10 diciembre 1976

Indignación en la derecha por la reaparición del que ellos llaman 'genocida de Paracuellos'

El líder del PCE Santiago Carrillo (Prófugo) da una rueda de prensa en Madrid demostrando que está en España

Hechos

El 10 de diciembre de 1976 el Secretario General del PCE – formación ilegal – D. Santiago Carrillo, dio una rueda de prensa en España demostrando que estaba en aquel país.

Lecturas

El 10 de diciembre de 1976 el secretario general del ilegal Partido Comunista España (PCE), D. Santiago Carrillo Solares, da una rueda de prensa en Madrid para demostrar que está en España a pesar de carecer de pasaporte legal desde que huyó de España ante el triunfo franquista en la Guerra Civil española.

El Sr. Carrillo Solares ha tomado esta medida para evitar la pérdida de protagonismo del PCE que había supuesto la celebración fastuosa del 27º Congreso del PSOE Renovado los 6, 7 y 8 de diciembre de 1976.

El Sr. Carrillo Solares no será detenido por la policía hasta el 22 de diciembre de 1976.


CONFIRMADA LA VERACIDAD DE LOS VÍDEOS PROPAGANDÍSTICOS DEL PCE

carrillo_coche_espana Meses atrás el PCE había difundido vídeos en el extranjero en los que se veía a D. Santiago Carrillo en coche por calles madrileñas insistiendo en que su líder estaba en España. El Gobierno insistió entonces que eran vídeos manipulados. La Rueda de prensa corrobora cual era la verdad.

carrillo_pais_alcazar Los principales medios de comunicación se hicieron eco de la presencia del Sr. Carrillo en Madrid en sus portadas.

11 Diciembre 1976

Santiago Carrillo, en Madrid: "No me marcharé hasta que el Gobierno me dé un pasaporte"

Joaquín Prieto

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«Estoy en Madrid desde el 7 de febrero pasado. He salido de España tres o cuatro veces desde entonces, por obligaciones propias de mi cargo. Pero ahora he decidido que no volveré a marcharme hasta que el Gobierno me dé un pasaporte con el que pueda hacerlo legalmente.» Quien pronunciaba ayer estas palabras era -Santiago Carrillo, secretario general del PCE, en un local situado a doscientos metros escasos de la sede de la Organización Sindical, en el corazón de Madrid. Setenta periodistas nacionales y extranjeros escuchaban sus palabras, tras un complicado sistema de citas previas y viajes por Madrid, que condujeron a los informadores hacia el lugar en cuestión. La presencia de la policía, si es que había policía, pasó inadvertida.

Los periodistas estaban movilizados desde las nueve de la mañana.

En la calle Felipe II, cercanías de la plaza de Colón, diferentes representantes de medios informativos habían recibido citas previas a diferentes horas para una rueda de prensa bastante especial. La idea de que Santiago Carrillo era el objeto de esa expectación se confirmó plenamente en las citas previas.

En pequeños grupos, los periodistas fueron trasladados al lugar elegido para el acto especial. Debió haber algún fallo en la organización de la cita previa de Colón —varias docenas de policías vigilaban dicho lugar, al parecer, en relación con la celebración del Consejo de Ministros en la cercana Castellana, 3—, y no hubo coches suficientes para trasladar a todos los periodistas. Dos de ellos tuvieron que tomar un taxi hasta un determinado lugar del sur de la ciudad, donde cambiaron de taxi para un nuevo trayecto.

Silenciosos acompañantes, un tanto nerviosos en ocasiones, dirigí las operaciones correspondientes en cada uno de los trayectos. Todos los coches dieron varias vueltas por Madrid —según se supo después— antes de llegar a su destino, y en oleadas sucesivas fueron llegando periodistas hasta llenar completamente el local, situado en una casa sin amueblar —apenas unas sillas de madera—, y cuyo suelo mostraba señales de yeso y pintura reciente.

