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Los medios aprovechan su dimisión para insistir, una vez más, en la radicalización de Vox

Iván Espinosa de los Monteron dimite por sorpresa de todos sus cargos en Vox y anuncia su retirada política

HECHOS

  • El 8 de agosto de 2023 D. Iván Espinosa de los Monteros anuncia que renunciaba a su acta de diputado de Vox en el Congreso, a su condición de portavoz de Vox en el Congreso y su puesto en la ejecutiva del partido.

09 Agosto 2023

Vox estalla

EL PAÍS (Directora: Pepa Bueno)

El sector más ultraliberal de la formación queda laminado por los integristas con la dimisión de Espinosa de los Monteros

La dimisión del hasta ahora portavoz de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, priva a la formación de Santiago Abascal de una de sus caras más conocidas, además de tratarse de un parlamentario que manejaba con habilidad las armas dialécticas de la paradoja y la ironía y que siempre fue más correcto en las formas que otros miembros de su partido. Pese a sus excesos en agendas como la migratoria y sus polémicas como promotor inmobiliario, Espinosa era uno de los diputados más sólidos de la formación ultra, con un discurso menos incendiario que el de otras figuras de Vox. Al contrario que Abascal, evitaba meterse en los charcos de sus teorías más excéntricas y conspiranoicas. Y era la cabeza visible de un sector ultraliberal seguidor de las doctrinas económicas de la británica Margaret Thatcher o del estadounidense Ronald Reagan en los años ochenta del siglo pasado. Esa facción neocon estuvo apadrinada en España por la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre, hasta que acabaron saliendo del PP y desembarcando en Vox.

Desde su fundación, esta alma ultraliberal ha convivido dentro del partido con un alma ultraconservadora, que pone el acento en el integrismo moral —rechazo absoluto al aborto, la eutanasia o el matrimonio homosexual— y que, en materia económica, aboga por el proteccionismo frente al libre mercado y rechaza la construcción europea. La salida del Reino Unido de la UE ha privado a los ultraliberales de su socio natural en Europa, los tories británicos, y Vox se ha ido acercando a los partidos ultracatólicos, como los polacos de Ley y Justicia, los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni o el Fidesz del húngaro Viktor Orbán. En materia económica, el objetivo de esta metamorfosis es ir dejando de lado los planteamientos neoliberales para tratar de ampliar su base social, como también ha hecho Marine Le Pen en Francia.

La batalla que termina con el paso al lado de Espinosa de los Monteros no ha sido, sin embargo, ideológica, ni siquiera una guerra cultural, como le gusta predicar a Vox, sino una lucha encarnizada por el poder. El sector más integrista, encabezado por el vicepresidente de Acción Política, Jorge Buxadé, se ha hecho con el aparato y ha laminado al otro sector, silenciando a la vicepresidenta de la comisión de Agricultura de la Eurocámara, Mazaly Aguilar, purgando de las listas del Congreso a dos de los dirigentes de la primera hora del partido —Víctor Sánchez del Real y Rubén Manso— o intentando apartar de la Asamblea de Madrid a la esposa de Espinosa, Rocío Monasterio, una de las pocas mujeres con peso propio que quedan en la formación.

Las pugnas entre distintos sectores o familias son habituales en los partidos. El mejor método para dirimirlas es la democracia: ambas partes exponen sus proyectos y el votante elige a través del sufragio. El problema es que Vox ha laminado la democracia interna: en 2019, eliminó las primarias para designar a cargos públicos; y, dos años después, las elecciones para elegir a sus cargos internos provinciales, ya que no hay organización autonómica. En esas condiciones, los que ganan son los que, como Buxadé, desconfían de los procedimientos de la democracia en los partidos. Cuando suprimió las elecciones internas, Abascal alegó que se evitaba así “la zozobra y el enfrentamiento” causado por los procesos electorales. Se equivocaba. La democracia interna es el mejor sistema para encauzar y resolver los conflictos. Cuando se suprime, la tensión se acumula sin válvula de escape posible, hasta que estalla causando destrozos irreparables. Y espantadas como la de Espinosa de los Monteros.

