11 agosto 2019

Tenía una isla que era un paraíso de mujeres, aunque muchas de ellas eran emnores de edad

Se suicida el millonario acusado de abuso de menores Jeffrey Epstein en un escándalo que salpicaba a Clinton, Trump y el príncipe Andrés

Hechos

El 10 de agosto de 2019 Jeffrey Epstein murió ahorcado en la celda de su prisión de Nueva York, en Estados Unidos de América.

08 Diciembre 2018

EL DEPREDADOR SEXUAL DE NIÑAS CON AMIGOS VIPS

Marta Torres

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JEFFREY EPSTEIN ERA EL SEÑOR RARO DE pelo gris. Se había corrido la voz entre las adolescentes del instituto del condado, Royal Palm Beach, que por ir a su mansión rosa de la prestigiosa y exclusiva Palm Beach (Florida) y darle un masaje podían ganar 200 o 300 dólares. Pero resultaba no ser sólo un masaje. Su modus operandi era siempre el mismo: el millonario Epstein aparecía desnudo con una toalla blanca. Les pedía que le tocaran o, a veces, él las tocaba a ellas. Un depredador sexual al que la Policía de Palm Beach empezó a seguir la pista en 2004 pero que se les había escapado a pesar de las pruebas irrefutables: alrededor de 80 testimonios similares de mujeres de las que había abusado hace dos décadas. Sobre todo buscaba las que venían de hogares pobres o familias desestructuradas. Las tocaba. Las desnudaba. Las violaba. Algunas tenían sólo 15 años.

Su táctica para mantenerse por encima de la ley fue simple: contratar a los mejores abogados de Washington con el mayor número de contactos políticos. Su favorito, Kenneth Starr, icono republicano cuya investigación sobre el escándalo Whitewater contra Bill Clinton derivó en el impeachment (moción de censura) al presidente. Siempre tuvo cerca a Jay Lefkowitz, consejero de política y enviado a Corea del Norte de George W. Bush. Mientras, en su avión privado viajaron a Sudáfrica el ex presidente Clinton, el actor Kevin Spacey o el cómico Chris Tucker por uno de los proyectos de cooperación del demócrata.

El pasado martes, Epstein volvió a librarse de la cárcel en un nuevo juicio después de llegar (otra vez) a un acuerdo. Durante estos días, el periódico Miami Herald ha publicado reportajes donde se recoge cómo antes de la era del #MeToo, Epstein, con una red de colaboradores, conseguía satisfacer sus necesidades de depredador sexual sin consecuencias. Su mayordomo pagaba a las adolescentes. Su secretaria le concertaba las citas. Su abogado le sacaba de los problemas.

El relato de Virginia Roberts resalta entre los más estremecedores. Cuando tenía 16 años empezó a trabajar en el vestuario del spa de Mar-a-Lago en Palm Beach (Florida) del presidente Donald Trump. Su padre estaba en mantenimiento del complejo de lujo. Allí conoció a Ghislaine Maxwell, hija del magnate británico Robert Maxwell, que le ofreció un trabajo como masajista para Epstein. Después de su primer día, Maxwell, conocida como la «madame», y Epstein, empezaron a tocarla. Luego, la obligaron a ella a tocarles. Al día siguiente quería que se lo hiciera a otros. Políticos. Famosos. Después le pidieron que tuviese relaciones sexuales con su amigo, el príncipe Andrés de Inglaterra, hecho negado por el royal británico. Según Roberts, hasta en tres ocasiones tuvo relaciones sexuales con el hijo de la reina Isabel: una en Londres cuando tenía 17 años, otra en Nueva York, también con 17, y otra en una orgía en la que también participó Epstein, cuando ya tenía 18 años. Fue el millonario quien le pidió que llevase amigas. Cuanto más jóvenes, mejor. De 13, 14, 15 años… De 19, le parecían viejas.

