27 diciembre 1985

A modo de desafío, el periodista realizó su último programa desde el Hotel Palace de Madrid

RTVE suprime el histórico programa ‘La Clave’ arremetiendo contra su presentador, José Luis Balbín, por tratar de convertir su última emisión en un alegato contra la OTAN

Hechos

El 27.12.1985 la dirección de TVE anunció la supresión del histórico programa ‘La Clave’ que presentaba D. José Luis Balbín, en una decisión del Director General de RTVE, D. José María Calviño.

Lecturas

MUDANZAS DE LOS TIEMPOS…

zap_BalbinGuerra Lejos quedaban los días en los que D. José Luis Balbín estaba considerado como el periodista de confianza del PSOE y del ‘todopoderoso’ vicepresidente D. Alfonso Guerra, ahora pasaba a ser guillotinado y se señalaba al político como principal ‘guillotinador’. 

Al acabar 1985 se produjo el episodio más simbólico del control del Gobierno en RTVE con D. José María Calviño Iglesias como Director General.

 El Sr. Calviño había decidido dejar de emitir ‘La Clave’ una vez acabara el año 1985, pero el que iba a ser el último programa de ‘La Clave’ emitido en diciembre de 1985 quedó marcado por la polémica ante la decisión de la dirección de RTVE de suprimir su emisión.

‘La Clave’ arrastraba ya varias polémicas en TVE, incluido un programa de ‘La Clave’ suspendido para evitar la presencia del disidente socialista D. Alonso Puerta.  El Sr. Balbín había sido destituido como Director de Informativos de TVE en septiembre de 1983, pero había seguido presentando los debates de ‘La Clave’. Algunos de los cuales desató cierta polémica como el programa sobre el Opus Dei celebrado el 25 de mayo de 1984. (La orden religiosa denunció “gravísimas calumnias”) y desde sectores derechistas se aseguró que ‘La Clave’ el programa mantenía un sesgo demasiado ‘izquierdista’.

Pero el punto y final de ‘La Clave’ no lo iba poner el Opus sino la OTAN. El Gobierno había decidido integrar a España en la Unión Europea y para ello debía defender la permanencia de España en la OTAN. En el referendum para decidir esta permanencia que iba a celebrarse en 1986 el PSOE iba a pedir el ‘SÍ’ a la OTAN. La RTVE de D. José María Calviño y los Informativos de D. Enric Sopena iban a respaldar ese apoyo a la Alianza Atlántica, lo que durante la campaña del referendum causaría muchas polémicas.

En ese momento en el que el Sr. Balbín es conocedor de que ‘La Clave’ va a ser la última Clave’, decide de manera unilateral cambiar la modificación de invitados. El tema anunciado iba a ser “La movida nacional”  que, en teoría, no debía de tener nada que ver OTAN y reemplazar a los previstos por activistas contrarios a la OTAN.

La dirección de TVE (D. Ramón Criado) se enteró de que el Sr. Balbín se iba a traer de invitados a don Gerardo Iglesias, don Ramón Tamames y a don Alonso Puerta, principales líderes de la plataforma anti-OTAN. Ante ese cambio y – aparentemente temiendo que el programa se fuera a convertir en una sucesión de alegatos anti-OTAN sin que nadie diese una versión contrapuesta informó al director general y el  Sr. Calviño decidió  cortar por lo sano y cancelar ‘La  Clave’ tras emitir un comunicado en el que se lanzaban grandes críticas al Sr. Balbín.

COMUNICADO DE TVE SOBRE LA SUPRESIÓN DE ‘LA CLAVE’:

El cambio de última hora supone un lamentable acto de arbitrariedad, así como una grave descortesía tanto hacia los primeros invitados como hacia los espectadores en general. Televisión Española lamenta profundamente estos hechos propiciados por quien entiende que la dirección de un programa equivale a la posesión de una patente de corso, sin otra ley ni otros límites que el capricho o los intereses de quien la ejerce, y ruega disculpas tanto a los primeros invitados como a los nuevos que hayan sido comprometidos por el hasta ahora director de ‘La Clave’ para utilizarlos como instrumento de sus propios intereses. (26.12.1985)

El Sr. Balbín explicó a LA HEMEROTECA DEL BUITRE su versión sobre aquello:

“Desde su creación, La Clave improvisaba invitados continuamente en función de la actualidad y del interés. Por lo tanto, el tal comunicado oficial ni siquiera servía a manera de una de las excusas miserables que algunos políticos emplean”.

