2 febrero 2018

El opinador, que ha tenido que taparse la cara para poder opinar libremente contra las políticas feministas, en sólo unos meses de existencia de su canal ha tenido una gran repercusión

Triunfa el ‘youtuber’ anti-feminista Sergio Candanedo ‘Un Tío Blanco Hetero’

Hechos

  • El 2 de febrero de 2018 se creó la cuenta de Youtube ‘Un Tío Blanco Hetero’.
  • El 12 de agosto de 2018 se publicó el primer artículo en prensa escrita sobre su éxito.

Lecturas

Artículo de D. Daniel Solomolinos

Después de 60 escalones, al abrirse la puerta aparece un tipo con una franca sonrisa. Se llama Alberto y ha accedido a mostrar, por vez primera, su verdadero rostro. El joven, que acaba de mudarse a un quinto sin ascensor en el madrileño barrio de La Latina, es una celebridad en las redes sociales. Es youtuber, se presenta enmascarado y se hace llamar Un Tío Blanco Hetero. Muchos le consideran el verdugo del feminismo moderno. «Ni soy machista ni de extrema derecha», deja claro el casi treintañero nada más recibirnos en las alturas: «Estoy en forma, voy a clases de muay thai dos veces a la semana».

Nos invita a pasar a su salón mientras se quita la indumentaria con la que graba sus vídeos: un traje blanco de licra roto, unas gafas de plástico de dos euros y una vieja sudadera negra con capucha. Como si de un superhéroe de serie B se tratara. Lo lleva haciendo sólo cinco meses y ya es una especie de celebridad. Por el momento, más de 100.000 suscriptores se han abonado a su canal de YouTube. Sin máscara ni uniforme, saca un par de cervezas de su nevera y se sienta en el sofá: «¿Hablamos de feminismo hegemónico?».

Su voz crítica ha sabido ocupar un vacío, como él mismo reconoce, que cuestiona «la cantidad de argumentos feministas que se dicen sin contrastar y sin que nadie los ponga en duda». Es polémico. Se gusta en ese papel. Y no le tiembla la voz al decir que este movimiento navega en un mar de contradicciones. «Por una parte quiere liberar a las mujeres, pero al mismo tiempo les obliga a pensar qué es y qué no es aceptable, qué trabajo las denigra y cuál no, que si usan minifalda serán cosificadas, pero a la vez que se empoderen y vistan como quieran… Puede que mi contenido sea sesgado, nadie es imparcial, pero me documento a la hora de expresar mis razonamientos». Y añade: «Verbalizo aquello que muchos piensan pero no se atreven a decir».

Alberto (nos ha dejado publicar su segundo nombre; el resto sigue anónimo), colecciona a partes iguales desde adeptos hasta haters que le tachan de misógino y filofascista. A estos últimos les dedica una carcajada. Delante de nosotros tenemos a un madrileño crecido en Moratalaz, que ha trabajado como diseñador gráfico, que se exilió a Canadá durante la crisis y que en sus ratos libres tira de Tinder: «Desde que abrí el canal se me dan mucho mejor las citas».

No sólo está despuntando en el terreno amoroso. Un tío blanco hetero ingresa más de 2.000 euros limpios todos los meses gracias a sus mecenas de Patreon (plataforma de micromecenazgo) y a las donaciones que otros anónimos le hacen vía paypal. «YouTube apenas me genera beneficios… unos 100 euros mensuales», admite, intentando disimular la sonrisa del que sabe que ha dado en el clavo.

—¿Ha recibido amenazas de muerte o insultos?

—Sí, bastantes. Ojalá te mueras, si te veo por la calle te daré un puñetazo…

—¿Le da respeto que se haga pública su identidad por miedo a represalias?

—No. Voy a muay thai, tío. (Sonríe). De hecho, sé que en algún momento se filtrará. Hay personas inteligentes que ya lo han averiguado, y sin currárselo mucho. Por eso empecé a dar pistas falsas en los vídeos, como por ejemplo que vivía en Barcelona.

—Hay gente molesta porque no dé la cara y critique a quien sí la da.

—Es una crítica justa. No voy a estar a la defensiva. Pero si el día de mañana se filtra mi identidad, seguiré haciendo los vídeos con la cara tapada. Es parte de la performance.

Una performance que comienza con el apodo con el que se bautizó. «Un tío blanco hetero es una crítica a los identitarismos. Me molesta cuando se generaliza, haciendo caso omiso de la personalidad o de las ideas de cada uno. Por eso me arranqué cualquier rasgo individual», evoca Alberto, quien no hace prisioneros cuando habla.

