista con su novela Las mil noches de Hortensia Romero. El fallo del jurado se dio a conocer anoche en una cena literaria celebrada en un hotel de Barcelona. El premio, el más cuantioso de los que hasta el momento se conceden en España en su género, es una iniciativa del editor José Manuel Lara.

El presidente de la Generalitat, Josep Tarradellas, que había presidido la mesa de honor, entregó el trofeo Planeta a Manuel Vázquez Montalbán. Ya el propio José Manuel Lara había leído la decisión definitiva. Manuel Vázquez Montalbán, que se ocultaba bajo el seudónimo de Antonio Fernández, era el ganador del Planeta, ocho millones de pesetas sobre la primera edición y trofeo, por su novela Los mares del Sur, presentada bajo el lema Al Sur. El segundo era Fernando Quiñones, con Las mil noches de Hortensia Romero. Y quedaba tercero Leopoldo Azancot, demasiado favorito de prensa como para ganar, por lo que se ve, con su Fátima.Tres novelas eróticas, como, al parecer, la mayoría de las buenas que han llegado a esta final reluciente de la noche del lunes de José Manuel Lara.

«Yo no había negociado nada antes», dijo a EL PAIS Manuel Vázquez Montalbán, visiblemente nervioso, momentos antes de que comenzar a el show de entrega del Premio Planeta. «Unicamente diré iOh! si me lo llegan a dar». Pues, no, no dijo ni ¡Oh! A pie firme recogió el trofeo de manos de la primera autoridad preautonómica, contestó preguntas de la radio, y, ya más tranquilo -«es una pasta ocho millones»-, siguió fumando el habano de la celebración.

«Hace cinco horas», dijo a EL PAIS, «no sabía ni que fuera finalista. Y sólo hace unos minutos que supe que con quien luchaba era con Quiñones y no con Azancot. De verdad. He enviado la novela a Planeta porque, además de este dinero tentador, estaba la necesidad de cambiar la imagen. Esa imagen que dan los medios de comunicación.»

La novela ganadora tiene una trama policial, y sólo es erótica, según el autor, «cuando lo exige el guión», con mucho de mitificación de viejas costumbres y recuperación de viejos mitos. «Pero, aunque siguen las aventuras de mis personajes, rompe la estructura del género en lo posible.»

Naturalmente, Vázquez Montalbán entregó, según él, su libro hace tres meses, bajo pseudónimo, y que no lo dijo a nadie; ha pasado una noche de nervios e ilusión. Lara sabe crear el suspense, llevar el ritmo de las votaciones, con votos que suben y que bajan, y hay que decir que el habano ese, el de la seguridad y el escepticismo, estaba bien mordido por los nervios. «Yo hasta que no lo oiga por los altavoces…», había dicho a EL PAIS antes de la cena. Y hasta que lo oyó habían pasado los regalitos, la música de órgano, los langostinos. «Con esto gano una buena pila de años», dice Vázquez Montalbán. «Con esto gana Tarradellas el Estatut», dice un periodista andaluz. ¿No ves que está todo preparado? Es un catalán, el tercero en tres años, y los otros dos eran andaluces. Es la derrota de Rojas Marcos.»

En la primera votación, otro problema, también andaluz: el jurado descalifica, sin votos, una novela. De mernoria, que firma I. Goya. Hay una nota pública en la que dicen: «Disculpen ustedes, menuda sorpresa, ser personaje de la novela misma y que no pueden juzgarla con objetividad: así que han decidido descalificarla. En amesa de la prensa se dice que es de Manuel Barrios, y que toda Andalucía está pendiente del trío Azancot- Barrios-Lara. Y de Quiñones.»

Los rumores se han mantenido hasta el final. Por un lado, los periódicos catalanes titulaban ayer por la mañana: «Planeta: el milagro de Fátima», refiriéndose obviamente a la novela del favorito madrileño, Leopoldo Azancot, que, junto a Fernando Quiñones, se presentaba a cara descubierta con su nombre. Por otro, filtraciones cargadas de suspense rodeadas de misterio, hablaban de «dos catalanes con pseudónimo» y algún andaluz. Al sur, un título falso, de despiste, con una trama policial y erótica, parecía estar bien colocado, y las cábalas decían que el vencedor de los ocho millones era un escritor relativamente joven, que había conseguido amarrar el todo por el todo. ¿Vázquez Montalbán? ¿Terenci Moix? ¿Baltasar Porcel?

