6 febrero 1990

Antes de dimitir había forzado la destitución de Romualdo García Ambrosio

Alberto Alcocer dimite de Grucycsa (Construcciones y Contratas) quedando todo el poder en manos de las Koplowitz

Hechos

El 6.02.1990 el Consejo de Administración de Construcciones y Contratas aceptó la dimisión de D. Alberto Alcocer como presidente de la sociedad.

07 Febrero 1990

La dimisión de Alcocer en Conycon es una retirada táctica que no cierra la crisis

Casimiro García Abadillo

Leer

La dimisión de Alberto Alcocer como presidente de Construcciones y Contratas no ha cerrado la crisis de dirección en el grupo. De hecho, tanto Alcocer como su primo Alberto Cortina continúan siendo consejeros de las principales sociedades del grupo y ocupan los puestos de máximos ejecutivos en Grucycsa. Fuentes solventes interpretaron la dimisión de Alcocer como una decisión «táctica» que no supone «tirar la toalla» definitivamente de sus responsabilidades en el grupo. La misma secuencia de los hechos acaecidos el pasado lunes demuestra la falta de coherencia en los comportamientos de los protagonistas de esta historia y, en fin, las contradicciones propias de una situación muy poco clara y en la que sigue sin definirse quién manda realmente. El lunes se produjo un comunicado de Construcciones y Contratas en el que se informaba de la «dimisión» de Alberto Alcocer como presidente y consejero delegado de la empresa constructora que es, a su vez, matriz del imperio Conycon. Poco tiempo después Grucysa comunicó «verbalmente» un desmentido a esta nota oficial.

Según fuentes de la propia Grucycsa, Alberto Alcocer envió su carta de dimisión a las 11 horas de la noche del lunes, lo que dio pié a que, posteriormente, Grucycsa comunciara oficialmente su dimisión como presidente de Conycon. Los hecho permiten afirmar que la dimisión no fue tal, sino que fue un cese en toda regla, perpetrado, según las fuentes, sin la presencia del propio interesado, lo cual es, cuando menos sospechoso. Las hermanas Koplowtiz decidieron echar a Albero Alcocer de sus cargos en Conycon como respuesta al cese de Romualdo García Ambrosio como consejero delegado de Grucycsa. Los Albertos no informaron a sus esposas de esta decisión, lo cual interpretaron como una agresión en toda regla. Como ya informó este periódico, Ambrosio tenía de su parte a las hermanas Koplowtiz, quienes han visto en el duro abogado el reflejo del «empleado fiel» e insobornable. En una reunión celebrada en la tarde del lunes en Torre Picasso, los consejeros de Gruccysa, sociedad en la que los Albertos siguen siendo presidentes, deciden mantenerse firmes y negar la dimisión comunicada a los medios de información por Conycon de forma unilateral. La situación kafkiana del lunes recordaba los acontecimiento vividos el pasado mes de diciembre cuando los consejeros del Vizcaya nombraron vicepresidente del Banco Bilbao Vizcaya a Alfredo Sáenz. La resistencia de Torre Picasso no duró, sin embargo, mes y medio, como en el caso del Vizcaya, sino apenas dos horas. Alicia y Esther Koplowitz dejaron claro que estaban dispuestas a cesar de su cargo a Alcocer y le ofrecieron a este la «oportunidad» de dimitir. Alcocer presentó su carta de dimisión forzado por el cese a las 11 de la noche, pero no dimitió de sus cargos como máximo ejecutivo de Grucycsa ni en otras once sociedades donde mantiene su cargo.