Dispara palabras que siempre dejan algún que otro nombre propio en la picota. Entre sus dianas favoritas, feministas reconocidas como Irantzu Varela o Leticia Dolera. «Ves a Varela con ese flequillo hablar de lesbianismo político y en seguida te crea animadversión. Dices, «tío, quita esto». Sin embargo, Dolera blanquea esos mismos argumentos radicales y extremistas con su sonrisa. Vende esas ideas, nocivas para cualquier cultura, como si fueran regalos o algo de sentido común», comienza a argumentar. La cineasta, a la que ha dedicado varios vídeos muy tajantes, enciende la corta mecha que tiene este youtuber.

No tolera que se quiera aprovechar de todas las ventajas que su estatus y su fama le otorgan y al mismo tiempo pretenda ser la voz del pueblo o la representante de las oprimidas. «Compaginar poder y victimización es imposible. Ni ella misma se cree lo que dice. Además, tiene la inseguridad de que, si no fuera por su físico, no estaría donde está. Y, para que nos vamos a engañar, no es Meryl Streep», sentencia este amante del cine.

La tarde avanza hasta convertirse en noche y la conversación no mengua. Desde que comenzó la entrevista no ha esquivado ningún charco. «Soy demasiado sincero», asiente. Ahora le toca el turno al sí explícito de Carmen Calvo. «Rara vez se va a dar ese caso. En la vida real, si son las tres de la mañana y te quieres acostar con alguien no se lo dices directamente, propones tomarte la última en casa, ir a ver una película… El lenguaje del sexo funciona con códigos no verbales, y eso no lo va a cambiar Calvo».

Aunque si hay un tema que saca de sus casillas a este youtuber son los ataques personales contra los jueces, algo que considera uno de los mayores atentados contra el Estado de Derecho. «Lo hemos visto en los casos de La Manada o de Juana Rivas, se le ha mandado un aviso a los magistrados: «Cuando haya un caso polémico relacionado con alguna mujer, tened mucho cuidado de hacia dónde os posicionáis. Nosotros no tenemos ningún problema en señalaros de forma personal y atacaros. Al juez de La Manada le llegaron a considerar un miembro más, algo surrealista. Políticos como Rufián o Alberto Garzón diciendo que La Manada lleva soga, el ministro de Justicia arremetiendo contra él… Ya basta».

—¿España es un país machista?

—Sí y no. Tenemos un Gobierno con mayoría de ministras, una vicepresidenta (Carmen Calvo) que está como una cabra y que es una feminista exacerbada… En España hay de todo, gente machista y racista. Pero lo que no hay es un machismo sistémico. También podríamos preguntarnos si España es un país feminista. En la actualidad, este movimiento se está convirtiendo en algo muy rentable desde el punto de vista mediático: da dinero, fama y votos.

—Pero sí es cierto que el número de mujeres que ocupan puestos de relevancia es minoritario.

—Ahí hay mucha mantequilla que cortar. Es verdad que los hombres están más representados en las partes más altas de la jerarquía social, pero también sobrerrepresentan las zonas más bajas. La mayoría de las personas que viven en la calle en situación de máxima pobreza o quienes ocupan los peores puestos de trabajo son varones.

—Los oficios relacionados con la limpieza suelen ser desempeñados en su totalidad por mujeres.

—Sí, pero los que se suben a andamios a 200 metros levantando kilos de cemento son hombres. Hay que demostrar cuál es el mecanismo que impide a las mujeres llegar a las partes más altas de la jerarquía social, para poder luchar contra ello. Pero no vale con alegar cosas abstractas: «¡Es culpa del techo de cristal! ¿Qué es eso?… No sé, algo que nos impide currar en las empresas del Ibex…».

Alberto una vez fue de izquierdas. Pero los conflictos internos de Podemos le acabaron desencantando. En la actualidad no niega que haya podido desarrollar líneas de pensamiento más conservadoras. En ese momento se abre la puerta de su casa. Es su compañero de piso. «Suscribo casi todo lo que dice en sus vídeos, pero la gente a quien le gusta, que son de una determinada cuerda política, ya no me gusta tanto», sostiene, mientras presiona al youtuber para bajar a cenar. Éste se lo toma con calma. Ya en la calle se mezclan entre los viandantes, algunos podrían ser sus detractores. Y ambos se pierden en la noche de La Latina. 

Daniel Somolinos