Hacia las once y medía, aproximadamente, habían llegado la totalidad de los periodistas que asistirían a la rueda. La espera continuaba, y la curiosidad crecía. Algunos informadores habían pedido permiso para observar la llegada de Carrillo desde las ventanas —uno aventuró la posibilidad de situarse en el portal—, lo que no fue concedido por lógicas medidas de seguridad.

A las 12.l6 de la mañana se abrió la puerta nuevamente; docenas de flashes fueron disparados inmediatamente sobre el hueco de la puerta, y en ella apareció Santiago Carrillo, quitándose la gabardina y esbozando una sonrisa, mientras daba los buenos días a los informadores.

Seguidamente agregó: «Perdonen ustedes que les haya hecho espetar, pero ya comprenden mis circunstancias.» No pudo pronunciar una palabra más en los cinco minutos siguientes, porque los informadores gráficos y cámaras de televisión disparaban sus cámaras frenéticamente. Ligeramente sonriente, Carrillo permanecía de pie, rodeado por altos cargos del PCE —Azcárate, Tamames, López Raimundo, Santiago Álvarez. Jaime Ballesteros, Pilar Bravo y otros—en medio de la muralla fotográfica. Detrás de ella, los demás periodistas alzaban sus cuellos todo lo posible para cerciorarse de que, efectivamente, estaban en presencia del secretario general del Partido Comunista.

A continuación, Carrillo dio lectura a una declaración. Comenzó refiriéndose a la abstención en el referéndum preconizada por el PCE y la mayor parte de la Oposición democrática. El motivo de la misma es que «la reforma no es la democracia, ni la soberanía del pueblo. Ya lo dice uno de los slogans con que nos abruma la televisión: Sólo se reforma lo que se quiere conservar. Tomado al pie de la letra: Se reforma el franquismo, para conservarle. A eso, los demócratas no podemos decir sí. Tampoco podemos decir no, para no confundirnos con la minoría ultra.

Por otro lado, votar en blanco es inhibirse. En consecuencia, la única actitud demostrativa de nuestra voluntad democrática es la abstención».

«Si aceptamos el trágala de la parodia referendaria, ¿quién garantiza a los españoles que las elecciones no van a ser otro trámite, otra parodia? Y así resultaríamos cornudos en el referéndum y apaleados en las elecciones.»

Tras insistir en que la libertad es indivisible, la declaración rechaza que sea el Ejército el que se oponga a la legalización del PCE.

Finalmente, la declaración indica que el PCE retira su oposición al establecimiento de relaciones democrática entre España y los países comunistas del Este de Europa, así como con México. «Al proceder esta manera, el Partido Comunista ofrece nuevamente un gajo de su voluntad de realizar una política constructiva en lo que debiera ser el comienzo de una nueva etapa de convivencia y reconciliación en la vida nacional.»

Respuestas de Carrillo

Participación del PCE en las elecciones. — Por el momento, este partido piensa presentarse sólo a las elecciones —es decir, con listas propias—, lo que no desmiente la posibilidad, si se crearan las condiciones favorables de una alianza con otros. En enero, el PCE piensa designar 15.000 interventores para las mesas electorales en toda España.

Pacto constitucional. — Si esta proposición significa que las fuerzas democráticas deben comprometerse, desde ahora, a colaborar en las Cortes hasta el logro de una nueva Constitución, esa posición coincide con la del PCE desde que se fundó la Junta Democrática.

Pacto social. — Yo no atribuyo la responsabilidad de la crisis económica a este Gobierno, sino al régimen franquista, en general, y a la coyuntura internacional en Occidente. El Gobierno tendría responsabilidad en la crisis si deja fuera de la legalidad a partidos obreros, y el nuestro es representativo de una gran parte de la clase trabajadora. Nosotros no hablamos de pacto social, es un término desprestigiado. Hace falta un acuerdo entre las fuerzas obreras y los capitalistas inteligentes para elaborar un plan económico progresivo a tres o cuatro años, que permita solucionar los problemas.