Cuando en 2007, el fiscal de Miami, Alexander Acosta, ahora secretario de Trabajo de la Administración Trump, preparaba el caso contra Jeffrey Epstein, su abogado, Jay Lefkowitz, le llamó por teléfono para intentar llegar a un acuerdo. Sabía que su cliente, sospechoso de forzar a más de 80 adolescentes, podía pasar el resto de su vida en la cárcel. Consiguió que Acosta abandonase los cargos más graves. A cambio Epstein se convirtió en testigo clave en un caso de fraude contra dos ejecutivos de la compañía de inversión Bear Stearns. Un regalo. Ahora sus supuestas víctimas han presentado nuevas denuncias.

Hijo de un trabajador del Departamento de Parques de Nueva York, estudió en la Escuela Cooper Union de Ciencias y Arte. Después Física en la Universidad. Empezó a trabajar como profesor en la academia privada de élite Dalton del barrio residencial del Upper East Side. El padre de uno de sus alumnos le ofreció un trabajo en Wall Street. En Bear Stearns, empezó a utilizar fórmulas matemáticas y algoritmos para valorar la información financiera y las tendencias. Después se convirtió en asesor del fundador de Victoria’s Secret, Leslie Wexner, al que ayudó a comprarse una mansión de siete alturas.

Años más tarde, adquirió un rancho, que llamó Zorro, en Nuevo México; una isla, Pequeño San Jaime, en las Vírgenes; una casa en Florida de 13 millones de dólares y un avión, al que la prensa llamaba Lolita Express, donde, supuestamente, tenían lugar sus fiestas sexuales con adolescentes.

11 Agosto 2019

El millonario Epstein, acusado de explotación de menores, se suicida

Pablo Pardo

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Jeffrey Epstein, el financiero y gestor de hedge funds detenido en EEUU hace cinco semanas por tráfico de menores, fue hallado ayer muerto en su celda. El suicidio del magnate ocurre horas después de que se publicaran documentos de su proceso judicial.

«Tiene una profesora para ti que te puede enseñar a hablar ruso. Tiene dos por ocho años de edad, no es rubia, las clases son gratis, y puedes tenerla hoy si quieres». Ése es uno de los mensajes del móvil de Jeffrey Epstein, el financiero y gestor de hedge funds arrestado en EEUU hace cinco semanas por tráfico de menores cuyo cadáver fue encontrado ayer con una marca en el cuello en la celda en la que estaba internado en solitario en una prisión de alta seguridad en la ciudad de Nueva York.

El suicidio desató una considerable controversia, dado que Epstein ya había tratado de quitarse la vida tras ser arrestado. En aquella ocasión fue puesto en aislamiento y bajo medidas especiales, que incluyen la retirada de objetos como sábanas o prendas de vestir que puedan ser empleadas para hacer una soga. Hace pocos días, Epstein había salido de ese régimen, pero había sido mantenido incomunicado.

La lista de amigos de Epstein es como una Wikipedia de famosos. Y la lista de las personas a las que suministró –no está claro si gratis o pagando, o las dos cosas– mujeres –y, en particular, menores de edad– es casi igual de extensa. El alcance de la red de Epstein quedó claro horas antes del suicidio: las autoridades judiciales de EEUU publicaron 2.000 páginas de testimonios del proceso judicial en su contra que amplían la lista de clientes de su red de prostitución en círculos políticos y en Wall Street y dan detalles sobre cómo funcionaba ésta.

Ahora ya está claro, por ejemplo, que la mano derecha del financiero era una mujer: la británica Ghislaine Maxwell, hija del empresario británico de los medios de comunicación (y presunto agente del Mossad, el servicio de espionaje de Israel) Robert Maxwell, que murió ahogado en Canarias en 1992, dejando tras sí un gigante del periodismo que era en realidad un inmenso fraude y quebró pocos meses después.

