21 diciembre 1978

El antentado fue atribuido a miembros de la marina española que querían 'vengar' al almirante Carrero Blanco

Una bomba en Francia acaba con la vida del capo terrorista José Miguel Beñarán ‘Argala’, considerado el ‘número 1’ de ETA

Hechos

El número 1 del llamado ‘comité ejecutivo’ de Euskadi Ta Askatasuna (ETA), José Miguel Beñarán ‘Argala’ fue asesinado en diciembre de 1978 por una bomba.

Lecturas

D. José Miguel Beñarán Ordeñana ‘Argala’, considerado uno de los máximos dirigentes de ETA Militar, muere asesinado en un atentado terrorista en Anglet (Francia). El atentado no es reivindicado por nadie, pero desde el entorno de Estado culpan a los servicios secretos de España.

Una de las teorías a la que más se da fuerza es la de un grupo marines que querían por su cuenta vengar al almirante D. Luis Carrero Blanco, dado que es a Beñarán Ordeñana a quien se atribuye haber pulsado el botón que activó la bomba que le asesinó.

argala_2 El asesinato de José Miguel Beñarán ‘Argala’ suponía el mayor atentado causado por la llamada ‘guerra sucia’.

1986_septiembre_yoyes_1 Dolores González ‘Yoyes’, principal persona de confianza de ‘Argala’ en el Comité Ejecutivo de ETA, se fue retirando de la dirección tras el asesinato de este.

22 Diciembre 1978

El asesinato de "Argala"

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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El asesinato de «Argala» en una fecha y mediante procedimientos que necesariamente evocan el atentado contra el almirante Carrero, puede ser objeto de diferentes interpretaciones en lo que a la identidad de sus autores se refiere, pero, en cualquier caso, complica sin duda enormemente la ya erizada situación del País Vasco, cuya pacificación es necesaria para consolidar las instituciones democráticas. en España. Esa nueva muerte exige, para quienes creemos que los valores de una sociedad pluralista se hallan indisociablemente vinculados a principios éticos, la declaración de que la violencia en una democracia es sólo patrimonio del Estado, que la debe aplicar dentro de los cauces y garantías establecidos. Es decir, sólo puede ser ejercida por las autoridades y los funcionarios en tanto que tales -no como simples particulares- con arreglo a los procedimientos marcados por las leyes.La hipótesis de que la muerte de Argala es un ajuste de cuentas dentro de ETA no puede ser descartada, pero tampoco debe ser elevada a la condición de única explicación posible. Ahí está el precedente de la «desaparición» de Pertur atribuida primero con toda ligereza a los servicios secretos españoles, y luego, con fundamento apenas rebatible, a los comandos bereziak que se integraron posteriormente en ETA militar.

Los extendidos rumores de que Argala era el dirigente de ETA militar más partidario de buscar una salida política para la deteriorada situación del País Vasco dan fuerza a la analogía entre su muerte y la de Pertur, liquidado por sus antiguos compañeros de armas precisamente por defender la necesidad de enterrar las metralletas y por propugnar vías no violentas de lucha política.

A falta de pruebas, no cabe verificar esa hipótesis, pero sí se pueden formular algunas conjeturas sobre su plausibilidad. No es lo mismo «hacer desaparecer» a un dirigente histórico de ETA, que volarlo por los aires en el aniversario del asesinato del almirante Carrero. La impenetrabilidad de ETA hace ociosa cualquier especulación acerca de las fuerzas que, en su seno, podían impugnar la, personalidad deArgala como dirigente. Pero si esa tendencia, efectivamente, existiera y sus militantes hubieran decidido suprimir a Beñarán, no resulta muy verosímil que eligieran la publicidad de un atentado para cumplir sus fines. Los ajustes de cuentas dentro de una banda terrorista suelen tener un aire y un estilo que rara vez cuadran con la voladura de Anglet.

