11 noviembre 2009

Fran Llorente, nombrado por el Gobierno Zapatero director de Informativos en 2004, se mantendrá en su puesto

Luis Fernández dimite como Presidente de RTVE ante la supresión de la publicidad, PSOE y PP consensúan que Alberto Oliart le sustituya

Hechos

El 11.11.2009 D. Alberto Oliart fue elegido nuevo Presidente de RTVE con el apoyo del Gobierno del PSOE y de la Oposición del PP.

Lecturas

En noviembre de 2009 D. Luis Fernández anunció su dimisión como Presidente de RTVE (cargo que ha ocupado desde diciembre de 2006) después de la decisión del Gobierno de D. José Luis Rodríguez Zapatero de retirar la publicidad de la televisión pública. Esta decisión, aunque favorece a los operadores privados (Antena 3, Telecinco, Cuatro, La Sexta, Net y Veo) que esperan recibir la publicidad que deja TVE, para el Sr. Fernández supone un cambio en las reglas que puede poner en peligro la supervivencia económica de una RTVE que ya no podrá ingresar dinero por publicidad.

zap_oliart_dimitedirectorTVEEl nuevo presidente, elegido por consenso entre PSOE y PP es D. Alberto Oliart Saussol, cuenta con 81 años de edad y fue ministro de Defensa durante el Gobierno de la Unión de Centro Democrático (UCD) presidido por D. Leopoldo Calvo Sotelo y le tocó afrontar el juicio del 23-F.

Su mandato durará hasta julio de 2011, fecha en la que presentará la dimisión. 

‘EL HORMIGUERO’ (CUATRO) SE BURLA DE OLIART: «ENTRE LA CAJA TONTA Y LA CAJA DE PINO»

pablo_motos_oliart El programa producido por ‘7 y Acción’ y presentado por D. Pablo Motos ‘El Hormiguero’ dedicó un monólogo del presentador al nuevo Presidente de RTVE: «Hoy el congreso ha nombrado al nuevo presidente de TVE, que es Alberto Oliart, de 81 años. Mandahuevos, hace nada estaban haciendo un ERE para despedir a los que tenían más de 55 y ahora ponen un jefe de 81. Para mí que han hecho a este hombre director de TVE porque es demasiado joven para ser Papa. A mí me encanta la gente mayor pero es que es muy fuerte, 81 años, está entre la caja tonta y la caja de pino».

Precisamente uno de los profesionales de TVE afectados por ese ERE, el periodista D. Gabriel Sánchez Rodríguez mandó una carta a EL PAÍS para hacer constar la incoherencia de RTVE al volver a valorar ‘la experiencia’ de la que prescindió en el pasado.

16 Noviembre 2009

¿RELEVO GENERACIONAL?

Gabriel Sánchez Rodríguez

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El aval de la experiencia parece haber sido factor determinante en el nombramiento de Alberto Oliart como nuevo presidente de la corporación de RTVE. Y me alegro. Por fin, el reconocimiento de una trayectoria profesional es la mejor garantía para que la apuesta por una persona en el desarrollo de su gestión sea un marchamo de eficacia en Prado del Rey.

La casa -«santa casa», en palabras del crítico de jazz de Radio 3, Paco Montes- necesita de profesionales avezados, curtidos en cientos de batallas, con trayectoria, currículo y experiencia, que sean capaces de dar lo mejor de sí mismos para mantener y aumentar ese espíritu de servicio público que siempre ha guiado a los profesionales de RTVE.

Es el vivo retrato de los 4.150 profesionales que han sido prejubilados a partir de los 52 años porque su senectud anquilosaba el engranaje de la radiotelevisión pública y hacía que se perdiera mucho dinero. ¿Profesionalidad? ¡Quién se acuerda de eso!

Aviso al nuevo presidente de la corporación: deje todos sus cargos en consejos de administración, asesorías y otras minucias. A nosotros, desde que nos fuimos de RTVE e ingresamos, a la fuerza, en el Inem, no nos dejan ni tocar la bandurria en una rondalla. Lo consideran incompatible por aquello de dar espectáculo. Ya se sabe, es la edad.

