7 febrero 2007

Bermejo era un fiscal que se había caracterizado por su enfrentamiento con el PP en particular con José María Michavila cuando este era ministro de Justicia

Zapatero nombra al fiscal Fdez Bermejo nuevo ministro de Justicia reemplazando a López Aguilar, que será candidato a Canarias

Hechos

El 7.02.2007 D. Mariano Fernández Bermejo fue nombrado ministro de Justicia reemplazando al Sr. López Aguilar, que sería candidato del PSOE a las elecciones autonómicas de Canarias de ese año.

Lecturas

El 7 de febrero de 2007 D. Juan Fernando López Aguilar abandona el Gobierno para pasar a ser candidato del PSOE a la presidencia de Canarias. En su lugar D. José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno, designa al fiscal D. Mariano Fernández Bermejo, nuevo ministro de Justicia.

Su nombramiento es criticado por la oposición del PP y medios como El Mundo de D. Pedro José Ramírez o el grupo Libertad Digital de D. Federico Jiménez Losantos que controla la COPE, estos consideran que el perfil del Sr. Fernández Bermejo es demasiado radical para ser ministro.

En febrero de 2007 se produce un minicambio en el Gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero. El primero desde la dimisión del Sr. Bono Martínez.

El siguiente cambio de Gobierno se producirá en julio de 2007.

09 Febrero 2007

Un ministro para la confrontación

ABC (Director: José Antonio Zarzalejos)

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EL nombramiento de Mariano Fernández Bermejo como ministro de Justicia es una provocación de Rodríguez Zapatero no sólo al Partido Popular, sino también al Poder Judicial, a los fiscales y, en general, al sistema institucional, al que se le debe un mínimo de respeto en la selección de sus más altos cargos. Fernández Bermejo es, ante todo, un sectario, en el sentido más peyorativo del término. Y lo ha demostrado de la peor manera posible, esto es, desde el ejercicio de las funciones públicas que tuvo encomendadas como fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, en el que se mantuvo hasta 2003, cuando la entrada en vigor del nuevo Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal produjo la renovación de todas la jefaturas de la Fiscalía. Por eso, afirmar que Fernández Bermejo fue perseguido o represaliado por el PP es sencillamente una falacia, porque el Gobierno de Aznar lo mantuvo en su puesto durante siete años, y ello a pesar de que su deslealtad enfermiza hacia el entonces fiscal general, Jesús Cardenal, debió acarrearle la correspondiente sanción disciplinaria. Para saber lo que es un fiscal represaliado, baste recordar a Eduardo Fungairiño. El principal problema de Fernández Bermejo no lo tuvo con el PP. Lo ha tenido siempre con sus compañeros de carrera, que nunca le han dado su voto de confianza para ninguna de las jefaturas que al final ostentó gracias, exclusivamente, a su fidelidad al PSOE. Incluso ni sus compañeros de la Unión Progresista de Fiscales le apoyaron en las elecciones al Consejo Fiscal celebradas en 2005, a pesar de ser el líder de la candidatura. Quedó en cuarto lugar y fuera del Consejo Fiscal, que es el órgano de representación de los fiscales.
Este nombramiento es una agresión política deliberada al Partido Popular, porque se hace a conciencia del resentimiento que siempre mostró Fernández Bermejo hacia este partido. En un homenaje celebrado tras su cese en la jefatura de la Fiscalía de Madrid, Fernández Bermejo llegó a decir, con gran solaz de la izquierda y refiriéndose a los populares: «Luchamos en su día contra los papás de los que nos gobiernan y no tenemos ningún temor a los hijos». Este espíritu guerracivilista de Fernández Bermejo, exhibido siendo todavía fiscal en activo, ayuda a explicar su nombramiento, en el contexto de una acción de gobierno basada en el enfrentamiento y la división social, en el hostigamiento constante al Partido Popular y, más allá de siglas y partidos, a la derecha democrática española.
Ningún prestigio profesional acompañó a Fernández Bermejo en su carrera como fiscal y ningún mérito digno justifica su nombramiento como ministro de Justicia, sólo el premio a los servicios prestados y a los que prestará en los próximos meses. Al contrario, su designio se perfila claramente como el fiel ejecutor de la política bronca que el Gobierno y el PSOE quieren intensificar para tapar el fracaso de esta legislatura y evitar -según su criterio- la desmovilización de su electorado. Con esta designación, Rodríguez Zapatero renuncia a cualquier posibilidad de entendimiento con el PP, por ejemplo, para pactar la renovación del Consejo General del Poder Judicial, pero también a sosegar las relaciones con este órgano de gobierno de los jueces y a templar el clima de tensión creado en torno al Tribunal Constitucional. Más aún, si finalmente el magistrado Pérez Tremps dimite y el Gobierno nombra a su sustituto. Además, están pendiente en el Congreso de los Diputados importantes y peligrosas reformas de la Administración de Justicia y del Ministerio Fiscal, cuya tramitación habría requerido un ministro de mayor altura intelectual y técnica. Sobre todo, una persona con cierta autoridad en el mundo de la Justicia, lo que no es Bermejo, cuyo nombramiento asegura una etapa de crispación y confrontación.
Es un ejercicio de cinismo inmejorable que el mismo Gobierno que denuncia que el PP se aleja del centro y la moderación, ponga al frente de Justicia a un personaje como Fernández Bermejo. Es, también, un retrato fiel del verdadero talante del presidente del Gobierno, quien, con este nombramiento, renueva su apuesta personal por la discordia política, la falta de respeto a las instituciones y su indiferencia hacia la división social que están provocando sus decisiones.