09 Agosto 2023

Vox ahonda en su deriva autodestructiva y antiliberal

EL MUNDO (Director: Joaquín Manso)

LA DIMISIÓN de Iván Espinosa de los Monteros representa el último capítulo de la deriva autodestructiva en la que se encuentra embarcado Vox desde que Santiago Abascal entregó los mandos del partido al sector integrista que encabeza Jorge Buxadé. Estamos en la práctica ante un proceso de refundación encubierto hacia posiciones netamente antiliberales y antipolíticas, del que la formación llevaba muchos meses ofreciendo síntomas muy preocupantes, como aquella grotesca moción de censura. Esta carrera de degradación ha culminado con la selección de perfiles impresentables, obscenamente provocadores, durante las negociaciones de los gobiernos autonómicos, y con el desarrollo de una campaña para el 23-J dirigido a convertirse en una caricatura de sí mismo que excitase la movilización de la izquierda y disuadiera al electorado más moderado de apoyar al PP. El resultado de esta estrategia suicida ha sido para Vox la pérdida de 650.000 votos y 19 diputados, pero principalmente haber privado a la derecha social de la posibilidad de la alternancia, entregando a Pedro Sánchez la opción de reeditar mandato de la mano de Arnaldo Otegi y Carles Puigdemont.

Vox nació en 2014 como un movimiento de reacción de diferentes sectores de la derecha conservadora hacia lo que consideraban que era el abandono por parte del PP de determinadas banderas simbólicas, culturales o emocionales. El éxito electoral a partir de las andaluzas de 2018 fue la consecuencia de su acierto en el diagnóstico prematuro de los peligros del independentismo y su censura sentimental a la atonía del PP. La salida de su portavoz, sin duda su perfil más institucional y de mayor brillantez intelectual, es el símbolo de la defunción de aquel Vox fundacional, desde muy pronto entregado a ramalazos populistas, como su relación paranoica con los medios de comunicación o su obsesión con la inmigración. La marcha de Espinosa de los Monteros se une a la de una de sus figuras más populares, Macarena Olona, hace menos de un año, y a la purga que indisimuladamente ejecutó Buxadé antes del 23-J sobre los diputados que configuraban el ala liberal del partido.

Si el modelo de organización que adopta una formación política suele ser el reflejo de su propuesta a la sociedad, el Vox de Buxadé deja poco espacio para la duda: culto vertical al líder, opacidad al máximo en la toma de decisiones y persecución implacable al disidente por talentoso que sea. En sus últimos escritos publicados, el secretario de Acción Política de Abascal dibuja un programa político en torno a tres ejes -Dios, patria y familia, exclusivamente la tradicional- expresados en términos de «cruzada cultural» y regresión ideológica tan rancios que implicarían una reedición indeseable de la España del nacionalcatolicismo, confesional y uniforme.

Este diseño es incompatible con los valores de la sociedad abierta, plural y diversa, que es el mejor fruto de la modernidad constitucional. La libertad también es una forma de entender la vida. En el debate sobre qué posición tiene que mantener el PP en su relación con Vox, la respuesta es rotunda: ser el dique de protección que destierre las ortodoxias morales y el infantilismo dogmático en defensa de la tolerancia social y la pasión por la convivencia.

08 Agosto 2023

Vox pierde su ala más liberal

ABC (Director: Julián Quirós)

Espinosa de los Monteros se marcha tras quedar aislado por los sectores más integristas de un partido que todavía no asume su retroceso electoral

Iván Espinosa de los Monteros, una de las piezas clave en la creación de Vox junto a Javier Ortega Smith y Santiago Abascal allá por 2014, ha anunciado que deja la política y que no recogerá su acta de diputado. En su despedida, el ex secretario general del partido y portavoz del grupo parlamentario en el Congreso ha aducido «razones personales y familiares» para poner punto final a su trayectoria en Vox, pero a nadie se le oculta que con su marcha el partido ha perdido a su ala más liberal, que ya había quedado bastante menoscabada tras la exclusión de diputados como Rubén Manso o Víctor Sánchez del Real de las listas electorales del 23J. Su némesis ha sido el sector más genuinamente nacionalpopulista de Vox, donde convergen dirigentes como Jorge Buxadé o asesores como Francisco Méndez-Monasterio, quienes eran mucho menos relevantes en la primera hora del partido, pero que han ido haciéndose con el control de este. Santiago Abascal, presidente de Vox, siempre insistió en que no quería facciones o corrientes internas. Paradójicamente, y con la excusa de hacer cumplir los deseos del líder, los sectores más integristas han ido copando las estructuras partidarias lenta y sistemáticamente.