En la reunión del consejo de Conycon (habría que calififcarlo de «consejo irregular», al no estár presente su presidente y consejero delegado), Romualdo García Ambrosio, que sí había pedido el cese de su examigo, exjefe y exprotector, decidió presentar su dimisión de todos sus cargos en las sociedades del grupo. García Ambrosio se hacía el harakiri, pero en un gesto sin precedentes, no quiso capitalizar la defenestración de su antiguo patrono. Por lo tanto, los Albertos se encuentran «enrocados» en los consejos del grupo y mantienen el poder en sociedades muy importantes como Grucycsa y la sociedad Cartera Central. Algunas fuentes han interpretado esta actitud como la muestra de que aún no dan la batalla por perdida. «Están aguantando el chaparrón», comentaron a este periódico personas cercanas al grupo. El papel que, en estos momentos, pueden jugar los asesores de las partes puede resultar fundamental para dilucidar el futuro del grupo. Los representantes legales de las hermanas Koplowitz y de los Albertos han sostenido siempre el criterio de mantener la unidad de gestión de las empresas. Este criterio no es contradictorio con el abandono de Conycon por parte de Alberto Alcocer, lo que ya estaba a la orden del día a partir del mes de noviembre pasado en que saltaron a la luz pública sus relaciones con una joven que había sido secretaria de Javier de la Rosa en su despacho de Madrid. Las mismas fuentes insisten en que no se puede descartar a medio plazo la permanencia en Grucycsa de los Albertos, junto al grupo de máximos ejecutivos de las empresas del grupo, como auténtico núcleo de poder. José Ramón Alvarez Rendueles, presidente del Banco Zaragozano y consejero delegado de Grucycsa haría las veces de enlace ente Conycon y la sociedad de gestión Grucycsa. Sin embargo, esta posición parece más bien un tanto voluntarista, por cuando Alicia y Esther parecen decididas a marginar definitivamente a sus esposos de toda responsabilidad en la gestión de las empresas. La clave de la crisis está en la celebración de las juntas de las distintas sociedades, donde las hermanas Koplowitz tienen importantes paquetes y pueden plantear la renovación de los consejos. Si los enfrentamientos viscerales se siguen produciendo, el daño para el grupo puede ser irreparable. Los Albertos y sus hombres de confianza controlan los resortes del poder en muchas de estas sociedades y pueden seguir tomando decisiones como hasta hace unos días.

