11 diciembre 1979

Waldo de Mier acusa al PSOE de «100 años de antimilitarismo»

Hechos

Publicado el 11 de diciembre de 1979, E. A.

Lecturas

CIEN AÑOS DE ANTIMILITARISMO PSOE

“…No hay nada más perjudicial para un país que confundir la adulación con el respeto al Ejército. Quien adula al Ejército, le adula no para servir a la Patria, sino para utilizarla como instrumento para fines interesados…”

(De un discurso de Melquiades Álvarez en el Congreso de los Diputados, en marzo de 2011)

No dejan de ser sorprendentes, extemporáneas y significativas las recientes declaraciones de destacados dirigentes del PSOE adulando a las Fuerzas Armadas españolas, en contradicción con el visceral antimilitarismo de su partido a lo largo de sus cien años de existencia.

¿Qué pretende el PSOE con esta táctica de constante adulación al Ejército, de falsa admiración por sus virtudes cuando, como digo, desde su fundación lo que sí, por el contrario, ha resultado una constante socialista han sido sus ataques a las fuerzas Armadas de nuestra Patria? Ya llegaremos a una conclusión cuando finalicemos de exponer a lo largo de estos reportajes la historia del cerril y cerrado antimilitarismo del PSOE, historia larga, difícil de sintetizar, porque el socialismo español nunca dejó de manifestar su odio al Ejército, sus deseos de disolver sus cuadros de mando, su empeño en sovietizar – democratizar es a veces, como se verá, el término ambiguo empleado – sus filas.

Un largo antecedente antipatriótico

De raza le viene al galgo ser rabilargo, dice un popular refrán universal. Porque lo pudiera ser como un vago y lejano antecedente del PSOE, esto es, la primera fuerza obrera izquierdista de raíz internacional en España, la Sección de Madrid de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores) fundada en 1864, se mostró de inmediato como antimilitarista y, dado su carácter internacionalista, como antipatriótico incluso.

“Un hecho característico de los sentimientos del internacionalismo – escribe Maximiano García Venero en su ‘Historia de las Internacionales en España’ – se produjo el 2 de mayo de 1870. Hacia 1864, el Gobierno francés, probablemente por influjo de la emperatriz Eugenia, había solicitado de los gabinetes de Isabel II que no se celebrarse en España la fiesta de 2 de mayo. La suspensión de los actos habituales provocó entonces un espontáneo desfile de los madrileños ante el Obelisco del Prado y el Arco de Monteleón. La protesta obligó a restablecer la fiesta de la independencia, torpemente suprimida, pues aún vivían gentes que asistieron a la jornada popular del 2 de mayo de 1808”.

“La Sección de Madrid (de la AIT) imprimió un manifiesto que se fijó en las esquinas al lado de la alocución que el alcalde dirigió con dicho motivo al pueblo madrileño. En él se decía: ¡Trabajadores, no celebramos la fiesta del 2 de mayo. La idea de la Patria es una idea indigna de la robusta inteligencia de la clase trabajadora! ¡La Patria! ¡La patria de los trabajadores es el taller; el taller de los hijos, del trabajo es el mundo entero! El patriotismo ha cumplido con su misión. ¡Qué descanse en paz en el panteón destinado a las ideas del pasado. EL patriotismo se opone a la fraternidad de los pueblos, el patriotismo es injusto. ¡Trabajadores, en nombre de la emancipación de la clase oprimida; en nombre de la justicia, en nombre de la Asociación Internacional de Trabajadores, no celebres la fiesta del 2 de mayo! Por la sección Internacional de Madrid. El Comité”.

AIT era de neto origen socialista y ácrata a la vez. Marx – aunque asistió como mudo a la reunión fundacional, según él mismo confesó en carta a su amigo Engels – fue luego uno de sus máximos impulsores.

“La AIT, semejante por sus finalidades universales al movimiento  revolucionario democrático de Francia, es un conato de pansocialismo”, comentó Maximiliano García. Venero.

