1 agosto 2000

Derrota del veterano senador McCain

Primarias EEUU 2000: Los Republicanos eligen al gobernador de Tejas, George Bush, mientras que los Demócratas al Vicepresidente Al Gore

Hechos

En el verano del año 2000 se celebraron las primarias que seleccionaron a los candidatos a la presidencia de Estados Unidos.

03 Febrero 2000

El día de McCain

EL PAÍS

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Las arcas de George Bush están más llenas -dispone ya de unos 11.000 millones de pesetas para su campaña, cinco veces más que John McCain-, pero en su primer enfrentamiento, en las primarias de New Hampshire, el senador de Arizona le ha robado el papel estelar en el campo republicano al gobernador de Tejas, hijo del presidente de mismo nombre. La carrera no ha hecho más que empezar: no es nada seguro que el día de McCain pueda convertirse en su año triunfal.En New Hampshire, McCain ha sacado 18 puntos a Bush. Sin duda se ha beneficiado de que en estas primarias (lo que no ocurre en todas) han podido votar muchos independientes que han apoyado al senador frente a un Bush que representa al corazón del Partido Republicano y al establishment. McCain, que se ha empleado a fondo en New Hampshire, ha recibido un apoyo general: de jóvenes y mayores, varones y mujeres, ricos y pobres, aunque este Estado no sea reflejo del mosaico racial en el que se está convirtiendo EE UU.

McCain es un héroe nacional. No sólo porque combatió en Vietnam, sino porque fue capturado en 1967, después de ser derribado su avión, y se negó a ser liberado antes que sus compañeros sólo porque su padre fuera a mandar la flota del Pacífico. Resultado: permaneció casi seis años cautivo en Hanoi. Mientras, Bush, también aviador, protegía los cielos de Tejas, como dijo McCain. Tras el impulso de éste hay mucho más que un pasado: es todo un estilo dicharachero y punzante, con unas propuestas moderadas que le sitúan en el centro político. Al marcado recorte de los impuestos que propone Bush, McCain ofrece uno mucho menor y el uso del superávit presupuestario para mejorar la seguridad social. Milita también por una reducción de las donaciones a los partidos y los gastos de las campañas. ¿Ilegalizar el aborto? McCain cree que se generarían profundas tensiones y divisiones sociales.

En el campo demócrata, el vicepresidente Al Gore se ha impuesto sólo por dos puntos sobre su principal contendiente, el senador Bill Bradley. Todo está abierto en este proceso de preselección del que está llamado a convertirse en el hombre más poderoso de la Tierra. De ahí que las primarias interesen al mundo entero, aunque sólo puedan votar los norteamericanos.

09 Marzo 2000

Gore contra Bush

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Ha sido, efectivamente, un supermartes que ha hecho honor al folclore que el firmamento electoral estadounidense deposita en el día que puede sentenciar la designación oficiosa de candidatos a la Casa Blanca. Esas candidaturas, que se formalizarán en las convenciones de los dos partidos y se sustanciarán el 7 de noviembre en las urnas, son las de Al Gore por el campo demócrata y George Bush por el republicano, a falta éste de apuntillar la próxima semana a su rival John McCain. Si el senador por Arizona no anuncia antes su retirada, como en la práctica ha hecho ya el demócrata Bill Bradley.Las elecciones del martes han sido auténticas primarias nacionales, no tanto por los 16 Estados que se pronunciaban cuanto por su relevancia: desde California a Nueva York u Ohio. Entre todos han designado alrededor de un tercio de los delegados que ratificarán en verano a los candidatos demócrata y republicano.

Una vez sentenciados los aspirantes, el vicepresidente Gore, un moderado, y el gobernador Bush, conservador e hijo del hombre al que Clinton derrotó en 1992, cabe resaltar el papel de McCain. Pese a su inequívoco tradicionalismo, el senador por Arizona merecería continuar en una pelea en la que ha defendido con convicción valores liberales y demostrado su atractivo para los votantes independientes y electores demócratas. Pero la carrera de obstáculos hacia el trono más poderoso de la Tierra es más cuestión de maquinaria que de principios, y la cruzada reformista de McCain entre los republicanos no puede competir con el tinglado de poder y dinero tejido en torno al gobernador de Tejas. El encanto se ha desvanecido para el héroe de Vietnam, a quien Bush ya ha tendido la mano para derrotar juntos a Gore.