09 Febrero 2007

No grato al PP

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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El nuevo ministro de Justicia, el fiscal del Tribunal Supremo Mariano Fernández Bermejo, deberá ser juzgado por sus actos como titular de ese departamento -y habría que esperar al menos los cien días de cortesía para emitir sentencia-, pero de lo que no cabe duda es de que hará notar su presencia en el mundo de la justicia, uno de los puntos calientes en que el PP ha situado la batalla política contra el Gobierno. Ese partido sabe sin duda que en Fernández Bermejo tiene la horma de su zapato. Si el presidente quería contar con alguien que defendiera con firmeza la política judicial del Gobierno, la elección es adecuada.

La tarea fundamental de un ministro no es, sin embargo, estar pendiente de la oposición, sino atender las necesidades de los ciudadanos en el terreno de la administración de la justicia. Que funcione correctamente deberá ser su preocupación principal. Es una responsabilidad que comparte con el Consejo General del Poder Judicial, por más que una parte de los actuales integrantes de esta institución (que debió renovarse hace tres meses) hayan estado más ocupados en poner trabas a determinadas iniciativas legislativas del Gobierno, en clara resonancia con el PP, que en asumir su parte en esa responsabilidad compartida.

Fernández Bermejo sucede en el cargo a Juan Fernando López Aguilar, designado cabeza de lista del PSOE por Canarias en las próximas elecciones autonómicas. López Aguilar, catedrático de Derecho Constitucional, ha sido un ministro que se ha hecho notar algo menos de lo justo en la judicatura. Impulsó el pacto para la reforma de la justicia, que tanto prometió y que rompió de inmediato el Gobierno de Aznar con una reforma del Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal, cuyo primer fruto fue servir en bandeja al ministro Michavila los fiscales con mando incómodos, entre ellos el entonces fiscal jefe de Madrid, Fernández Bermejo.

Al nuevo ministro de Justicia se le ha tildado de sectario por confesarse públicamente «hombre de izquierdas». Obvian sus acusadores que en el mundo de la justicia, incluido el ministerio fiscal, no son pocos los que sin confesarse de derechas ni de izquierdas actúan supeditando claramente los criterios jurídicos a sus personales convicciones ideológicas derechistas. También se ha intentado desprestigiarle porque el Consejo Fiscal no le avaló para ser fiscal del Supremo. Pero lo ha hecho alguien -Mariano Rajoy- que fue ministro de un Gobierno que prefirió el dedo a los votos para designar en 1997 a Eduardo Fungairiño fiscal jefe de la Audiencia Nacional, tras ser rechazado tres veces por el Consejo Fiscal.

El Ministerio de Justicia ha perdido, por exigencias del sistema democrático, las competencias que tenía sobre los jueces. También ha transferido a Interior sus tradicionales competencias sobre prisiones por exigencias de la lucha antiterrorista. Pero sigue siendo un ministerio importante como enlace institucional del Gobierno con la judicatura y el ministerio fiscal. A esta tarea deberá dedicar Mariano Fernández Bermejo la inteligencia y capacidad de trabajo que nadie le discute, evitando entrar al trapo de una oposición que antes de tomar posesión ya ha tratado de hacerle perder los nervios. Que no los pierda y que actúe como un ministro de España es lo que cabe esperar.

