22 julio 2007

"¡Después del respeto que PRISA tuvimos a su falso secuestro que fue una kurda!"

Carlos Llamas (PRISA) se indigna con el artículo de Martín Prieto en EL MUNDO atacando al difunto Jesús Polanco el día de su entierro

Hechos

El 22.07.2007 D. José Luis Martín Prieto (‘MP’) publicó un artículo en EL MUNDO contra D. Jesús Polanco, al día siguiente de su muerte.

Lecturas

Con motivo del fallecimiento de D. Jesús Polanco Gutiérrez también se produjeron enfrentamientos en medios. Los artículos necrológicos de José Luis Martín Prieto y Víctor de la Serna Arenilla el 22 de julio de 2007, marcadamente críticos contra Polanco Gutiérrez, causan la protesta desde la Cadena SER de Carlos Llamas Gavilanes, que tachará de ingrato a Martín Prieto asegurando que la SER trató con mucho respeto su falso secuestro de 1996, cuando ONDA CERO, RNE o la COPE confundieron una borrachera con un secuestro.

22 Julio 2007

JESÚS DEL GRAN PODER

José Luis Martín Prieto

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Trabajé durante 12 años con un contrato firmado por él hasta que me fui voluntariamente de PRISA con una mano delante y otra detrás. Tuvimos rifirrafes propios de ejecutivo y propietario. En una ocasión yo había publicado un artículo de Fernando Savater titulado Osadía clerical que levantó gran revuelo, y una reproducción de la fotografía de Marisol desnuda, obra del magnífico César Lucas y que había provocado el estúpido y gazmoño secuestro de INTERVIÚ. Por el interfono de mi despacho bramó un ronquido de don Jesús (Chuchi a sus espaldas): «MP, sube de inmediato a mi despacho». «¡Hombre, no me lo pidas con esa voz!». «Te lo mando como me sale de los cojones». Volvía a salirle el jefe de centuria. Le mandé una dimisión sin fecha y, al final, pudimos hablar sin entendernos porque él desconocía el significado de la doble moral. Lo que no necesitaba exégesis era el presunto daño emergente en sus contrataciones de libros de texto con las instituciones religiosas. Eran los tiempos en que don Jesús no se había aún dado cuenta de que estaba ganando más dinero con EL PAÍS que con sus editoriales.

En Buenos Aires me contaba que si alguna vez se perdía había que buscarle allí, tal era su amor por la ciudad porteña. Y, confianzudo (trataba a sus periodistas de tú), me narraba ufano su ascenso desde el proletariado del libro. Junto con su socio Pancho González (ése sí que es una buena persona) vendía enciclopedias puerta a puerta, trabajo enojoso donde los haya. Hasta que se armaron de catálogos y volaron a América para hacérselas de cabo a rabo. Ayunaban dos días y el tercero convidaban a almorzar a los principales editores del país. En Buenos Aires, en pleno invierno austral, Polanco y González abandonaban su pensión friolenta y se refugiaban al calor de un minicine de sesión completa entre orilleros, putas y maricones indigentes. Volvieron con dinero y encargos suficientes para fundar la editorial Santillana, que creció como una metástasis aunque sólo le dio notoriedad en el gremio. Siempre sospeché que esta historia tiene bastante de apócrifa, pero se corresponde con su esquizofrenia sociopolítica. Había pertenecido, ya de talludo, al Frente de Juventudes, nacido en Madrid, adoraba Santillana (donde invirtió) y se hacía pasar por cántabro. Algún título relacionado con Santillana le habría complacido, pero enseguida fue demasiado controvertido para eso y había hecho demasiados negocios con el franquismo a base de información privilegiada. Como luego hizo con las dictaduras militares del Cono Sur americano. Su especialidad era incorporar ministros a su nómina, pero luego circulaba por Madrid en un Mercedes, propio de la flota de Hitler, y se negaba a cambiarlo aduciendo que no tenía dinero.

Entró en PRISA-EL PAÍSs como consejero-delegado, pero por la gatera, con un mando y un poder muy contrapeados. Con el tiempo y con malas artes desplazó al bueno de José Ortega Spotorno hacia una Presidencia de Honor quedándose don Jesús con el puente de mando y la mayoría accionarial, tras largas luchas en las que los millones viajaban por Madrid en maletines.