La marcha del ya exportavoz, además, deja en evidencia la falta de autocrítica de un partido que ha perdido 19 diputados en las últimas elecciones generales, pasando de 52 a 33 escaños, y de la que nadie se ha hecho cargo, salvo para culpabilizar al Partido Popular y a los medios de comunicación. Estamos, pues, ante una pérdida importante para Vox que sus líderes no pueden subsanar limitándose a tuitear una despedida, como ha hecho Abascal. El líder de Vox tendrá que salir de su zona de confort y dar muestras de que ha sido capaz de descifrar el mensaje que le mandó el electorado. No olvidemos que Abascal y Espinosa de los Monteros estaban llamados a tocar el cielo con cargos relevantes en un eventual gobierno de PP y Vox, y no valen las razones personales para explicar por qué no ha sido así. Ante la opinión pública el partido hoy es una nave inclinada, donde reina la opacidad respecto a quiénes están en el puente de mando y con qué se impulsa su trayectoria. Estás incógnitas y sospechas se ven retroalimentadas por la permanente beligerancia hacia los medios de comunicación –estrategia de la que Espinosa de los Monteros no ha sido ajeno–, en una extravagante apuesta por convertir la antipolítica y la ausencia de rendición de cuentas en una seña de identidad de la derecha populista española.

El paso de Espinosa de los Monteros por la política deja sensaciones ambivalentes. Claramente, su preparación intelectual estaba por encima de la media. La última campaña permitió comprobarlo, sobre todo en el debate a siete que se celebró en Televisión Española y que supuso un marcado contrapunto con la actuación de Abascal en el suyo con Yolanda Díaz y Pedro Sánchez, lastrado por sus imprecisiones, el desconocimiento de la actividad legislativa y la falta de frescura. Pero el exportavoz también cometió errores, como cuando apoyó a Sánchez en la convalidación parlamentaria del decreto ley para gestionar los fondos europeos. Entonces dijo que Vox había votado pensando primero en los españoles, aunque esto lo condujera a una trampa tendida por Sánchez, un argumento muy similar al que utilizó ayer para agradecer el privilegio que le brindaron los votantes al elegirlo como diputado: «Todo ha merecido la pena porque España siempre merece la pena». Bellas palabras que no acaban de disimular que Vox todavía tiene muchas explicaciones que ofrecer a sus votantes.

09 Agosto 2023

Una mala noticia para Vox, una buena noticia para la democracia

Sergio del Molino

Creían Espinosa de los Monteros y sus amigos liberales que podían convertir una fuerza reactiva como la formación de Abascal en un partido más, con agenda, influencia y estrategia institucional

Liberal es una palabra muy liberal en sí misma, que admite una elasticidad enorme de significados, acepciones y matices. Tan liberal se siente un izquierdista norteamericano como un banquero. Sirve para escribir la sinopsis de Camino de servidumbre, de Friedrich Hayek, y para calificar la actitud desinhibida de Salma Hayek en Abierto hasta el amanecer. Sirve como insulto y como halago, y por eso es un comodín para hablar de las cosas que no son ni chicha ni limoná y se presentan en el cuarto estado de la materia, que es el fofo. El tinto de verano o la cerveza sin alcohol serían liberales, como al parecer lo era Iván Espinosa de los Monteros en Vox. Ser liberal en España significa que tu cuadrilla no sabe qué hacer contigo: liberal es quien no quiere pagar la cuenta del restaurante a medias porque solo pidió una ensalada y un vaso de agua.

