25 marzo 1994

El aristócrata pagó a familiares de una niña para que la dejaran fotografiarla desnuda

Escándalo en la nobleza española: Rafael Medina Fernández de Córdoba, Duque de Feria, condenado a 18 años de prisión por rapto y corrupción de menores

Hechos

D. Rafael Medina Fernández de Córdoba, Duque de Feria, fue condenado a 18 años de cárcel el 25 de marzo de 1994 por rapto y corrupción de menores. La sentencia le acusaba de haber pagado a cambio de que le presatara a una niña para poder desnudarla y bañarla.

Lecturas

 LA NEGRA, CONDENADA A 6 AÑOS

Dña. Isabel Saltares, la tía de la niña secuestrada, fue condenada a seis años de cárcel por ‘prestar’ a su sobrina al Duque de Feria, a cambio de 25.000 pesetas y de droga.

ÉXITO DE AUDIENCIA DE ANTENA 3 TV ENTREVISTANDO AL DUQUE EN PLENO JUICIO.

El 21 de febrero de 1994 comenzó el juicio a D. Rafael Medina por corrupción de menores, el 22 de febrero de 1994 ANTENA 3 TV emite una entrevista al duque encarcelado realizada por el periodista D. Jesús Rodríguez Quintero.

10 Abril 1994

Sentencia Ducal

Alfonso Ussía

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Dieciocho años de cárcel se me antojan desproporcionados para castigar los delitos que se le han imputado y probado a Rafael Medina Fernández de Córdoba, duque de Feria. La justicia le ha declarado culpable, y no es mi intención plantear duda alguna respecto el buen equilibrio de esa decisión. Pero el juicio del duque de Feria se ha desarrollado en un ambiente de excesivo morbo que ha podido contagiar y hasta perturbar, el sereno sentido de los jueces. A Rafael Medina le han caído encima unos cuantos años de condena que merece y otros años más porque es duque. Un caso similar protagonizado por una persona desconocida y ajena al submundo de la famosidad vana hubiera pasado desapercibido ante la opinión pública. Según se ha probado, el duque de Feria manejaba la cocaína para recompensar una serie de servicios y colaboraciones por parte de unas mujeres muy lejanas a la fiabilidad. Según se ha probado, el duque de Feria fotografió desnuda a una menor, hija de una de sus colaboradoras. La fotografió desnuda, pero no abusó físicamente de ella. Me sorprende que la condena del duque supere en tantos años y perjuicios a las penas impuestas al resto de las procesadas, que han salido infinitamente mejor libradas del turbio caso porque no son duquesas. La vita pública contra el duque de Feria ha sido seguida y comentada por un sector de la Prensa ajeno por completo a la información especializada y fría que requería el asunto. Un cierto grado de histerismo social ha imperado en sus sesiones y sólo ha faltado la primera fila de tejedoras gordas manifestando su júbilo ante la guillotina para que el juicio no adquiriera el tono de la venganza clasista.

Cuando el duque de Feria fue detenido escribí un artículo en estas mismas páginas de ABC de Madrid en el que recomendaba al encausado que, sólo ante la duda de su inocencia, tenía el deber moral de renunciar a su dignidad nobiliaria. Entiendo que el cumplimiento de ese código ético preocupa e interesa a muy pocos, y así me lo hicieron ver familiares y amigos del procesado, que me reclamaron algo más de tacto en momentos tan difíciles. Más difíciles son los actuales, con la condena establecida y la desaparición de su nombre en el Libro de la Grandeza de España. Pero este último es un problema particular que sólo afecta a su entorno más próximo. Lo que debe preocupar a todos es el nivel de indefensión social que ha padecido Rafael Medina por el exclusivo hecho de ser duque. En su caso ha primado la presión del escándalo rosa, del influyente morbo cutre y del rencor social. Dieciocho años de condena son muchos años, y creo que de otras sentencias más ajustadas podría nacer el convencimiento del agravio comparativo. En España, hoy en día, y por delitos más graves, se despacha y firman sentencias acentuadamente más generosas. Rafael Medina no es un narcotraficante que se haya enriquecido con el comercio de la droga, sino una víctima de su demoledora erosión física y moral. Rafael Medina no es un violador de menores y sí, probablemente, un hombre de gustos desviados y poco recomendables. Pero hay que constituir un verdadero peligro para la sociedad para merecer una condena a dieciocho años de cárcel. Hay terroristas y narcotraficantes que no experimentan tamaña dureza e inflexibilidad. El duque de Feria, que ha sido declarado culpable por la Justicia, había sido condenado mucho antes por una ciudadanía prendida al cotilleo barato y los juicios paralelos.