Hasta ahora, entre los presuntos clientes de Epstein destacaba el príncipe Andrés de Inglaterra, que había sido acusado por Virginia Giuffre, una mujer de Florida de 35 años, de haber tenido relaciones sexuales con ella cuando la mujer era menor de edad y trabajaba para Epstein. Esas acusaciones –avaladas por una foto de Giuffre en la que el príncipe Andrés la agarra de la cintura en su casa, junto a Ghislaine Maxwell– provocaron la reducción de la agenda del miembro de la familia real.

Pero, desde ayer, la lista de acusados por Giuffre se ha ampliado. Entre ellos destaca el ex gobernador de Nuevo México, enviado especial para Corea del Norte con Bill Clinton, ex secretario de Energía con ese presidente, y ex candidato a la presidencia con el Partido Demócrata Bill Richardson. También está el ex senador demócrata, mediador en el proceso de paz en Irlanda de Norte, enviado de Barack Obama para Oriente Medio, y ex presidente de la mayor empresa de comunicación y entretenimiento del mundo, Disney, George Mitchell. Otro nombre relevante es el científico del Instituto Tecnológico de Massachusetts y padre de la Inteligencia Artificial Marvin Minsky.

Aunque acaso el nombre más llamativo sea el de Alan Dershowitz, un profesor de Harvard y abogado tradicionalmente demócrata, destacado defensor de Israel, que en los últimos años ha cambiado su afiliación política para convertirse en destacado partidario de Donald Trump. La implicación de Dershowitz es relevante porque el letrado formó parte del equipo jurídico de Epstein cuando éste fue procesado en 2007 por pederastia en Florida. Dentro de los detalles escabrosos de la declaración de Giuffre está haber practicado sexo oral a Dershowitz –que tiene 88 años– en una limusina en el Estado de Massachusetts, donde está la Universidad de Harvard.

Giuffre entró en la órbita de Epstein cuando comenzó a trabajar en el club de campo de Donald Trump en Mar-a-Lago, en Florida, en la época en la que éste y Epstein eran amigos. Allí, Maxwell la contrató para ejercer de «masajista» para el financiero en 2000, cuando tenía 16 años. El siguiente paso fue la entrada en la red de prostitución de Epstein y Maxwell. Epstein y Trump tuvieron una relación muy estrecha hasta que dejaron de hablarse hace más de una década. En su época de amigos, llegaron a celebrar una fiesta en Mar-a-Lago en la que ellos eran los únicos hombres, acompañados de 28 chicas. El presidente declaraba en aquella época que el financiero era «un tipo increíble; se dice que le gustan las mujeres todavía más que a mí, sobre todo tirando a jóvenes». También dijo que Epstein era una persona muy amable.

Pero el financiero y presunto proxeneta y pederasta era demócrata, no republicano. Fue uno de los mayores donantes de la fallida campaña presidencial de Hillary Clinton en 2008 y, pese a los desmentidos de éste, ha quedado claro que llevó a Bill Clinton en su avión privado forrado de piel de armiño en al menos siete viajes por todo el mundo. Otros amigos de Epstein son las estrellas de Hollywood Dustin Hoffman, Alec Baldwin, Ralph Fiennes, y Woody Allen; el cantante Phil Collins; y las estrellas del periodismo George Stephanopoulos (ex jefe de gabinete de Bill Clinton); y Charlie Rose (caído en desgracia en 2017 por su propio caso de abusos sexuales). También hay mujeres: Sarah Ferguson, duquesa de York, y ex esposa del Príncipe Andrés; la cantante de rock y viuda de Kurt Cobain, Courtney Love; y la periodista Katie Couric.

Ese caso legal ya ha tenido consecuencias políticas. Apenas una semana después del arresto de Epstein, el secretario de Trabajo de ese país, Alex Acosta, tuvo que dimitir. La razón es que Acosta fue quien, en su posición de fiscal en Miami, cerró el procesamiento de 2007 con un acuerdo judicial con Epstein en virtud del cual se cerraba la investigación contra el financiero por delitos sexuales, y se silenciaba a las víctimas. Epstein aceptó una condena de 18 meses de cárcel que sirvió en la prisión de Palm Beach, de la que fue puesto en libertad cinco meses antes de concluir la pena.