Quedan dos meses de primarias y se promete después una contienda despiadada por la Casa Blanca. Los adivinos pronosticaban ayer casi unánimemente la victoria final de Gore, un caso de recuperación espectacular. Virtual cadáver político hace seis meses -llegó a estar 19 puntos por detrás de Bush-, el vicepresidente se ha puesto a la par con su rival republicano (46% para cada uno en el último sondeo), se ha desembarazado de la estela escandalosa de Clinton y comienza a transmitir firmeza y la idea de que puede mantener la herencia de bienestar que recibe del presidente. Bush tendrá que ganar urgentemente espacio al centro para convencer a los votantes.

30 Julio 2000

Circo americano

EL PAÍS

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Mañana comienza en Filadelfia el gran circo de la política estadounidense, las convenciones de las que han de salir designados los candidatos de los dos grandes partidos, el Republicano y el Demócrata, a las elecciones de noviembre a la Casa Blanca. En esta ocasión habrá poco suspense. Las primarias han hecho ya el barrido, y George Bush jr. llega a la convención republicana como candidato único, con todo despejado, incluida la selección de su número dos, Richard Cheney. Con este ex secretario de Defensa y congresista -experiencia que le falta a Bush, gobernador de Tejas-, el hijo del que fuera presidente ha apostado por lo seguro, por un ticket que representa el establishment republicano en su quintaesencia. Despejando por adelantado todas estas incretidumbres, Bush le da una cierta capacidad de iniciativa a su rival demócrata, el actual vicepresidente, Al Gore, de poder elegir a su segundo, incluso intentando robar las portadas a la convención republicana, pero, sobre todo, buscando un equilibrio territorial e ideológico que le atraiga los muy necesitados votos.

Tras la republicana, a mediados de agosto se celebrará en Los Ángeles la convención demócrata. En ambas, el debate se habría de centrar ya no sobre los nombres, sino sobre los contenidos. En Filadelfia debe concretarse el mensaje del «conservadurismo compasivo» que han empezado a elaborar los republicanos, intentando alejarse de estridencias pasadas, que en 1996 no les dieron resultados en la carrera a la Casa Blanca, aunque sí en el Congreso, en sus dos cámaras, cuyo control está también en juego en noviembre.

El borrador de plataforma elaborado para la convención de Filadelfia propone más gastos en educación y sanidad; contiene guiños hacia las mujeres y los inmigrantes; renuncia a oficializar el inglés; pide más regulación mediamabiental, y ya no se dirige abiertamente contra el Estado, sino que ve la acción pública como complemento de los «ejércitos de compasión», es decir, de los movimientos de voluntarios y de las organizaciones caritativas. En resumen, y de momento, más suave que en 1996.

A estas alturas de la larga carrera, las encuestas suelen dar como vencedor a Bush. A diferencia de 1992, en que Ross Perot le robó votos conservadores a su padre y entonces presidente, frente a un Clinton que ganó por una de las mayorías más exiguas conseguidas nunca por un jefe del Ejecutivo en EE UU, esta vez no se espera gran éxito de la candidatura del ultraconservador Pat Buchanan. Sin embargo, la candidatura del verde Ralph Nader, proteccionista y antiglobalizador, puede robarle algunos votos decisivos a Gore. Pues si los demócratas cuentan con el récord de un crecimiento económico sin igual en la historia de EE UU, los beneficios de tal bonanza sólo han llegado tardíamente a las clases trabajadoras. En todo caso, la sociedad americana parece ya cansada de discriminaciones positivas hacia las minorías étnicas. Frente al conservadurismo compasivo de los republicanos, si quieren ganar, los demócratas habrán también de renovar su mensaje.