Solo en ese sentido figurado y como eufemismo se puede entender que Vox tenga un sector liberal. Posibilista, dicen otros, afinando más el tiro. Ala izquierda, apuntan los más cachondos. Yo prefiero hablar de ingenuos. Solo desde una ingenuidad política radical puede sostenerse que Vox se acomodaría a la lógica de un sistema de partidos que desprecia por naturaleza y que se ha propuesto destruir. Por eso le cae bien el adjetivo liberal en el sentido coloquial con el que se suele usar en España: flojo, iluso.

Creían Espinosa de los Monteros y sus amigos liberales que podían convertir una fuerza reactiva como Vox, fruto de un cabreo nacionalista, tribal y prepolítico, en un partido más, con agenda, influencia y estrategia institucional. Las últimas elecciones constatan un fracaso que venía de lejos: Vox no consigue lepenizarse, no llega a las clases populares ni a las periferias que se sienten marginadas de la democracia, y pese al poder que ha arramblado en los pactos autonómicos, se ha replegado en un núcleo antisistema donde no caben los tibios. Vox es hoy mucho más pequeño, primario y zafio que hace unos meses: se ha recogido en torno a un yunque, como en la fragua de Vulcano. Contra lo que pueda parecer, esto es una noticia excelente para los demócratas, sean liberales o no, pues una fuerza reaccionaria comandada por figuras como Buxadé solo puede aspirar a la irrelevancia. Sin liberales con sentido institucional ni estrategas que sepan aprovecharse del descontento social, la proverbial ola reaccionaria que movilizó a la izquierda el 23 de julio se quedará en una olita que solo ahogará a los propios reaccionarios.

09 Agosto 2023

La razón de las razones de Iván

Emilia Landaluce

IVÁN ESPINOSA de los Monteros ha dejado Vox. Ha dicho que se debe a motivos personales, «que sus padres son demasiado mayores y que sus hijos aún no lo son». Se queda de afiliado, por lo que no puede decirse que abandona el partido. De trasfondo tenemos la retirada del partido de Santiago Abascal de un posible Gobierno de coalición de Núñez Feijóo, por si su mera pretensión de ocupar cargos pudiera servir como excusa para que el PNV no votara al popular como presidente en una investidura. El PNV ha vuelto a quedar retratado. Recordemos que suyos fueron los votos que en 2018 hicieron que la moción de censura de Sánchez saliera adelante. Después llegó el (llamado) Frankenstein y quién sabe si a partir de septiembre no estaremos en manos del Gobierno zombi, por llamarlo de alguna manera, porque parece que los únicos muertos a los que no quieren hacer vivientes son los de ETA. (Esos por lo que EH Bildu ya no se siente obligado a pedir perdón).

Es difícil saber si la renuncia de Espinosa de los Monteros responde a esa pugna que al parecer mantienen en Vox sectores mal llamados liberales y otros más nacional-ultramontanos. O si simplemente, en efecto, se debe a lo que dice Espinosa de los Monteros, que es una razón comprensible para cualquier profesional al que le vaya bien en la vida privada. Esto es: que la política no compensa los sinsabores de la vida.

Es pronto para saber del devenir de Vox. Ayer muchos ya lo daban por amortizado. No lo está, como tampoco lo está, pese a lo que se publica, Podemos, porque Pablo Iglesias, Yolanda Díaz y Errejón no difieren tanto en lo que dicen y tienen en común el apego por el poder. De ahí que a la diputada saharaui de Sumar no se le haya oído ni mu sobre las vacaciones de Sánchez en Marruecos o que a Yolanda no le parezca mal que Cataluña no reparta con las comunidades más pobres, como dice Puigdemont.

En esto se parece al PNV, al que espero que sus votantes castiguen aún más cuando vean las consecuencias de la Ley de Vivienda, los impuestos… Para eso se vota a Bildu, que tiene cierta pátina molona. Con su pan se lo coman.

Por lo menos, en el caso de Iván se aprecia que él no está dispuesto a tragar con todo -«algunos no han sabido reconocértelo», le decía Ortega Smith- por el sueldo de diputado y esa relevancia pública a la que también se hacen adictos los políticos. Está bien que a alguien no le compense.