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LA POLITIZACIÓN DE UNA MUERTE

Investigación. El fiscal general de EEUU, Bill Barr, trató de politizar la muerte de Epstein al emitir un comunicado afirmando que ha ordenado una investigación e insinuando que podría haberse tratado de un asesinato.

Conspiración. La decisión de Barr parece destinada a animar a la conspiranoia en Twitter, Facebook y foros de internet que, bajo el hashtag #QAnon, insisten en que Epstein fue asesinado por orden de Hillary y Bill Clinton.

Conflicto de intereses. Barr tiene un conflicto de intereses: el Fiscal General trabajó para un bufet que defendió al financiero en su primer caso de pederastia, mientras que su padre le contrató para dar clases en una escuela de Manhattan.

17 Agosto 2019

JEFFREY EPSTEIN QUISO LA ALHAMBRA

Jaime Peñafiel

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La noticia de que Jeffrey Epstein, el financiero y archimillonario norteamericano, arrestado en una cárcel de alta seguridad de Nueva York, por tráfico de menores, se había suicidado, trajo a mi memoria la relación que tuvo con Granada, la ciudad en la que yo nací. Se había enamorado con tal fuerza de la Alhambra que contactó con un famoso y reconocidísimo arquitecto, para que realizara una reproducción exacta de los palacios nazaríes en sus posesiones de las Islas Vírgenes, concretamente en la isla Little Saint James, próxima a la de St. Thomas que junto a las de St. Croix y St. John forman las famosas Islas Vírgenes.

Fue en diciembre de 2001, cuando su avión privado, un 727, forrado de piel de armiño, aterrizaba en el aeropuerto de Granada. Dispuesto en su locura a desafiar sin necesidad la inteligencia del arquitecto granadino, Epstein era uno de esos locos a quien Júpiter le había dotado de muchas más pasiones de todo tipo que razón. Alojado en una de sus lujosas mansiones en St. Thomas, mi paisano debió estudiar, sobre el terreno en la Little St. James la desmesura del multimillonario de intentar que se construyera una Alhambra en el Caribe. Y llegó a la conclusión, con Schopenhauer, don Arturo, que «todo capricho, como el de Epstein, surgía de la imposición de la voluntad sobre el conocimiento. En este caso, total desconocimiento. Y aunque hubo más viajes, el arquitecto pensó que si el loco persistía en su locura, le volvería loco a él, por más que intentara razonarle. Pero ya se sabe que la razón es lo que más asusta a un loco. Si mi paisano decidió in situ que no iba construir los palacios nazaríes en la isla Little St. James, Jeffrey Epstein no se rindió y quiso visitarlos personalmente. Cuando su avión privado aterrizó en el aeropuerto granadino a las 8 de la mañana, una flota de seis Mercedes le aguardaban a pie de pista. Y mientras este séquito se dirigía a la Alhambra, el restaurante «La ruta del Veleta» preparaba dos kilos de angulas para llevarlas al «Boeing 727» . Horas después, el vuelo del multimillonario abandonaba mi ciudad sin llevarse ni tan siquiera el proyecto. La historia que he contado sucedió así, ¿ó de forma parecida? Más bien así. Exactamente así.

25 Agosto 2019

Los dos intereses de Jeffrey Epstein

Arcadi Espada

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Mi liberada:

 

Las metástasis de la actividad del financiero y delincuente sexual, Jeffrey Epstein, que murió de asfixia en una cárcel de Nueva York donde cumplía prisión preventiva por presunto tráfico sexual de menores, tiene un impacto menos conocido que la política (Bill Clinton, Donald Trump), pero de gran interés. Se trata de la ciencia, y más específicamente, del movimiento de la Tercera Cultura, agrupado en torno a John Brockman, fundador de la célebre página Edge, y agente literario de Richard Dawkins, Steven Pinker o Daniel Kahneman, entre otras decenas de notables escritores de ciencia. El primero en ocuparse con crédito y detalle del asunto fue Daniel Engber en Slate, en su artículo Las chicas siempre estuvieron cerca (Cómo era ser un científico en el círculo de Jeffrey Epstein). Las primeras líneas del artículo describen con inspirado laconismo los dos intereses que Epstein confesó a un viejo amigo: «Ciencia y coño». El segundo interés le dio graves problemas en 2008 cuando pasó más de un año en la cárcel de Palm Beach por tratar de prostituir a una menor.