27 Diciembre 1985

BALBÍN Y LA CLAVE

José Luis Balbín

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Hay que ganar el referéndum como sea; hay que ganar las elecciones como sea. No se puede uno andar con bromas, incluso Balbín resulta peligroso.

Como jamás he sido invitado por don José Luis Balbín para ir a su programa de ‘La Clave’ puedo ahora ponerle una margarita en la solapa (la rosa ya se la puso él mismo) sin que nadie piense que me dejo llevar a la benevolencia a través de la gratitud o de la correspondencia.

Por allí, por la sala de debates de ‘La Clave’, por delante de la pipa de guardarropía del señor Balbín han desfilado muchas gentes, aborígenes de Celtiberia, unos; extraños, forasteros o gentiles, otros. Por allí han pasado personajes, personas y personajillos, caras, caretas y carotas, que diría ‘El Caballero Audaz’, casi todos los que habían destacado un palmo en las actividades de la política, de la ciencia, de la historia, de la literatura, del periodismo o de la vida social. Fueron invitados españoles de primera, segunda, tercera, cuarta, quinta y última fil, de palco o platea, de anfiteatro, del paraíso y de la tramoya. POr allí han pasado griegos y bárbaros, tirios y troyanos, romanos y cartagineses, civiles y gitanos, atléticos y madridistas, o sea, merengues y colchoneros, belmontistas y joselitanos, ultras y moderados, rojos y azules, indios y vaqueros, moros y cristianos. Eso sí, don José Luis Balbín dosificaba pícaramente, cucamente, los ingredientes políticos de la mezcla para arrimar el ascua a la sardina del rojerío. Los rojos siempre eran más. Los que son más casi siempre ganan. No siempre, pero casi siempre. ‘Llegaron los sarracenos / y nos molieron a palos / que Dios ayuda a los malos / cuando son más que los buenos’.

Durante los Gobiernos de UCD, Balbín nadaba y guardaba la ropa. No sé jugaba el tipo, pero se cogía, después del brazo de don Eduardo Sotillos y se iban los dos a confesarse con don Alfonso Guerra, que era el ‘censor’ que estaba llegando y recibían la consigna.

Pero toddo eso lo hacía el señor Balbín de manera inteligente. Cometía la parcialidad pero tenía siempre una coartada. Importó la fórmula del programa, se la trajo de Francia, pero la tradujo con garbo y la manejó con habilidad.

Casi todos sus programas resultaban interesantes, algunos de ellos incluso apasionantes y produjo encuentros personales y dialécticos memorables. Quizá por todo eso. ‘La Clave’ ha sido durante años, el mejor programa de debate, el más visto y escuchado de todos los de la televisión española. Seguramente, el éxito profesional del señor Balbín no tenga precedentes en la pequeña pantalla de nuestro país.

Ahora, don Alfonso Guerra le ha aplicado a ‘La Clave’ la guillotina. A don José Luis Balbín le han capturado los cortadores de cabeza. Ha caído en las manos crueles de sus propios amigos. de mis amigos me guarde Dios, que de mis enemigos ya me libro yo. Estos chicos exprimen a los profesionales que les sirven como a un limón, y luego les dejan en la calle, con la etiqueta en el traje y el sambenito al cuelo. Dicen que ‘La Clave’ ha bajado en audiencia. Bueno, claro. Que me digan cuál es el programa político o debate de TVE que no ha bajado en audiencia. Calviño está convirtiendo la audiencia en un rebaño de ovejas aburridas, y algunas se duermen mientras otras aciertan a apagar el aparato.

La inteligencia, la picardía y la cuquería de don José Luis Balbín ya no son suficientes. Las cosas se ponen para los socialistas de color de hormiga, y hacen falta profesionales que se sumerjan en e lpantano hasta más arriba de las narices. Ya no se permite ni la coartada. Hay que poner la mordaza televisiva a las voces de la derecha, del centro y de la izquierda no oficialista. Por la pequeña, sól ova a hablar, de aquí en adelante, don Alfonso Guerra por una serie de bocas de ganso. Hay que ganar el referéndum como sea; hay que ganar las elecciones como sea. No se puede uno andar con bromas, ni perder el tiempo en vestir el muñeco o en guardar las apariencias. Incluso Balbín resulta peligroso. Todo será, a partir de ahora, más burdo, más mazorral, más mansuelto. Que otras barbas se vayan poniendo en remojo.