Es verdad que sólo leía el periódico al día siguiente, pero en sus reuniones con sus directivos acostumbraba a unas prepotencias y groserías propias de fuego campamental. «Yo echo cinco polvos sin sacarla», refiriéndose a una jovenzuela televisiva que le entretenía. «Estoy con Mari Luz Barreiros porque es la única de la que consta que no le interesa mi dinero, tiene tanto como yo». Alardeaba de su dinero, algo insólito entre grandes empresarios. «El que me echa un pulso lo pierde». «El que se me enfrente que se vaya de España». Fue un hombre rencoroso que nunca entendió la economía de mercado. Era marxista sin saberlo.

En 1982 pasaba yo por la redacción en un alto de la campaña electoral en la que cubría (de elogios) a Felipe González y me topé con el gran hombre que me dijo: «¿No estaremos tratando a Felipe con demasiada amabilidad?». No me dejó contestar: «Tu sigue así porque éste va a gobernar y nos interesa».

Curiosamente, la cúpula de PRISA no tenía contacto directo con la del PSOE. A Felipe le pasé recado de que don Jesús quería verle y Cebrián me pidió que le organizara una cena con Alfonso Guerra. Se encontraron un manco y un cojo necesitados de colaborar. En el PSOE estaban empeñados en tener un periódico propio y Polanco un multimedia. La asociación surgió como chispa y el Gobierno empezó por venderles la Ser a precio de amigo tras haber fracasado Prisa con Radio El País. El resto del contubernio político-informativo, es conocido y palpitante.

Polanco me dijo una vez que los hijos han de heredar las empresas pero no necesariamente su gestión, y yo creí que el tapado era su sobrino (casi adoptado) Javier Díez Polanco, que es un clónico del tío, y a todos sorprendió la sucesión en Ignacio Polanco. Como todos vamos a ir al cielo allí estará don Jesús, si hay restaurantes, repasando avarientamente la minuta y abroncando camareros.

Martín Prieto

22 Julio 2007

El editor del poder

Víctor de la Serna Arenillas

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Jesús de Polanco Gutiérrez, presidente del grupo Prisa, el hombre más poderoso de la historia de los medios informativos en España y el único ciudadano particular que año tras año ha superado a los gobernantes más destacados en las listas de los españoles influyentes, acaba de fallecer a los 77 años, víctima de la enfermedad cancerosa que había ido minando su salud durante los últimos años. Polanco deja como legado el grupo de comunicación más potente y rico del mercado español, un grupo que a lo largo de los años ha llegado a quedar virtualmente identificado, para bien y para mal, con el Partido Socialista.

Según la lista de la revista estadounidense Forbes (marzo de 2007), Polanco ocupaba el puesto 287 entre los hombres mas ricos del mundo, con una fortuna estimada el año pasado en 2.200 millones de euros.

Un sentido agudo de los negocios, que le llevó a acertar en la apuesta más importante de su vida -por el recién nacido diario El País, con cuyo control se fue haciendo paulatinamente, sin pausa ni tregua, cuando su accionariado era aún un mosaico de personalidades e ideologías- se unía en Polanco a un sentido aún más agudo del poder. Del poder ejercido, como demostró obteniendo una licencia de televisión de pago en un concurso sobre cadenas «de servicio público» o expulsando de la carrera judicial al juez que se permitió poner en solfa la financiación de, precisamente, esa cadena. Y también del poder político utilizado para beneficio propio a través de contactos estratégicos, explotados implacable y constantemente a lo largo de toda su carrera.

Polanco ha sido «un profesional del ventajismo, muy mal acostumbrado a tener ministros en su nómina», según escribió de él el periodista José Luis Martín Prieto, miembro de la Redacción fundacional de El País y habitualmente muy crítico con esa empresa, que abandonó hace dos decenios.

Nacido en Madrid en el seno de una familia de militares de origen cántabro, varios de cuyos miembros destacaron en la Guerra Civil y durante el franquismo, Polanco -quien hasta muchos años más tarde no agregaría la partícula de a su apellido- quedó huérfano muy pronto. Según sus biografías oficiales, en 1947 «comienza a trabajar en actividades editoriales» para ayudar a su familia. Tenía 18 años, recién terminado su bachillerato. La pequeña historia precisa que esas actividades consistían inicialmente en vender enciclopedias de puerta a puerta. Logró simultanear ese trabajo con sus estudios de Derecho, que terminó seis años después sin relumbrón académico en la Complutense.