No amenaza a nadie, pero si eso no se hace, la clase obrera no jugará, y la situación de nuestro país podría ser muy, muy grave.

Actitud ante el Rey. — Nosotros no hemos aprobado la forma en que el Rey ha ocupado el Trono.

Pero el Rey está ahí, es una realidad. Si la mayoría del pueblo se pronuncia por una Monarquía Constitucional y parlamentaria, acataremos la decisión del pueblo.

Si el Rey considerara necesario un Gobierno de consenso democrático, el Partido Comunista no tendría dificultades para participar. Yo estaría dispuesto a entrevistarme con el Rey.

¿Tiene usted miedo?—Yo no soy un héroe, pero uno de los gajes de este oficio es que pueden matarle a uno, como a Grimau y tantos otros. Si no me protege el Gobierno, espero que pueda protegerme yo mismo. Existe la posibilidad de que vengan a matarme, pero es posible que alguien caiga antes.

Comisión negociadora. — El representante del Partido Comunista en la comisión negociadora de la oposición con el Gobierno soy yo. Simón Sánchez Montero es mi reemplazante. En cuanto yo pueda ir sin peligro de que se me detenga —porque como comprenderán ustedes no tengo ningún interés en ir a Carabanchel; no podría trabajar para mi partido—, es natural que el que asista sea yo.

Sobre la distinción entre negociadores e interlocutores, dijo: «Si alguien piensa que el Partido Comunista va a estar en la comisión negociadora con un convidado de piedra, se equivoca. Abandonaremos la comisión negociadora y salvaremos nuestra responsabilidad, lo cual colocaría a la Oposición en entredicho y cuestionaría la primera condición de los organismos democráticos, esto es, la igualdad de todos los partidos. Ya hemos hecho bastantes concesiones nombrando un sustituto.»

¿Antecedentes penales?—Sí, claro que los tengo. He estado preso un año y medio durante la República, y procesado tres o cuatro veces también en la República. Ustedes recuerdan que en Francia todos los resistentes eran considerados asesinos yo he sido aquí, durante cuarenta años, un resistente, y todavía hay gente que no se da cuenta de que ha terminado el franquismo y emplea igual terminología que en el período de la resistencia. Añadió que la campaña contra él es sospechosamente reciente.

¿Se retiraría Carrillo si constituyera un problema para la legalización del PC?—El Partido Comunista no pacta con nadie su dirección ni su política. Los dirigentes nos entendemos muy bien, estamos muy identificados. Nadie ha planteado que yo deba marcharme. Si me lo dicen, me iré también podría irme yo. Por mi edad y por haber vivido una larga experiencia política en la dirección del partido, uno de los hombres más experimentados soy yo. Algunos piensan que no estaría mal eliminar a un animal político, como se me considera por ahí en ciertos medios, a ver si el que me reemplaza es más débil más flojo.

¿Respetaría la economía de mercado?—En síntesis, dijo que el PCE defiende, en la vía democrática, la integración en la planificación económica no sólo de los grandes monopolios, y de las fuentes energéticas, sino también de un amplio sector de la pequeña y mediana empresa. «La economía de mercado va a subsistir durante mucho tiempo», dijo también.

¿Como vive ahora, y como piensa vivir a partir de ahora?—Mi modo de vida va a ser el mismo que hasta hoy: ilegal. Tengo varios domicilios en Madrid. No he notado vigilancia especial por parte de la policía. Estoy escribiendo un libro sobre el problema del Estado en la perspectiva de la vía eurocomunista.

Finalizada la conferencia de prensa —minutos antes de las dos de la tarde—, Carrillo se despidió de los presentes, abandonando el local.