09 Febrero 2007

El peor ministro posible

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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De todos los candidatos que podían optar a ser ministro de Justicia, Zapatero eligió, sin duda, al peor de ellos. Díficil imaginar otra persona más sectaria, desprestigiada y partidista que Mariano Fernández Bermejo.

Ya lo dijimos en junio de 2004 cuando Conde-Pumpido decidió promocionarle a fiscal de Sala del Supremo contra el criterio de sus compañeros del Consejo Fiscal, que recomendaron a Fernando Herrero, mucho mejor cualificado para el cargo.

El único mérito que Mariano Fernández Bermejo ha contraído a lo largo de su carrera -y en eso no hay quien le supere- es la trayectoria de servilismo hacia el PSOE, al que profesa una ciega obediencia, como ha demostrado de forma reiterada.

Fernández Bermejo es el fiscal que ordenó la detención preventiva de Mariano Rubio para hacerle un favor a Felipe González. Es el fiscal que, en 2003, afirmó que, «tras luchar contra los padres» en la Guerra Civil, «ahora nos toca luchar contra los hijos», en referencia a los actuales dirigentes del PP. Es el fiscal que argumentó que no había motivos para ilegalizar al PCTV. Y es el fiscal que en 1998, cuando Barrionuevo y Vera habían sido condenados por el Supremo, declaró que la persecución y el enjuiciamiento de los GAL fue «un acto de hipocresía colectiva».

En su discurso ante el Comité Federal días después de su victoria electoral, Zapatero aseguró que había llegado la hora de «los fiscales independientes». Fernández Bermejo, que se enzarzó en una querella con el último ministro de Justicia del PP, nunca lo ha sido ni lo ha pretendido porque siempre ha antepuesto sus ideas socialistas a sus obligaciones como fiscal.

Será imposible de ahora en adelante creer que Zapatero pretende regenerar la Justicia y acabar con el partidismo que la está carcomiendo. De Fernández Bermejo se puede esperar todo menos un mínimo de ecuanimidad y de respeto a la ley. El de ayer fue un día negro para la Justicia.

15 Mayo 2007

De Bermejinski a Bermejussolini

Federico Jiménez Losantos

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Es difícil encontrar un caso de ferocidad liberticida tan extremado como el que embarga al ministro de Justicia, digno sucesor de García Oliver en la nostalgia de la checa, que es la ideología de fondo de la izquierda primigenia, distrito de Atapuerca. Empezó de rojo, cosa natural llamándose Bermejo y viniendo de una dinastía azul mahón, que es la raíz de la que proviene lo peor del rojerío instalado y el antifranquismo retrospectivo. De ahí que lo de Bermejinski fuera una sátira muy ajustada a su papel. Pero por lo visto en esta campaña electoral,  Bermejo es ambidextro en lo que a totalitarismo se refiere, y, total, como socialistas eran todos, lo mismo se encomienda a Lenin que a Mussolini. Al cabo, el Duce había llegado más lejos en el socialismo italiano que Bermejo en el PSOE.

Pero lo que ha cautivado la imaginación política de este sectario redomado no es el Gulag sino el aceite de ricino, que fue la herramienta primigenia de agresión del fascismo mussoliniano contra los partidos y las personalidades de oposición. Cuando este peligroso sujeto predica un fuerte laxante para el PP es evidente que sueña con el aceite de ricino, no sabemos si porque desde niño acaricia la idea de administrárselo a quienes eran más listos y más valientes en la escuela, si porque le gustaría ensanchar cintura y moverse a modo de marioneta titiritera, como el ridículo Benito, o si es que el inconsciente le ha traicionado y le ha salido el fascista que lleva dentro desde siempre, no muy distinto al sectario izquierdista que viene siendo desde antes de ayer y hasta pasado mañana. Lo asombroso es que nadie del PP haya cargado contra este matón de ministerio al que ya sólo le falta decir que hay que rapar a las candidatas del PP. Todo llegará. Cuando Bermejinski deja la Vétcheka y baja a la calle se convierte en Bermejussolini. Vamos, que para loba, Caperucita Roja.