Condicionamientos antimilitaristas del recién fundado PSOE

Primero fue el embrión de la minúscula Nueva Federación, creada por los disidentes de la Federación Regional Española en 1872, de la que se separaron radicalmente la mayoría de los trabajadores en 1873. Años más tarde, en 1879, Pablo Iglesias con un grupo de amigos establece las bases del Partido Socialista Obrero Español, en una fonda calle madrileña de Tetuán, escogiendo deliberadamente como ‘trágala’ a los patriotas la fecha del 2 de mayo. Allí se acordó formar una comisión que redactará el programa social del recién nacido PSOE. Y de nuevo, en el fondo de una taberna de la estrecha calle madrileña de la Visitación, volvieron a reunirse los socialistas el 20 de julio de 1879 para leer el Manifiesto fundacional. El Manifiesto, de entrada, hablaba de la necesidad de entablar la lucha de clases al objeto de convertir la propiedad individual en propiedad común y que por lo tanto el arma con que el proletariado debía contar para conseguir este fin primordial era la conquista del Poder político. Y tras otras consideraciones de tipo político, el Manifiesto pasaba a enumerar el programa minimalista de ‘estructura democrática’ o puramente socialdemócrata, entre cuyos puntos principales figuraban ya estos dos de carácter netamente antimilitaristas:

“Milicia Popular” (o sea, Ejército del pueblo)

“EN tanto que el ejército subsista, servicio general y obligatorio”.

El aaque a las Fuerzas Armadas no era totalmente frontal. Fíjense en que se condicionaba EN TANTO QUE EL EJÉRCITO EXISTA. Luego desde su misma fundación el PSOE enseñaba su raíz antimilitar.

Se pide claramente la supresión del Ejército

Pero desarrolladas ya las bases del PSOE y creada igualmente la UGT así como publicados también los primeros números de EL SOCIALISTA – cuyos principios fueron sumamente precarios y difíciles – tirado primero como semanario y sólo hasta a partir del Primero de abril de 1913 como diario – el PSOE celebró en agosto de 1888, su primer congreso al que asistieron dieciocho delegados. El programa minimalista venía resultar más amplio y concreto que el redactado en el Manifiesto tabernario de 1879. Vuelven a exponerse ‘para realizar su aspiración’ como reza el texto de aquel programa, ciertas medidas y económicas. Pero ya se pide de modo descarado y terminante lo siguiente:

“Supresión de los Ejércitos permanentes y armamento general del pueblo”

En ese mismo congreso se eligió a Pablo Iglesias como presidente del PSOE y se le designó para asistir, representando a su partido, naturalmente, al Congreso Internacionalista que había de celebrarse el año siguiente – 1889 – en París. Congreso fundador de la II Internacional a la que se adhirió el PSOE.

A medida que iba creciendo la base del PSOE y de su sindicato, la UGT – en el que cabían incluso quienes no sentían la mínima simpatía por el socialismo – se iban endureciendo las posturas antimilitares del Partido de Pablo Iglesias. Influía notoriamente en ello la II Internacional opuesta, decidida y enérgicamente a los planes concertados entre España y Francia para establecer un Protectorado en Marruecos. “Ese mandato – escribe Maximiano García Venero – fue cumplido por el socialismo español sin tregua hasta el golpe de Estao de 1923”. Pero es que entre el Mandato de la II Internacional, hecho en 1907 y años anteriores, habían aumentado en España, movidos por los vientos internacionalsocialistas, las olas de antimilitarismo. Una de aquellas olas tuvo como consecuencia el llamado incidente del CU CUT en Barcelona.

Graves injurias al Ejército

Propuesta desde el primer congreso del PSOE en agosto de 1888, la supresión de los Ejércitor permanentes y el armamento general del pueblo, ¿cómo no iba a dar sus frutos esta medida propugnada por la ejecutiva del Partido Socialista Obrero Español? El desarrollo del catalanismo separatista favorecía con sus ataques al Ejército español venía desarrollando una campaña de pacificación en Marruecos, lo que era acogido con disgusto y protesta por las fuerzas izquierdistas del país. Estas campañas antimilitares izquierdistas se agudizaron a partir de la pérdida de nuestras provincias de ultramar en el triste desastre de 1898.

“Desde el desastre colonial, venía siendo las instituciones armadas objeto de la animadversión de una parte del elemento civil que, con notoria injusticia, las consideraban como responsables de aquel. Tal animadversión se hallaba especialmente exacerbada en Cataluña, en donde los elementos separatistas miraban a aquellas instituciones como el instrumento de dominación del poder central. Manudeaban por tanto en aquella región los incidentes entre militares y paisanos, para evitar los cuales las autoridades de entonces – casi siempre claudicantes – habían llegado a recomendar a los oficiales que no vistieran uniforme, sino en el interior de los cuarteles, acudiendo a ellos  vestidos de paisano. Como es natural, estas recomendaciones vejatorias produjeron gran malestar entre la oficialidad, especialmente en Barcelona”.