11 Diciembre 1976

EL GOBIERNO, EN ENTREDICHO

EL ALCÁZAR (Director: Antonio Gibello)

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Se mire por donde se mire, la impunidad con que Santiago Carrillo – responsable directo del genocidio de Paracuellos, en donde murieron asesinados más de diez mil presos políticos durante el mes de noviembre de 1936 – celebró ayer en Madrid su conferencia de prensa, pone la autoridad del Gobierno al pie de los ccaballos. La audacia del dirigente comunista sólo tiene parangón con la ineptitud gubernamental. La declaración del Subsecretario de Gobernación responsable de Orden Público constituye una de las perlas más exquisitas producidas en los últimos tiempos. Mientras que Carrillo se jacta de estar en Madrid desde febrero de este año, los responsables de Orden Público aseguran que su posición no ha variado respecto a él. Tamaño reconocimiento de ineficacia no tiene antecedente conocido. Más aún, cuando esa declaración es la única reacción pública y oficial que se conoce del Gobierno, que pese a estar reunido desde primeras horas de la mañana, en su referencia ignora el hecho – en cualquier caso políticamente noticiable – de la presencia de Carrillo. Tal silencio, entendemos, sólo puede tener un explicación: o el Gobierno trata con su mutismo la sensación de que ignoraba la estancia de Carrillo en Madrid, o tal presencia, detectada desde largo tiempo atrás, está pactada a nivel gubernamental con el Partido Comunista.

En cualquiera de los dos supuestos – y no se nos ocurren otros porque sabemos de la gran eficacia de la Policía española y no nos podemos ‘tragar’ la rueda de molino de que esa no supiera las andanzas del dirigente comunista – un hecho político de tal naturalezza, cuando están aún frescas en la memoria de los periodistas las palabras del ministro de la Gobernación: ‘son ilegales el PC y todos los partidos que están a su izquierda’, pone al Gobierno en entredicho. Lo que ocurriría normalmente en una situación semejante con un Gobierno normal, en una situación semejante, lo sabemos todos. Barrido por el ridículo, el Gobierno dimitiría para salvar su dignididad. Y en cualquier caso, el ministro de la Gobernación quedaría deshauciado para el ejercicio del POder. Claro que nos referimso a una nación normal, con un Gobierno normal y con deseos de salvar su dignidad. Y es notorio que España, desde el 20 de noviembre de 1975, ha dejado de ser una nación normal.

11 Diciembre 1976

QUÉ SE EXPLIQUE EL GOBIERNO

ABC (Director: José Luis Cebrián Boné)

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Ayer se producía en Madrid un hecho absolutamente insólito: Santiago Carrillo, supremo dirigente del Partido Comunista, se reunía en acto casi público con los medios informativos para lanzar, con audacia, una ofensiva política frontal contra la ley española. Lo insólito, nos apresuramos a decirlo, no es la actitud de desafío del dirigente marxista. Lo insólito es que la audacia del señor Carrillo no haya desembocado, por mínima y solvente aplicación de la ley, donde debía acabar: en la Dirección General de Seguridad. En síntesis:

No llegamos a comprender cómo ha sido posible la conferencia de prensa de Santiago Carrillo.

No consideramos válido, por insuficiente y falaz, el análisis del dirigente comunista sobre las alternativas que se ofrecen en el referéndum.

Puede decirse, en conclusión, que la convivencia nacional no se consolidará mientras la izquierda no se emancipe del comunismo.

Creemos que las únicas salidas hacia la verdadera democracia en España son las que logren articular en diálogo las fuerzas políticas acreedoras de la libertad. Y no aquellas que,como la representada por Carrillo,sólo tienen ante la libertad deudas y responsabilidades insalvables.