El abogado Rafael Pérez Escolar, en sus Memorias (Ed. Foca, Madrid, 2005), ha glosado así la juventud falangista de Polanco: «Jesús Polanco era un joven de baja estatura y fuerte complexión, macizo, con el pelo rapado. De no haber existido el Frente de Juventudes lo hubieran tenido que crear expresamente para él, porque daba a la perfección el perfil del enérgico muchacho dedicado a respirar a pleno pulmón el aire impoluto de los campamentos y a nutrir firmemente su ideología en los principios inmutables del Movimiento Nacional y su revolución pendiente, la doctrina que en Covaleda impartía con unción ante la centuria de instructores Sancho el Fuerte».

Polanco permaneció en el Frente de Juventudes, según señala Pérez Escolar, mucho más allá de sus años juveniles. Trabajó para la Editorial Escelicer, vinculada a la Secretaría General del Movimiento, antes de participar en 1958 en la fundación de Editorial Santillana, una empresa modestísima con un solo empleado en su oficina junto a la Puerta del Sol madrileña.

La actividad de esta empresa -inicialmente especializada en textos jurídicos – fue más que discreta hasta la llegada al Ministerio de Educación Nacional, en octubre de 1969, de José Luis Villar Palasí, en la crisis provocada por el escándalo Matesa. Villar quería modernizar la enseñanza española, y su empeño se tradujo en la nueva Ley General de Educación, aprobada en julio de 1970. Su reglamento apareció en septiembre, disponiendo su aplicación inmediata.

Aquí empezó la fortuna de Polanco. Su pequeña editorial había obtenido antes que nadie detalles esenciales del nuevo -radicalmente nuevo- plan de estudios y fue la única capaz de tener miles de libros listos para el inicio del curso 1970-71. Años más tarde, los periodistas Ramón Tijeras y José Díaz Herrera identificaban en su obra El dinero del poder (Historia 16, Madrid, 1991) al subsecretario de Educación, Ricardo Díez Hochleitner, como la clave de aquella filtración que convirtió a Polanco, de la noche a la mañana, en magnate del libro de texto. Hochleitner demandó a los periodistas por intromisión en su honor, y ganó en todas las instancias, incluido el Supremo. Ingresó en el grupo de Polanco como vicepresidente de Santillana en 1981.

La contratación de personas que habían mantenido estrechas relaciones con su grupo mientras fueron altos cargos de la Administración fue una constante a lo largo de la vida empresarial de Polanco. Miguel Gil, secretario general de la Oficina del Portavoz del Gobierno de Felipe González, fue nombrado director de Desarrollo y Estrategia del Grupo Prisa tres meses después de la derrota electoral de González en 1996. Con Gil en el cargo, el Gobierno socialista había favorecido a Polanco bendiciendo la alianza de su Canal Plus con Telefónica para crear un monopolio de la televisión por cable, y aprobando la concentración de su Cadena Ser con Antena 3 de Radio.

Poco después de aquella derrota socialista se incorporaba igualmente al grupo Enrique Balmaseda, ex director general del Instituto de Cinematografía, quien había mantenido excelentes relaciones con Sogetel, empresa de Polanco dedicada a la producción cinematográfica.

Antes, a lo largo de la etapa González, Polanco había incorporado a directivos como Miguel Satrústegui, ex subsecretario de Cultura, mientras que Juan Arenas pasó de la presidencia de la empresa pública Focoex, de fomento de la exportación, a Eductrade, compañía de Polanco dedicada a la exportación de material escolar. Las actividades de Eductrade y Focoex han dado lugar a polémicas y a investigaciones públicas en países como Chile y Uruguay.

APUESTA IBEROAMERICANA

Tras el éxito inicial de Santillana, Polanco se lanzó con su editorial a una fructífera invasión del mercado iberoamericano y, en 1972, funda el Grupo Timón, donde iría integrando las editoriales de creación propia, como Santillana o Altea, las que va adquiriendo, como Taurus o Alfaguara, y negocios como las librerías Crisol o la empresa de sondeos Demoscopiaa

En ese mismo momento se estaba esbozando el proyecto de nuevo diario liberal El País, promovido por personalidades como José Ortega Spottorno, hijo del filósofo, el periodista conservador Carlos Mendo o el economista -entonces- comunista Ramón Tamames. Polanco se incorporó en 1973 al proyecto en la tercera ampliación de capital, de 150 millones de pesetas -aportando medio millón- de Promotora de Informaciones (Prisa). Poco después era nombrado consejero delegado. Con Mendo en Londres de consejero de prensa en la embajada llevada por Manuel Fraga, fue seleccionado como director in pectore un joven de 28 años, Juan Luis Cebrián, subdirector entonces de Informaciones.