Como la política seguía, para el 12 de marzo de 1905 se convocaron elecciones pronviciales que en Cataluña dieron por resultado una victoria republicana. Más tarde, en las otras elecciones municipales, del 12 de noviembre de ese mismo año, la Lliga Catalana de Cambó triunfó de modo casi rotundo en los municipios de Cataluña. Para celebrar su triunfo se organizó un banquete en honor de los diputados y concejales catalanistas que se denominó “Banquete de la Victoria” a la salida del cual hubo pedradas y tiros entre catalanistas y republicanos. Sin embargo, se produjo un suceso aún de muchísima mayor gravedad y trascendencia. Era. Era la consecuencia de esas viejas y persistentes campañas antimilitares de todas las fuerzas de izquierda en las que no faltaban, por supuesto, los socialistas. Y fue que el semanario humorístico CU CUT! Izquierdoso y separatistoide publicó un caricatura de Junceda en la que aparecía un oficial de caballería delante del rontón donde se celebró el banquete. El oficial – ridiculizaba su propia figura por el caricaturista – preguntaba a un transeúnte – ¿Qué se celebra ahí que hay tanta gente? – El Banquete de la Victoria, respondía el Transeunte – ¿De la Victoria? – decía el oficial – ¡Ah, vaya, serán paisanos!

Según el historiador y biógrafo de Cambó, don Jesús Pabón, el semanario ‘ni buscó el escándalo ni previó las consecuencias’, pero lo cierto es que aquel dibujo ofensivo para el Ejército venía a colmar la gota de agua en el vaso repleto de injurias a nuestras militares, porque provocó lo que Romanones en sus ‘Notas de una vida’ calificó de ‘formidable tormenta desencadenada en el cuadrante de Barcelona’.

En efecto, casi todos los oficiales de la guarnición de Barcelona, hartos a su vez de las propias órdenes de sus superiores de prudencia y de neutralidad frente a la política injuriosa para las Fuerzas Armadas, de modo que ya ve que ni Batet en 1931 y 1933, ni Fernández Sahagún en 1979 son nuevos en la materia de querer enmudecer al Ejército, acudieron a la imprenta CU CUT! Y destrozaron y quemaron todos los enseres. Luego marcharon a la redacción del mismo semanario – cuyos artículos y caricaturas agraviaban cotidianamente al Ejército y a la Patria española en general – según refiere Romanones es esas “Notas de una vida” donde también quemaron y destrozaron todo. Por último la oficialidad se encaminó a la sede periodística de LA VEU DE CATALUNYA donde sable en mano obligaron a gritar a todos “¡Viva España!, “Todo lo destrozaron – cuenta Romanones – respetando sólo al escudo de Cataluña, diciendo que Cataluña era un provincia española”.

Aquella enérgica reacción de la oficialidad del Ejército en Barcelona produjo la consiguiente crisis ministerial y el nuevo Gobierno liberal, presidido por Moret, obtuvo de las Cortes la aprobación de la Ley de Jurisdicciones Militares juzgar toda clase de delitos cometidos contra la Patria y contra el Ejército.

Ni que decir tiene que, a partir de ese momento, se recrudeció aún más el antimilitarismo de los partidos políticos visceralmente antimilatares, entre ellos el PSOE, uno de cuyos nuevos objetios era, precisamente, conseguir la derogación de esa Ley.

Waldo de Mier

07 Enero 1980

EL PATRIOTISMO SOCIALISTA

Federico Silva

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He repetido no pocas veces que la gran razón para explicar los fracasos de la izquierda española es que rara vez ha sido nacional. Cualquier español de a pie, nacido en cualquiera de los estamentos en que la España contemporánea ha cristalizado, al abrir sus ojos al mundo de la alfabetización y la cultura, habría de sufrir el fuerte impacto de la llamada izquierda. Se encontraba con un país ciertamente pobre con zonas industriales discriminadas y discriminadoras, con una vida bastante alejada entonces de lo que era ya común en los países industrializados. Todo ello había de inclinarle, por el simple uso de la razón y de los medios de la cultura, a querer buscar la solución para el estado de decrepitud que le rodeaba en fórmulas nuevas que el progresismo le sugería y la reivindicación social le materializaba. Esa era la oferta de la izquierda. Ahí se encuentra, a mi juicio, una de las grandes raíces de la progresión socialista desde 1879 a 1931, en que, aliados de la burguesía republicana ocuparon el poder derrocando a la Monarquía de Don Alfonso XIII.

Los años de la República y de la guerra pusieron de relieve, de una parte las contradicciones internas de que adolecía el planteamiento socialista en España (frase que he escuchado más de una vez a los líderes comunistas en el propio Congreso de los Diputados); y de otro lado no haber querido o no haber sabido encauzar un sentimiento nacional desde sus propias posiciones.