Estoy seguro – y esto es muy duro – de su culpabilidad. Pero también estoy seguro de que le han condenado a ocho años por sus delitos y a diez por ser el duque de Feria.

09 Marzo 1993

Monstruo interior

Carlos Luis Álvarez 'Cándido'

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SI un psiquiatra logra demostrar que el duque de Feria tiene una mentalidad de cinco años lo habrá salvado: la pequeña Ana no habría sido más que una compañera de juegos. No sé si el episodio del duque, puesto hoy bajo el epígrafre de «presunción», podrá ser descrito pasado mañana como un inmenso equívoco. Si no es así, sólo el lenguaje especializado de los psiquiatras y su optimismo semántico serían capaces de habilitarle una salida. Imagino que las diligencias irán para largo, de manera que si el duque, sin perder un minuto, empieza a ensayar el andar a gatas en la celda donde provisionalmente se encuentra, en unos pocos días acabará andando a gatas con toda sinceridad, libre del monstruo de su laberinto.Volver atrás, regresar al limbo de los simples. Desdichadamente el limbo no es un sitio al que pueda irse, sino un sitio del que se viene. Sólo cabe (con la ayuda de los psiquiatras) recaer en el limbo, recaer en un momento anterior y lejano de nuestra historia personal. Todos llevamos dentro un monstruo que crea su laberinto, una especie de bestia melancólica que encuentra dificultades para salir del laberinto que ella misma ha creado. Comprendemos su inclinación, pero no le otorgamos respeto. Por otra parte es demasiado «uno mismo» para matarlo. Confiamos en que viva como un buen animal. Eso y el soñar que hacemos lo que los malos hacen de verdad, según decía Platón, nos coloca protocolariamente en el lado de los buenos. El duque de Feria, quizá menos culto que su monstruo, podría ponerse a su altura leyendo un par de páginas de Dostoyevsky o a los poetas malditos, donde se aprende la arrogancia del mal. Porque hay a quienes el sentido de la estética les calma en medio del sinsentido de la barbarie.

13 Marzo 1994

El duque de Feria

Francisco Umbral

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La polaroid.El duque de Feria lo que era es un vicioso de la polaroid, un caprichoso de la maquinita, un aficionado, un zumbadillo de las fotos con los colores corridos. Hay mucha gente que tiene hoy ese pecado.

Lo de hacer fotos a niños y niñas desnudos, sobre un almohadón con borlas, es vieja costumbre en las familias, y todos tenemos esa foto en el álbum del recuerdo. Lo que le ha fallado al duque, hombre, lo que le ha faltado, lo que se le olvidó es el almohadón. Si a una niña de cinco añitos la retratas desnuda y sin almohadón, eso es porno. Si le pones debajo el almohadón, ese almohadón que tenían los fotógrafos para el caso, la foto se queda en un tierno recuerdo de infancia.

El duque de Feria, como no hace nada (vieja costumbre de los duques), ha caído en la polaroid y el buja. Con la polaroid puedes hacer maravillas a lo Godard, si eres un artista, pero no se puede ser artista y encima duque.

Seguro que, este vicioso del objetivo, a Nati Abascal también le hizo fotos desnuda. Lo que no sé es si le pondría un almohadoncito debajo a ese cuerpazo, a ese cuerpamen de reina de Saba injerta en yegua jerezana guapa.

A la Abascal en bolas le pones un cojín con borlas al lado y pierde todo el morbazo, se queda en un bebé.

El cojín, hombre, el cojín. Por un simple cojín se habría salvado el duque de ir al trullo. Y más si a la foto le hubiese puesto luego unas líneas transversales y tiernas, de padrino de bautizo.

Pero una niña de cinco años en crudo, sin cojín ni nada, en la bañera, pero sin agua, eso es ya para una cover del Playboy.