Jaime Campmany

28 Diciembre 1985

SAINETE DE PASCUAS

Editorial (Director: Juan Luis Cebrián)

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Balbín fue un pésimo director de los servicios informativos de TVE, tras la victoria del PSOE, cortó su luna de miel con los socialistas y se enemistó con sus antiguos protectores.

La cancelación del espacio televisivo ‘La Clave’ -registrado a nombre propio por José Luis Balbín como si se tratara de un bien personal o de un invento- y la posterior suspensión de su último programa han permitido a los actores de este sainete desplegar ante la opinión pública todas las megalomanías imaginables. Nadie ha ex plicado las auténticas razones por las que Balbín, que hacía un buen programa de debate y fue un pésimo director de los servicios informativos de TVE tras la victoria del PSOE, cortó su luna de miel con los socialistas y se enemistó con sus antiguos protectores. Mayor curiosidad suscita, sin embargo, averiguar si el motivo de su primir ‘La Clave’ ha sido la sugerida caída de la audiencia del espacio -hipótesis poco creíble-, un ajuste de cuentas con su presentador o el temor a algún programa inconveniente sobre la OTAN. Pero la historia del alguacil alguacilado se hace carne y sangre ahora en la persona de José Luis Balbín, que fingió enfermedades y mintió abiertamente para justificar -en su día, y en plena entente con el Gobierno- la suspensión de un debate televisivo sobre política municipal. O sea, que las apelaciones a la libertad de expresión pueden ponerse, en este caso, entre paréntesis, las haga quien las haga.A lo largo de varios años, José Luis Balbín convirtió ‘La Clave’ en un interesante foro para la discusión de temas políticos, ideológicos, sociales y culturales. Aquello funcionó hasta que su identificación personal con el programa le llevó a retener las funciones de presentador del mismo mientras desempeñaba al tiempo la tarea de director de los servicios informativos. Un buen director no hubiera hecho eso nunca, y un buen presentador tampoco. Un director general como es debido no lo hubiera permitido. Pero esa historia de simbiosis con el programa explica la supervaloración por su presentador del papel desempeñado en la vida española por ‘La Clave’, cuyo carácter de programa de televisión dejaba paso en sus fantasías a la portentosa imagen de una instancia competidora con las Cortes Generales y los poderes públicos. A eso -y a una considerable falta de respeto a los televidentes- habría que atribuir la decisión final de armar la gorda en su último programa, cambiando de tema y de invitados para poner en aprietos al Gobierno.

Hay que reconocer que si Balbín hacía esto es porque los demás -Gobierno y directivos de TVE- se comportaban de igual manera. No es una historia de buenos y malos, sino de manoseo, arbitrariedad y falta de profesionalidad permanente en TVE. Así que la reacción de los directivos de Televisión Española ante el desafío balbiniano ha logrado convertir al locutor Balbín en un héroe de la libertad de expresión. Siguiendo la consigna socialista de que a nadie está permitido echar un pulso al Gobierno sin perderlo, Calviño lanzó los tanques audiovisuales sobre el despechado presentador de ‘La Clave’ y decidió la suspensión de su último programa. Pues bien, el ejercicio del derecho al pataleo en la pequeña pantalla no le hubiese proporcionado a Balbín ni la milésima parte de satisfacciones que esa implantación descarada de la censura. La televisión socialista se ha hecho con las ramas de un mismo árbol, y el espectáculo de canibalismo que han dado sus rectores en estos cuatro años es sólo comparable a las traiciones, conspiraciones y trapisondas de los barones de UCD. A este paso. quedará de unos lo que quedó de los otros.