Otra hipótesis sería que ese atentado fuera un acto de venganza demorado durante cinco años, una factura escrita con el lenguaje de la ley del talión para demostrar que quien a hierro mata, a hierro muere. La fecha y las circunstancias suscitan tan automáticamente el recuerdo de la llamada «Operación Ogro», que resulta difícil no tener presente esa siniestra semejanza invertida.

Así, es inevitable plantearse con la misma incertidumbre que afecta al contenido de veracidad de las otras conjeturas, la hipótesis de que el atentado de Anglet pueda constituir un comienzo de «guerra sucia» contra el terrorismo de ETA, situada en esa vagarosa e inquietante tierra de nadie de los servicios paralelos o del arrendamiento de mano de obra asesina para cumplir planes concebidos en lugares más respetables. Desde este periódico hemos expresado, una y otra vez, nuestra repulsa y nuestra condena por los viles y cobardes atentados perpetrados por ETA; hemos analizado sus indigentes elucubraciones teóricas y sus frías estrategias políticas de desestabilización, y hemos señalado que el sentido último de su acción era la liquidación de las instituciones democráticas en toda España y la creación de un estado de guerra permanente en el cuerpo de la sociedad vasca. La tentación de aplicar procedimientos de -«guerra sucia» para combatir a ETA -hipótesis, repetimos, no probada en el caso del asesinato de Argala- sería un atentado contra los principios de ética política que deben inspirar una sociedad civilizada, pero sobre todo sería un error imperdonable: ampliaría la base social del terrorismo vasco y constituiría un camino directo para el progresivo deterioro y el eventual colapso de las libertades y del pluralismo en nuestro país. El empeño por contraponer, de manera unilateral y rígida, las soluciones políticas y las soluciones policiales en el País Vasco pertenece al campo maldito de las recetas mágicas, cuyos efectos son todo menos curativos. Las medidas policiales, absolutamente imprescindibles para combatir a los terroristas, deben hallarse inscritas en el marco más amplio de las medidas políticas (a su vez inaplicables sin una eficaz actuación de las fuerzas de orden público respaldadas por el cuerpo social).

Sea cual sea la hipótesis a la que los hechos confieran en el futuro fuerza de verdad, parece fuera de duda que las perspectivas de paz en el País Vasco han sufrido un retroceso después del atentado de Anglet.

22 Diciembre 1978

Pequeña elegía para un hombre delgado

Alfonso Sastre

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  • Acunado en los brazos de tu pueblo.
  • Reclinada en el suelo tu cabeza,
  • Gallardo ante la vida y en la muerte,
  • A la hora del alba vas marchando.
  • La mano al corazón, también al arma,
  • Alzando tú tu voz más poderosa.
  • Al alba gris rompieron tu jornada.
  • Redonda hubiera sido como otras,
  • Ganando tiempo al tiempo: Euskal Herria
  • Alumbra con dolor su nuevo mundo.
  • Los ojos que yo tengo no miraron,
  • Alma y arma tan claras cual las tuyas.
  • A tu cuerpo delgado y fuerte canto
  • Roto lo hallo y lloro ante sus huesos
  • Gitano mío, serio, hijo del alma.
  • A tu alma y tu arma canto ahora,
  • Los ojos arrasado pero erguido
  • A tu lado, querida compañía
  • A tu lado, querida compañía
  • Recordamos mil cosas que cantabas,
  • Guerreando o en paz, alegremente
  • A la vera de ti, cuento tu vida,
  • Las escrituras tuyas, tus metáforas,
  • A la vera de ti, cuento tu muerte.
  • Al arma, al arma estamos tus amigos
  • Reunidos a la luz de tu alta sombra
  • Girando de la lágrima a la vida
  • Azuzados por ti, tu bravo ejemplo.
  • Los ojos que explicaban la pureza.
  • A nosotros nos miran y no paran
  • Ahora miro tu sombra y te reclamo:
  • Retorna un poco, mira hacia esta parte
  • Gozoso el día surge ¡Miranos,
  • A tu lado! La voz ya no está rota!
  • Los compañeros gritan IRAULTZA,
  • Ala hil con voz entera y fuerte!.