Los cuarenta años del régimen de Franco cambiaron profundamente la estructura económica y social de España de modo que ni el planteamiento reivindicativo, ni las técnicas de la conquista del poder por la violencia, encontraban el caldo de cultivo que ne otro tiempo tuvieran en la España ‘tahur, zaragatera y triste, como la calificara Machado. Por eso hoy las fórmulas social-demócratas gozan de más predicamento en los ámbitos del socialismo español y, personalmente, desearía que se consolidaran con desaparición de las ‘contradicciones internas’, clarificándose de una manera definitiva sus posiciones políticas para que los españoles supiéramos con certeza qué es lo que quieren y dónde van. Pero hasta ahora existe aún más falta de concreción en el básico tema del sentido nacional, de la definición de patriotismo socialista. No es una cuestión de ‘entendimiento’ de cómo ven o siente a España, sino de probar con su conducta política que esta vez el socialismo va a ser nacional desde sus propias posiciones.

Así pues, resulta verdaderamente sorprendente que a estas alturas, el secretario general del Partido Socialista Obrero Español diga que ‘a la gente le da miedo llamarse español y tener un cierto sentimiento patriótico en el sentido más noble de la palabra’. ¿En qué se puede aceptar y hasta imponer el término ‘nacionalidades’ en el artículo segundo de la Constitución y creer que es posible mantener la unidad y el sentido nacional de España? ¿En qué se puede aceptar que el artículo 149 de la propia Constitución sea violado transfiriendo competencias del Estado que son exclusivas del mismo, o los llamados entes autonómicos? ¿Es que se puede contemplar impasible o tapando la cabeza bajo el ala, los insultos a la Bandera que simboliza a España y su unidad, la suplantación de la misma por otros símbolos o incluso su destrucción y quema, sin que se alce una voz de protesta, de indignación o de petición a los poderes públicos para que sea cortada de raíz? ¿Es que se puede estar consensuando con unos y con otros la desaparición del idioma español y hasta del propio nombra de España de pedazos enteros de la Patria y querer que no cunda el desaliento y hasta el miedo físico entre muchos por proclamarse españoles? ¿Es que se puede tolerar el asesinato – el último el de Jesús García – el secuestro y la violencia generalizada en las Vascongadas contra quienes se sienten y se proclaman españoles y ahora manifestar sorpresa por el miedo a llamarse español? ¿Es que se puede aceptar que una región entera como Navarra pueda ser entregada al llamado Euzkadi con la pasividad y la connivencia de los partidos del consenso, sin que en la mayoría silenciosa no cunda el desaliento y el miedo a llamarse español?

Todos estos hechos y otros muchos creo que deberían ser motivo de reflexión para atajar el mal no en sus causas y no en sus efectos. Si no mantenernos íntegra la unidad nacional y el respeto a sus símbolos, si no atacamos el mal de las nacionalidades, incompatibles con la Nación española, si toleramos la agresión contra España en algunas de nuestras regiones, si privamos al Estado de los medios para mantener la unidad, habrá miedo o llamarse español y hasta serlo.

He pedido con reiteración la reforma constitucional, uno de cuyos objetivos primordiales sería la recreación del sentido nacional de España y de su unidad con la supresión del término ‘nacionalidades’ y la revisión en profundidad, como tanto les gusta decir a los socialistas, del título VIII, relativo a las autonomías. ¡Qué buena ocasión tendrían los socialistas españoles de hacer efectiva la declaración de su secretario general y colaborar con ‘su’ patriotismo  nacional de España, y a erradicar las causas que motivan el miedo a llamarse español y tener un cierto sentimiento patriótico, en el sentido más noble de la palabra.

Además, pienso que ‘el sentido patriótico’ se tiene o no se tiene. No son conceptos ‘relativizables’. Por eso, sin intentar trivializar un tema que me parece trascendental, y menos aún de tomar a chacota las muy importantes palabras del secretario general del PSOE, me recuerdan la historia, no por vulgar menos certera, de aquella mujer de la que se decía que se hallaba en cierto sentido embarazada. Porque según la naturaleza, la mujer está o no está embarazada, no cabe relativizar este concepto. Por consiguiente, aquí o se tiene el sentido de lo español o no se tiene, por lo que no cabe hablar del mismo ‘es un cierto sentido’.

Desearía que mis palabras sirvieran para la reflexión de todos, y que los hechos confirmaran las palabras, porque de otro modo me parece que está justificado pensar que las protestas de ‘patriotismo socialista’ son declaraciones que tienen como uno de sus objetivos principales clamar la indignación de algunos y no asustar a los votos indecisos de otros. En síntesis: seguir fabricando la imagen, que parece ser la que cuenta en estos momentos, sin revelar lo que de verdad hay detrás de ella.

Federico Silva Muñoz