07 Febrero 1990

El caso de la dama instalada en su torre de papel

Jesús Cacho

Leer

Alicia Koplowitz es desde la tarde del lunes una dama instalada en la torre de papel del grupo Construcciones y Contratas, la nueva reina de Saba de un imperio de casi 300.000 millones de pesetas, una fortaleza que, sin embargo, puede desmoronarse en pocos meses como un castillo de naipes. Después de meses de inexplicable tira y afloja, de cíclicos «up & downs» sobre qué hacer o no hacer, la astuta Alicia decidió forzar las cosas en la mañana del lunes, enviando una dura carta a su cuñado, Alberto Alcocer, en la que le instaba a dimitir voluntariamente de la presidencia de Conycon so pena de ser descabalgado violentamente por el Consejo de todos sus cargos en el grupo. Era la demanda brutal de Romualdo García Ambrosio, el hombre que «sabía demasiado» y que no estaba dispuesto a abandonar la casa sin hacer sangre. Así que, por la tarde, Alcocer decidió rendirse, no asistiendo al Consejo de la sociedad que le cesó de sus funciones. Inmediatamente García Ambrosio aceptó su propia retirada. «Yo me voy, pero éste también». En eso consistía su exigencia, la pequeñagran venganza de esta epopeya doméstica que deja Dallas en mantillas. Por la tarde, Alicia dirigió una nueva carta mucho más suave a Alcocer que venía a anular la misiva de la mañana. En lugar de cesarlo, se aceptaba su gallarda dimisión y se le agradecían los servicios prestados. Alfonso Escámez sufre a estas horas fuertes dolores abdominales a causa de un irrefrenable ataque de risa del que es víctima en las últimas horas. Y bien, ya tenemos a la atractiva Alicia instalada en solitario en la cúspide de uno de los grupos industriales más interesantes que ha producido este país en los últimos años. Un grupo, «una máquina de hacer dinero» se decía en los ambientes financieros, que era la admiración de propios y extraños, basado en una gestión muy profesional y regido por la máxima de oro -aprendida del pater familias Ramón Areces- de que hay que huir de los bancos como del diablo, y de que toda expansión debe financiarse con recursos autogenerados. ¿Por qué los Albertos hicieron al final lo contrario de lo que mandaba el patriarca de El Corte Inglés? El caso es que estos hombres, que antes de calzarse las gabardinas, a sotavento de la popularidad, gozaban fama de tipos graciosos, trabajadores y listos, comenzaron a cavar su desgracia en el mismo momento en que decidieron jugar a financieros. El día en que los primos decidieron embarcarse en la aventura de Cartera Central, un gato negro se cruzó en su camino. El Banco Central parecía al alcance de la mano. Era cuestión de meses. Los extrovertidos, dicharacheros Albertos estaban en la cresta de la ola: dueños de un gran grupo industrial; amos del Central; socios de Polanco; amigos de Sarasola y con línea directa con Moncloa. ¿Cabía mayor felicidad? Lejos estaban los primos de sospechar entonces que pronto se habría de hacer realidad en ellos la terrible máxima del poeta: la gloria vive el espacio de un sueño agrietado… Por eso cuando a la altura de marzo de 1988 Conde y Escámez sorprendieron al respetable con el bombazo de la fusión Banesto Central, los dueños de Cocycon montaron en cólera. El Banco Central era terreno acotado, ¿cómo se atrevía «el gominas» a levantarles la pieza, siendo como eran todos amigos de caería? Intolerable. Desde entonces, la frase «al gominas nos lo vamos a follar» se hizo popular por los salones de la República del Jockey. Y, efectivamente, al borde del abismo estuvo el gallego, víctima de la más amplia operación de acoso y derrivo jamás montada en la historia económica de este país, operación en la cual los primos jugaron el papel de testaferros del Poder, confiado caballo de Troya mediante el cual el eje Cibeles-Alcalá-Moncloa pensaba hacerse con el control del «megabanco» madrileño, el Español Central de Crédito. Y no será porque no se lo advirtieron. No será por los mensajes de advertencia que la derecha financiera, cabreada con el triste papel de los primos, remitió a Conycon. Una otoñal mañana de septiembre de 1988, en la calle Federico Salmón, Alberto Cortina reconocía la dimensión del problema: Reconozco que deberíamos ponernos de acuerdo, pero puede haber factores que escapen a nuestro control. Ten cuidado, Alberto, que la política es muy traicionara y se olvida pronto de las promesas… Antonio Navalón estaba en lo cierto. Conde logró romper el cerco, a costa de romper igualmente la fusión Banesto-Central, como pretendían, entre otros, los Albertos, con el Gobierno, su ministro de Economía y el gobernador del Banco de España retirándose precipitadamente a sus cuarteles de invierno, asustados ante la perspectiva de verse salpicados por el escándalo. Y allí quedaron los Albertos, con el culo expuesto a los gélidos vientos de febrero de la meseta castellana. Nosotros no hemos sido, dijeron en Moncloa, y el mismo Sarasola se encargó de marcar las distancias. El resto pertenece a la prensa rosa. El dato cierto es que los Albertos dejan un grupo fuertemente endeudado, embarcado en una aventura, la de Cartera Central, que está costando una sangría de intereses bancarios, con un grupo desmoralizado y desmotivado que han abandonado muchos de sus ejecutivos más brillantes. Alicia, cierto, se sienta sobre una fortaleza de 300.000 millones, cuya joya más preciada es Portland Valderrivas, pero es una torre que puede desmoronarse como un castillo de naipes si no pone urgentes manos a la obra. Ella no es la duquesa de Alba, con sus amplias posaderas asentadas sobre la propiedad de la tierra, dispuesta a ver pasar regímenes de distinto pelo sin inmutarse. Las Koplowitz necesitan moverse y pronto. Pero ¿hacia dónde? Y, sobre todo ¿del brazo de quién? Como primera providencia, necesitan liquidar esa pesadilla que es Cartera Central, responsable en gran medida de los más de 15.000 millones de gastos financieros anuales en que devinieron los sueños de grandes financieros de sus maridos. En esto no habrá problema, con un Alfonso Escámez dispuesto, tras saborear su victoria, a recibir con los brazos abiertos a «las chicas». Asunto más peliagudo es llevar adelante el negocio de las Construcciones y, sobre todo, las Contratas. Porque esta es una actividad que tiene poco que ver con la determinación de una dama judía de salir adelante y no rendirse, y sí con una cartera de clientes que depende básicamente de las relaciones personales, que es lo que siempre han dominado sus maridos. ¿Se imagina alguien a la hermosa Alicia deslizando gracilmente un cheque de 5 millones de pesetas en el bolsillo del concejal de urbanismo de Casasviejas del Pardillo? Y los Albertos sí pueden montar en la acera de en frente y con los mismos materiales una Conycon-Bis. La dama necesita moverse con celeridad en su torre de papel.