14 Enero 1979

Carrera suicida

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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NO PARECE aventurado afirmar que el asesinato de «Argala», el pasado 21 de diciembre, ha sido un factor de aceleración en la carrera de sangre, lágrimas y violencia hacia el abismo de las medidas de excepción militares en el País Vasco y de la Involución en el resto de España. Varias semanas después del atentado de Anglet, ni las autoridades francesas ni las españolas han suministrado información fehaciente y clara sobre el crimen. Aunque su plausibilidad no sea grande, no cabe excluir la hipótesis de que las mismas tensiones internas que produjeron el asesinato de «Pertur» por sus propios compañeros, en julio de 1976, hayan sido ahora las causantes de la muerte de «Argala». Y quienes menos derecho moral tienen a excluir esa hipótesis son precisamente los formadores de opinión de la izquierda abertzale, instalados en las gestoras pro amnistía o en los medios de comunicación, que, durante largos meses, fueron silenciosos cómplices de los asesinos de Eduardo Moreno Bergareche y cínicos inculpadores de las autoridades españolas. Pero tanta o mayor fuerza ofrece la conjetura de que «Argala» fue volado por alguien que trabaja por cuenta de adversarios políticos de ETA.En cualquier caso, la desaparición del principal líder de la organización terrorista vasca ha incrementado todavía más el desbocamiento de la irracionalidad sanguinaria y frialdad provocadora de los etarras. No hay que olvidar que «Argala» se había mostrado favorable a una negociación, aunque no es seguro que sus propósitos de dar una salida política a la desesperada situación vasca hubieran llegado a revestir, en definitiva, una formulación realista, ni que todos los miembros de la organización hubieran secundado disciplinadamente a su jefe.

Por un lado, el empecinamiento de ETA en forzar una imposible negociación pública con el Estado español sobre la base de los maximalistas puntos expuestos antes por la KAS y ahora por Herri Batasuna. entre los que figuran pretensiones tan irrealizables como una amnistía para quienes respondieron con nuevos asesinatos a la promulgación de la ley de Amnistía del 14 de octubre de 1977, hace pensar en un fenómeno de radicalización consciente de la situación para poner siempre las pretendidas soluciones siempre más allá de la realidad.

Por otro lado, los datos disponibles permiten sospechar que la organización etarra es, actualmente, una rueda loca girando sin control, una confederación de comandos armados y de grupos de extorsionadores unidos en la desesperación y en la necesidad de mutua cobertura, pero carentes ya de dirección y disciplina propiamente políticas. Ese es el motivo por el que la presunta voluntad negociadora de «Argala». aun en el caso de que hubiera descansado sobre análisis racionales y planteamientos realistas. no implicaba, automáticamente, la seguridad de que los hombres armados de ETA la respetaran y acataran.

Los dos nuevos atentados en la madrugada del día de ayer, con el saldo de dos miembros de la Guardia Civil muertos y otros dos heridos, se inscriben en esa ampliada estela de crueldad, provocación y sangre. Todo hace pensar que los estrategas de ETA han convertido en paradigma político la vieja historia bíblica de Sansón, derribando las columnas del templo y arrastrando tras de sí en su suicidio a sus enemigos. La idea de que ese goteo de asesinatos y de atentados terminarán por horadar el granito de la disciplina, prudencia política y espíritu patriótico de las Fuerzas Armadas es, sin duda, el hilo rojo de los planteamientos etarras, ansiosos de precipitar en el abismo no sólo a los diezmados restos de sus grupos armados y a la sangrienta utopía que los anima, sitio también al resto de los españoles y al proyecto de libertad, paz y democracia que estamos tratando de poner en marcha.