Del caso arranca una de las primeras inquisiciones, en este caso por malas compañías, delito específico que los códigos penales están tardando demasiado en reconocer. El abogado de Epstein, Alan Dershowitz, pidió a Pinker, su amigo y colega en Harvard, un peritaje lingüístico como ya había hecho alguna que otra vez. Este delito se añade a otros dos: viajar con Epstein (y Dawkins y Dennett y Brockman y muchos otros) a una charla TED California, en 2002, o aparecer en una foto de la presentación del proyecto Orígenes, dirigido por el físico Lawrence Krauss y financiado por Epstein, en 2014. A la jauría le ha bastado con estos hechos para ladrar que ya no les extraña que Pinker dijera en sus libros, ¡con evidente ánimo autojustificatorio!, que la violación tenía que ver con el sexo. Para decirlo con las palabras de la directora de Quillette, Claire Lehmann: «Ahora persiguen a Pinker porque lo han fotografiado con Epstein y porque anteriormente hizo la observación de sentido común de que la violación tiene algo que ver con el sexo. Qué poca vergüenza».

Las acusaciones al físico Lawrence Krauss –que defendió a Epstein cuando fue condenado y que aceptó que financiara sus proyectos años después– son distintas: algunas mujeres lo acusan de manoseos y palabras inadecuadas. Este año se jubiló prematuramente de la Universidad de Arizona, porque ya era imposible seguir haciendo allí su trabajo. Marvin Minsky, pionero en Inteligencia Artificial, que murió hace tres años, se ha añadido a la lista: una mujer ha declarado ante el juez que en 2001, cuando tenía 17 años, le obligaron [sic] a tener relaciones sexuales con él en la casa de Epstein en las Islas Vírgenes. Joichi Ito, director del Media Lab del MIT, ha pedido perdón por haber aceptado dinero de Epstein en 2013. Y se ha comprometido a recaudarlo y a donarlo a organizaciones sin ánimo de lucro. El último entre los brights oscurecidos es John Brockman. Y lo ha traído a rastras uno de sus autores, Evgeny Morozov, que acaba de publicar un artículo en New Republic. Cabe decir, antes de describirlo, que la razón por la que Brockman tiene en su cuadra a Morozov debe de ser aquella del presidente Johnson, tan comentada estos meses a propósito de los pactos del Psoe y Podemos: «Prefiero que el indio esté dentro de la tienda meando hacia fuera, que fuera meando hacia dentro». Morozov, del que traté de leer El desengaño de Internet, es un joven puramente apocalíptico y paranoico, una especie de troll acientífico, y por lo tanto antagónico a la Tercera Cultura. Brockman le ha pagado anticipos por cuatro libros (dos sin publicar) y de su artículo en New Republic –donde demuestra con satisfacción que no quiso tratar a Epstein– se deduce que está preocupadísimo por el sucio propietario de este dinero suyo. No en vano, y según cálculos del Miami Herald, el delincuente donó a Edge más de 600.000 dólares a lo largo de más de una década. Hay que reconocer, sin embargo, que la solución que Morozov da a sus escrúpulos es creativa: pide a Brockman que cierre Edge pero que siga con la Agencia Literaria. Así nuestro cenizo no tendrá que devolver la pasta ni retorcer su ética con el peligro de que le pase lo mismo que al cuello de Epstein.