A las siete de la tarde, Azancort seguía siendo casi indiscutible. A José Manuel Lara mismo un entrevistador de radio le ha preguntado si las declaraciones de Manuel Barrios a su supuesto favor le habían perjudicado, y el editor andaluz-catalán le ha dicho, primero a las ondas y luego a los periodistas reunidos por él en rueda de prensa, que «estos escritores no se quieren nada, se pelean siempre, y eso está muy mal, deberían aprender de los latinoamericanos. Después de todo, el boom se hizo porque ellos hablaban bien unos de otros. Ahora, cuando ya se han calmado las cosas, no quedan más que dos buenos».

Y así han estado las cosas: media docena de nombres que llegan al final, y de los que tres son pseudónimos, sobreviviendo a la criba del Planeta, que este año ha recibido 323 originales, un número capicúa, que al decir de su editor, trae suerte. La noche lluviosa en una Barcelona que parece más mediterránea de lo normal. Calor, agua, el cielo encapotado para la gran noche anual de José Manuel Lara, uno de los editores más poderosos de España: hoy va a reunir a su mesa a la crema de la intelectualidad barcelonesa y a la prensa nacional.

UN NARRADOR DE HISTORIAS

Profesionalmente firma como Sixto Cámara y se pelea dialécticamente con la Encarna todas las semanas. También ha signado como Manolo V el Empecinado, y en sus sueños heroicos se autodenomina Pepe Carvalho. En realidad se trata de una máquina de escribir perfectamente catalana, que escribe en castellano y a todas las bandas. Periodismo, ensayo, poesía y novela. Con Una educación sentimental se colocó de «senior» en el banquete de los nueve novisimos, donde hizo colar de matute su estética enmascarada para hacer creer que se descomprometía: en verdad engañó al antólogo Castellet y a sus ocho compañeros satisfechos. La poesía era una de sus máscaras: como sociólogo, su Manifiesto subnormal era una auténtica novela: la novela perdida de los que ahora tienen cuarenta años. Habla de comics, hace canciones y las dedica -Guillermotta en el país de las Guillerminas-, pero queda mejor recopilando canciones de posguerra, géneros ínfimos que ennoblece su furia teñida de escepticismo, estudiando las multinacionales o la censura en los largos años del franquismo. Lo que le gusta es comer, y la gastronomía es su violín de Ingres. Así, y de esta manera, por mucho que trabaje, jamás adelgazará. Y además, por aquello de que se sigue un régimen, ya se sabe que adelgazar es fascista. Suya es tambíén aquella frase paradójica que dice: «Contra Franco vivíamos mejor».Su mejor definición la dio él rrusmo: un escéptico activo. Un activista de la pluma. Como narrador comenzó con aquella Recordando a Dardé, donde hacía ciencia-ficción, sociología y política. Nunca deja de hacer política ni aun cuando come. Al final, Pepe Carvalho, ese detective catalán de origen gallego que nació en Yo maté a Kennedy, pasará por Tatuaje ya dejó de ser guardaespaldas- con oficina en Barcelona y recetas de la cocína del principado y mucho sofrito para desembocar en La soledad del manager, donde el asesino son al final las multinacionales. Por lo demás, un narrador nato («un narrador de historias», hubiera dicho T. S. Ellot) repleto de sorpresas, que cuenta sin parar en el periodismo, en sus poemas, en sus ensayos y en sus novelas, a chorro abierto.

La de Manuel Vázquez Montalbán es, en fin, la biografía de un creador que a fuerza de estar en todos los géneros no ha perdido en ninguno de ellos la frescura de quien cree en lo que hace, a pesar de que lo que haga sea a veces cumplir el deber con la pluma.