En esta perspectiva, la emboscada contra «Peixoto», pocas horas después del doble atentado de Azcoltia, hace temer que las nefastas enseñanzas de esa probable lección de «guerra sucia» que significó el asesinato de «Argala» no hayan sido ni entendidas ni asimiladas. Es difícil indicar la correcta dosificación de medidas políticas -en el seno de un verdadero régimen de autogobierno- y de medidas policiales eficaces y fuertes necesarias para lograr la pacificación de Euskadi. Pero parece evidente, en cualquier caso, que la senda de la «guerra sucia» puede llevar al agravamiento de la situación en el País Vasco y a la pérdida a plazo medio de nuestras libertades y nuestros derechos.

21 Diciembre 2003

«YO MATÉ AL ASESINO DE CARRERO BLANCO»

Antonio Rubio

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«Nunca entendimos que el Gobierno diera una amnistía a la gente que atentó contra don Luis Carrero. Por eso, tras el atentado contra Argala nos sentimos tranquilos: habíamos cumplido con nuestro deber y habíamos hecho justicia a nuestro almirante».Este hombre que rememora, treinta años después, el asesinato del dirigente etarra es Leonidas, nombre en clave que le dieron los miembros del comando que el 21 de diciembre de 1978 hicieron volar por los aires al dirigente etarra José Miguel Beñaran Ordeñana, Argala.

Leonidas, que ya ha cumplido 55 años y fue oficial del Ejército español, tenía muy claro que la muerte de Carrero Blanco no podía quedar impune y en 1977, tras la amnistía política concedida por el Gobierno de UCD, se unió a un grupo de siete oficiales del Ejército con el único propósito de vengar el asesinato del almirante.

La elección de Argala para llevar a cabo el «ojo por ojo y diente por diente» se debió, según Leonidas, a que el dirigente etarra fue el autor material del atentado contra Carrero Blanco: «El fue el que el 20 de diciembre de 1973 -ayer se cumplió el 30 aniversario- accionó la carga explosiva que mató a nuestro Presidente»./ PASA A LA PÁGINA 2 VIENE DE LA PÁGINA 1 / La idea del atentado contra Argala partió de los compañeros del almirante Luis Carrero Blanco, los marinos.

Los marinos, según nos relata pormenorizadamente Leonidas, fueron los que dirigieron y prepararon durante más de siete meses la acción mortal contra el que entonces se había convertido en uno de los máximos dirigentes de ETA militar, José Miguel Beñaran Ordeñana, Argala.

El almirante Carrero Blanco fue vengado, por sus compañeros, cinco años y un día después de que su vehículo Dodge Dart negro volara por los aires en la calle Claudio Coello de Madrid. Los autores del atentado fueron los miembros del comando Txikia de ETA, que estaba integrado por: Iñaki Múgica Ezkerra, Iñaki Pérez Wilson, José Miguel Beñaran Argala, Jesús María Zugarramurdi Kiskur y Javier María Llarreategui Atxulo.

En realidad, ETA decidió atentar contra el presidente Carrero Blanco en 1972. Argala tuvo una cita en la cafetería del hotel Mindanao de Madrid el 14 de septiembre de aquel año con un hombre de unos 30 años, que vestía con gabardina y que estaba relacionado con el mundo del cine y de la televisión.

El hombre de la gabardina entregó al dirigente etarra un sobre, blanco, con los itinerarios y costumbres que tenía el almirante Carrero Blanco. Esa información, después, resultó vital para atentar y asesinar al almirante en diciembre de 1973.

Leonidas, que hoy vive y trabaja en España, no tiene remordimientos por la acción que llevó a cabo en 1978, en compañía de otros militares. Al contrario, el ex oficial del Ejército se muestra satisfecho porque cumplió con su deber.

PREGUNTA.- Argala era la única persona que conocía al hombre de la gabardina, único testigo sobre su identidad. ¿Por qué atentaron contra él?

RESPUESTA.- Cuando actuamos contra Argala no teníamos la información que usted me apunta en estos momentos. Eso lo sabría muy poca gente. Fuimos contra él porque, primero, teníamos que vengarnos.Después, porque mandaba el comando de ETA y, además, conectó los cables del dispositivo que asesinó a don Luis Carrero Blanco.

P.- ¿Por qué esperaron a 1978, cinco años después, para llevar a cabo el «diente por diente?