08 Agosto 2023

Espinosa y la deriva de Vox

Libertad Digital (Presidente: Federico Jiménez Losantos)

Al parecer ya no tienen cabida quienes configuraron una derecha culta y liberal capaz de combatir con brillantez en las batallas culturales y económicas.

La renuncia a todos sus cargos tanto en el Congreso como en el partido del hasta este martes portavoz parlamentario de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, es consecuencia de la deriva adoptada por la formación de Santiago Abascal en los últimos y convulsos tiempos. Espinosa de los Monteros había pasado a ser un activo desaprovechado y ninguneado por el sector encabezado por Jorge Buxadé y a quien Abascal ha entregado las riendas del partido. La abrupta despedida (envuelta por él mismo con suma elegancia en razones personales y familiares) ratifica la absoluta inconveniencia del sesgo adoptado por el partido, donde al parecer ya no tienen cabida elementos sustanciales en los orígenes de Vox, aquellos que configuraban una derecha culta y liberal capaz de combatir con brillantez y eficacia en las batallas culturales y económicas que plantea una izquierda cada vez más autoritaria y radical.

El desequilibrio en relación a los sectores más integristas y de cariz religioso convirtió a Espinosa de los Monteros en una excepción dentro de la cúpula del partido y su papel pasó a ser residual antes de la convocatoria de las elecciones. De ahí que sea un error interpretar su abandono como una autocrítica por la pérdida de 19 diputados. Ese descenso tiene muchas causas, pero ninguna relacionada con el ya exportavoz y sí muchas vinculadas a los elementos principales de la nueva cúpula de Vox. Tampoco se debe a la carta blanca a Alberto Núñez Feijóo para gobernar en solitario.

La despedida de Espinosa de los Monteros revela el calado de la crisis interna de Vox, cuyos nuevos rectores han cometido errores de bulto en la pasada campaña, tan de bulto como los del PP. La gestión de los pactos con los populares también ha estado plagada de fallos y tropiezos. Todo ello mientras se utilizaba munición de grueso calibre más a diestra que a siniestra y se señalaba y demonizaba a grupos mediáticos como este, el único que dio cobertura a Vox desde sus inicios en la más absoluta soledad e incomprensión.

Las maneras y los métodos de la actual dirección de Vox están en el origen del último traspiés electoral, al igual que la purga en las listas del llamado sector liberal del partido, que se llevó por delante a miembros de primera hora que anticiparon el camino que ha tomado Espinosa de los Monteros. Todo ello debería haber hecho reflexionar a Abascal y a su nuevo núcleo duro, pero la ausencia de autocrítica es uno de los rasgos más destacados de este Vox que se aleja a marchas forzadas del partido que logró ilusionar a más de cuatro millones de españoles.

Vox se ha convertido en un partido imprescindible, pero deberá corregir el rumbo con firmeza si no quiere pasar a la más pura irrelevancia y acabar convertido en el juguete roto que es Ciudadanos. El ejemplo es tan evidente como el de Casado y Teodoro García Egea en el PP, de modo que no requiere explicación para que Abascal tome nota, recupere el timón y la confianza de quienes convirtieron el partido de Ortega Lara en lo que llegó a ser durante la pasada legislatura.

Se trata de un partido absolutamente necesario empeñado en la autoliquidación con decisiones y giros tan incomprensibles que han forzado que Espinosa de los Monteros tire la toalla en un acto que expone con toda crudeza el tipo de gestión de Buxadé y sus acólitos. Ortega Smith ha puesto el dedo en la llaga al aludir en su mensaje de solidaridad con el compañero caído a las «razones» que han provocado la sonada dimisión. El alejamiento de Abascal, la infinita distancia con Buxadé e Ignacio Garriga, la indisimulada tendencia sectaria, la adopción de tesis autárquicas, el abandono del pragmatismo en favor del oscurantismo son dichas razones, las mismas que acercan a Vox a la caricatura que se hace del partido desde la izquierda. Abascal debe actuar con urgencia, pues una repetición de las elecciones podría ser letal para su formación, tal como le ocurrió a Ciudadanos.

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