Gabriel Sánchez

12 Noviembre 2009

UN SENIOR PARA RTVE

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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Los dos grandes partidos se han puesto de acuerdo. El sustituto del hasta ahora presidente de Radiotelevisión Española, el periodista Luis Fernández, será Alberto Oliart, un hombre culto, con un perfil más intelectual que político pese a su experiencia en este cometido: fue ministro de Industria y de Sanidad en los Gobiernos de Adolfo Suárez, y de Defensa con el de Calvo Sotelo inmediatamente después del golpe del 23-F. Acreditó entonces su inteligencia y temple para sortear los peligros de un periodo marcado por el juicio a los golpistas.

Es justamente ese perfil de persona moderada, un senior -tiene 81 años- sin ambiciones políticas ni fidelidades partidarias, lo que ha facilitado el acuerdo. Desde ese punto de vista, este nombramiento puede facilitar la superación definitiva de una situación en la que RTVE se convirtió en escenario de permanentes batallas entre partidos. Del mismo modo que el perfil profesional de su predecesor, Luis Fernández, permitió apaciguar los ánimos internos de la casa.

Pero el Consejo de Administración de RTVE, más profesionalizado que los anteriores, aún responde a cuotas partidistas. Quizá es acertado elegir al frente de la corporación a alguien capaz de arbitrar los todavía politizados consejos de administración de las televisiones públicas, pero no menos conveniente sería tomarse en serio y extender el criterio de elegir consejeros a personas de prestigio con relevantes méritos profesionales, como exige la ley.

Es posible que sea el momento para un presidente de RTVE como Oliart, pero no deja de suscitar dudas el cambio de criterio que supone respecto al que llevó a apostar por un profesional con experiencia en el medio como Fernández. Los desafíos que afronta RTVE son enormes. La nueva ley de financiación, mediante la cual se elimina la publicidad televisiva como fuente de ingresos, la fragmentación de las audiencias y el apagón analógico, previsto para abril del próximo año, exigen un nuevo modelo al que hay que adaptarse de manera acelerada. Todo ello requiere más que nunca una gestión profesional muy competente en las nuevas tecnologías frente a los cambios trascendentales que se avecinan. En ese sentido puede resultar desconcertante la decisión conocida ayer.

Pero el criterio de que el presidente lo sea de consenso entre los dos partidos con posibilidades reales de gobernar es un valor en sí mismo, frente a la tradición de directores condicionados por sus fidelidades políticas al Gobierno de turno. Además de ministro, Oliart fue presidente del Banco Hispano Americano y es un empresario de prestigio. Tendrá que trasladar a RTVE su reconocida capacidad de gestión e independencia y saberse rodear de los profesionales que la nueva situación impone. Entre otras cosas para superar con su gestión el prejuicio de que un hombre de 81 años no pueda dirigir un organismo que ha jubilado a los que superaran los 52.

12 Noviembre 2009

Un fichaje de 81 años tras jubilar a los de sólo 52

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Ni figuraba en ninguno de los pronósticos ni por su edad y perfil parecía un candidato a considerar. Sin embargo, el ex ministro Alberto Oliart, de 81 años, será el nuevo presidente de RTVE tras la dimisión de Luis Fernández, que no ha querido optar a seguir en el cargo. Fernández se va porque no está de acuerdo con el nuevo modelo de financiación, que, tras eliminar la emisión de publicidad, obliga a RTVE a obtener sus recursos del Estado y de un canon que pagarán las otras cadenas y las operadoras de telecomunicaciones. También, porque estaba harto de las zancadillas de personajes sectarios instalados en el consejo del ente. Y sobre todo, porque veía que no existe un proyecto para hacer de TVE una cadena a la vez de calidad y competitiva.

Éste es el escenario con el que se va a encontrar Alberto Oliart, que tendrá que gestionar una empresa sin capacidad de obtener ingresos propios y cada vez más dependiente de las subvenciones del Estado, que ya se acercaban anualmente a los 600 millones de euros.