R.- Decidimos actuar después de que el Gobierno concediera una amnistía en 1977. No entendíamos cómo se podía amnistiar y perdonar a la gente que había asesinado al presidente del Gobierno.

P.- Pero, ¿quién es el que realmente se plantea atentar contra Argala de la misma forma en que mataron a Carrero Blanco?

R.- Esa idea parte directamente de los marinos. Ellos son muy técnicos, muy profesionales y nunca se han metido en política, ni en algaradas, ni en asonadas. Lo de Camilo Menéndez en el 23-F fue una anécdota.

P.- Es decir, que alguien dentro de la Marina piensa y organiza el grupo.

R.- Afirmativo.

P.- Sin embargo, en ese grupo también estaban Jean Pierre Cherid (ex miembro de la OAS), José María Bocccardo (argentino y ex miembro de la triple A) y Mario Ricci (italiano neofascista).¿Qué tenía que ver esa gente con la Marina?

R.- Todo tiene una explicación. Ellos eran los braseros, los que formaban el segundo escalón del grupo. Estaban bregados en mil batallas y se encargaron del trabajo de campo: localizar, controlar y vigilar a Argala. También buscaron varias casas en la zona de Anglet que nos sirvieran de cobertura y refugio.

P.- Entonces, ¿quién formaba parte del primer escalón del grupo ejecutor?

R.- En total éramos ocho. Tres marinos, un militar del Ejército del Aire, un paisano, un oficial de la Guardia Civil y dos caquis (del Ejército de Tierra). Esa era la estructura fundamental del grupo. Recuerdo que de los tres marinos uno era del SECED (servicio de información de Presidencia, que después se transformó en el CESID y más tarde en el CNI), otro en el Servicio de Inteligencia Naval y el último en el Alto Estado Mayor.

P.- ¿Cuándo localizan a Argala?

R.- Recuerdo que fue en mayo o junio de 1978. Desde esa fecha, hasta que el etarra voló por los aires, lo estuvimos vigilando con nuestros propios medios. Podíamos haberlo eliminado antes, pero queríamos que fuera el 20 de diciembre, en el aniversario de la muerte de don Luis.

P.- Sin embargo, el 20 de diciembre de 1978 José Miguel Beñaran, Argala, no salió en todo el día de su casa. El dirigente etarra estaba enfermo, en cama y con fiebre. ¿Qué pensaron cuando iban pasando las horas y Argala no salía de su casa?

R.- Pensamos lo peor. Que nos habían detectado, que alguien se había ido de la lengua. En aquella época no había ningún tipo de colaboración entre los gobiernos de España y Francia y nuestro grupo era totalmente clandestino. Es decir, que no nos apoyaba nadie. Ni Gobierno, ni ministros, ni nadie.

P.- ¿Cómo prepararon el golpe contra Argala?

R.- Nos fuimos desplazando conforme lo requerían las necesidades de la operación. Fundamentalmente por subgrupos. Pero el día de la acción estábamos presente todo el grupo. Todos queríamos disfrutar con el espectáculo y ver cómo volaba por los aires el hombre que asesinó a don Luis Carrero Blanco.

P.- Cuando, finalmente, el día 21 de diciembre observaron cómo Argala bajaba de su casa, se introducía en su vehículo y el Renault-5 se elevaba por los aires, ¿qué pensaron o sintieron?

R.- Una gran satisfacción. Todos consideramos que habíamos hecho un servicio a la Patria. Teníamos claro que nadie se iba a ir de rositas después de asesinar al presidente del Gobierno.

P.- ¿Quién colocó los explosivos debajo del vehículo de Argala?

R.- Un capitán de la Guardia Civil.

P.- Pero siempre se había dicho que fue Jean Pierre Cherid.

R.- Negativo, totalmente negativo. Hubo hasta una especie de pelea dentro del grupo porque todo el mundo quería tener el honor de ser el protagonista de la venganza. Finalmente nos calmamos y el artefacto lo colocó el experto. El capitán de la Guardia Civil, que había hecho un curso de explosivos.