05 Agosto 2000

Bush viaja al centro

EL PAÍS

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Al Gore tiene serios motivos para preocuparse tras la convención republicana de Filadelfia. Sea el cambio cosmético o real, los conservadores estadounidenses ofrecen ahora una imagen más positiva y moderada que la que les caracterizó durante los años noventa bajo el liderazgo crispado y extremista de Newt Gingrich. Con una perfecta coreografía de la convención y un apropiado discurso de clausura, George W. Bush ha situado a su partido en el terreno de «las ideas e innovaciones, el idealismo y las puertas abiertas». El gobernador de Tejas se ha apropiado grandes temas de la agenda demócrata -la mejora de la educación y la salvación de los sistemas públicos de pensiones de jubilación (Social Security) y asistencia médica y farmacéutica a los ancianos (Medicare)- y, a través de su sobrino hispano George P. Bush y el ex general afroamericano Colin Powell, ha hecho una poderosa incursión en el terreno de las minorías, tradicionalmente coto demócrata.Ansiosos por recuperar la Casa Blanca tras ocho años, los republicanos han seguido disciplinadamente a Bush en su viaje al centro. Es una operación calcada de la que dirigió en 1992 Clinton, cuando hizo evolucionar al Partido Demócrata desde el progresismo militante de los ochenta a posiciones más templadas. Clinton conquistó con aquella operación a las clases medias de los suburbios residenciales norteamericanos, el sector que ahora intentan reconquistar los republicanos aparcando el extremismo derechista y convirtiéndose al «conservadurismo solidario» de Bush. El gobernador de Tejas e hijo del presidente homónimo es más conocido en Europa por su escalofriante historial en la aplicación de la pena de muerte. Pero ése es un elemento que pesa mucho menos en un país donde dos de cada tres ciudadanos, incluidos Clinton y Gore, están a favor de ella.

La batalla por la Casa Blanca no se librará en ese terreno, sino en el de la imagen personal de los candidatos y su capacidad para garantizar a sus compatriotas la continuidad de la era de paz y prosperidad de que disfrutan. En teoría, Gore tendría todas las de ganar, como heredero político de un presidente popular y con una economía en plena expansión. Pero los republicanos le oponen una alternativa mucho más seductora que la que encarnó en 1996 Bob Dole frente a Clinton. En contradicción con la dureza con la que deniega clemencia a los condenados a la inyección letal, Bush es un hombre personalmente cordial, muy en la línea de Clinton. Y un buen equipo de asesores le ha diseñado una imagen política de centroderecha que no asuste a las clases medias e incluso conecte con las minorías; muy en particular la hispana, que él cultiva con sus frases en español o sus simpatías por México.

En cierto modo, los republicanos vuelven al modelo de Ronald Reagan, que tan bien les funcionó en los ochenta. Un hombre quizá simple, pero sonriente, tranquilizador, de sólidos principios y rodeado de profesionales. En su discurso de aceptación de la candidatura presidencial republicana, Bush no hizo la menor alusión directa al caso Lewinsky, que se saldó con una severa derrota conservadora. En cambio, denunció que el Gobierno de Clinton y Gore ha desaprovechado las ocasiones de este gran momento estadounidense para resolver problemas estructurales -como la mala calidad de la educación pública y la inseguridad sobre el futuro del Estado de bienestar- y para consolidar su liderazgo político internacional.

Teniendo garantizada la fidelidad de su base conservadora, que encarna la presencia de Dick Cheney en su candidatura, el aspirante Bush va a por los votantes independientes e incluso a por los demócratas. Las encuestas, que le dan más de 10 puntos de ventaja, reflejan que los estadounidenses responden por el momento al giro centrista republicano. Pero la batalla acaba de empezar.

En los próximos días, su rival Al Gore utilizará dos cartuchos importantes: el nombramiento de su candidato a la vicepresidencia y la Convención Nacional Demócrata de Los Ángeles. Bien disparados, pueden volver a situar el pulso en una situación de empate, que podría mantenerse hasta la cita con las urnas del 7 de noviembre. Gore subrayará que el historial de Bush y los republicanos desmiente su actual piel de cordero. Pero los ciudadanos están cansados de las querellas partidistas de Washington, que alcanzaron su cenit con el caso Lewinsky, y el candidato demócrata debe tener cuidado en no ser excesivamente agresivo en sus ataques. Sea cual fuere su resultado, la lucha por la Casa Blanca va a librarse en el espacio del centro; y estos comicios presidenciales parecen los de más difícil pronóstico en mucho tiempo.