11 Diciembre 1976

UN CIUDADANO BUSCADO POR LA AUTORIDAD JUDICIAL

ARRIBA (Director: Alejandro Armesto)

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Nuestra actitud ante su aparición pública en una rueda de prensa clandestina es la misma actitud que mantendríamos ante las declaraciones de cualquier otra persona que esté fuera de la ley. Ni una línea más de alarma, ni un céntimo menos de noticia. Sin embargo, el citado secretario general del PCE, en la declaración que leyó a los periodistas y en la rueda de prensa que con ellos mantuvo, adoptó una actitud de hombre público de oposición, que es necesario puntualizar en lo que supone un desafío, de golpe de audacia y de dudosas autoimputaciones de prometedor de la democracia. En primer lugar, el secretario del PCE justificó la posición de su partido en favor de la abstención en el referéndum, al mismo tiempo que anunciaba la estrategia electoral que seguirá.

Es la gran contradicción del PCE; la gran contradicción de un partido que habla «en democracia», pero no la hace posible en ninguno de los países donde gobierna; la gran contradicción de quien quiere ofrecer ahora soluciones válidas para el futuro, pero no consiguió hacerlo cuando tenía el poder en sus manos.

No es honrado negarle credibilidad democrática a un equipo gestor que nos está situando en la democracia, cuando quien lo hace es militante de un grupo que tiene como principio la «dictadura del proletariado». No es patriótico, ni siquiera mínimamente decente, chantajear a una sociedad madura con el arma de presionar para que no haya relaciones diplomáticas con España en los países gobernados por comunistas. Quien eso hace por una simple cuestión personal, frente a las cuestiones personales de treinta y cinco millones de españoles, está dando una pobre imagen de egoísmo que no habíamos advertido, por el momento, en ninguno de los demás líderes del PCE.

12 Diciembre 1976

CARRILLO EN MADRID

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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La conferencia de prensa convocada, a plena luz, por Santiago Carrillo en Madrid ha conseguido el objetivo que seguramente se proponía: desafiar al Gobierno en un terreno desfavorable para éste. Porque lo cierto es que la clandestinidad forzosa a la que se ve condenado el Secretario General del Partido Comunista no tiene justificación jurídica ni política.¿Se puede negar a un español, sea cual sea su condición, el regreso a su país? En el derecho español existe, ciertamente, la pena de extrañamiento, pero su aplicación exige sentencia firme y sólo alcanza al tiempo de la condena; la pérdida de la nacionalidad no es aplicable más que a extranjeros naturalizados. En cuanto a las eventuales responsabilidades penales de Santiago Carrillo por los fusilamientos de noviembre de 1936 en Paracuellos del Jarama, ni siquiera procede su esclarecimiento en virtud de la prescripción de las responsabilidades y de la amnistía.

Pero ni siquiera hay congruencia entre los propósitos que presumiblemente guían al Gobierno y los medios elegidos para instrumentarlos.

Si se quiere combatir o destruir la imagen pública de Santiago Carrillo, no podía haberse escogido peor camino. El historial del actual secretario general del Partido Comunista no abunda en hazañas épicas o en contribuciones teóricas que faciliten ese «culto a la personalidad» tan habitual en los dirigentes comunistas. Esta casi vodevilesca clandestinidad, que le convierte en una especie de Fantomas, ha regalado un aura de misterio, arrojo y aventura a quien hasta ahora no la tuvo ni dentro ni fuera de su partido.

Si el Gobierno quiere que Santiago Carrillo deje de ser el máximo dirigente de su partido difícilmente habría podido escoger un procedimiento más equivocado. El cierre de filas de los militantes comunistas en torno a su Secretario General ha sido la respuesta lógica.

Finalmente, los meses transcurridos han dejado también sin validez los argumentos de prudencia política, que presagiaban una airada reacción ciudadana ante la aparición pública de dirigentes comunistas. La presencia en la vida diaria del país de López Raimundo, Santiago Alvarez, Ignacio Gallego o Manuel Azcárate son la mejor prueba de que una cauta dosificación de la vacuna ha inmunizado ya a la sociedad española.

Conceder a Santiago Carrillo, tras esa experiencia, un estatuto especial y dejar entrever veladamente que se teme oficialmente por su vida servirá tan solo para que el propio interesado incorpore a su naciente leyenda el papel de héroe del Lejano Oeste al afirmar -como en la rueda de prensa- que si van a matarle es posible que alguien caiga antes.