P.- ¿Cómo, dónde y quién consiguió los explosivos?

R.- Pedro el Marino. Los explosivos salieron de una base norteamericana.No recuerdo con exactitud si fue de Torrejón o de Rota, pero sí sé que los americanos no sabían para qué se iba a utilizar.Fue un favor personal que le hicieron a Pedro el Marino.

P.- Tras la explosión y muerte de Argala, ¿cómo se produce la retirada y vuelta a España?

R.- Cada miembro del grupo se retiró del escenario y regresó a España de forma diferente. De esta forma pretendíamos que si alguien nos seguía le costara mucho más llegar hasta nuestra base. La mayoría emprendió viaje hacia París, otros optaron por Nantes y Burdeos y algunos se quedaron en Francia esperando que todo se tranquilizara para volver a España.

P.- ¿Quién financió toda la operación?

R.- Todos nos rascamos el bolsillo, pero la parte más importante salió de un crédito personal que se solicitó al Banco Central.Hay que aclarar que los del banco no tenían ni idea para qué iba a ser destinado el dinero, se pidió a nivel personal.

P.- ¿Con ese dinero también compraron las armas que llevaban durante el tiempo que estuvieron en Francia?

R.- No, ésas, que las compramos en Bélgica, salieron de nuestro bolsillo.

P.- ¿Qué tipo de armas utilizaron?

R.- Eran unas Browning, de lo mejorcito que había en el mercado en aquella época. Cada una de ella nos costó unas 30.000 pesetas y la compramos en el mismo sitio donde adquirían su material los etarras.

P.- Una vez que regresan a España y que están todos juntos, ¿qué hacen?

R.- Nos reunimos en un restaurante de Madrid para celebrar que todo había salido bien y que don Luis ya estaba vengando. Recuerdo que comimos cordero y que después terminamos la fiesta jugando una partida de mus.

P.- El atentado contra Argala fue reivindicado por el Batallón Vasco Español (BVE). ¿Ustedes formaban parte del BVE?

R.- BVE, ATE, Triple A. Eso sólo son siglas, nombres que van saliendo y que se van utilizando conforme se necesita. La realidad es que nos encontrábamos en medio de una guerra, una guerra sucia, una guerra terrorista y que él, Argala, era nuestro enemigo.Además, había asesinado a nuestro Presidente y nosotros teníamos la obligación legal, moral y natural de pagarle con la misma moneda.

P.- Dígame la verdad, detrás de ustedes tenía que haber algún estamento, algún ministerio, alguien.

R.- No, no había nadie. Yo no tengo conciencia de que hubiera alguna organización gubernativa que moviera los hilos para que nos cargáramos a Argala. Es más, tampoco tengo conciencia de que hubiera un mirar hacia otro lado para facilitar la acción.

P.- Cuando ustedes comienzan a preparar el atentado, en mayo de 1977, el jefe de operaciones especiales del SECED era el comandante Andrés Casinello. ¿Tampoco él sabía nada de sus intenciones?

R.- El gran rubio, como conocíamos todos a Andrés Casinello, ya se había convertido en un hombre de Estado y nos decía que no quería que ninguno de sus hombres, de manera oficial, participara en ninguna acción. Tras el atentado tuvo una fuerte enganchada con uno de los que estaban conmigo en el grupo y le dijo que se había cerrado una etapa y que había que olvidar todo.

P.- Hoy, en diciembre de 2003, veinticinco años después del asesinato de José Miguel Beñaran, Argala, ¿volvería a actuar de la misma forma?

R.- En aquella época, en 1978, aún no habíamos cumplido los treinta años y no entendíamos que para cambiar un país se tuviera que asesinar a un presidente del Gobierno y que después no se hiciera nada contra los asesinos. Tampoco entendíamos la amnistía que se dio en 1977. Ese hecho sentó muy mal en la milicia. Pero, hoy, sí puedo decir que es posible que con cuarenta años no lo hubiéramos hecho o nos lo hubiéramos planteado de otra forma.También quiero decir que no me arrepiento de lo que hice.