El problema insoluble durante aquellos últimos años de vida de Franco era la imposibilidad de obtener la licencia de publicación. Cebrián optó por dirigir los Informativos de TVE, y los socios se plantearon incluso disolver Prisa. Pero resistieron y El País fue el primer diario nuevo que pudo ver la luz tras la muerte del dictador, en mayo de 1976. Su principal rival, Diario 16, no saldría hasta meses más tarde y su editor, Juan Tomás de Salas, solía quejarse de la «ventaja decisiva» que para el periódico de Polanco había supuesto ser el primero, cronológicamente, del posfranquismo.

Ya a partir de la junta general de accionistas de abril de 1977 se empezó a librar la larga y cruenta batalla entre, por un lado, los socios liberales y conservadores (con el periodista Darío Valcárcel, primer subdirector del diario, a la cabeza) y el grupo que apoyó a Polanco, por otro. Ortega, presidente de la sociedad, y Cebrián, director del diario, fueron, junto a personajes como el empresario Diego Hidalgo, adalides de ese grupo frente a Valcárcel y a su valedor en la sombra, el abogado Antonio García-Trevijano, eterno conspirador de la época. El grupo de derechas se oponía a lo que veía como creciente tono izquierdista impuesto por Cebrián. La batalla terminó en 1983 con la victoria total de Polanco.

El País había crecido lenta pero constantemente durante su primer quinquenio, con un formato muy frío y anglosajón, pero fue tras el golpe de Estado del 23-F cuando se disparó a un liderazgo que nadie le ha disputado ni de lejos hasta el actual acercamiento de EL MUNDO. Su respaldo fue uno de los factores primordiales del espectacular triunfo del PSOE en las elecciones de 1982. A lo largo de este cuarto de siglo, la sintonía entre el diario de Polanco y el Partido Socialista se ha mantenido o ha crecido.

El momento crucial fue posiblemente el referéndum sobre la OTAN en 1984 -coincidente con el nombramiento de Polanco a la Presidencia de Prisa-, cuando Felipe González pasó del «de entrada, no» al «sí» y El País le respaldó sin fisuras. El periódico pasó de puntillas por los crímenes de los GAL y la corrupción gubernamental. Y en todas las elecciones generales ganadas por el PSOE de 1982 a 2004, la ceremonia del nombramiento de numerosos periodistas de El País para altos cargos ha sido una constante.

A partir de ese periódico y del Grupo Timón, la actividad de Polanco se extendió rápidamente por el mundo de la comunicación y la cultura en España e Iberoamérica. Los negocios de creación propia, como Radio El País o la revista El Globo -dos fracasos rotundos- funcionaron en general peor que los adquiridos, como las cadenas de radio Ser y Antena 3, esta última comprada en 1992 con la colaboración de Mario Conde y del entonces propietario, el conde de Godó, cuando era líder nacional de audiencia. Polanco la cerró, en aquel famoso antenicidio que debió ser corregido según sentencia del Supremo que ningún Gobierno, ni popular ni socialista, se ha atrevido a hacer cumplir. Fue el más notable fruto del pacto de los editores firmado en 1991 entre Polanco, Conde y los grupos catalanes Godó y Zeta.

Con todo, las actividades de Polanco en Iberoamérica han sido fundamentales, según afirmaba Jesús Cacho en su libro El negocio de la libertad (Ed. Foca, Madrid, 1999): «Parece que en el juego de la exportación, con sobrefacturación, de libros desde España a Colombia y desde Colombia a Estados Unidos está el origen de la verdadera fortuna de Polanco, fortuna muy superior a los relativamente modestos dividendos anuales del Grupo Prisa».

En España, la hábil política de captación de las élites culturales progresistas a través del único periódico nacional de izquierdas y de su entramado editorial se consolidó definitivamente con el incremento de la producción cinematográfica y televisiva del grupo a través de Sogetel y de Sogecable. Con sus tentáculos alcanzando todos los rincones de la vida nacional, el grupo de Polanco podía proyectar a sus protegidos a la fama y condenar al cuasianonimato a quienes le disgustaban. Empezó a cundir la impresión de que una secta se había adueñado de la cultura y la comunicación. Y, al oír a Polanco (o a Cebrián) emitir sus famosas y frías sentencias -«ése no es de los nuestros»-, se hacía difícil soslayar esa impresión.