La última censura de La clave indica de nuevo el temor reverencial de los socialistas hacia la pequeña pantalla y la permanente actitud de manipulación de la opinión pública desde el monopolio estatal. Los programas de debate, sobre la OTAN o sobre cualquier otra cosa que interese al público, son esenciales a cualquier televisión verdaderamente pluralista. La nota oficial difundida por TVE acusa a Balbín de creer «que la dirección de un programa equivale a una posesión de una patente de corso, sin otra ley ni otros límites que el capricho o los intereses de quien lo ejerce», así como de utilizar a los invitados del programa «corno instrumento de sus propios intereses». Por desgracia, la denuncia de los intentos de patrimonializar la televisión pública no tiene como único ni principal destinatario al ex presentador de ‘La Clave’. También el Gobierno y el partido que lo apoya parecen creerse en posesión de una patente de corso sobre la televisión estatal. Por eso el Gobierno y la plana mayor de RTVE, en la que figuraba José Luis Balbín hace escaso tiempo, tienen superiores derechos a recibir el mismo denuesto.

28 Diciembre 1985

EL FIN DE LA CLAVE

Editorial (Director: Pedro J. Ramírez)

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Balbín ha intentado consituirse en mártir de la política de Televisión, a cuya consolidación contribuyó de forma entusiasta.

El programa ‘La Clave‘ de TVE ha muerto en medio de algunas de las constantes que han calificado su existencia: con polémica, con arbitrariedad, con maniobras… La dirección de TVE no ha presentado argumentos suficientes para justificar la eliminación del único programa de debate de actualidad de toda la programación. Y el inefable director del espacio, José Luis Balbín, ha tratado de montar un espectáculo confuso, en el que no se sabe si protestaba contra Calviño contra el Gobierno, en el que no se sabe si protestaba contra Calviño, contra el Gobierno o contra el munto en general.

Balbín ha intentado consituirse en mártir de la política de Televisión, a cuya consolidación contribuyó de forma entusiasta. Pero se le ha visto el plumero. Hay que lamentar que TVE cierre un programa de debate porque ello favorece el ejercicio del control político que sufre el monopolio. Pero de ahí a llorar el fin de un pícaro hay una gran distancia. Hay la distancia de una trampa en la que han caído sorprendentemente quienes han olvidado de pronto toda una sarta de manipulaciones, de embaucamiento y de reverencia al poder. Lo malo no es que haya caído el pícaro. Lo malo es que, para eliminarle, TVE – o, más exactamente, quien mueve sus hilos – haya condenado al silencio a los demás.

29 Diciembre 1985

AQUEL 18 DE DICIEMBRE

Manuel Monzón

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Nunca olvidaré la llamada de Balbín aquella misma mañana del 18. Me habló de las dudas, reticencias y presiones que estaba recibiendo para terminar afirmándome que si 'nosotros' - los militares - creíamos que había de salir el programa al aire, el espacio tendría lugar.

Nunca le he preguntado a José Luis Balbín por su forma de pensar ni él a mí. No obstante, resulta fácil imaginar que nos separan ‘lenguas ideológicas’ quizá. Pero, ahora que se va el programa ‘La Clave’, constituye un deber de caballerosidad por mi parte recordar un episodio de auténtica valentía informativa del ya ex director.

Llegaba a su ocaso el más difícil año de la Transición, también sin duda – 1981 -, y con el comienzo de diciembre se produjo el llamado ‘manifiesto de los cien’, en el que un centenar de oficiales y suboficiales ponían de manifiesto, fundamentalmente la queja, el dolor y la amargura de los firmantes, y probablemente de muchos más compañeros de armas, por el tratamiento informativo que entonces ‘padecía’ la Institución militar.

Estaba yo entonces al frente de lo que hoy es el  DRISDE – OIDREP aquellos días – del Ministerio de Defensa. Y fui consciente de tres cosas. La primera consistente en que el tratamiento informativo que sufría ‘lo militar’ – a pocos meses después del 23-F’ – era, efectivamente y en gran parte, de acoso y derribo. La segunda, determinada por la necesidad que yo veía de que nuestros compañeros, sobre todo los más jóvenes, se sintieran defendidos ante representantes de los medios de comunicación. Y la tercera, fundamentada en el riesgo que suponía el hecho de que muchos de miles de cuadros de mando hubieran recibido una carta ciclostilada para mostrar su adhesión al citado manifiesto.

En estas condiciones se me ocurrió que el mejor antídoto podía ser la organización de un debate público en el que, de forma polémica pero civilizada, confrontaran sus opiniones enfrentada militares y periodistas. Solicité las debidas autorizaciones – que me fueron concedidas, no sin temor

Pero no fue éso sólo. Es que, a medida que se acercaba el viernes y la hora del programa, crecían los temores, a todos los niveles, por semejante confrontación y las presiones para que no tuviera lugar. Nunca olvidaré la llamada de Balbín aquella misma mañana del 18. Me habló de las dudas, reticencias y presiones que estaba recibiendo para terminar afirmándome que si ‘nosotros’ – los militares – creíamos que había de salir el programa al aire, el espacio tendría lugar.