Oliart, antiguo colaborador de Adolfo Suárez, tiene una dilatada carrera política y es ahora una persona independiente, lo que es bueno para presidir RTVE. Pero su nombramiento suscita la incógnita de si tendrá la suficiente energía y reflejos, a sus 81 años, para gestionar un ente tan complejo y tan dependiente del Estado desde el punto de vista financiero.

A este respecto, se da la curiosa paradoja de que RTVE jubiló en 2007 a toda la plantilla que superaba los 52 años, casi 30 años menos que los que tiene el nuevo presidente, lo cual resulta una incongruencia.

Todo indica que el nombramiento de Oliart ha sido pactado por Zapatero y Rajoy, que probablemente han buscado una persona por encima de toda sospecha de parcialidad política aunque sin experiencia en el sector de los medios de comunicación, como él mismo reconoció ayer cuando admitió que no sabe de televisión. Ello constituye un inconveniente serio en unos momentos en los que el cambio tecnológico y la crisis económica, sumados al apagón analógico previsto para el año que viene, exigen la adopción de nuevas estrategias empresariales y, tal vez, un nuevo ajuste de plantilla.

Teniendo en cuenta la avanzada edad de Oliart y su inexperiencia en el negocio, no faltó quien interpretó ayer su nombramiento como un pacto entre los dos partidos para dejar languidecer a RTVE hasta su cierre definitivo.

¿Tiene sentido mantener las TV públicas a cargo del Erario o practicando el dumping publicitario como hacen las autonómicas cuando va a existir una sobreoferta de canales? Es probable que, a largo plazo, RTVE esté condenada a desaparecer, pero de momento debe funcionar como un servicio público, con una programación de calidad y con una información no partidista. Ése es el único sentido que puede tener una empresa con unos gastos anuales superiores a los 1.200 millones.

La gestión de Luis Fernández, probablemente el responsable del ente público más competente en 30 años de democracia, ha avanzado hacia ese modelo. Pero Oliart lo va a tener mucho más difícil, ya que dispondrá de menos ingresos en un mercado cada vez más segmentado y donde será imposible mantener los actuales niveles de audiencia de TVE. Fernández se ha ido porque no creía que el ente pudiera ser viable sin la emisión de anuncios.

Le aguarda, pues, a Oliart una tarea titánica, en la que tendrá que demostrar que no sólo es un buen gestor sino además un líder que sabe pilotar en plena tempestad. Un reto considerable para una persona de su edad y casi 30 años mayor que los más veteranos de RTVE. Francamente su nombramiento parece una broma.

08 Diciembre 2009

La ingravidez de TVE

Miguel Ángel Aguilar

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La pronta llegada de la TVE sin publicidad podría señalar un momento revolucionario.

Primero, porque nuestra idea de televisión está asociada de manera indisoluble a la de publicidad.

Segundo, porque entendida la publicidad como sustento económico básico, la búsqueda de esos recursos pasa por el logro como sea del mejor índice de audiencia.

Tercero, porque desde la aparición de los canales privados, para sostener las cifras de audiencia TVE ha competido sin complejos en la exhibición de cuanta basura fuera necesaria.

Pero, además, porque eliminar la publicidad de TVE vendría a ser como declarar en suspenso la Ley de la Gravedad en el perímetro de Prado del Rey y en el de las demás sedes de la Corporación, equivaldría a romper la interacción gravitatoria entre un medio tan poderoso como TVE y los anunciantes.

Y recordemos aquí la dificultad de adiestrar a los astronautas de la NASA para que se adaptaran a una ingravidez simulada, que acaba siendo real cuando la estación espacial alcanza la órbita estacionaria predeterminada.

La publicidad es el factor permanente de acompañamiento que sostiene la cuenta de resultados de los medios de comunicación: prensa escrita, emisoras de radio y canales de televisión. La medida de esa aportación económica está en relación directa con el número, la condición y la capacidad adquisitiva de los lectores, oyentes o espectadores, que hemos dado en denominar audiencia.

