Se desvela el ‘affaire’ de Pantoja con el alcalde de Marbella, Julián Muñoz, mientras su ex Diego demanda a Jesús Mariñas (LA RAZÓN)

Un dineral, presuponen sin exageración. La actual campaña propagandística de Julián Muñoz para renovar su puesto en la alcaldía marbellera supera todos los presupuestos y desborda los cálculos. Su relación afinidad o rollo – que me parece un disparate, una presunción por ella no confirmada – superó inclusos sus cálculos más optimistas. Día a día, programa a programa, incluso acaparando portadas o bien esquivando con declaraciones de Maite Zaldívar, o también a través de un cuñado que opina tanto como la hija mayor aportada por la engañada de su primer matrimonio con un Guardia Civil. Con Julián hubo otra, igualmente amparadora de la contestadora y peleona madre. Marbella parece que acoge favorablemente la posible – me sigue pareciendo imposible – relación del alcalde y la tonadillera, viuda de España desde que desapareció Paquirri. Siempre en medio de turbulencias sentimentales – lo de Diego nunca se aclaró y parece que el despachado proyecta ir largando que cobraba 400.000 pesetas mensuales por facturarle el equipaje y servirle de apaño circunstancia – Isabel Pantoja no precisa colaborar en montajes como podría ser éste, de apoyo a la candidatura de Julián Muñoz. Anda sorprendido por la conmoción e impacto periodístico, ojalá no resulte ser un boomerang para uno y otra. Pero lo cierto es que han desplazado del colorín a otros políticos de mérito como Ruiz Gallardón o Trini en Madrid. Pocos conocen que, por encima de la presunta rivalidad, está su parentesco: sus padres son primos y el aún presidente desciende del conde de Casas Rojas. Además, uno de sus abuelos marido con Aitana Alberti, hija única del poeta. Fue un matrimonio visto y no visto muy en la bohemia del antecesor Pepito Jiménez Rosado.

Ni Muñoz precisa de manager, porque la campaña le ha salido barata, incluso considerando los posibles 120 millones de pelas que haya podido costar el apartamento 107 de GUaldalpín. FUe escriturado el pasado 20 de marzo a nombre de Franbes Artist S. L. que se supone que es una empresa recordando a Francisco e Isabel. Tiene 181 metros cuadrados construidos y está sin carga, limpio de polvo – se supone — y paja. Dos pisos más arriba cobija su pena la sin embargo combativa Maite Zaldívar. Y eso de pelear, pocos como estos representantes nada circunstanciales, casi diablos cojuclos.

No salgo del asombro al saber que ante la marcha de Asdrúbal a ‘La isla de los famossos’, una ocntratadora se lo ofreció a ‘Tómbola’. Pedía mucho menos de lo que el cubano ya había pactado con esa madre de todas las batallas y copias televisivas, aunque de menos gracia y no tan incisiva.

– Pero si ya hemos contactado con él por bastante menos – argumentaron sorprendidos ante la intromisión.

Picaresca

Fue similar a lo de otro barcelonés de cuyo nombre no pienso acordarme, me puede la amistad. Pero, ante el auge y desborde del caso Imperio Argentina, se auto convirtió en mediador de su nieta Tere, que la tiene recogida en su piso de Torremolinos. Mientras ella había concretado 8.000 euros por intervención, el recién llegado la ofreció a tres millones de pesetas. Por si colaba, que no coló. Algo diferente fue lo de Patricia Conde en los últimos días: sin respetar lo que debe mediar entre una aparición pública y otra su representante – no sé si puede llamársele así – la vendió primero a un enfrentamiento de pádel con Anne Igartiburu y, poco después, a unos que la pretendían para promocionar una marca de cereales. ¿Resultado? Quee un contrato pisó al otro y fueron pocas las fotos de Patricia, muda acerca de su ruptura con Carlos Moya. Picaresca se le llamaba a esto, menudos casos. O cacos.

Jesús Mariñas