A la niña le gusta mucho que le hagan fotos ha dicho el duque.

También a mi gata. Cualquier día me montan un proceso por retratar a mi gata sin unas braguitas ni nada, que ya dijo una vez Encarna Sánchez que yo mantenía relaciones sentimentales con el animalillo.

Yo no me explico qué rayos se puede hacer con una niña de cinco años, de modo que el aristócrata, que tiene un ojo revirado y la boca desnivelada, como un Trastamara loco, debe ser un exquisito de la cosa, un Guilles de Rais de provincias. En algo se tiene que notar que es duque.

Ha dicho Valerio Lazarov: En Telecinco, por lo menos, sacábamos tetas bellas. Lo imperdonable hubiera sido sacarlas feas.

Pienso que Feria, tras un colocón de cacao maravillao en Telecinco, decidió, hastiado, buscar algo diferente, y se pasó a los bebés. El mundo de las perversiones sexuales es tan variado como monótono. Es una monotonía variadísima. Yo acabé harto con Sade, en la adolescencia. Creo que Nati Abascal es la normalidad, el discurso del método en bragas, la lucidez, el equilibrio, la cosa. Nati Abascal no puede ser pecado porque es, con Quevedo, «ángel amotinado». Los que tienen peligro son los bebés.

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El aristócrata. Guilles de Rais era señor feudal. Sade era marqués. Feria es duque. Todos ellos han hecho avanzar noblemente la alta ciencia del erotismo y la pornografía. La aristocracia es la aristocracia.

De Rais se han escrito atrocidades. Como que descuartizaba a los niños antes de sodomizarlos. Y después. Comprendamos que en la Edad Media no había polaroid y algo tenía que hacer el señor feudal con un niño o una niña desnuditos, aunque se los llevaba por racimos.

Ahora hay en Francia una campaña de reivindicación de Rais, explicando que todo es mentira y que se debe al inmenso poder de Rais, que superaba al de los reyes, y algo había que hacer y decir contra él. Los franceses se dan mucha maña para reivindicar todos sus valores y contravalores: Rais, Sade, Celline. Acaban convirtiéndolos en grandes escritores.

Aprendamos de Francia. Adonde tenía que ir Feria es a la Real Academia. Lo suyo es literatura. Con cuatro cartas a Nati, que las habrá, los franceses ya le habrían puesto de académico y gran prosista.

Lo que me parece una ordinariez es llevar al trullo a un duque tan singular, y ponerle un número de preso, cuando lo que hay que ponerle es una letra en un sillón de la Academia, ya digo.

La literatura es la gran celestina y sirve para salvarlo todo en último extremo, cuando no hay otra salvación. No estamos tan sobrados de grandes malditos como para desperdiciar un personaje así. Que Margarita Landi le escriba una biografía y hale, a la Academia. Otros están por cosas peores.

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Andalucia.

La Andalucía del PER, redimida por Felipe González, es la Andalucía donde aún se pueden alquilar niñas para hacerles cochinaditas y fotos malas. Lo de Feria es un signo evidente de que Andalucía sigue irredenta.

En Andalucía se comercia, se trajina, se trajela con bebés, y siempre hay un duque todopoderoso y raro que está dispuesto a pagar en crudo o en especie (coca) con tal de matar la tarde mirándole la huchita a una niña de cinco años.

Por ahí ha interesado mucho el suceso, el culebrón, el reality show. A uno le interesa más el dato sociológico. En Suecia o en Dinamarca me parece a mí más difícil que una madre wikinga te deje su niña rubia para que le hagas la foto del almohadón, pero sin almohadón y a solas.

En la Europa realmente democrática, a un duque como Feria (si es que todavía quedan duques por aquellos países tan igualitarios) se le mete en la cárcel para toda la vida, se le quitan los castillos y se manda su polaroid a Londres para que la exhiban en la Torre de los Horrores.

Lo de Feria y Andalucía es mismo del hambre y la injusticia. El duque se había montado su PER privado, que era un PER de coca, pastizara, esclavismo, vicio, locura y protección a la infancia, en plan Unicef, pero en bujarrón. Allí es que están todavía a por atún y a ver al duque.