De los hechos descritos se deducirá la corrección del procedimiento. Uno que hace un peritaje –informal– para un colega; otro al que algunas mujeres –sin relación con Epstein– lo acusan de propasarse; uno más que tuvo presuntamente una relación con una menor a la que presuntamente obligaron, hace 18 años, y otros que aceptan dinero de un delincuente sexual para sus proyectos científicos. Esto del dinero merece una mínima demora. Que se sepa, el sucio era Epstein y no su dinero. Quiero decir que aunque no hay claridad sobre el modo en que obtenía su dinero –el propietario de Victoria’s Secret le acusó, por ejemplo, de estafarle–, no consta que proviniera de ningún tráfico sexual. Se supone también que hasta 2008, cuando fue condenado, era legítimo aceptar su dinero. La pregunta, que rige en especial para el MIT o el proyecto Orígenes de Krauss –los dos relativamente recientes– es cuándo volvió a ser legítimo. Si es que, naturalmente, puede volver a serlo y a 18 meses de cárcel por inducir a una menor a la prostitución no cabe aplicarles la prisión moral permanente. A estos crímenes se puede añadir que mucho antes de que Epstein fuera encausado invitó y tuvo relación frecuente con muchos científicos. Es célebre el encuentro en 2006 de un grupo de físicos y cosmólogos en las Islas Vírgenes para hablar de la gravedad: Stephen Hawkins, Frank Wilczek y Lisa Randall, entre otros, todos convocados por Krauss. ¡La gravedad y la ligereza! El bunga bunga del átomo. El distinto origen y carácter de los hechos puestos en la hoguera es irrelevante: hay maderas mejores que otras, pero todas queman.

Falta una cosa, aunque ya está el Times para eso. Un artículo de finales de julio, con Epstein en la cárcel, pero vivo, añadió al dinero y al sexo la eugenesia. Esto que se hace millones de veces cada día en el mundo, sin decirlo, porque podrían encarcelarte por nazi, pero que el diccionario de la Academia define calmadamente como el «estudio y aplicación de las leyes biológicas orientadas al perfeccionamiento de la especie humana». El sentido de la pieza del Times, escrita a base de chismes absurdos, es difícil de precisar, pero emerge el interés de Epstein por el transhumanismo. Aunque yo diría, exactamente, el interés de Epstein por que una de sus C ayudara a la otra. De todo lo que he leído estos días sobre el financiero se deduce su inesperado parentesco con aquellos ricos que pagaban catedrales para asegurarse el Cielo. Descreído de la Religión, pagaría a la Ciencia para que sus ministros le fueran narrando sus relatos más hermosos, al tiempo que no dejaba de preguntarles si había alguna posibilidad de no morir, de que el placer y la belleza no cesaran o que al menos pospusieran su extinción un rato más.

Hasta que se rompió o le rompieron el cuello en una celda. Porque ya no iba a salir o, tal vez, por el olor.

 

Sigue ciega tu camino.

A.

23 Noviembre 2019

¿PRÍNCIPE ANDRÉS O INFANTE CRISTINO?

Federico Jiménez Losantos

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Tras aparecer en la prensa amarilla la tenebrosa efigie real, salió en la BBC Andrés, duque de York, para limpiar su imagen como amigo de juergas del magnate americano Jeffrey Epstein, acusado de tráfico sexual de menores, que apareció ahorcado en su celda este verano, aunque sólo ahora han detenido a los guardias. Su celestina era Ghislaine Maxwell, hija del que fuera mandamás de la prensa británica Robert Maxwell, y ella introdujo a su viejo amigo Andrés en lo de Epstein. Con Bill Clinton, por cierto, al que, como progre, no critican las metoomentodo. La faz de Andrés transmitió tan poca empatía con las supuestas víctimas que al día siguiente emitió un comunicado como el de Cristina de Borbón cuando renunció voluntariamente al título que le quitaban. Andrés dice que le ha pedido a la reina dejar todas sus funciones y ella ha accedido. Otra cosa será el sueldo.