1 noviembre 1995

El programa está producido por Gestmusic, la empresa de Toni Cruz y Josep María Mainat

TELECINCO experimenta con ‘Nunca Es Tarde’, un programa de reconciliaciones presentado por Ana Rosa Quintana

Hechos

El 1.11.1995 TELECINCO estrena «Nunca es Tarde».

02 Noviembre 1995

Historia de reconciliación

Luis Apostua

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El mes de noviembre es un complejo producto de José Zorrilla, Gustavo Pérez Puig y la sobradamente conocida obra ‘Don Juan Tenorio’. Además de los Amigos de la Capa, prensa de rigor en la fecha en que se eepresenta esta obra romántica, según el calendario madrileño. Para dar unas horas de modernidad llega a las pantallitas el fútbol, con la única apoteosis europea que puede disfrutar nuestra nación, el gol. Somos súbditos y esclavos de todos menos con el balón; es un final curioso para un siglo de guerras.

Un nuevo programa de TELECINCO introduce una esperanza en la pequeña pantalla. Está presentado por la conocida periodista Ana Rosa Quintana, quien algunos meses atrás ya se encargaba de la presentación del espacio ‘Veredicto’ y que es una de las estrellas televisivas que no molesta en nuestros recpetores de televisión; tiene, por otra parte, ese perfil sin arista alguna que no suscita envidias ni enemistades. El programa, en mi modesta opinión, tiene un punto de reflexión social que quizá haya llegado muy oportunamente a esta crispada nación en los convulsos momentos en que estamos: ¿no es hora de olvidar ofensas y rencores?

Posiblemente es una intuición de lo uqe desea la sociedad española de estos tiempos que se encuentra sumamente azulada e intranquilizada por profundos odios. Si la idea y la presentadora son buenas, creo que no han tenido suerte con las historias elegidas.

Por ejemplo, la primera de ellas presenta a una señora que se ha fugado de casa dejando solos a marido e hijo, pero quien se enfada a muerte no es otro que el hermano de ella. Si después de todo resulta cierto que se han reconciliado con el esposo, me gustaría saber que pinta es el guión el papel que representa ofendido hermano? O es una historia muy tenebrosa o es una majadería.

Luis Apostua

04 Noviembre 1995

Un patetismo conmovedor

Ramón de España

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Tele 5 se acaba de sumar al alud de confesiones y amagos de redención que protagonizan, en otros canales, esos españoles que disfrutan lavando su ropa sucia en público. Lo ha hecho con Nunca es tarde (miércoles, 22.15), un espacio presentado por Ana Rosa Quintana. El esquema es conocido: alguien se arrepiente de algo y quiere que todo el mundo se entere y le perdone. En este caso, se trata de gente que quiere hacer las paces con alguien que no les dirige la palabra desde hace tiempo. Ana Rosa Quintana les escucha, les obliga amablemente a desembuchar y todo acaba con la ansiada reconciliación.El pudor es una virtud en desuso, y cada vuelta de tuerca audiovisual al exhibicionismo sentimental nos confirma en esa creencia. No sé por qué cierta gente gusta de mostrar sus miserias a millones de conciudadanos, pero supongo que deben encontrar en ello algún consuelo. El único que le queda al teleespectador es que sus historias no sean un completo latazo.

En la primera emisión de Nunca es tarde hubo dos tipos de cochambre humana. Una de ellas, la más light, la protagonizaron una niña que deseaba que sus dos mejores amigas del colegio volvieran a dirigirse la palabra y una anciana que se había olvidado de invitar a su sobrina al entierro de su marido. Las dos se expresaban en un castellano incomprensible, pero consiguieron sus objetivos. La parte hardcore del asunto como a cargo de una señora cuyo hermano no le hablaba desde que ella se lió con su tío de un caballero obeso que pedía perdón a sus padres por haberse pulido 20 millones de pesetas en 10 años a causa de una ludopatía atroz.

Estos dos casos tenían un punto siniestro que los hacía, en la vulgaridad de su horror, levemente interesantes. Los hermanos que se querían con locura hasta que se metió su tío por enmedio permitían todo tipo de conjeturas morbosas. El gordito que encontró en el bingo la amistad y la ternura que la sociedad (especialmente el sector femenino) le negaba aparecía conmovedor en su patetismo.

Nosotros podíamos seguir tan tranquilos sin conocer sus historias. Ellos, probablemente, no. En vez de pedir perdón directamente al interesado o recurrir a un intermediario humano, optaron por a televisión. Tal vez porque, para ellos, en el mundo moderno, donde esté la televisión que se quiten los curas, psiquiatras, vecinos, parientes e incluso los amigos.