Porque sucede que los medios, además de vender información y entretenimiento a sus audiencias, se venden ellos mismos a los potenciales anunciantes como soporte publicitario invocando la audiencia que luchan por ampliar y cualificar.

De igual modo, los productos audiovisuales que han de ofrecerse por antena, una vez que eliminada la publicidad en TVE deje de operar la fuerza de gravitación que hasta ahora daba razón de su movimiento, pasarían a flotar ingrávidos en un ambiente desconcertante.

Conviene atender a las consecuencias en el plano informativo porque una TVE sin publicidad sería tanto como una TVE independiente de la audiencia, que dejara de estar condicionada por la competencia bajo la que ha vivido, que quedara absuelta de pasados sometimientos comerciales, aceptados por los medios convencionales sin un mal gesto.

Una TVE sin publicidad habría alcanzado la velocidad de liberación y podría emprender hazañas tan maravillosas como la de descomponer el recibo de la luz, que nos afecta a todos pero que nadie se ha atrevido a descodificar para no indisponerse con las grandes compañías eléctricas, cuyo poder anunciante alcanza cotas disuasorias sin necesidad de ser explícito.

Sólo así se explica el desfallecimiento visible de los medios a la hora de ocuparse de asuntos de relevancia pública cuando barruntan que intentarlo significa desafiar a los grandes inversores publicitarios.

Hubo un momento en España en el que, por ejemplo, la gran banca tuvo participaciones accionariales en algunos medios de comunicación. Pero luego se impuso la preferencia por el control de los medios a distancia, es decir, ganando fuerza como anunciantes que condicionan. Porque el disidente acababa por interiorizar enseguida que le espera una rendición por hambre sin advertir que le haya sido dirigida una mirada atravesada.

O sea, que podemos estar en vísperas del surgimiento de una nueva TVE sanada de sus vulnerabilidades, las que la condenaban a buscar en los yacimientos de basura la dosis necesaria para competir y merecer el favor publicitario y que la uncían a esos condicionamientos que los anunciantes saben imponer mediante elaborados sistemas de aproximación indirecta.

Esa TVE sin publicidad y liberada de su tradicional condición de servicio doméstico del gobierno de turno puede ser un excepcional polo magnético de atracción para los mejores profesionales y convertirse en una gloria como lo es la BBC en el Reino Unido.

También puede deslizarse hacia la nada si prevaleciera en sus filas la mentalidad de esclavos que tanto se cultivó durante décadas. Recuerdo bien que en 1985 fue imposible convencer a Fernando de Valenzuela, que traducía directamente del checo, y así acabó prevaleciendo el título de La insoportable levedad del serfrente a la alternativa de la ingravidez que algunos proponían. Pero se preguntaba Kundera si era de verdad terrible el peso y maravillosa la levedad y concluía que sólo una cosa era segura: la contradicción entre peso y levedad es la más misteriosa y equívoca de todas las contradicciones. Atentos pues a TVE.

El Análisis

CONSENSO: LA ALEGRIA DE NADIE (Y MENOS AÚN DE OLIART)

JF Lamata

D. Alberto Oliart había sido ministro de UCD y había ocupado cargos en el final de la administración de la Dictadura, por lo que no podía ser considerado alguien anti-PP. También era colaborador desde hacía años de la Cadena SER, por lo que no parecía muy anti-PSOE. Podía ser la figura adecuada para presidir RTVE por consenso. Pero hablamos de política, donde el consenso nunca es bien visto: la derecha iba a cargar siempre contra el Presidente de RTVE porque era la ‘RTVE de los socialistas’, mientras que al sector radical de la izquierda miraban a regañadientes a alguien ‘de derechas’ para presidir el canal.

Tema a parte la coña que el canal que había mandado fuera a todos los mallores de sesenta ahora escogiera a un señor de 80 para presidirlos. El más perjudicado por su elección fue el propio Sr. Oliart, que no llegó a tener un gran poder en la cadena y fue vapuleado por todos, lo que tiene el consenso.

J. F. Lamata