Leonidas, que hace tiempo dejó la milicia, sigue en contacto con la realidad de España y se muestra muy preocupado por los últimos acontecimientos políticos: el plan Ibarretxe y las reivindicaciones catalanas. También considera y aclara que el BVE y los GAL fueron dos cosas totalmente distintas: «A nosotros no nos apoyaba nadie y actuamos por patriotismo. En los GAL el Gobierno estaba detrás de las acciones y, además, todos se movían por dinero».

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APOYO

EL JEFE Y «LOS BRASEROS» DEL COMANDO

El capitán de navío Pedro Martínez, más conocido por Pedro el Marino, fue la persona que coordinó, organizó y consiguió los explosivos que utilizó el comando que atentó contra el etarra Argala.

Tras el asesinato del almirante Carrero Blanco (1973) y la muerte de dictador Francisco Franco (1975), Pedro el Marino se convirtió en el aglutinador de todos los grupúsculos que querían pagar a ETA con su misma moneda: ojo por ojo, muerte por muerte. Se puede decir que con él comienza la guerra sucia contra la organización terrorista vasca.

Pedro el Marino pertenecía a los servicios de inteligencia naval y alrededor de él consiguió formar un grupo de mercenarios y ultraderechistas extranjeros como Jean Pierre Cherid (francés y ex miembro de las temibles OAS), José María Boccardo Alemán (argentino y ex miembro de la triple A) y Mario Ricci (italiano, neofascista y miembro de Avanguardia Nazionale).

Cherid, Boccardo y Ricci fueron los braseros, hombres de segundo nivel, a los que se refiere Leonidas en su entrevista y los que se ocuparon de localizar la residencia que José Miguel Beñaran, Argala, tenía en la ciudad francesa de Anglet.

Jean Pierre Cherid, con el tiempo, se convirtió en uno de los mercenarios más activos de la guerra sucia contra la banda terrorista ETA. El ex miembro de la OAS murió en 1984, cuando manejaba unos explosivos que iba a colocar a un dirigente etarra.

Entre los restos de su vehículo y su cuerpo la gendarmería francesa encontró un listín de teléfonos donde aparecía el número del Gabinete de Operaciones Especiales del Ministerio del Interior, el de Pedro El Marino y el de un sargento de la Guardia Civil.Los policías galos también encontraron entre los restos del atentado un carné de la Dirección General de la Guardia Civil, con la foto de Jean Pierre Cherid, expedido el 14 de febrero de 1981 y a nombre de Iván González Rodríguez. Tras su muerte, su mujer reclamó al Ministerio de Interior la pensión de viudedad.

Jean Pierre Cherid y su grupo localizaron la residencia de Argala en mayo de 1978 y desde ese tiempo hasta su ejecución se dedicaron, fundamentalmente, a controlar y vigilar al dirigente etarra.

El jefe del grupo, Pedro el Marino, ya tiene más de ochenta años, reside fuera de las fronteras españolas y en la actualidad está muy delicado de salud. / A. R.

El Análisis

PRESUNTA VENDETTA CONTRA UN PRESUNTO ASESINO

JF Lamata

A ‘Argala’ se le consideró siempre como el autor material del asesinato del almirante Carrero Blanco. Pero como nunca hubo juicio por aquel crimen al ‘aministiarlo’ el Gobierno Suárez (sin que deje de llamar la atención que no haya juicio por un magnicidio que además era un triple asesinato) por lo que, legalmente, no se le puede denominar como tal. De igual modo el asesinato de ‘Argala’ fue considerado una vendetta por parte de un grupo de marines que querían vengar a su presidente. Aunque también fue señalado el mercenario Carlos Gastón. Aunque alguna entrevista se publicó al respecto, la realidad es que tampoco hubo juicio por el asesinato de ‘Argala’, por lo que la teoría de los marines también sería una ‘teoría presunta’.

J. F. Lamata