Vamos, que compartimos en solitario la responsabilidad de aquella incertidumbre – que, gracias a Dios, cumplió su objetivo – y yo no puedo hoy por menos de recordarle mi – nuestro – imperecedero agradecimiento por su independencia informativa y su valor cívico y profesional. Cinco hombres más, dos militares y tres periodistas inolvidables, nos acompañaron aquella arriesgada noche. Y Dios premió con paz y sosiego de espíritus la iniciativa, el valor y la rapidez de reflejos que constituyen la esencia de ambas profesiones: la militar y la periodística.

Manuel Montón

31 Diciembre 1985

UNA CARTA DE JOSÉ LUIS BALBÍN

José Luis Balbín

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Juan Luis Cebrián sabe muy bien que yo no soy 'locutor', no sólo porque sí que lo sería pésimo', sino porque pertenecimos a la misma promoción de periodismo, aunque yo acabara normalmente en junio y el tuviera que esperar un poco más

Señor director: No tengo más que agradecimiento para el ‘Aquel 18 de diciembre’ firmado por Manuel Monzón, en esa tribuna pública que era ‘La Clave’ se quedan sin voz. Momentos como el de referencia hay no pocos. Si acaso, quisiera añadir – por las posibles dudas – que mi única condición en tal momento fue la de que los militares no opusieran ningún veto a los periodistas elegidos por ‘La Clave’. Y no hubo la más mínima discusión. El intento de veto vino – como los entonces presentes recordarán – de la empresa ’16’, que exigió por todos los medios posibles la sustitución de José Oneto, entonces director de CAMBIO16, por Pedro J. Ramírez, director de DIARIO16. Delante de todos el propio Oneto dijo estar dispuesto a evitar el chantaje cediendo su plaza, porque si no se aceptaba la sustitución DIARIO16 publicaría al día siguiente un editorial en primera página que yo no olvidaría. Aparentemente, la alternativa no tenía importancia, pero que ’16’ hubiera acudido, por encima del programa, al Ministerio de Defensa y al director general de Radiodifusión y Televisión para intentar doblegarme, sí. Naturalmente no he olvidado la ejecución del chantaje.

También alude Monzón al cambio de programa de aquella semana, por razones de actualidad, entre un martes y un viernes. ¡Como tantas otras veces! Los directores de periódicos, de programas de radio o de televisión tienen el deber de hacerlo y lo hacen, cada vez que lo consideran necesario. Es su obligación. El otro día me confirmaba en antena Luis del Olmo que a él no le impediría nadie cambiar temas o invitados, no sólo con días, sino con minutos e antelación. Por otra parte, no es extraño que responsables de Televisión de todas las épocas tengan ese concepto tan peregrino de la ‘libertad de expresión’ y la ‘independencia profesional’ que tanto predican. Así van las cosas. Espero que algún día discutan conmigo – en público, no privado – qué entienden ellos por independencia profesional de los periodistas.

Por eso me sorprende – entre tantas y tantas otras invectivas – el editorial de EL PAÍS de Juan Luis Cebrián, que se ensaña con el cambio de invitados al malogrado último programa de ‘La Clave’. ¿Podía ser igual un programa cualquiera que el último? ¿Debía ser igual un programa cualquiera que el último? ¿Debía ser emitido como si fuera de rutina? Eso sí sería una burda trampa al espectador. TVE había cometido descortesías continuadas de anunciar ‘La Clave’ para el próximo trimestre a todos los medos de comunicación y a mí mismo, y cortarla repentinamente cuando ya habían sido convocados programas como ‘Paz’ y ‘Los socialistas’. No entro en otras descortesías  (…)

A este respecto, lo más sorprendente es el ‘Sainete de Pascuas’, en forma de editorial de EL PAÍS de Juan Luis Cebrián. Uno de tantos cambios de invitados – por causa de la actualidad y en aras de la libertad – fue el de 4 de diciembre de 1981, dedicado a la ‘libertad de expresión’. Convoqué en el último momento a Juan Luis Cebrián – pese a las amenazas que recibí de la dirección – porque aquel mismo día fue conocida una condena del Tribunal Supremo contra el director de EL PAÍS. Cebrián me dijo que no lo olvidaría. Le respondí que sí lo haría y que yo sólo cumplía con mi deber profesional.