La televisión privada, introducida en 1989, reforzó todo ese entramado y dio lugar a la más conocida y lucrativa serie de favores políticos a Polanco. Tras largas dudas, cuando se rumoreaba que al editor no le convencía el negocio televisivo, un grupo liderado por Prisa se incorporó en el último instante al elenco de pretendientes a las tres cadenas que, según la ley, debían participar desde el capital privado en el «servicio público» de la televisión. Para pasmo de sus competidores, Prisa se había aliado a Canal Plus Francia para pedir una cadena de televisión codificada de pago, lo cual no parecía ajustarse a la ley.

Entonces fue cuando se atribuyó a Polanco -ya conocido popularmente como Jesús del Gran Poder- aquella célebre frase, «no hay cojones en España para negarme una televisión», que según unos autores fue lanzada a voz en grito en el restaurante Jockey de Madrid, y según otros es apócrifa. El caso es que no sólo se le concedió, sino que se le dieron 10 meses más que a las otras dos cadenas para empezar a emitir: el proyecto, prendido con alfileres, estaba lejos de poder convertirse en realidad.

Más adelante, un intento de monopolio Sogecable-Telefónica en la televisión por cable quedó abortado por el resultado electoral de 1996.

Sin embargo, el Gobierno del PP le permitiría quedarse con la plataforma de pago rival, aquella Vía Digital creada por Telefónica con la bendición del propio PP, y restablecer así un muy discutido monopolio en la TV de pago por satélite. Y, ya en 2005, otro Gobierno socialista le daba luz verde para transformar Canal Plus en cadena en abierto. Lo que fuera un gran negocio se había convertido, por los onerosos contratos con las majors de Hollywood y por la incapacidad de hacer crecer el número de abonados, en una rémora.

En el camino se había quedado también la carrera del juez Javier Gómez de Liaño, quien a mediados de los 90 investigó si era acorde a la ley la financiación de Sogecable, tras admitir una querella según la cual los 23.000 millones de pesetas que los suscriptores de Canal Plus habían abonado como depósito por los descodificadores fueron utilizados «indebidamente para la financiación de sus actividades». El juez retiró temporalmente los pasaportes a Polanco y Cebrián. Tras querellarse éstos contra Liaño, el Tribunal Supremo acabó condenando a este último por prevaricación, sin aportar ninguna prueba de ello, e inhabilitándole durante 15 años

Estancados los buques insignia de su flota -El País y Sogecable-, los resultados del grupo en el último año no han sido brillantes y su cadena de pago está oficiosamente en venta. Justamente en la junta general de este año que aprobó esos resultados, Polanco hizo unas manifestaciones que, aunque confusas en la expresión -nunca tuvo facilidad de palabra-, son de las más cristalinas que el empresario haya pronunciado en su vida sobre el Partido Popular, el enemigo de siempre.

«MIEDO» AL PP

No se puede ser neutral -vino a responder a un accionista- con un partido que alienta la guerra civil, que es franquismo puro y duro y que si volviera a recuperar el poder vendría con ganas de revancha, lo que a Polanco le daba «miedo». No contento con ello, lanzó su particular delenda est PP: «Si pudiéramos colaborar para que en España hubiera un partido de derechas moderno y laico, lo apoyaríamos». Esa penúltima comparecencia -aún recibiría un premio de la Asociación de la Prensa- aclaraba una especie que le persiguió durante 30 años: la de que era conservador o apolítico, interesado sólo por el negocio, y dejaba a Cebrián y demás ad láteres definir la línea ideológica. Martín Prieto se ha declarado «convencido de que Polanco no leía los libros que editaba ni, presumiblemente, los editoriales de su propio periódico». Al menos parece claro que los respaldaba.

Junto a sus negocios editoriales, Polanco poseía una floreciente cadena hotelera con sede en Canarias. Estuvo casado dos veces, y dos veces se divorció. De 1957 a 1989, con Isabel Moreno, madre de sus cuatro hijos (Ignacio, Manuel, Isabel y María Jesús): las condiciones económicas del divorcio fueron entonces la comidilla de Madrid. De 1992 a 2005 estuvo casado con Mariluz Barreiros. Su hijo mayor, Ignacio, fue designado hace pocos meses vicepresidente de Prisa y sucesor de su padre.