04 Diciembre 1976

¿NEGOCIAR CON EL PARTIDO COMUNISTA?

José María Ruiz Gallardón

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Admitir al PCE, como interlocutor válido supone la negación de la Historia; atenta a los fundamentos sociológicos del Estado español; y casi podría decirse que tal hecho equivaldría a situarse en las vísperas del 18 de julio de 1936.

Hasta hoy no he querido escribir sobre el tema. -Se anunciaba., a bombo y platillo, que en la Comisión negociadora que va, dentro de poco, a sentarse con el presidente Suárez habría un miembro del «Partido Comunista». Ayer ABC publicaba en exclusiva la noticia d« que «el Gobierno no negociará con una Comisión en la que esté representado el Partido Comunista». Y no podía ser de otra manera.

Para fundar tai aserto sobran —por una vez— todas las razones «legales» —¡Extraídas de las leyes vigentes—, cuya claridad, cuya lógica y cuya rotundidad son de sobra conocidas. Basta fundarse en el concepto de legitimidad, que es más importante. Admitir al PCE, como interlocutor válido supone la negación de la Historia; atenta a los fundamentos sociológicos del Estado español; y casi podría decirse que tal hecho equivaldría a situarse en las vísperas del 18 de julio de 1936.

Y como este Gobierno —precisamente este Gobierno— no trae su legitimidad del que en aquellas fechas presidía el señor Casares Quiroga, ni de la Constitución Republicana, sino muy por el contrario, el Movimiento que frente a aquello se levantó, un acto de reconocimiento por parte del señor Suárez del «Partido Comunista» de España no sería un signo de reconciliación: sería un fruto, logrado, de triunfo y desquite por quienes estuvieron implicados en el asesinato de don José Calvo Sotelo, los mismos que empezaron (antes de cumplirse un mes de vida de la República) por quemar, el 11 de mayo de 1931, iglesias y convenios; los herederos universales de quienes perseguían a los ciudadanos por gritar ¡Viva España!; aquellos que insultaban en el Parlamento al abuelo del Rey Don Juan Carlos. Seria, pura y simplemente, y ya lo he dicho, la negación de la legitimidad de nuestro Estado. Para eso no tiene facultades este Gobierno, Necesitaría, por lo menos, un mandato expreso del pueblo para desmontar el Orden Institucional. y no lo tiene.

Se puede estar contra usos y abusos de la etapa franquista, se puede —y yo lo hago— apostar por un mañana democrático, se puede instar a que quienes acepten esa legitimidad democrática entren, superando el pasado, en el ancho marco de la convivencia española; pero, lo repito, superando el pasado. Lo imposible, lo ilegítimo es dinamitar la Historia. No es lícito que parezca que se juega con la sangre de quienes murieron por la Patria. Esa sangre no es mercadería ni es negociable.

Las Instituciones franquistas, oficiales y no oficiales, han dado los pasos necesarios para que en España impere un régimen democrático: allí está el resultado de las últimas Cortes, ahí está el Referéndum. Pero no se ha de llegar .al extremo de entregar el futuro—por la puerta falsa de la progresiva e incesante cesión— a quienes repudian la democracia, a quienes salieron derrotados para siempre y ahora pretenden negociar el cómo y el hasta dónde de su desquite. Ese entreguismo, esa negociación se terminó el día en que el Ejercito español- dijo basta hace más de cuarenta años.

El señor Suárez, por su edad, no vivió aquella historia porque era muy niño. Yo también lo era. Y la mayoría de los españoles de hoy. Pero el señor Suárez tiene —ha de tener—, como todos, conocimiento y memoria bastantes como para saber con quién no puede negociar nada, absolutamente nada, desde la legitimidad que mantiene su propia y alta magistratura.

José María Ruiz Gallardón