No puedo creer que tengan que ver sus sucesivas presencias en ‘La Clave’ con la visceralidad de EL PAÍS contra mí de bastante tiempo a esta parte; ni con la media verdad – es decir, la falsedad – de tantos datos entre los que me atribuye, aprovechando, sobre todo, las épocas en que parece que yo no tengo medios de respuesta. ¡Elegancia y valor se llama esa figura!.

Cebrián sabe muy bien que yo no soy ‘locutor’, no sólo porque sí que lo sería pésimo’, sino porque pertenecimos a la misma promoción de periodismo, aunque yo acabara normalmente en junio y el tuviera que esperar un poco más. Tampoco puedo creer que se deba al hecho de que yo fuera elegido – y no designado – delegado por votación de todos los alumnos, primer organizador de un amago de huelga en la Escuela Oficial de Periodismo y editorialista de PUEBLO de entonces – y no redactor – sin necesidad de avales paternos. En cualquier caso, me entristece (por la imagen de los periodistas que puedan entresacar los lectores) que el periódico que dirige uno de los últimos directores de los Servicios Informativos de TVE en el régimen anterior se permita enjuiciar con tanta suficiencia la labor de uno de los primeros de este régimen. El primero (y efímero) del poder socialista, por supuesto. También me niego a relacionar tan reiterado comporamient con otros asuntos privados, aunque no los eludiría si alguien tuviese el mal gusto de forzarme.

Más de un lector se preguntará por qué envío esta aclaración a ABC y no a EL PAÍS. Sencilla explicación: colaboradores y amigos de ‘La Clave’ me han enviado copias de cartas dirigidas a EL PAÍS, rectificando datos falsos y jamás publicadas. De otras censuras en tal periódico tengo pruebas. Algunos no protestan, por miedo. Yo no lo tengo. Cuando me quede sin otro medio de defensa escribiré con tiza en las paredes.

José Luis Balbín

El Análisis

NADA HA CAMBIADO, NI TENÍA POR QUÉ HACERLO

JF Lamata

Un canal de televisión no se antoja como algo fácil de manejar, puesto que cada presentador de programa querrá que ‘en su parcela’ quede claro que manda él (como en todas las empresas), si el patrón no ejerce como tal. Por tanto, las reglas del juego incluyen que el Director General de RTVE tenga algo que decir ante el contenido de los espacios, programarlos y retirarlos. Por tanto que el Sr. Calviño decidiera suprimir ‘La Clave’ – ya fuera por decisión propia o atendiendo peticiones políticas – entraba dentro de sus competencias.

En lo que se refiere a lo simbología, en el fondo el PSOE hizo una gran favor a ‘La Clave’ por que no había nada más honorable para el programa del Sr. Balbín que dar la impresión de que desaparecía ‘por haberse enfrentado al poder’. El nacimiento de los canales privados causaría el retorno de ‘La Clave’ – que oportunamente el presentador había registrado a su nombre – pero nunca recuperaría la repercusión que tenía en el momento de su retirada de RTVE. La cadena pública no volvería a tener un programa de debates hasta la llegada de ‘Derecho a Discrepar’ en 1987 ya con Doña Pilar Miró como Directora General de RTVE, en vez del Sr. Calviño.

En aquel último programa el Sr. Balbín comparó lo pasado con el ‘régimen anterior’ y más adelante diría que ‘no hay libertad, hay sólo parcelas de libertad y eso también lo había en el régimen anterior, por lo que nada ha cambiado’. Tenía razón el Sr. Balbín, pero es que nada tenía por qué cambiar. Es inevitable que en los canales existan jefes que supriman programas. En el caso de RTVE, los jefes los designa el Gobierno, ya sea la TVE de 1985, de 1995 o la de 1970, la diferencia es que el Gobierno de 1970 era un Gobierno dictatorial y el de 1985 era un Gobierno elegido democráticamente, y era eso lo que tenía que cambiar y ya había cambiado. Lo demás, seguiría igual. Jefes deciden que programas se siguen emitiendo y cuales no.

J. F. Lamata